Industriak

COMPAÑÍA BILBAÍNA DE NAVEGACIÓN

Sociedad Anónima. La Compañía Bilbaína de Navegación se crea en Bilbao en 1882 fruto de la iniciativa de dos corredores marítimos, Eduardo Aznar de la Sota y Juan Bautista Astigarraga y Echevarría, que desde finales de los años setenta llevaban la firma de corretaje Aznar y Astigarraga, figurando en los anuarios comerciales de la villa como corredores marítimos, armadores y exportadores de mineral. El capital fundacional de la compañía se estableció en dos millones de pesetas, representadas por 4.000 acciones de 500 pesetas cada una, completamente desembolsadas, suscritas por un total de 24 socios, la gran mayoría de los cuales eran significados comerciantes y propietarios de Bilbao y los alrededores. Aznar y Astigarraga, que entre ambos reunían el 12,4 por 100 de las acciones de la nueva sociedad, fueron designados sus directores gerentes, recibiendo por tal función el 2 por 100 de los fletes brutos.

Con el capital fundacional, la Bilbaína de Navegación adquirió sus tres primeros vapores (denominados Enero, Febrero y Marzo), que Aznar y Astigarraga emplearon en un tráfico bien conocido por ellos, el mercado tramp de transporte de minerales, carbón y madera en aguas europeas. Durante sus primeros años de vida, la compañía continuó invirtiendo en la adquisición de nuevos buques (nombrados con los meses del año), que financió con cargo a una ampliación de capital realizada en 1883 y un pequeño crédito concedido por el Banco de Bilbao cinco años más tarde. Tras una primera etapa de beneficios muy reducidos, a partir de 1887 y hasta 1894 registró un fuerte crecimiento de los beneficios que destinó a amortizar las inversiones realizadas.

A partir de 1897 la Bilbaína va a participar de la euforia reinante en la coyuntura expansiva de fin de siglo, vinculada al crecimiento de la demanda derivada de transporte y de los fletes, a la devaluación de la peseta frente a la libra esterlina (la moneda común en este negocio) y la retirada parcial de los competidores británicos de los tráficos europeos. Pero esta coyuntura también disparó el precio de los buques, tanto nuevos como de segunda mano, lo que incrementó las necesidades de capital de aquellas compañías dispuestas a invertir en estos momentos. El crecimiento de la empresa fue impresionante: entre 1894 y 1899 el valor de su flota pasó de casi 3 millones de pesetas a 13,7, multiplicándose por más de cuatro. La financiación de esta expansión se realizó a través de dos mecanismos básicos: la ampliación de capital y el recurso a la hipoteca de sus buques. Entre 1897 y 1898 la compañía duplicó su capital social, de tres a seis millones de pesetas. La empresa también recurrió a la financiación externa mediante la hipoteca de sus buques, en garantía de créditos bancarios y de obligaciones hipotecarias cuyo montante total, a la altura de 1899, superaba el de sus fondos propios. No obstante, los espléndidos beneficios de los años 1899 y 1900 hacían prever una rápida amortización de las inversiones, como había sucedido en etapas anteriores. A la altura de 1900, la Bilbaína de Navegación era la tercera naviera de España por tamaño de su flota, con 20 vapores y un tonelaje total de 44.393 toneladas de registro bruto, sólo sobrepasada por la Compañía Trasatlántica y el grupo naviero de Sota y Aznar. En esas fechas la casa Aznar, que además de sus participaciones en la Bilbaína y el grupo Sota y Aznar, tenía otras en varias sociedades navieras, era calificada como la armadora más importante de España.

Sin embargo, el fuerte endeudamiento de la sociedad pesó como una losa sobre el desenvolvimiento de la empresa cuando cambió el ciclo y se hundieron los fletes. La inflexión se produjo en 1901 agravándose la situación a partir de 1902. Desde ese año y hasta 1910 los beneficios fueron raquíticos o no existieron, como en los años de 1902, 1906 y 1907, ejercicios saldados con pérdidas considerables . La caída de los fletes puso en una delicada situación financiera a la Bilbaína de Navegación, incapaz de amortizar los créditos solicitados en la época de euforia y con problemas importantes de tesorería. Precisamente para solventar éstos últimos la compañía recurrió nuevamente al Banco de Bilbao, hipotecando los últimos buques adquiridos (Udala, Gorbea, Sollube, Urkiola y Ganekogorta) en garantía de dos cuentas corrientes a crédito por importe de uno y dos millones de pesetas, respectivamente. La imposibilidad de hacer frente al pago de esos créditos (no hay que olvidar que además, la compañía tenía que amortizar las obligaciones que por importe de 6 millones de pesetas había emitido en 1899) hizo que, finalmente, el Banco de Bilbao embargara primero y subastase después los vapores citados, que pasaron a formar parte de la nueva Compañía Marítima del Nervión en 1907.

La venta de los buques permitió a la empresa cancelar una parte de sus deudas y comenzar a sanear sus finanzas. El capital social se redujo en 1908 a 2.100.000 pesetas. Por otro lado, la recuperación del mercado de transporte permitió el crecimiento de los ingresos y, con ellos, de los beneficios, una parte de los cuales se destinó a la cancelación de las obligaciones hipotecarias de 1899, completada en 1914. A la altura de 1915 la Bilbaína de Navegación tenía una flota de siete vapores con 16.158 toneladas, lo que la situaba en el onceavo puesto del ranking de las mayores navieras españolas. Durante la I Guerra Mundial la compañía perdió varios de sus buques y vendió otros aprovechando la fuerte subida de los precios. Sus beneficios crecieron notablemente, beneficios que distribuyó vía dividendos o de nuevas acciones (en 1918 aumentó su capital social hasta los 15,9 millones con cargo a las reservas acumuladas) a sus accionistas, que para entonces no tenían nada que ver con los originales. En 1916 la Banca Arnús había adquirido todas las acciones de la sociedad. Al acabar el conflicto la compañía disponía de sólo dos buques en explotación que fueron retirados durante el decenio de 1920.

Jesús Mª VALDALISO GAGO (2007)