Tuvo lugar este desastre en los días 3 y 4 de diciembre de 1512. Los navarros habían conseguido el apoyo de Francia para reconquistar su Reino del que se habían apoderado los castellanos al mando del Duque de Alba. A la salida del valle de Baztán, se retiraban hacia Francia parte de las fuerzas expedicionarias de reconquista enviadas por el rey de Navarra. Se hallaban formadas en este lugar por lansquenetes alemanes. Los invasores estaban apostados ocupando todas las barrancadas, caminos y desfiladeros. Eran en su mayoría guipuzcoanos a las órdenes de los señores de Lizaur con trescientos lacayos y otros al mando del Señor de Verástegui. Pero el mando supremo de los guipuzcoanos, que en total eran 3.500, lo asumía don Diego López de Ayala, que estaba al servicio de Castilla. Los alemanes, medio muertos de frío y de hambre, querían a todo trance ganar la frontera francesa. Para ello dejaron la artillería a cargo de dos hombres para que dispararan contra el señor de Lizaur. La crónica (relato de Le Loyal Serviteur, cap. IV, pp. 100-101) dice así:
"...dejaron con el artillería dos hombres ligeros que le pegasen fuego contra el señor de Lizaur y su gente; porque en tanto ellos se pudiesen salvar, faciendo pago con el artillería. Hobo efecto el engaño de los alemanes; porque el artillería jugó y los guipuscuanos se tendieron en el suelo: así el artillería no los pudo cojer; y como el estrepido y humo fuese grande, y muy espeso, a gran paso los alemanes se pudieron poner en lugar seguro. El señor de Lizaur cuando vido que el artillería no jugaba, primero creyó que algún engaño fuese; mas como viese que tardaban en tirar, y nengún temor de gente oyese, él solo abajó, secreto entre las matas, viendo el artillería sola arremetió a ella con gran alegría diciendo España, España: los suyos a las voces abajaron a él y cabalgaron en el artillería. En esto llegó el señor de Velástegui, al cual Lizaur encomendó el artillería; y él con sus hombres siguió a los alemanes; y aunque todos estaban en salvo, algunos con la gran hambre, no pudieron caminar, fueron alcanzados e muertos; otros muchos fallaron abrazados con los troncones de los árboles, en ellos los dientes fincados y muertos de hambre: otros mordiendo en la tierra ya espirando: fasta mil alemanes se supo ser muertos de hambre y de hierro, en solo aquel día, y de frío; que como los cuerpos tomaba vacíos el yelo fácilmente los penetraba. Diego López de Ayala, que en las angosturas de los montes estaba esperando los franceses, supo como por cima de sierra caminaban, y no pudiendo más facer se volvía, y en el camino supo ser el artillería perdida de socorrella porque los franceses no volviesen por ella: dio con su llegada gran esfuerzo al señor de Lizaur y al señor de Velástegui; y luego Diego López proveyó luego como él lo escribió y embiole docientas acémilas cargadas de pan y vino y carne, y con ellas seiscientos infantes de Alava para que con el artillería viniesen, y Diego López se fuese a poner recaudo en Fuenterrabía. Pues como las acémilas llegaron, a gran priesa, fueron cargados los tiros y vinieron a Pamplona lunes que fueron trece de diciembre de quinientos y doce años; la cual entró en esta orden. Venían en la delantera quinientos lacayos guipuscoanos que tomaron el artillería: luego venían doce piezas ocho sacres y dos cañones y dos culebrinas, que eran las doce piezas. Estas cuatro piezas mayores estaban llenas de cruces de Jerusalén que el rey Carlos (VIII de Francia) había fecho cuando, so color de conquistar a Jerusalén, tomó a Roma y a Nápoles y toda Italia; algunos creían que estas cuatro piezas eran del Duque de Loreina que se llama rey de Jerusalén: tras el artillería venían quinientos vizcaínos, que Diego López de Ayala embió con ella para mayor seguridad: la retaguardia traían los albaneses que el Duque embió. El Duque como supo que el artillería venía, cabalgó con los caballos que con él estaban aunque eran pocos, que los más se habían ido ya: unos que siendo gentiles hombres, se eran idos por se hallar en el alarde de Logroño: otros que se habían ido con Fonseca y con el comendador mayor de Castilla. Y así recibida el artillería, en su corazón daba gracias a Dios porque, al tiempo que más que más sin pensallo estaba, le había traído a sus manos la mejor parte del ejército francés. Quejábase porque al tiempo que él quería dar en los enemigos, donde esperaba con ayuda de Dios fácilmente desbaratallos, le había faltado el poder; más no podiendo remediar a lo ya pasado habló amorosamente al señor de Lizaur y al señor de Velástegui, porque como valientes hombres habían quitado el artillería a los franceses, prometiéndoles mercedes, las cuales el rey confirmaría. El artillería fue metida en palacio del Rey con muy grande alegría de la gente".
Por esta acción de Belate la reina doña Juana hizo añadir al escudo guipuzcoano el cuartel de los doce cañones.
Ref. Boissonnade, P.: La Conquista de Navarra por el Duque de Alba. Tomo III, pp. 333, 378 [nota 143], Ekin, 1958.