Musicales

Zortziko

A lo largo del siglo XIX este zortziko puntillado se convirtió sin ningún género de duda en el principal icono musical vasco. Y aunque este proceso no es muy conocido, cabe pensar que en él debió de tener una parte muy importante José María Iparraguirre. El bardo de Urrechu unió el especial ritmo estereotipado del zortziko y su estrofa con las novedades musicales románticas: la tonalidad y la bimodalidad de una parte, en su caso con abundantes cromatismos, modulaciones y cambios de tono. Y por lo que respecta al ritmo, la complejidad rítmica romántica sustituyó a la de la tradición antigua: cambios graduales de velocidad (rallentando y accellerando, es decir, interpretar cada vez más lento o cada vez más rápido), calderones (notas congeladas en el ritmo)... de alguna manera, las características del bel canto de su época.

Su obra más famosa, Gernikako arbola, puede ser seguramente el mejor ejemplo de esos cambios: al parecer, tomó una melodía tradicional de danza de la Merindad de Durango y la adaptó al gusto romántico. El ritmo complejo de la melodía tradicional, casi de ezpata-dantza, se convirtió en zortziko estereotipado con un calderón, y desarrolló la particular escala del txistu en modo mayor, con algunas modulaciones y cambios de tono. Tiene también un crescendo melódico-armónico, sin duda muy apropiado para el énfasis fuerista-patriótico que Iparraguirre quería conseguir (Sánchez Ekiza s.f.).

El Gernikako arbola, como sabemos, se convirtió pronto en símbolo de las libertades forales y, de la manera que sólo la música puede lograr, el hecho de cantarlo suponía, especialmente de forma pública y en grupo la mejor expresión y recreación de la identidad vasca. Pero la habilidad de Iparraguirre fusionando la tradición vasca y la música erudita europea consiguió un éxito popular arrollador. Todavía hoy, ciento cincuenta años más tarde, otras obras suyas son también muy populares: la mayor parte son zortzikos en 5/8, como Gitarra zartxo bat, Nere amak baleki o Ezkongaietan; alguna un zortziko en 6/8, el caso de Ume eder bat, y otras se convertirían muy fácilmente en zortziko, como por ejemplo Ara nun diran.

En cualquier caso, con estas canciones se asentó un modelo para hacer música vasca, consiguiendo un gran éxito tanto entre el público como en su faceta de icono. Con este zortziko, de esta manera, surgió una guía para hacer música a la manera de los vascos: todos los recursos estilísticos contemporáneos podían utilizarse si el ritmo vasco se mantenía. En las descripciones de la época, de esta manera, se destacaban estos aspectos: el misterio de su ritmo se correspondía con el de la lengua vasca y, al modo romántico, con el carácter simple y severo de los vascos, así como con el paisaje frondoso de su país. Esta nueva estructura se utilizó para hacer infinidad de composiciones y, después de Iparraguirre, en ella se repitieron determinados recursos estilísticos: las modulaciones, por ejemplo, a menudo intercambiando los modos mayor y menor, y lo que Isabel Díaz Morlán (2005) ha llamado puntos álgidos, que funcionan como cimas emotivas. De manera que la figura de Iparraguirre, al menos por lo que sabemos en este momento, fue imprescindible para el desarrollo del zortziko estereotipado.

Este modelo fue el que adoptó Pablo Sarasate, en el nivel del espectáculo musical público del protonacionalismo musical para realizar algunas de sus composiciones, al igual que hizo con otros estereotipos como la jota o la música cíngara. Pero, sobre todo se utilizó para su interpretación doméstica en el ambiente burgués, con acompañamiento de piano. En este ambiente se expandió fundamentalmente en el entorno del renacimiento cultural vasco, y por ello aparecen abundantes ejemplos en su principal medio de comunicación, las revistas. En la revista Euskal-Erria, por ejemplo, entre 1880 (año de su fundación) y 1899, se publicaron cuarenta y cinco piezas musicales: casi la mitad, veintidós, fueron zortzikos en 5/8.

Este éxito no fue exclusivo del zortziko en vascuence: también se hicieron abundantes zortzikos en castellano, pero para ello hubo que adaptar la métrica del zortziko txikia. La alternancia de versos de seis y siete sílabas que tan normal es en vascuence no tenía sentido en castellano, pero la solución no era complicada: en castellano la última palabra de los versos pares de seis sílabas será aguda, y de esta manera, según las reglas métricas de este idioma, se consideran de siete. He aquí, como ejemplo, un zortziko con letra original en castellano que tiene la señalada disposición, y su adaptación al vascuence, que, por supuesto, respeta la estructura de zortziko txikia.

Lejos de aquel instante,
lejos de aquel lugar
mi corazón amante
siento resucitar.
Vuelvo tu imagen bella
en mi memoria a ver
como un temblor de estrellas
muerto al amanecer.

Gabak zabaltzen ditun
izarren bidetan,
zure irudi maitea
dator ametsetan.
Egunak galtzen ditu
izar eta ametsak;
hala hondatzen nau ni
zu nerekin ezak.