Concepto

Historia del Arte. Pintura (versión de 1994)

El arte prehistórico. Las primeras manifestaciones pictóricas en Euskal Herria son las realizadas en paredes de diferentes cuevas repartidas por toda la geografía vasca. Datadas generalmente en el Paleolítico Superior, período Magdaleniense (v.), han sido objeto de muy distintas interpretaciones: magia simpática, culto a la fertilidad o a la muerte, etc. Tanto por las técnicas empleadas como por los temas representados (bisontes, caballos, ciervos, manos, tectiformes, etc.) se encuadran en el área franco-cantábrica, cuyos principales ejemplos serían Lascaux y Altamira. La técnica más utilizada es el «trazo» formando el contorno y los detalles interiores de las figuras. En otras ocasiones se emplea el «tamponado», continuo o no, procedimiento en el que estampaciones yuxtapuestas de la yema del dedo impregnada en color sustituyen a la línea. Las áreas de color se obtienen con pincel o por soplado (aerografía), como cuando se representan siluetas de manos. Los colores suelen ser ocres y amarillos, rojos y marrones (obtenidos a partir de tierras naturales y quemadas) y negros, a partir del carbón vegetal y óxido de manganeso. Otros colores son menos frecuentes. Como elementos aglutinadores y disolventes se utilizan grasas animales, orín, jugos vegetales, etc. Las cuevas de Venta Laperra, en Carranza, fueron descubiertas en 1904 y fueron estudiadas por Henri Breuil. Pertenecientes al Magdaleniense inferior, las pinturas del salón representan una pareja de bisontes afrontados en la pared izquierda, y un oso, un bóvido y varios signos más en la derecha. Las pinturas de la cueva de Arenaza, en San Pedro de Galdames, descubiertas en 1973 y estudiadas por Apellániz, presentan variedad técnica pero uniformidad estilística. Predominan las tintas planas de color rojo. Los contornos se delimitan con línea continua o con tampones. También aparece la técnica del grabado. La mayor parte de las pinturas se concentran en una sala a modo de santuario donde aparecen varias ciervas. Santimamiñe es uno de los conjuntos pictóricos más importantes del País Vasco. Descubierta la cueva en 1916, en ella han trabajado Breuil, Aranzadi, Barandiarán y Eguren. El tema predominante es el bisonte, aunque también hay caballos, ciervos, cabras, etc. Es de destacar el gran panel con una serie de bisontes en torno a un caballo, obra de gran calidad para la que se ha utilizado el color negro en diferentes tonos, con lo que se logra el modelado y el volumen de los cuerpos. El resto de las representaciones parece ser de distintos autores y son de diferente calidad. La cueva de Ekain, cerca de Deba, acoge lo que Leroi-Gurhan denomina «el friso de caballos más bello de todo el arte franco-cantábrico». Además hay bisontes, cabras, osos y un salmón. La técnica, polícroma, se apoya en ocasiones sobre un grabado de rayas. De gran importancia en toda el área, se la considera una variante simplificada de Altamira. En Altxerri, próxima a Orio, predomina la técnica del grabado, al que aparece sometida la pintura. Desde un punto de vista temático predominan los bisontes, a los que se añaden algunos renos, ciervos, caballos, zorros, peces, etc., así como diferentes signos, todo ello organizado en frisos. Además de las citadas, otras manifestaciones de menor importancia del arte parietal vasco aparecen en las cuevas de Goikolau (Berriatua, Vizcaya), Alkerdi (Urdax, Navarra), Isturitz y Oxozelaia (Baja Navarra), y Etcheberry (Camou, Zuberoa). Del período situado entre el Eneolítico y la Edad del Bronce podemos citar los conjuntos de pinturas de la Peña del Cantero y de los abrigos de Lasiarreka y Los Husos, todos ellos en el término de Etxauri (Nav.). Del Bronce Final es destacable el conjunto de Solacueva (Jócano, Alava) con representaciones de guerreros o cazadores con arcos y flechas. De la Edad del Hierro I cabe distinguir la decoración mural sobre estuco del poblado del Alto de la Cruz, en Cortes (Nav.), fechable en el siglo VI a. de C. De la época romana no se conservan pinturas (aunque sí mosaicos interesantes). Algo similar ocurre con la pintura altomedieval de la que sólo podemos citar la que decora la ermita rupestre de Ntra. Sra. de la Peña, en Faido (Alava) y el apartado de los códices miniados del entorno vasco: el Vigilano, del scriptorium de S. Martín de Albelda (Rioja), concluido en 976; un sacramentarium, del scriptorium de Siresa (Huesca), de 970; el Emilianense, el scrip. de San Millán de la Cogolla, de 976 a 992; Beato de la Bibl. Nacional, de S. Millán de la Cogolla, de hacia 920-930; la Biblia de San Juan de la Peña (Huesca), del s. XI y la Biblia de Sancho el Fuerte, obra de Fernando Pérez de Funes en 1197, entre otros (v. LIBRO). Esto nos obliga a dar un gran salto hasta la Baja Edad Media, en que las pinturas murales tienen nuevamente un enorme interés artístico.