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AREATZA

Lo más destacable del urbanismo de la villa se encuentra entre las calles de su núcleo urbano que han sabido conservar parte de su estructura primitiva bajomedieval entre calles estrechas y angostas donde aún perduran algunos ejemplos interesantes de este momento. Posteriormente el paso de los siglos ha ido diseminando edificios de interés, algunos de ellos de originalidad importante. Además de ese casco histórico a lo largo de su territorio y fuera de ese núcleo se pueden encontrar algunos ejemplos patrimoniales de interesante factura.

Patrimonio religioso

La iglesia de San Bartolomé es un templo típicamente ecléctico por la sucesión de estilos que la conforman fruto de los diferentes períodos que han ido dejando huella en sus muros. De origen bajomedieval y erigida a la par que el urbanismo nuclear de la villa, conserva algunos elementos de este primer momento como un acceso lateralizado fechado en 1494 y un vano conopial, posiblemente coetáneo a éste, sobre su portada principal. En líneas generales se trata de un santuario de una sola nave con cabecera rectangular marcada en planta, torre a los pies y crucero a partir de las capillas laterales que se adosaron en época más tardía. Cubierta a cuatro aguas, su aparejo combina mampuesto y sillería y un número importante de contrafuertes en talud recorren todo su perímetro para darle un aspecto más contundente unido ya de por sí a su importante altura que la hace sobresalir sobre el resto de edificios del entorno. Un amplio pórtico sobre pies derechos de madera recorre los pies y alberga los dos accesos, el más antiguo, ya citado anteriormente, apuntado con relieve decorativo en su clave e inscripción y el principal, renacentista y monumental, del tipo arco de triunfo, muy clasicista, enmarcando un ingreso en arco de medio punto moldurado y decorado. La portada está dividida en tres alturas a modo de retablo y acoge relieves de San Pedro y San Juan Evangelista en su primer registro, San Pablo y la Virgen sobre el entablamento custodiando una alegoría del Espiritu Santo y frontón a modo de ático con el Creador como centro. De claro aire manierista, el conjunto se podría situar a mediados del siglo XVI. La torre, a un lado de esta portada y en su mayor parte de la misma época sigue cánones clasicistas, con un primer tramo que supera en altura al edificio jalonado de pequeños vanos adintelados, un cuerpo de campanas separado por línea de imposta con arcos de medio punto remozado en el siglo XIX y un chapitel de pizarra con linterna y cruz de hierro obra ya del siglo XX. Al interior se divide en cuatro tramos cubiertos con terceletes sobre fajones apoyados en pilastras cruciformes y tiene coro sobre el ingreso principal apoyado en un gran arco de piedra. Dentro del mobiliario destaca el retablo mayor de estilo renacentista y ampliado en el siglo XIX para adaptarlo al ábside que fue renovado en ese momento. Tiene doble banco con relieves divididos por imágenes de santos en los que se aprecian diferentes escenas del Nuevo Testamento, tres pisos fragmentados en cinco calles, el inferior de los cuales es obra de ampliación decimonónica siguiendo los parámetros del conjunto y un ático coronado por frontón clásico en el que se inserta una imagen del Espíritu Santo en forma de paloma. Las casas de desigual tamaño, siendo las centrales más amplias, albergan numerosas imágenes, entre las que destacaremos las del titular, algunas de ellas representando escenas de su martirio, una Inmaculada Concepción, una Asunción o Santiago Matamoros. Además cuatro retablos barrocos menores completan lo más destacado del arte mueble. Gemelos dos a dos, los del Sagrado Corazón y la Virgen del Rosario están en las capillas laterales, mientras que los de las Ánimas del Purgatorio y el Santo Cristo custodian el central. Son naturalistas con motivos vegetales como repertorio decorativo principal.

Subsisten tres ermitas de las que existieron dentro de los márgenes de la villa, dos de las cuales serían de tipo humilladero y ámbito urbano ya que se encuentran dentro de lo que actualmente es el centro neurálgico de Areatza. La primera de éstas es la ermita de la Piedad, con origen al menos en el siglo XVI. El actual templo es de fines del XVIII y se trata de una fábrica rectangular a cuatro aguas, realizada en mampuesto y sillar y con espadaña de un vano rematada en cruz y veleta. Como buen humilladero su ingreso abarca todo el lienzo frontal y su cerramiento es de rejería de madera albergando talla de su patrona realizada en 1790, de buena factura y pintura representando la concesión de indulgencias por parte de los Obispos a quien ore ante la imagen. La ermita de Santo Tomás está un poco más alejada pero próxima al casco urbano y sigue los parámetros de la anterior en relación a su datación ya que ambas se documentan en la misma época y su estilística, dentro del mismo período barroco popular. De planta casi cuadrada el resto de características son similares a la del Pilar, si exceptuamos que no tiene espadaña, ya que la campana se encuentra en un campanil de metal. En cuanto a la iconografía tiene imágenes del Santo Cristo, la Virgen de Angosto y Santo Tomás. Por último señalar la ermita de Nuestra Señora de la Paz, un templo de montaña de factura reciente (1974), de planta rectangular, cubierto a doble vertiente y con una imagen de la Virgen con el Niño también moderna, acorde con el resto de la construcción.

Patrimonio civil

Es en el patrimonio civil donde se pueden destacar importantes elementos ya que la conservación de parte de su urbanismo primitivo a permitido mantener algunos edificios de mucho interés histórico-artístico. A este respecto es de rigor señalar el casco antiguo de la villa como conjunto patrimonial a tener en cuenta, ya que ha sabido conservar su estructura original bajomedieval a partir del cual se han ido añadiendo con el paso del tiempo diferentes edificios no menos interesantes. La traza gótica de la que partió el municipio se trata de una parcelación estrecha y adosada, dividida por angostas calles sobre la que se desarrollaron las denominadas casas de villa. Éstas en general se trataban de pequeños espacios desarrollados en tres alturas escalonadas y cubiertos a dos aguas con el caballete paralelo a la fachada y en algunos casos con terrenos traseros. De esta primera expansión no hay vestigios debido a los diferentes incendios, muy habituales fruto del hacinamiento y la abundancia de madera en las construcciones, pero sí quedan algunos ejemplos de casa de villa que aunque posteriores contienen sus características básicas. Así el número 7 de Bekokalea engloba algunos elementos que podrían datar de la primera mitad del siglo XVI, aunque ciertamente retocada. De dos alturas y un pequeño desván, exteriormente se diferencia su parte baja en mampostería y con dos accesos en arco, uno apuntado de grandes dovelas y otro en medio punto, posterior, de su parte alta con la viguería de madera vista. De su estructura original carecería de la mayor altura a la que acostumbraban estas casas y el retranqueo de los pisos bajos, pero es bastante fiel a lo que pudo ser en origen. Existe otro edificio que aunque más modesto es sin duda más original y llamativo, el número 2 de la calle Errukiñe. Estructuralmente sigue de manera puntual las características de la casa de villa, con tres alturas, la ultima de ellas en voladizo sobre las anteriores, doble vertiente, entramado de madera y planta alargada y estrecha. Pero lo que la hace peculiar es la decoración de su fachada, algo inédito en Bizkaia, ya que se trata de placas de yeso ornamentadas con motivos vegetales y cierto aire reyes católicos, como lo demuestran los sogueados imitando arcos conopiales sobre los vanos. Es una solución barata, ya que se haría a partir de moldes, y que aporta cierta nobleza al edificio a un bajo coste. Por lo demás es un edificio en el que la estructura lígnea domina por completo. A partir de este primer proceso urbanizador la villa se va abriendo a nuevas construcciones, lo que hace que vayan proliferando viviendas exentas y de corte más aristocrático. Existen varios ejemplos a tener en cuenta. El principal es el palacio Gortázar, también conocido como de Riscal, un edificio con una planta baja realizada en excelente sillería a finales del siglo XVI y un doble piso superior en ladrillo de principios del XVII, marcados por imposta moldurada. Anteriormente ya existiría casa solariega en su lugar y aunque el actual edificio es un palacio urbano muy alejado de las típicas casas-torre medievales de corte militar aún conserva cierto hermetismo en su parte baja posiblemente fruto de las influencias de su predecesor. Formalmente es un palacio cuadrangular y cubierto a cuatro vertientes que en su parte baja alberga acceso lateralizado en medio punto de grandes dovelas sobre el que se inserta un escudo armero y en la que aparecen varias luces en dintel. El piso superior, con balcón corrido, y el desván, ambos con vanos arquitrabados, están trabajados en ladrillo con entramado de madera visto en sus fachadas laterales y encalado para albergar frescos decorativos que se han perdido en parte. Éstos son sin duda lo más llamativo del conjunto y de mucha originalidad en Bizkaia, de estilo rococó y seguramente realizado a mediados del siglo XVIII para disimular el pobre resultado del ladrillo en su parte alta. Las pinturas alternan motivos vegetales y arquitectónicos y se internan entre los vanos de los dos pisos superiores, mientras que la parte central está presidida por el escudo con las armas Villela, Gortázar, Cirarruista y Ocerín protegido por dos figuras militares en actitud protectora. Los frescos son de una calidad excepcional y con una viveza y variedad de colores importante, perdida lamentablemente por el paso del tiempo y el abandono. La estilística barroca tiene varias muestras dentro del casco urbano, y uno de las más llamativas es el conjunto que forman los números 1 y 3 de la calle Errukiñe. Siguiendo un mismo esquema se trata de dos pequeños palacetes urbanos adosados con cierto carácter nobiliario que como características comunes están aparejados en sillar, tienen tres alturas y comparten vanos adintelados con balconadas en los dos pisos altos. Su decoración es escueta y sobria, muy típica del barroco vasco de ámbito periférico, nada que ver con otras manifestaciones de este estilo más ampulosas. El primero de ellos es ligeramente más amplio con acceso adintelado descentralizado, líneas de imposta separando pisos, balcón corrido en el central y unitario en el superior y cornisa moldurada sobre la que nace una cubierta a tres vertientes de la que se asoma una pequeña mansarda. Dentro de los aspectos decorativos destacar las luces enmarcadas entre placados de su planta baja, las ménsulas esquineras de moldura compleja que sirven de punto de partido de las impostas y la rejería del balaustre de los balcones, con nudos típicamente barrocos de principios del siglo XVIII. El número 3 sigue análogo patrón, no en vano son fruto de un mismo proyecto, aunque es más estrecho y algo más austero, cubierto a dos aguas y con la rejería de los balcones moderna, habiendo perdido la original. Otro edificio que sigue este esquema estilístico, aunque ha perdido parte de su estructura original es el número 6 de Errukiñe, también de triple altura y planta alargada únicamente el bajo conserva su apariencia original, con una buena sillería en sus muros, dos accesos descentrados remarcados con placas de orejetas e imposta separando éste de los pisos superiores, ya contemporáneos. En la misma calle el palacio Guardamino destaca sobre el resto, ya que contiene lenguajes de diferentes etapas, todos ellos de una calidad notable. Inicialmente palacio barroco de la primera mitad del siglo XVII, solo conserva una fachada como testigo de este primer período, en la que sigue fielmente lo visto en el resto de edificios de este momento, buen sillar desarrollando tres alturas separadas por imposta lisa, vanos en dintel enmarcados con placas y orejetas y cornisa moldurada, siendo el resultado sumamente austero. A partir de éste en el siglo XX sufre una transformación importante abandonando su fachada principal a la zaguera, para abrirse en un espacioso jardín, dando lugar a un edificio de planta ligeramente compleja, conservando tres alturas que en su nuevo frontal contempla una retícula de cinco vanos en dintel enmarcados en placa y cerrados con persianas italianas de madera y una soberbia galería en su piso alto cubierto a dos aguas, amansardado y con decoración lígnea en la cornisa de estilo nórdico. Es un buen ejemplo del revivalismo eclecticista, sin excesivos dejes decorativos pero original por lo que se refiere a lo construido en la comarca. Fuera de lo que es el casco viejo pero inmersos dentro del núcleo urbano hay dos edificios neoclásicos reseñables. El número 1 de la calle San Bartolomé fue construido en 1823 y se trata de una fábrica exenta de volumen cúbico, tres alturas más desván y cubierta a cuatro aguas. No difiere en exceso del barroco anterior por lo que al aspecto exterior se refiere, aunque introduce ciertos elementos característicos del racionalismo clasicista. Se articula en una retícula perfecta de vanos adintelados en cuatro calles en cada una de sus fachadas y tiene línea de imposta lisa en cada una de sus plantas, así recerco de vanos dentado en cada uno de ellos. Todas las luces de los pisos centrales tiene balcón, corrido en algún caso y la planta baja de su fachada principal se encuentra encalada, diferenciándose del resto. Solo la placa central en la que figura la fecha de construcción y la rejería de sus balaustres rompen la austeridad imperante. En el número 11 de Askatasun Kalea se repite la idea anterior, en un edificio levantado a mediados del siglo XIX y que en este caso se presenta rectangular y a doble vertiente. Sus vanos alineados en perfecta armonía en número de cinco ejes, todos rectos y con su acceso a ras solo diferenciado por su mayor tamaño. Por lo demás tiene tres alturas y ninguna concesión decorativa, solo intuida por las ménsulas que soportan los antepechos de los pisos altos y los sillares vistos de todas sus luces. De nuevo una inscripción lo sitúa en el año 1850. Con respecto a la arquitectura contemporánea del centro destaca además del palacio Guardamino, el Batzoki, un edificio neovasco realizado en 1921 que conserva algo de la estructura de una anterior fábrica que podría ser una casa de villa del siglo XVI, como nos indica un pequeño vano geminado de medio punto en una de sus fachadas. Pero poco más queda de su pasado y en la actualidad tiene cuatro alturas, planta rectangular y cuatro vertientes en un edificio que respeta de forma más o menos fiel la arquitectura popular del caserío vasco adaptada a los tiempos modernos. Se construye en mampostería parte de la cual está enlucida y destaca la carpintería de sus pisos altos en la que hay decoración con motivos circulares propia de la artesanía vasca. En los números 10 y 22 de Goikokalea hay dos buenos modelos eclécticos que cuentan con cierto regusto modernista, lo que les hace tener una personalidad importante dentro de las construcciones de la villa.

Otra fábrica importante es la torre de Ugunaga, fuera del casco urbano, un edificio que guarda parte de su pasado medieval y banderizo. De volumen cúbico, está trabajada en mampuesto salvo esquinas y vanos, cubierta a cuatro aguas y aún conserva el hermetismo de sus primeros años, aunque el paso de los siglos ha abierto en su parte alta varias luces para adecuarla a las nuevas formas de vida. Sin embargo todavía perduran varios vanos de tradición gótico-renacentista y carácter militar que nos pueden dar una idea de su aspecto primigenio. Sus accesos originales en medio punto, uno de ellos sobre patín, típico en estos edificios, que aunque retocados a dintel, conservan el dovelaje de sus arcos, un pequeño vano apuntado y algunas aspilleras son los vestigios más antiguos, así como el aparejo gótico de sus muros. Por lo demás es la clásica casa-torre adecuada a palacete rural construida a principios del siglo XVI sobre lo que con toda seguridad era una torre banderiza primitiva. Como muchos de estos edificios constituía un conjunto preindustrial que contaba con molino y ferrería, de los cuales poco queda ya, solamente un caserío anexo da noticias de la importancia del lugar en el pasado. Y con respecto al caserío decir que es un elemento poco destacable en Areatza. Quizá por la importancia que ha mantenido su casco urbano y la buena conservación de sus edificios, la casa de labranza no ha tenido un desarrollo destacable y solo el caserío Gorordo despunta del resto. Éste, del tipo neoclásico y construido en el siglo XIX, tiene acceso adintelado como marca la tradición de esta tipología perdiendo el típico soportal, y una retícula de vanos regularizada. Conserva sin embargo la planta rectangular y la cubierta en caballete y como aspecto más sobresaliente luce el escudo de armas de Axpe, barroco, como queda constancia en la inscripción que luce, datándolo en el año 1675, lo cual indica que este edificio es fruto de una remodelación decimonónica que le otorgó su aspecto actual.

La Casa Consistorial se trata de un grandioso edificio de estilo neoclásico, construida en 1862 que en un principio fue construido para albergar las escuelas. A decir verdad su estructura es la clásica de un ayuntamiento, con una planta baja porticada en arcos de medio punto y una superior en la que destaca la crujía central con balón corrido. Su sobriedad es latente, solo rota por los escudos y el arquitrabe de los vanos centrales, eso sí clasicistas y sin excesos. La planta rectangular, con fachada principal en su lienzo más largo, abierto a la plaza de la villa y su aparejo en excelente sillería son algunas de sus características. Otro edificio de tipo publico destacable es el antiguo hospital, construido a principios del siglo XX sobre uno anterior del que se reaprovecharon materiales. A pesar de la tardía cronología se comporta neoclásico y con cierta nobleza, y se estructura en tres cuerpos, el central más alto que los laterales y cubierto a dos aguas. Los menores se cubren a una vertiente y el elemento más notable es su acceso principal en dintel entre pilastras y decoración clasicista. La residencia Bolibar fue edificada en 1924 a instancias de Bartolomé Bolibar que tras su muerte donó a la villa cierta cantidad para construir un asilo. Éste es un llamativo edificio revivalista y ecléctico que combina con gusto arquitecturas pasadas en clave contemporánea. Dividido en dos bloques adosados, uno la residencia propiamente dicha y otro la iglesia, está aparejado en sillar almohadillado y tiene planta compleja, destacando sobremanera la torre con escudo esquinero de la familia Garay-Bolibar y un cuerpo superior rematado con pináculos de bolas y chapitel con cruz. Este remate combina con el resto de elementos decorativos como el campanario o las chimeneas, y el conjunto se encuentra rodeado de un gran parque cerrado por muro.

Conserva la villa parte de las instalaciones de dos molinos de agua. Goikoerrota, con antepara poligonal y presa recta, ambas de sillería, del que hay noticias documentales ya en 1674, y el denominado molino nuevo, junto a la iglesia, en mejor estado y con antepara también de sillería. Éste situado sobre lo que antes era una ferrería y dataría de 1826. Además existen la presa de la curtidería, de tipo recto y en mampuesto, y la presa del Karpo, también recta pero de sillar. Aunque cuenta con varios puentes el más destacable sería el denominado puente de Zubizarra, ya documentado en el siglo XVI y actualmente de dos ojos en arcos de medio punto y pila intermedia, sobre los que circula barandilla de hierro. Mención aparte merece el potro de herrar de la plaza de la villa, un ejemplar excepcional ya que no son habituales este tipo de elementos patrimoniales de claro valor etnográfico. Construido para herrar a los animales de carga y sito en un lugar estratégico por tratarse de un punto de confluencia de las caballerías que circulaban por el casco urbano en épocas anteriores, se trata de un templete a doble vertiente sobre pies derechos de madera con muro de mampostería en uno de sus lados y varios postes verticales en los que se fijaban los animales para realizar la labor. Las fuentes en un municipio recorrido por dos ríos son un elemento a tener en cuenta, y a este respecto se puede citar la fuente de Goikokalea, de hierro y tipo estándar que data de 1903. Pero si hay una importante esa es la denominada fuente de la alcachofa, una de las más destacadas de Bizkaia y de tipo monumental. Diseñada por Martín de Saracíbar en 1851 y de estilo neoclásico se compone de una pila circular sobre la que cuatro surtidores vierten el agua. A partir de aquí se desarrolla el monumento constituido por una columna estriada de orden dórico sobre plinto que se culmina con un cogollo vegetal a modo de pináculo, de ahí su denominación.

Manu CASTAÑO GARCÍA (2006)