Olerkariak

González de Langarika, Pablo

Poeta y promotor de revistas literarias nacido en Bilbao el 9 de febrero de 1947.

Es miembro del Colectivo Poetas por su pueblo, del que fue uno de sus fundadores, y dirige desde 1981 la revista Zurgai que edita este mismo grupo. La revista se ha destacado por la defensa de la creación poética, y es de reseñar en conjunto de estudios monográficos que han dedicado en el tiempo a los más importantes poetas. Ha colaborado en revistas literarias y ha sido antologado en varias ocasiones. Es el caso de The Journal of Basque Estudies de Indiana (USA), que publicó una muestra antológica de su poesía.

Tiene publicados a su vez diversos libros de poemas: Canto terrenal (Premio Bahía, 1975), Contra el rito de las sombras (1976), Del corazón y otras ruinas (Premio Alonso de Ercilla, del Gobierno Vasco, 1985), Los ojos de la iguana y otros poemas, (Accésit del Premio Alonso de Ercilla, 1987, Los ónices de Onán (Premio del II Certamen de Poesía Erótica de los Talleres Literarios de La Galleta del Norte, Baracaldo, 1989), Cálices de Octubre (Accésit del Premio Alonso de Ercilla, 1989), La rueda oscura (Premio Imagínate Euskadi, 1992), Endecha de la huella oscura (Premio Imagínate Euskadi, 1994), 27 sonetos de amor y una canción enajenada (Premio Imagínate Euskadi, 1996). Con uno de sus libros inéditos De ríos, tardes, musgos, arrecifes... obtuvo el Premio Nacional de Yecla (Murcia) en 1984.

González de Langarika se reclama heredero "por afinidad ética y estética de los legados de Blas de Otero o Gabriel Aresti, el Unamuno más meditativo y el bagaje surrealista de Juan Larrea", lo que certifica que es un poeta de muy variados registros y recursos. Su obra aparece en diversas antologías y ha sido traducida al euskera, italiano y corso. En 2003 publica una carpeta, ilustrada por el pintor José Javier Lacalle, titulada Aunque al fondo esté la música, y en el 2004 el volumen, en edición numerada, titulado La llama amarga, en colaboración con el pintor Fernando Eguidazu.

Llama al viento II

Así, como si nada, levantarse
caminando despacio hacia el espejo
para verse los años y ese dejo
que produce la ceja, elevarse,

repasar los fracasos, asomarse
a ese tiempo llovido -tan añejo-,
jugar a ser... y verse en el pellejo
de ese otro que trata de zafarse.

Ver la nada ante ti, ir a su encuentro,
medir la luz, el llanto, el aire alzado...
la amargura que va buscando el centro,

y no mirarte más, dejar de lado,
por una vez y todas, desde dentro,
la ruina de este sueño derrumbado.

Pablo González de Langarika

Publicado en la revista La alegría de los Naufragios