Arquitecto y político vizcaíno nacido en Bilbao el 3 de diciembre de 1877, perteneciente a una familia carlista, por parte paterna (coronel durante la II Guerra carlista), y liberal por vía materna. De su trabajo arquitectónico quedan varios edificios como el conjunto de Universidades y Hospital de Valencia, que él proyectó; el palacio de Arriluze, en Neguri, su residencia de Las Arenas, "San Joserem", la casa de Montalbán, sede de las oficinas de su familia y un proyecto de reforma interior de Madrid que fue muy combatido.
Sus actividades empresariales estaban marcadas por dos hitos fundamentales: la Hidroeléctrica Española y el Talgo. Fue accionista de Ibérica y el Viesgo, Cooperativa de Madrid, Unión Eléctrica de Cartagena, Eléctrica de Lima y Electras Marroquíes. Fue fundador de la Editorial Católica "Voluntad". Casó con la bilbaína Catalina de Urquijo. Fue diputado por Linares en 1918, apoyando desde su escaño a Antonio Maura. En 1931 pasó a residir en Izarra de Álava y volvió a la política apoyado por la Hermandad alavesa y el Partido Tradicionalista, al instaurarse la II República. Depuró el "Heraldo Alavés" que trasformó en el diario de su propiedad denominado "Pensamiento Alavés". Su magnífica situación económica se lo permitía, así como financiarse todas las campañas electorales que quisiera. En los comicios del 28 de junio de 1931 se coló de rondón en la candidatura Pro Estatuto Vasco organizada por los nacionalistas vascos y el Movimiento de Alcaldes, obteniendo, pese a todas las denuncias, el acta. En su propaganda electoral se manifestó en favor del Estatuto de Estella, si bien no contó para nada con el movimiento municipalista. Diversas personalidades alavesas publicaron la víspera de las elecciones un manifiesto recomendando el voto a la candidatura de Oriol.
Intervino en el mitin celebrado en Gernika el 12 de julio del mismo año, en el que dijo entre otras cosas:
"Hermanos vascos, cuando en un pueblo creyente y lleno de fe se pide, Dios concede y Dios nos ha concedido algo esencial para continuar nuestro camino: un hombre providencial que surgió en la coyuntura y vino a dar este movimiento, un movimiento de raíz foral, un movimiento de raíz de raza, el movimiento de sus ayuntamientos. Ese hombre es Aguirre. Su nombre quedará aquí señalado con letras de oro sobre el Arbol de Gernika. Con el alma sacudida por un sentimiento creador de nuestra Patria, todos a una, vamos a pedir aquello que tanto nos honra, porque honra es cuando los pueblos en general protestan y se rebelan contra sus leyes. Esta magnífica raza nuestra pide las suyas y las pide año tras año, durante siglo y medio, en cuanto la coyuntura se presenta; hoy por una hermosa unión de todos, pedimos que se nos devuelva nuestra vieja ley".
Residió hasta febrero de 1932 en Las Arenas trasladando su residencia a Madrid en dicha fecha. No tomó parte en la Asamblea de Pamplona de dicho año pero la separación de Navarra fue decisiva para su toma de postura posterior ya que consideraba que Álava sin Navarra quedaba en inferioridad de condiciones dentro del ente autónomo. En una conferencia que dio en Vitoria (26 de junio de 1932) ante una representación de Municipios de Alava explicó su postura respecto al Estatuto Vasco:
"El Estatuto, eso sí, era muy general y nada concreto. Eran unas bases a desarrollar en formas que podían ser muy distintas. Pero teniendo en cuenta que frente a los intereses de provincias terrestres como Álava y Navarra casi equilibradas en población con las dos primeras, los que nos preocupamos por los intereses de Alava pasábamos por alto la inconcreción del Estatuto, fiados en la semejanza de intereses que nos une con Navarra. ¡En caso de litigio bien acompañados estábamos... ! Pero separada Navarra de dicho Estatuto, a consecuencia de la Asamblea de Pamplona, el peligroso antagonismo de Álava y de las provincias hermanas, surge más potente y más amenazador que nunca. Ahora sí; no vacilo en afirmar que sin la ayuda de Navarra, el Estatuto fracasado en Pamplona seria perjudicial para Álava".
Luego terminó diciendo que el Estatuto era una cosa pobre, que lo que interesaba era la reintegración foral:
"No crean los gobiernos de Madrid que con la aprobación en Cortes de un Estatuto más o menos amplio, han solucionado total y satisfactoriamente el espinoso problema vasco. ¡Nada de eso, señores! El problema vasco, el problema de la reintegración foral plena es un problema de estricta justicia al cual no hemos renunciado ni podemos renunciar".
Desde entonces lanzó una gran propaganda en contra del Estatuto vasco de autonomía. Valiéndose de su cuantiosa fortuna inundó Alava y parte de Guipúzcoa y Vizcaya con hojas volanderas de gran tamaño con inscripciones contrarias al Estatuto autonómico. En esta labor le apoyaba el "Pensamiento Alavés", producto de su depuración del periódico foralista "El Heraldo alavés". Trabajó intensamente, aunque sin resultado positivo, para retrasar el plebiscito del 5 de noviembre de 1933. En las elecciones del 19 de noviembre del mismo año salió nuevamente elegido diputado por Álava. En febrero de 1934 intervino en el Parlamento para oponerse a la integración de Álava, pese al plebiscito, en el ente autónomo vasco y para manifestar su escasa simpatía por el régimen de autonomías de la República. En 12 de mayo de 1936, cuando se aprobó esta inclusión, reelegido diputado, era vocal suplente de la Comisión de Estatutos y votó en contra manifestando que, si bien, según la Constitución era válida tal inclusión, no lo era "moralmente".
Por estas fechas ya se hallaba integrado en las tramas de la conspiración antirrepublicana colaborando con una fuerte cantidad a su financiación y acercándose a las gentes de Falange y Mola. Al estallar la insurrección militar, de acuerdo con Alonso Vega, movilizó a las fuerzas tradicionalistas y derechistas de Álava, logrando que el 18 de julio el Ejército no quedara desamparado y se viese asistido por la población concorde con los sublevados. Sus hijos Fernando, Antonio María, José María y Lucas lucharon también en el mismo bando muriendo el primero.
Tan pronto como el ingeniero Juan de Urrutia le propuso la constitución de una nueva sociedad hidroeléctrica no vaciló, animado, además, por la colaboración que para esta empresa le ofrecía su suegro Lucas de Urquijo. Fue presidente de la Hidroeléctrica Española en dos ocasiones, y rigió también sus filiales Electra Madrileña, Electra Valenciana, Eléctrica de Cartagena y Volta, que impulsó y desarrolló con gran acierto. Y cuando el ingeniero Alejandro Goicoechea se presentó en su oficina con el proyecto de construcción de un tren articulado ligero, no tardó en decidirse a capitanear la empresa (1941). Ardua empresa, porque pronto advirtió que sólo en los Estados Unidos, a pesar de estar en plena guerra, podían desarrollarse eficazmente los proyectos de Goicoechea. Y luego de vencer enormes dificultades -no la menor, ciertamente, la de conseguir divisas-, pudo contemplar cómo arrancaban de Madrid los primeros talgos con destino a Bilbao, Irún, Barcelona, Valencia y Sevilla; y últimamente el "Catalán-Talgo", de Barcelona a Ginebra, lo que significaba que el Talgo había entrado en Europa. Fallece en Madrid el 25 de abril de 1972 a los 94 años de edad.