Industriak

IBERDROLA

Sociedad Anónima. Las empresas constituyentes de la actual Iberdrola se crearon a principios del siglo XX fruto de la iniciativa de diversos empresarios bilbaínos que descubrieron y aprovecharon las oportunidades abiertas por el nuevo negocio de la producción y distribución de la energía hidroeléctrica, apoyados por un grupo de capitalistas que financiaron estos proyectos, de forma individual o a través de bancos, y secundados por ingenieros, que fueron los encargados de llevarlos a la práctica.

Hidroeléctrica Ibérica se constituyó en Bilbao en 1901, con un capital social de 20 millones de pesetas, por iniciativa de los empresarios bilbaínos Eduardo Aznar Tutor y José Orueta Nenín, los hermanos José Mª y Ramón Ortiz de Zárate, de Vitoria, y los ingenieros Juan Urrutia y Zulueta y Javier Peña Goñi. La empresa, que contaba inicialmente con varios saltos de agua en el cauce alto del Ebro y uno en el río Leizarán, surgió con el objetivo de producir y distribuir electricidad en el mercado vasco, pero pronto amplió su radio de acción a otros mercados como los de Madrid, Santander y Valencia, iniciando la construcción de diversos saltos de agua en los ríos Tajo y Júcar, entre otros. El Director de la empresa, Juan Urrutia, fue el verdadero artífice técnico de un proyecto que recibió muy pronto el apoyo financiero del Banco de Vizcaya, entidad a la que ha permanecido vinculada hasta fechas muy recientes.

La creación de Hidroeléctrica Española (Hidrola) se debió a la iniciativa de Hidroeléctrica Ibérica para conseguir nuevos socios que aportaran el capital necesario para terminar la construcción de los saltos que la Ibérica tenía en los ríos Tajo y Júcar. La empresa se creó en Madrid en 1907, con un capital social de 12 millones de pesetas y junto a Hidroeléctrica Ibérica, que inicialmente suscribió el 55 por 100 del mismo, concurrió a su constitución un grupo de capitalistas madrileños encabezados por Lucas de Urquijo y su yerno José Mª de Oriol y otros nombres del mundo de las finanzas de la capital (Ussía, Aldama, Basagoiti y Gosálvez). Durante un tiempo, las dos sociedades compartieron director gerente (Juan Urrutia, desde 1907 hasta su muerte en 1925) y presidente (Fernando Mª de Ybarra, desde 1911 hasta 1936) además de otros puestos en sus respectivos Consejos de Administración, aunque desde 1925 fueron empresas independientes (al vender Ibérica su participación en Hidrola). En cualquier caso, ambas compañías fueron las empresas matrices de una red cada vez más amplia de empresas distribuidoras a nivel regional y provincial en España, articulada en torno al Banco de Vizcaya, que tenía una posición hegemónica en el norte, centro y levante de España.

El origen de la empresa Saltos del Duero se remonta a principios del siglo XX cuando un grupo de empresarios madrileños y el ingeniero José Orbegozo diseñaron un ambicioso proyecto de explotación hidroeléctrica del río Duero. En 1918 se creó en Bilbao la Sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos, con un capital de 150 millones de pesetas, aportado mayoritariamente por el Banco de Bilbao, y en la que participaban los empresarios ya citados y Horacio Echevarrieta Maruri, titular de varias concesiones de agua río arriba. La entrada de Saltos del Duero al negocio hidroeléctrico, con una capacidad de producción de energía superior a la del grupo hidroeléctrico del del Banco de Vizcaya (Ibérica e Hidrola), amenazó seriamente su posición de monopolio en el mercado del centro y norte de España. Finalmente, Saltos del Duero y las empresas del grupo hidroeléctrico del Banco de Vizcaya llegaron en 1935 a un acuerdo de reparto de mercados, por el que estas últimas se comprometían a adquirir la energía a la primera y a no construir nuevas centrales. Las tensiones y conflictos entre las diversas empresas al acabar la Guerra civil por el cumplimiento del acuerdo, acabaron conduciendo a una fusión entre Saltos del Duero e Hidroeléctrica Ibérica que dio lugar a Unión Ibérica Duero, S.A., Iberduero, en 1944, con un capital de 530 millones de pesetas.

La estrategia principal llevada a cabo por Iberduero a partir de entonces fue la ampliación de su capacidad productiva, con la construcción de nuevos saltos de agua, y el control del mercado, estrategia que la llevó a adquirir numerosas pequeñas empresas en el norte y centro de España. La presidencia y gerencia de la nueva entidad correspondió a los anteriores presidente y gerente de Duero, Julio de Arteche y Ricardo Rubio, respectivamente. Hasta los años sesenta, la empresa creció completando su red de saltos en el río Duero y afluentes. A partir del decenio de 1960 la empresa se embarcó en un nuevo proyecto, la construcción de grandes centrales térmicas (Guardo, Pasajes, Santurce) y nucleares (Garoña). Hidrola, por su parte, experimentó entre 1944 y 1973 un fuerte crecimiento, aumentando su producción por casi veinticinco y su capital social por más de doscientos. La empresa se convirtió en este periodo en la portavoz y líder de las eléctricas privadas en sus relaciones con el Estado, el regulador de este sector, agrupadas en Unidad Eléctrica, S.A. (UNESA).

La crisis económica afectó gravemente a las empresas eléctricas, que habían realizado fuertes inversiones para ampliar una capacidad de generación que el mercado no era capaz de absorber, tenían que afrontar el encarecimiento continuos de los costes financieros y energéticos y, por último, vieron cómo algunos de sus proyectos fueron paralizados por motivos políticos. Iberduero acentuó su especialización en la energía nuclear con el inicio de los proyectos de Lemóniz y Sayago. El fracaso de estos últimos llevó a la compañía a optimizar su producción propia y a participar en otros proyectos abordados por empresas en dificultades (como Terminor, Almaraz y Trillo). Hidrola también intensificó su apuesta por la energía nuclear, con la construcción de las centrales de Almaraz, Cofrentes y la compra de la de Vandellós II, pero, al igual que Iberduero, también tuvo que suspender otros proyectos muy avanzados como la central de Valdecaballeros. Las dificultades financieras de las empresas, la intervención gubernamental, favorable a la entonces empresa pública Endesa, y la notable complementariedad de sus respectivos mercados y cuencas hidráulicas, movieron a ambas sociedades a fusionarse. La fusión de Iberduero e Hidrola se llevó a cabo en 1991, dando lugar a Iberdrola, la primera empresa eléctrica del país, con una producción que suponía casi un tercio del total y una capacidad de generación de 16,7 GW frente a los 9,6 de Endesa y los 17,7 del resto del sector.

Durante el decenio de 1990 Iberdrola consolidó su posición en el mercado español e inició un proceso de internacionalización en diversos países de América Latina. Tras el fracaso de la fusión con Endesa en el año 2000, un nuevo equipo, dirigido por Ignacio Sánchez Galán, imprimió un cambio de rumbo a la sociedad, acentuando la importancia de nuevas fuentes de energía en España (gas y eólica), la internacionalización de la empresa, reforzando su solidez financiera y renovando su imagen de marca. El crecimiento de Iberdrola desde entonces ha sido imparable y hoy en día se ha convertido en la primera empresa eléctrica de España y una de las mayores del mundo, con una presencia importante no sólo en América Latina sino también en Estados Unidos y Europa (Reino Unido, Grecia y Portugal), y con una clara posición de liderazgo en el segmento de la energía eólica.

Jesús Mª VALDALISO GAGO (2007)