Écrivains

Sánchez Mazas, Rafael

Político e intelectual nacido en Coria (Cáceres) el 18 de febrero de 1894. Fallece en Madrid el 18 de octubre de 1966.

Vivió su niñez y adolescencia en Bilbao y se formó profesionalmente en la ciudad portuaria, donde estudió Derecho. Su padre era extremeño y la madre bilbaína.

El Pueblo Vasco de Bilbao le envió en 1921 a Marruecos como cronista de guerra. A continuación fue ABC quien le contrató en Italia, siendo agregado cultural de la Embajada de Roma, estancia fundamental en su vida artística y personal, ya que casó con la italiana Liliana Ferlosio. También en su vida política ya que entró en relaciones con los fascistas italianos y describió en sus crónicas Italia a paso gentil la toma del poder por los mismos. Falangista de la primera hora, figura en la redacción de la publicación El Fascio, cuyo primer número aparece el 16 de marzo de 1933. Parece ser que la Falange le debe la exclamación patriótica ¡Arriba! ya que, según Areilza, buscando una locución exaltadora del patriotismo había venido a parar en el "arriba", traducción literal del "gora" que los nacionalistas vascos habían acuñado para su grito habitual (Así los he..., p. 48). También se le atribuye, aunque esta atribución sea ya más compartida, la elección del Yugo y las Flechas como escudo.

Respecto a su ideario político dice Ridruejo (Casi..., p. 59) que "doctrinalmente era un nacionalista maurrasiano, mucho más conservador que su jefe, aunque quizá era el único que, por aversión temperamental, comprendía los escrúpulos de éste respecto a los métodos violentos que casi todos los demás le exigían". Miembro de la Junta Política de Falange, tomó parte en la composición de la letra del Cara al Sol, colaboró en diversas revistas y órganos propagandísticos como Arriba. Durante el alzamiento del general Franco y posterior dictadura fue una figura preeminente aunque poco interesada por la política real. Fue, hasta su muerte, el 18 de octubre de 1966, una de las personalidades ornamentales del franquismo. Tras haber sido ministro sin cartera en 1939-1940, al año siguiente fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua castellana.

Entre su numerosa producción cabe destacar Pequeñas memorias de Tarín (1915), Cuatro lances de boda (1951), La vida nueva de Pedrito de Andía (Madrid, 1951), Pedrito de Andía (París, 1953), artículos en Vida Vasca, Hermes y otras publicaciones vascas. Su La vida nueva de Pedrito de Andía ha recibido numerosas ediciones y ha sido traducida al francés. Se trata de una magnífica recreación del ambiente alto-burgués bilbaíno de los años 20 con reminiscencias de comienzo de siglo y segunda guerra carlista, ambiente plenamente empapado de la influencia jesuítica que se manifiesta a través del diario de verano de un adolescente enamorado. Utiliza un castellano adaptado a la edad del protagonista con deliberadas incrustaciones de giros y alocuciones vascas. Otros trabajos suyos quedaron dispersos o aparecieron de forma casi anónima. Posteriormente a su muerte aparecieron: Sonetos de un verano antiguo y otros poemas (1971), Vaga historia de cien años (1973) y Los aguas de Arbeloa (1983). Rosa Kruger (1984) y Declaración de amor, son sus últimos inéditos. En 1929 publicó en la RIEV La famosa noche de Robinson Crusoe, un dechado de conocimiento histórico y ficción considerado como antecedente de autores como Cunqueiro o Perucho.

A su muerte escribió Areilza los siguientes interesantes comentarios:

"Rafael era escritor de raza y poeta de vuelo cimero, narrador inverosímil y deslumbrante astrólogo y un poco mago, naturalista y matemático, conocedor del mundo específico de los gatos y de los ratones, relojero, cultísimo lector de la Biblia y de autores griegos y latinos y auténtico maestro de literaturas europeas. Su amistad era difícil regalo de los dioses y su conversación era, a un tiempo, droga, enseñanza, ejercicio y diversión. Nada de lo humano le fue ajeno y su radiografía chispeante de personas y personajes tenía tanto de diagnóstico, como de vaticinio. Sus frases eran hallazgos, luego repetidas, y algunas, acuñadas para decenios, fueron simbolismos litúrgicos que aún perduran. El arte fue su gran pasión, entendido como contemplación de vida. Sabía mirar y ver, en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, con sus ojos penetrantes bajo las gruesas gafas el mensaje que palpita entre las formas de la materia. Su tacto y geometría en El arte de pintar, publicado en folletón, es todavía uno de los mejores que se conoce de interpretación pictórica. Alma religiosa, fiel a la Compañía loyolana que formó su carácter, conocía los entresijos de la gigantesca y delicada máquina vaticana al detalle nimio. No a lo Pierrefitte para exhibir anecdotarios sarcásticos, sino pensando siempre en el mejor servicio de la Iglesia, de la que se sentía entrañable hijo. Su España-Vaticano, publicado en plena República, bajo el nombre de Persiles, analizaba con especial clarividencia el problema de las relaciones diplomáticas de la Santa Sede con el régimen español, ofreciendo sabroso manjar al lector que hoy, al cabo de treinta años, y con un Concilio de por medio, quiera asomarse a sus páginas".