Concepto

Alardes

Alarde

En su sentido folklórico, la palabra alarde remite principalmente a los anuales desfiles conmemorativos de victorias militares: en Antzuola celebra (tercer sábado de julio) que una compañía de antzuolarras arrebatara una bandera a los moros el año 920 en el contexto de la batalla de Valdejunquera, Navarra; en Elorrio (Bizkaia), en honor a la Virgen del Rosario por la participación de unos vecinos contra la armada turca en la batalla de Lepanto, 7 de octubre de 1571; en Hondarribia, el levantamiento del sitio por parte de los franceses el 8 de septiembre de 1638, en agradecimiento a la patrona local, la Virgen de Guadalupe; en Irun, la expulsión de la localidad de los enemigos el 30 de junio, día de San Marcial, de 1522; en Tolosa, el día de San Juan, la victoria guipuzcoana sobre tropas navarras el 19 de septiembre de 1321 en Beotibar.

En Irun y Hondarribia la vinculación entre los hechos bélicos y las celebraciones es directa. En los otros casos no solo se cuestiona que se rememoran tales batallas, sino incluso la participación histórica de sus habitantes en ellas. En Elorrio la utilización de la palabra alarde es bastante reciente, "alarde de los rebombillos", seguramente porque comparte con otros alardes su aspecto formal (ropa decimonónica, fusiles) y el origen bélico, ya sea real o mitificado.

Alarde

De todos modos, la presencia de gente armada en los desfiles no tiene nada que ver con la celebración de victorias militares, no al menos originariamente. Durante el Antiguo Régimen era habitual hallar compañías armadas en cualquier tipo de procesión. Por ejemplo, en Irun en 1769, en la rogativa a la Virgen para que escampara, participaron "con sus mosquetes veinte y cinco vecinos bien vestidos (¿uniformados?), en forma militar, con la Bandera de la Universidad, Pífano y Tambor"; es decir, como en los alardes, pero con muchos menos miembros. A finales del siglo XVII en Oiartzun (Gipuzkoa), la víspera de San Nicolás (6 de diciembre) era costumbre que tropas de hombres armados fueran de noche casa por casa pidiendo y cantando. A veces es difícil distinguir los desfiles militares de los folklóricos, sean o no citados con la palabra alarde. En Markinez (Álava), participan en la procesión del Corpus dos ballesteros: resto folklorizado de la cofradía de hidalgos que en el siglo XVI cumplía una función militar.

Alarde
También en las Besta Berri o Corpus de Lapurdi y Baja Navarra eran habituales las compañías armadas.

Ya en el siglo XIX, aquellas Besta Berri y los alardes de Gipuzkoa sufrieron una evolución semejante: se reforzó el aspecto militar de sus coreografías. Xabier Itzaina afirma que, pese a estar documentada la presencia de gentes con armas de fuego en las Besta Berri durante el Antiguo Régimen (parece que también allí se entremezclaron con las obligatorias paradas militares), la mayoría de la gente cree que los componentes militares se incorporaron por influencia de la Grande Armée de Napoleón. Tal vez ha contribuido a esta percepción el declive de armas de fuego y el protagonismo de elementos de los ejércitos napoleónicos, tanto en el orden del desfile como en los atavíos: bandas de música, zapadores, tambor mayor, suizo, abanderados... Estos últimos, como las kantiniersak, también han pasado a las maskaradak, los carnavales suletinos. Los danzantes y paisanos armados, en cambio, llevan el típico traje festivo vasco del XIX e inicios del XX, como en los alardes de Gipuzkoa, pero más adornados con flores y cintas: pantalón y camisa blanca, faja y boina roja, chaqueta oscura, alpargatas (a veces zapatos...), etc.

Alarde

También en los alardes del Bidasoa guipuzcoano es evidente la tendencia a reproducir el orden, componentes y vestimentas de un ejército decimonónico: banda; hacheros (gastadores o zapadores); tambor mayor, tamborrada; caballería y artillería (inexistentes en las Besta Berri, que no dejan de ser actos eminentemente religiosos); cantineras, etc. No está claro si cronológicamente un lado del Bidasoa influyó en las coreografías del otro, o si se dio un proceso de interrelación mutua durante décadas. Ya en el siglo XX, a diferencia de las Besta Berri, en los alardes ganaron gran protagonismo las compañías armadas con pífanos y tambores, así como las cantineras, tanto en número de participantes como en prestigio social.