Lexique

MOJÓN

Etnografía. MUGAARRI. Es general el uso de piedras largas parcialmente enterradas para marcar los límites de un terreno de propiedad privada o comunal. Al colocar un mojón que señale los confines de dos propiedades, es costumbre depositar debajo del mismo trozos de teja y de carbón, hallándose presentes las partes interesadas y dos hombres más que hacen de testigos (Atáun). Los mojones situados en los confines de los terrenos pertenecientes a dos o más pueblos y comunidades de pastos, han sido objeto de particular atención. En Atáun el ayuntamiento visita los del pueblo todos los años, alrededor de la festividad de la Santa Cruz (3 de mayo), acompañado de un sacerdote que junto a cada una de tales piedras bendice al pueblo y conjura las tempestades. Es práctica que ha sido observada en muchos lugares. En muchos casos los mojones han sido colocados en dólmenes y otros monumentos prehistóricos -quizá tales monumentos fueron erigidos en los confines de los pueblos o facerías colindantes-, como ocurre en los de Atáun-Burunda, de Altzania, de Igaratza («Trikuarri»), Debata, Ziñeko-gurotze (en Aralar), de la sierra de Elguea, de varios de Elosua- Placencia, de Pagozarreta y Usengatzu (Orozco); en los probables dólmenes de Aldarearri (Peña de Aya) y otros de la región de Oyarzun; en los cromlechs de Mandale, de Meatse y de Iuskadi (el mojón internacional n.° 81 se halla en el centro de un cromlech de Meatseko- bizkarra), de Arguibel, de Zaho, etc. Ha sido frecuente grabar una cruz en los mojones que señalan los confines de dos pueblos y comunidades. Tal ocurre en uno de Bernoa (Atáun-Burunda) que, por cierto, es un ortostato del dolmen de aquel collado. Antiguamente la demarcación del sel o majada pastoril (terreno cuyo aprovechamiento otorgaba la comunidad a un particular) era señalada mediante un mojón central llamado austarria «piedra cenizal», junto al cual estaba el hogar del pastor. Una choza de pastor se halla sobre un dolmen en Legaire (sierra de Entzia). Acerca de la demarcación de límites entre propiedades comunales se cuentan diversas leyendas. Así, para señalar el sitio del mojón que marcase los confines de los terrenos de Goizueta y de Leiza, ambas comunidades decidieron que a una misma hora una muchacha partiera del centro de cada pueblo en dirección al otro y que en el lugar donde ambas se encontrasen seria colocado el mojón. La de Leiza corrió sin descanso; pero la de Goizueta se entretuvo en arreglarse su cabellera. Por eso el encuentro tuvo lugar más cerca de Goizueta que de Leiza. Semejante a la leyenda precedente cuentan acerca de la demarcación de los confines de los montes que Atáun y Amézqueta poseen en las primeras estribaciones de Aralar, entre Ubedi y Bayarrate. El individuo señalado por Atáun para que corriera, se cansó luego y se echó a dormir, mientras el de Amézqueta no paró hasta que hubo llegado al sitio donde descansaba su contrincante. El transplantar fraudulentamente un mojón se considera como crimen muy grave. La conciencia popular se ha hecho eco de tales casos y de su correspondiente castigo. Cuentan en la región de Atáun que un navarro cambió de su sitio el mojón de Irumugaata que señala los confines de Atáun, de Bacaicoa y de Echarri- Aranaz. Cuando murió andaba en los contornos de Irumugaata clamando: Irumugaatako mugarria, nere animaren galgarria. ¿Nun sarrr, nun sar? (De Irumugaata el mojón, de mi alma la perdición. ¿Dónde meterlo?, ¿dónde?). Otro navarro le contestó una noche: Atea dean tokian sar zak (mételo donde lo has sacado). El muerto no volvió a hablar más. Un pastor de Aranaz oía en la montaña todas las noches estas palabras: ¿Nun sartuko dut nik mugarri au? (¿Dónde meteré yo este mojón?). El pastor le contestó: sartu zak atera duken tokian (mételo donde lo sacaste). En adelante no volvió a oírse la misteriosa voz. Según relato de Betelu, un individuo se dedicó a quitar los cascos de teja enterrados debajo de los mojones. Después que murió andaba cargado de tejas por las noches y gritaba: ¡Qué carga! Déjala -le contestó alguien-. ¿Dónde? Donde lo tomaste. No hubo en adelante voces del transplantador. Mi informante de Mendive (Baja Navarra) me refirió esto mismo, conforme versión de aquella localidad, en los términos siguientes: Itz emana bear da komplitu; bestela hil eta gero arima-erratu izan da. Orduan erraten da: Jinkoak ez du errezebitu. Hala ibili omentzen zedarria sainda zuen gizon bat. ¿Nun sartuko dut? erraten omentzuen. Lehen zen lekian errepustua eman omentzion batek. Geiago ez omentzen otsik. (La palabra empeñada hay que cumplirla; de lo contrario, después de la muerte será alma errante. Así anduvo un hombre que cambió el mojón. ¿Dónde lo meteré?, decía él. Uno le contestó: donde estuvo antes. No hubo más voces).

José Miguel de BARANDIARAN