Villes

HIRIBURU

Batalla de Saint-Pierre d'Irube. Un poco antes de la plaza de San Pedro de Irube se extienden dos colinas verdeantes que sirvieron de campo de batalla a los ejércitos de Soult y de Wellington. Tras haber disputado calurosamente y contra fuerzas superiores, el paso del Nive, a los ejércitos aliados, el mariscal Soult les había presentado batalla los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1813. La izquierda de su ejército, compuesta por los regimientos 28, 30 y 34, mandados por el general Pringle, ocupaban las escarpadas colinas coronadas por el castillo de Villefranque. El centro había sido colocado a ambos lados de la carretera, cerca del pueblo de San Pedro y ocupaba Pedro. Hacia el alba, y a pesar de la niebla espesa, el mariscal Soult formó en orden de batalla e hizo marchar en primera línea a De Erlon, al frente de las divisiones Darmagnac, y a Abbé y Darricau, apoyados por la caballería de Sparre y por 22 piezas de cañón. Al primer cuerpo seguían la división Foy y Maransin y el resto del ejército se quedó en reserva a causa del mal estado de los caminos. Mientras que cuarenta cañones retumbaban contra el ejército inglés, el general Abbé, cuya decisión y fortaleza eran bien conocidos del mariscal, ganó tan rápidamente el terreno a la izquierda de los portugueses de Ashworth que fue preciso enviar al 31.° regimiento y dos piezas de cañón para reforzarlo. Stewart se encontró en este momento una altura. En este lugar se alinearon los portugueses de Ashworth y la brigada inglesa de Barnes, que pertenecía a la 2.ª división. El 71.° estaba a la izquierda, el 15.° en el centro y el 82.° a la derecha. Los portugueses rodeaban el pueblo de San Pedro y dos piezas de cañón batieron la carretera en un radio de 1 .000 metros por detrás. La división portuguesa de Lecor servía de reserva. La derecha al mando del general Byng y compuesta del 3.°, 35.°, 57.° y 60.° regimientos estaba en posición paralela al Adour. El ejército francés, al contrario, ocupaba una cadena de alturas. Pero la vasta meseta que la separaba de las avenidas estaba batida en todos los sentidos por la artillería, y no podía, de ninguna manera, desplegar sus columnas de ataque más que por la carretera de San Pedro, resistiendo todo el fuego de la artillería francesa. Abbé, viéndole aflojar, lanzó contra él una columna que ganó la cumbre de la posición y rechazó al cuerpo. Al mismo tiempo, el general Barnes hizo un contraataque con el 92.° regimiento; fue tan vivo que los franceses se vieron obligados a retroceder. Sin embargo, fueron pronto socorridos por el mariscal Soult, que no perdía de vista ninguno de los incidentes de la batalla, haciendo redoblar el fuego de la artillería mientras que, bajo sus órdenes, una batería ligera descendía al galope la vertiente del valle e iba a abrir a quemarropa un fuego terrible sobre las tropas aliadas. Una vigorosa carga de la columna de ataque francesa barrió la carretera general de San Pedro. Los portugueses de Ashworth fueron derrotados y el terreno se vio cubierto de muertos y heridos. En este momento el general inglés Pringle sostenía valientemente el combate contra Darricau. Darmagnac había ocupado también la posición que tenía el 3er. regimiento. Hill, viendo el mal giro de las cosas, se ponía, él mismo, a la cabeza del 75.° regimiento y lo volvía al combate lo mismo que a la brigada de reserva Lecor. En el mismo momento Cameron volvía con el 92.° regimiento a la carga por la carretera general, pero la batalla, según la propia opinión de un autor inglés, parecía haber llegado a un punto desesperado. Ashworth había sido herido y la línea rota, mientras que el valiente Barnes había recibido una bala también. El 92.° avanzaba, sin embargo, por la carretera, pero, diezmado por los terribles combates precedentes, era muy débil a la sazón para enfrentarse a la columna francesa que se preparaba a la carga con bayoneta, cuando, según una memoria de la época redactada por el capitán Pringle, de los ingenieros reales, un oficial a caballo que se hallaba a la cabeza de los franceses dio vuelta, de pronto, a su caballo y dio una señal como para dar orden de retirada. Y enseguida se fueron a través del valle a volver a tomar su primera posición pero esto con el mejor orden. Por lo demás no fueron perseguidos, pues los vencedores o por lo menos los que se daban este título estaban extenuados de fatiga. Un autor inglés nos da el resultado de esta sangrienta batalla. El mariscal Soult tenía la idea de poner en acción en este combate, siete divisiones de infantería, con una brigada de caballería frente a los aliados y una brigada de infantería con una brigada de caballería por detrás, pero el mal estado de los caminos y el estrecho frente en el que estaban obligados a moverse no le permitían poner en marcha en San Pedro más de cinco divisiones de las cuales sólo la mitad tomó parte seriamente en la lucha. Con seguridad estas pérdidas pueden cifrarse en tres mil hombres, en esta batalla, y en seis mil, como total, en los cinco días de combate en los que los generales Villatte y Maucomble resultaron heridos. El cálculo hecho por los ingleses en esta época superaba con mucho esta cifra y un escritor francés calculaba unos diez mil hombres, contando con la pérdida resultante de la defección de los regimientos de Nassau y de Francfort. El mismo autor asegura que la pérdida de los aliados se elevaba a dieciseis mil hombres. Sin embargo, Hill no tuvo más que tres generales y alrededor de 1.500 hombres muertos o heridos, el 13, y Morillo no perdió más que 26 hombres en Urcuray. La pérdida real de los aliados en estos cinco días fue sólo de 5.019 hombres, pero entre los que hay que contar a cinco generales: Hope, Robinson, Barnes, Lecor y Ashworth. Y en esta cifra entran también 500 prisioneros. Mientras el estruendo de la batalla llenaba de ecos estos valles solitarios, la población de Bayona había subido toda a los puntos culminantes que rodeaban el teatro de esta sangrienta acción, y en cuanto los heridos pasaban por la tortuosa carretera de San Pedro, hombres, mujeres y niños se precipitaban para ayudar a su transporte y para prodigarles los cuidados que exigía su estado evacuándolos a la ciudad. Los heridos fueron dispuestos en las iglesias, sinagogas y casas particulares. Fueron atendidos sobre todo por las mujeres con toda la maña y la devoción de que este sexo es capaz. El general Thouvenot rindió cuentas de la batalla al Emperador y por orden de éste, el ministro de la guerra escribía a este general: «Os invito a hacer conocer a todos los habitantes de Bayona y de Saint-Esprit la satisfacción del Emperador». Y qué título sería más apreciado para una ciudad que esta aprobación del gran capitán. El duque de Dalmacia dejó las tres divisiones de Elbée delante de Mousserolles, envió dos divisiones delante de Marrac y pasando él mismo el Adour, con la división Foy guarneció toda la orilla derecha del río hasta el torrente de Pau. [-D].