Arkitektura

Cuartel de Garellano

Al producirse el alzamiento militar de 18 de julio de 1936 no hubo unanimidad en el Regimiento de Garellano (Bilbao) sobre la actitud a adoptar. Su comandante en jefe, el teniente coronel Vidal, era abiertamente partidario de la legalidad republicana. La mayoría de sus oficiales, sin embargo, estaban influidos por las ideas de la "UME" (Unión Militar Española), de tendencia claramente totalitaria. Por eso, cuando el gobernador militar interino, coronel Fernández Piñerua, formó a la oficialidad en el cuarto de banderas e invitó a los oficiales dispuestos a respaldar al gobierno de la República a dar un paso al frente, fueron muy pocos los que lo hicieron.

Ante el cariz de los acontecimientos la oficialidad partidaria del movimiento militar, no atreviéndose a un ataque directo, por la oposición de los guardias de asalto, carabineros, miñones y población civil, optó por ordenar el acuartelamiento de la tropa y la fortificación del cuartel con alambradas y ametralladoras, pidiendo por radio inútilmente refuerzos al General Mola. Sin embargo, al ver rodeado el cuartel por núcleos de civiles armados, desistieron de su actitud. Fueron detenidos y procesados el comandante Fernández Ichaso, el capitán Ramos, el teniente Del Oslo y algunos oficiales más, siendo condenados a muerte y fusilados los tres primeros.

El coronel Anglada, partidario también de los nacionales, ocultó un arsenal de fusiles, sumamente necesarios en aquel período de la guerra, enterrándolos en el jardín. Más tarde se vería complicado en el caso Wakonigg y sería ejecutado por alta traición. El grueso del Regimiento participó en el desfile militar del 19 de julio por la Gran Vía de Bilbao y en la fracasada expedición que al día siguiente partió a la reconquista de Vitoria. La adhesión final de la mayoría de los oficiales de Garellano a la República fue de gran importancia para Bizkaia, que contaba con muy pocos militares profesionales. Ref. Andoni de Astigarraga: "Historia Documental de la Guerra de Euzkadi", pp. 75 y ss.; Steer: "El árbol de Guernica", p. 30.