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LIGA GUIPUZCOANA DE PRODUCTORES

La Liga Guipuzcoana de Productores, surgida en 1924, fue la más importante expresión del asociacionismo empresarial guipuzcoano antes de la guerra civil, tras la cual, mantuvo aún su personalidad jurídica.

Organizaciones precedentes

Su primer precedente fue una Liga de la Industria Guipuzcoana que parece surgir en el verano de 1893, con el apoyo de la Diputación y presidida por Francisco Goitia (fue su secretario un Lizarraga, de quien carecemos de otros datos). Goitia nació a mediados del siglo XIX en el seno de la familia de ferreteros siderúrgicos que habían montado, en 1861, la Fábrica de San Martín (que contó con el primer alto horno en Gipuzkoa), y se formó como economista en Inglaterra (periodo del que le quedó una relación epistolar con Gladstone). Empresario emprendedor, relanzó La Maquinista Guipuzcoana, introdujo en España la fabricación de hojalata en los años 1880 (en la fábrica Iberia) y, a finales de este decenio y vinculado ya al empresariado siderometalúrgico de Bizkaia, inició la batalla contra las tarifas especiales que, para la introducción del material siderometalúrgico fijo y móvil destinado a los ferrocarriles, contemplaban los Aranceles del último cuarto del siglo XIX. Hombre vehemente, apasionado y proclive a posturas radicales, sería una de las principales figuras del republicanismo guipuzcoano a principios del siglo XX, hasta su fallecimiento en 1914.

La Liga integró a las principales empresas de la provincia, al menos de los sectores metalúrgico, textil y papelero Y fue la Liga guipuzcoana (con minúscula) de productores, es decir, la organización regional guipuzcoana que se sumó a la Liga Nacional de Productores, la asociación empresarial organizada a principios de 1894 y promovida por el empresariado catalán y por el empresariado siderometalúrgico vasco para combatir la aprobación de los tratados de comercio en trámite de aprobación, en aquel momento, y que, desvirtuaban el carácter proteccionista del Arancel de 1891. La pretensión, infructuosa, de sus promotores vascos, al menos, fue la de impulsar y articular, por toda la geografía española, la constitución de Ligas de productores regionales que se unieran a la Liga Nacional.

Aunque durante 1894 la Liga de la Industria Guipuzcoana desplegó cierta actividad (por ejemplo, organizó mítines contra los tratados, en Eibar y Tolosa, en mayo y junio de ese año), desde la primera mitad de 1895 quedó inoperante, en parte por las diferencias en su seno (los empresarios del textil y del papel no participaban de las posturas en política arancelaria del sector metalúrgico, representado por Gotilla), y, en parte, por la aprobación de una elevación de los derechos arancelarios de los carbones de la que quedaron exceptuados los destinados a usos siderometalúrgicos, disposición que molestó particularmente a Goitia, que se desvinculó y desvinculó de hecho a la Liga guipuzcoana de la Liga Nacional. Tras el éxito que supuso para el empresariado siderometalúrgico vasco la aprobación de la ley de septiembre de 1896, que abolía las tarifas aduaneras especiales para la introducción en España del material destinado a los ferrocarriles, la Liga de la Industria Guipuzcoana parece disolverse definitivamente.

El propio Goitia intentó, infructuosamente, reorganizar una Liga Guipuzcoana de Productores, en 1906 (momento en el que conocemos la existencia de una Asociación patronal siderúrgica de Eibar), al calor de la reforma arancelaria aprobada ese año, y que contribuyó, desde 1905, a la reconstitución de una nueva Liga Nacional de Productores (que subsistiría, sin actividad conocida, hasta 1931, en que se integró en la Unión Nacional Económica, una iniciativa que trató de aunar, sin conseguirlo, todas las manifestaciones asociativas del empresariado español).

La fundación de la Liga Guipuzcoana de Productores

La Liga Guipuzcoana de Productores (LGP) se organizó finalmente, en 1924, en un momento, si no de crisis, sí de contención de la prosperidad, impulsada al parecer por la necesidad de agilizar la renovación de una de las principales vías de comunicación de la provincia, el Puerto de Pasajes, cuyo lamentable deterioro obedecía en buena medida a su explotación, desde 1884, por una sociedad particular, la Sociedad General del Puerto de Pasajes, para la que no resultaba rentable acometer las obras de acondicionamiento necesarias, en particular, desde que, en 1910, iniciara los trámites para la reversión del puerto al Estado. La LGP fue expresión del pequeño y mediano empresariado de la provincia (sus empresas, en general, no superaban el centenar de obreros; y más de mil operarios, sólo los tenían Unión Cerrajera, de Mondragón, y Construcciones Auxiliares de Ferrocarriles, de Beasain) y se integraron en ella los diversos ramos económicos de la misma (papelero, textil, metalúrgico, armero, maderero, químico, alimentación, pesquero…). Sus principales cargos directivos fueron desempeñados por personalidades de prestigio profesional (vinculados algunos de ellos a grandes empresas de Bilbao, de donde eran naturales) que, tenían también una dimensión política: Alfonso de Churruca, su primer presidente (hijo de Evaristo de Churruca, el ingeniero responsable de la modernización del puerto de Bilbao), había sido Diputado a Cortes; José de Orueta y Manuel Rezola, vicepresidentes de la primera Junta Directiva, así como José J. Gaytán de Ayala, contador, eran, a la sazón, Diputados provinciales.

Las principales preocupación de la LGP en sus primeros años fueron tres: agilizar los trámites, durante mucho tiempo paralizados, para la reversión del Puerto de Pasajes al Estado, lograda en 1926, en que la participación de la LGP le fue reconocida con un puesto en la nueva Junta de Obras; la renovación del Concierto económico, en 1925, canalizada a través de los cargos directivos que eran Diputados provinciales, y la gestión del incremento de la presión fiscal sobre las empresas (y del malestar correspondiente) que supuso el nuevo Concierto; y la presencia de la industria guipuzcoana en el Consejo de Economía Nacional, objetivo por el que la LGP se enfrentó a la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Guipúzcoa (dominada por los comerciantes, que contaban también con un Círculo Mercantil, en San Sebastián) y promovió una Cámara Oficial de Industria de Guipúzcoa, fundada en 1929, que respaldara sus aspiraciones. En 1929, participó en el Congreso Nacional de Industrias Metalúrgicas. La incidencia de los problemas sociales en los años 1930 (que, en lo relativo a la conflictividad laboral, impulsarían la constitución de una Federación Patronal de Guipúzcoa, existente en julio de 1936) llevaría a la LGP a crear, en 1933 (como había hecho el Centro Industrial de Vizcaya a principios de siglo), la Mutualidad de Seguros Sociales Pakea.

La Liga Guipuzcoana tras la guerra civil

Tras la guerra civil, la LGP quedó incorporada a la nueva Organización Sindical Española, entidad corporativa unitaria creada en enero de 1940 (por la Ley de Unidad Sindical) sobre la base de "sindicatos verticales", en los que quedaban integrados empresarios y trabajadores bajo el control del Estado. Y no faltaron propuestas (como la del Subsecretario de Trabajo, en 1944, o la del Congreso Sindical, de 1952) en favor de la disolución y la plena absorción de las entidades libres subsistentes. Pero la LGP, no sólo mantuvo su personalidad jurídica (y, con ella, su sede, en la que se llevaron a cabo diversos actos culturales en los años 1940), sino también una actividad profesional autónoma: aceptó la política laboral del régimen y defendió el proteccionismo, pero sostuvo posturas críticas a la autarquía y el intervencionismo: así, reclamó contra la restricción de la importación de materias primas; y solicitó, y obtuvo, a finales de los años 1940, en lo que se conoció como "operaciones especiales", autorizaciones de exportación para algunas de sus industrias significativas que dependían de ellas (armas de fuego, máquinas de coser, artículos de ferretería y cerrajería). (Pudo no ser ajeno a este permisivismo una cierta sintonía ideológica de significados miembros de la LGP con el régimen: Alfonso de Churruca y Zubiría, hijo del que fuera su primer presidente, fue concejal de Bilbao tras la toma de la capital de Bizkaia por las tropas franquistas, y, alistado como requeté carlista, había alcanzado el grado de teniente de infantería cuando fue herido en Toledo y falleció al final de la guerra).

Tras la dictadura, la Ley 19/1977, de 1 de abril, reconoció nuevamente la libertad de sindicación y asociación, configurando un nuevo marco jurídico en el que la LGP dio paso al nuevo modelo unitario de organización empresarial, que se plasmó en la Asociación de Empresarios de Gipuzkoa (Adegi) y, en 1983, en la Confederación Empresarial Vasca (Confebask).

Ignacio ARANA PÉREZ (2008)