Créateurs

Oteiza Embil, Jorge

Jorge Oteiza nace en esta localidad de la costa guipuzcoana el 21 de octubre de 1908. Aunque en la biografía escrita por él mismo y dada a conocer en 1968, Oteiza limita cualquier referencia sobre sus primeros años de vida, así como su adolescencia y primera juventud, lo cierto es que la infancia, como es habitual en una mentalidad imaginativa, vuelve siempre sobre sus recuerdos. De hecho, Oteiza ha declarado cómo el regalo de un punzón por parte de un tío suyo le invita a realizar constantes incisiones sobre las piedras y el escultor nos ha recordado cómo desde niño pasaba mucho tiempo mirando al espacio, abstraído y pensativo.

Oteiza

Surge en esos años una noción que explica su particular visión del tiempo en Oteiza, tanto del tiempo histórico como del creativo.

"El tiempo -nos ha dicho- es el espacio interrumpido".

Por contra, Oteiza ha dicho también algo que pudiera parecer opuesto a lo anterior, pero que no deja de ser, poéticamente hablando, complementario: "El espacio es el tiempo interrumpido". Sobre el tiempo del creador de arte, Oteiza ha manifestado:

"Un artista tiene treinta años de vida: quince para buscar caminos y quince para realizarlos" (1988).

En una conferencia pronunciada por el escultor en 1961, en Irún, localidad donde residió por un tiempo tras su vuelta de América, con motivo de la clausura de una Semana de Arte Contemporáneo, Oteiza nos aporta importantes referencias para conocer el ámbito en el que se desenvuelven sus primeros años, que van a determinar en buena medida su actitud creativa posterior.

"De muy niño -afirma Oteiza-, en Orio, donde he nacido, mi abuelo solía llevarnos de paseo a la playa. Yo sentía una enorme atracción por unos grandes hoyos que había en la parte más interior. Solía ocultarme en uno de ellos, acostado, mirando el gran espacio solo del cielo que quedaba sobre mí, mientras desaparecía todo lo que había a mi alrededor. Me sentía profundamente protegido. Pero, ¿de qué quería protegerme? Desde niño, como todos, sentimos como una pequeña nada nuestra existencia, que se nos define como un círculo negativo de cosas, emociones, limitaciones, en cuyo centro, en nuestro corazón, advertimos el miedo de la muerte. Mi experiencia de niño en ese hoyo en la arena era la de un viaje de evasión desde mi pequeña nada a la gran nada del cielo en la que penetraba, para escaparme, con deseo de salvación. En esa incomodidad o angustia del niño despierta ya el sentimiento trágico de la existencia que nos define a todos de hombre y nos acerca de algún modo a uno de estos tres caminos de salvación espiritual que son la filosofía, la religión y el arte... El que se ha decidido concretamente en la vida por una de ellas y el que no se ha decidido también, hallará en los recuerdos de su niñez datos de una espontánea elección o inclinación por uno de esos caminos".

En su autobiografía no ha reparado Oteiza en sus años escolares, aunque ha reiterado constantemente la noción de pérdida del euskera. Sus años de estudio en el Instituto de Guipúzcoa y sus primeras lecturas de Pío Baroja, a quien ha definido como "modelo de comportamiento intelectual y moral", nos transportan en el tiempo a los primeros años treinta, ya en San Sebastián.