Non assigné

VALLE DE RONCAL - ERRONKARI (HISTORIA)

Guerra de la Convención (1793-1795). Guerra que conjugó a varias naciones de Europa contra Francia, entre ellas a España. Comenzó dirigiendo las operaciones en el país vasco-navarro el general don Ventura de Caro. En 1793 la Junta del Valle acordó que las villas nombraran cuatro sujetos para determinar cuanto fuera necesario. Los convencionales aparecieron en la frontera roncalesa a partir del 25 de junio. Los roncaleses, mandados por Gambra, movilizaron el Valle y comunicaron la alarma a los pueblos más o menos vecinos, entretanto ocupaban posiciones en los puertos fronterizos. Un regimiento provincial al mando de un coronel reforzó aquellas avanzadillas roncalesas. Gambra con ocho paisanos observaba desde la Lapiza el movimiento enemigo. Gambra decidió atacar, pidiendo un refuerzo de dos compañías que no podrían seguirles en la marcha. Viéndose los franceses atacados por todas partes, sobre todo por Belay, abandonaron el picacho de Guimbaleta, tomándolo y persiguiéndolos hasta Santa Engracia, de Zuberoa, conteniéndoles Gambra para que no arrasaran el pueblo y les devolviesen cuatro vacas y cuatrocientas cabezas de ganado lanar que les había tomado. Teniendo noticias de que se rehacían e intentaban entrar por todos los puertos, los roncaleses y tropas auxiliares se movilizaron subiendo a la frontera las mujeres armadas con cuchillos y bayonetas. El 7 de octubre el enemigo invadió el puerto de Arrako bajando hasta la ermita, que incendiaron, y también las barracas de la tropa y varias bordas en Belagua, habiendo sacado antes los ornamentos y alhajas. El intento de ocupar los puertos de Belay y Burgui fracasó. Pedro Vicente Gambra, capitán de guerra del Valle, intentó envolver al enemigo pero éste lo evitó retirándose de Arrako hasta el lugar suletino de Eskantola. Gambra, no contento con ello, junto con el regimiento de Sigüenza, voluntarios de Navarra y los roncaleses, atacó Eskantola, obligando al enemigo a abandonar sus posiciones y ponerle en fuga hasta Santa Engracia. Enardecido, continuó el ataque y tomó el pueblo de Santa Engracia, quemando los barracones de la tropa y siete casas, apoderándose de siete mil cabezas de ganado lanar. Al atardecer se retiró hasta las trincheras de donde había arrojado al enemigo. Al día siguiente, los convencionales ocuparon las alturas desde Santa Engracia a Eskantola, pero Gambra repitió el ataque y les obligó a retirarse más allá de Santa Engracia. Esta guerra franco-española se hacía también intravasca, ya que ahora de nuevo les queman treinta y dos casas y diversas bordas. Los convencionales se rehicieron y Gambra abandonó prudentemente lo ocupado hasta establecerse en los picos altos de Belay. Allí apostados aguantaron todas las embestidas del enemigo y, con sorpresa, vieron que enarbolaban bandera blanca, pidiendo la suspensión del fuego y que Gambra saliera a entrevistarse con sus comandantes, y se trató lo más inesperado: que vistos los daños sufridos por los vecinos de Santa Engracia hubiese paz entre ellos y los del valle de Roncal, guardando cada uno sus límites. La hermandad vasca de ambos lados del Pirineo salía a flote en medio de la tragedia. No obstante, los convencionales se concentraron en Santa Engracia trayendo enormes refuerzos del Bearne y otras partes de la Baja Navarra «francesa». Era el 17 de octubre. Se rechazó un ataque de tropa convencional de 500 a 600 hombres. Las villas de Garde y Uztárroz, lo mismo que el general Caro acordaron dotar al puerto de 200 hombres admitiendo voluntarios con el sueldo de un real fuerte, veintiocho maravedíes y dos libras de pan, pero prevaleció finalmente la idea de cuidar la muga la mitad de la gente armada del valle por tres días y la otra mitad otros tres, bajo pena de diez ducados al que faltare. Entretanto, la guerra, al morir el general Ricardo, dio un vuelco a favor de los convencionales tomando Tolosa, San Sebastián y Fuenterrabía, amenazando a Pamplona. El 18 de mayo llega noticia de que los franceses intentarían reforzar la frontera del Valle para invadir la fábrica real de armas de Orbaizeta en el valle de Aezkoa. Era mediados de octubre cuando el enemigo rompía por el valle de Salazar, aunque el día 17 hicieron una intentona en el límite de Isaba. Así las cosas, empezaba 1795 con malos presagios. La vigilancia del Valle era extrema, movilizando a los hombres desde los diez y siete años a los sesenta. El Valle, además de contribuir con dinero al sostenimiento de la fábrica de armas, logró bajar cañones por el río Irati hasta Aoiz, suponemos que en almadías. Viendo poco peligrosa su frontera acudieron con sus hombres los roncaleses a la fábrica de Orbaizeta logrando el desalojo enemigo de la misma. En esta situación terminó la guerra con la Paz de Basilea del 22 de julio de 1795.