Territoires

Gipuzkoa

  • Derecho privado

El derecho privado guipuzcoano agoniza en el siglo XIX, alcanzando, algunas de sus normativas, en el siglo XX. Sin embargo, su sentencia de muerte data de muchas centurias atrás debido al hecho de no haber sido nunca, a diferencia de lo que ocurre en el resto del País, recogido de forma escrita. Los primeros Cuadernos de la Hermandad de Gipuzkoa, redactados 49 años después de las Ordenanzas de Alcalá de 1348, aceptan, de forma tácita, a éstas, al no codificar el derecho privado aborigen vigente. Los poderes públicos -tanto guipuzcoanos como reales- aplicaron a menudo el derecho castellano -de fuerte retroalimentación jurídica romana- a defecto del consuetudinario. La preferencia sienta sus bases en la ignorancia de los magistrados y en la mayor comodidad del texto escrito frente a lo oral y variable. A su vez, al preferirse el derecho castellanoromano, es el poder de las villas, dotadas de fueros de este origen, el que intenta prevalecer sobre el derecho de la propiedad agrícola que, sin embargo, logra su aplicación dentro de su ámbito: el caserío troncal y la propiedad vinculada. El derecho privado guipuzcoano se ha aplicado aunque se le desconozca. El desconocimiento no sólo estriba en la formación castellana de los magistrados sino también, como aduce Iztueta, en su Condaira (1847, Cap. V, p. 239), en razones de incomunicabilidad entre vascoparlantes e ignorantes de la lengua:

"Son del todo admirables, pues, las costumbres ancestrales que rigen entre los campesinos guipuzcoanos; y ello aunque nadie pare mientes en ellas y permanezcan ignoradas y marginadas, tal como si no existieran. Y, ¿por qué ocurre esto? No por nada sino porque son muy antiguas y porque son de los vascoparlantes (euskaldunenak diralako) y porque éstos no quieren darlas a conocer en su propia limpia lengua."

Esta retracción a la que alude Iztueta llegó hasta el extremo de manifestarse bajo la forma de ausencia guipuzcoana en la Comisión de Codificación de 1880 que redactó el Código Civil español. La Sociedad de Estudios Vascos trató de paliar el problema en el Congreso de Oñati de 1918 exhortando a la recopilación de sentencias y apelaciones dictadas en virtud de la ley consuetudinaria. Bonifacio Echegaray elabora en 1930 una modélica Moción sobre el Apéndice al Código Civil, pero ambos intentos quedaron en nada por falta de estudios previos a los que Echegaray se entregará despaciosamente. Sus trabajos y los de postguerra -ej. los de Alvaro Navajas Laporte- revelan la existencia de un derecho de familia similar al de Bizkaia, Álava y resto de los Pirineos. En este derecho la figura central es la familia troncal que se erige en propietaria de una casa y tierras indivisas, dotándose de un derecho sucesorio que sirve a estos fines de indivisión. Veremos así aparecer figuras conocidas como el retracto gentilicio -los bienes son del linaje y no del individuo-, el consejo de familia para casos de amenaza a la unidad social, la dote para el etorkiña o elemento ajeno que casa con el o la heredero/a, el método de disolución de vínculo matrimonial, el arreglo de la situación del cónyuge viudo, la comunidad de bienes, la legítima foral, el componente jurídico de algunos ritos funerarios, etcétera. Echegaray nos habla, contra la opinión de Gorosábel, de la existencia en Gipuzkoa de ciertas aplicaciones de derecho civil; pero éstas venían a afianzarse en la extensión costera del fuero donostiarra que efectivamente contenía cierto reconocimiento del derecho de troncalidad.

  • Prestaciones mutuas

Otro elemento importante de este derecho no escrito es el ordenamiento mutualista subyacente en las prestaciones mutuas derivadas de las Anaitasunak o Lankideak. En el capítulo V de su Condaira expone Iztueta las características de varios tipos de sistemas de prestaciones mutuas entre labradores, sistemas a los que denomina anaitasun, lagunkide, y a los que considera adoptados de los pastores (bere anaia artzain ondraduai ikasitako oitura). Describe prestaciones en caso de pérdida de ganado vacuno, enfermedad del labrador, hijo o hija obligado a una boda precipitada, muerte y orfandad de un labrador pobre y muerte de señora o señor principal.

  1. En caso de incapacitación o muerte de ganado vacuno de yugo (uztarrizko abelgorri) la hermandad entera (aquí lagunkide "asociación de amigos") le proporcionará enseguida un equivalente (ordaña).
  2. Si acaeciere que un labrador no estuviere en posesión de animales vacunos y cayere presa de enfermedades graves (eritasun gaizto), tanto sus parientes como sus amigos y vecinos labrarán sus campos como si fueran propiedades (berenkiak) suyas, comiendo de lo suyo y sin percibir sueldos ni gratificaciones (alogera ta saririk bage).
  3. En caso de que algún hijo o hija tuviera un tropiezo demasiado joven llegando a comprometer su porvenir debido a la pasión amorosa (amodiozko naitasunaren bidez gezte limuriturik), y no se le pudiera encontrar casa suficiente (etxe bazter bat), suelen reunirse en el Ayuntamiento (erriko etxea) parientes, amigos y vecinos con el galán sujeto de tropiezo (galai irristalariarekin batean), y, alli, bebiendo un trago (eta emen bere txurruta edaten daudela), el más maduro de los presentes proponía que se escogiera para la pareja una artiga grande (labaki andi bat) de las tierras comunales (zillegi lurretan, lit. tierras licitas), se la preparara y sembrara y se le proporcionaran animales, semillas y otras cosas necesarias para el arranque de un nuevo hogar.
  4. En caso de enfermo de muerte de escasas posibilidades económicas, sus parientes, amigos y vecinos consolarán por turnos al moribundo alejando ideas amargas y prohijando a la prole (honako mutiltxo hau nik artuko det nere etxera,(...) hau nere alabatzat eragutuko det onezkero).
  5. Al morir el Señor o la Señora de alguno de los palacios o casas principales (jauregi eta etxalderik aurrenengoak, beretako Nagusi Etxekoandreak), existe también una costumbre-ley (legezko oitura) que obligaba a cada uno según los bienes que poseía (nori bere ondasunak agintzen zioten modukoa). Consistía en llevar a la iglesia y familiares de uno un buey adornado de campanillas (uztar-idi galaren galakoa txinizarriz beterik), una hermosa vaquilla adornada de flores y rosetas (zekor galanta adarretan lore eta errosetak zituela), un carnero grande, aves, manzanas, castañas, etc.; según la obligación de dar de cada uno (nor nolako emankizunaren azpian arkitzen zan) así debía de contribuir sin falta (gisa berperean behar zeban erantzun utsialdirik bage). Iztueta dice haber durado esta costumbre hasta 1700.

Sobre la existencia y vigencia de la comunidad de pastos veáse la obra de Cillán Apalategui.

  • La hidalguía guipuzcoana

Gipuzkoa también participa del mecanismo de defensa grupal que veremos utilizan las restantes tierras vascas. La calidad de hidalgo es reconocida ya por la ley 38 de las Ordenanzas de la Hermandad del año 1397 en donde se especifica que no se puede dar tormento en ésta "porque en la dicha tierra comúnmente todos son hijosdalgo". La misma declaración se hace en el cap. 36 de las Ordenanzas del año 1463. Esta calidad de los guipuzcoanos fue reconocida y ejecutoriada en sentencia dictada por Felipe III en 1608 y 1610. Según Gorosábel (Noticias..., t. I, p. 288) la nobleza de los originarios de Gipuzkoa goza del concepto de una verdad legal, que no está sujeta ya a controversia de ninguna clase. Pero esta nobleza habría ido desvirtuándose por los forasteros que vinieron a la Provincia y ésta tomó providencias reunida en Junta en la villa de Cestona el mes de abril de 1527, según recoge el Fuero (tít. XLI, cap. II):

"La experiencia ha mostrado por el concurso de las gentes extrañas que a esta Provincia han venido en los tiempos pasados, entre los cuales se ha publicado que hay muchos que no son hijosdalgo, y por esto y a esta causa los que no están en salvo de la limpieza y nobleza de los hijosdalgo de la Provincia, han tomado ocasión de disputar y traer en lengua nuestra limpieza: Por ende, por quitar aquélla y conservar nuestra limpieza y nobleza que los hijosdalgo de los pobladores naturales de la dicha Provincia tenemos, ordenamos y mandamos que de aquí adelante en la dicha Provincia de Guipúzcoa, villas y lugares de ella no sea admitido ninguno que no sea hijosdalgo, por vecino de ella, ni tenga domicilio ni naturaleza en la dicha Provincia y cada y cuando alguno de fuera parte a la dicha Provincia vinieren, los alcaldes ordinarios cada uno en su jurisdicción, tenga cargo de escudriñar y hacer pesquisa a costa de los Concejos y a los que no fueran hijosdalgo y no mostraren su hidalguía, los echen de La Provincia, y que los alcaldes tengan mucha diligencia en lo susodicho, sopena de cada cien mil maravedís para los gastos de la Provincia, y si pareciere que alguno por falsa información o de otra manera que no siendo hijodalgo vive en la Provincia que luego que constare sea echado de ella y pierda todos los bienes que en ella tuviere."

Esta fue la disposición fundamental de donde se derivaron después otras más, que anularon por completo la intervención de los que no pudieran acreditar su hidalguía ya que era inexcusable la probanza para gozar de sus derechos activos y pasivos en el manejo de la cosa pública. San Sebastián tres años después dispuso unas Ordenanzas, que fueron confirmadas por Carlos V en Ocaña el 10 de diciembre de 1530, por las cuales obtuvo que ningún extranjero de los reinos fuese puesto en ninguna suerte para los cargos de Alcaldes, Regidores y Jurado mayor, que eran los más honoríficos por hallarse en la frontera del Reino de Francia y por las contínuas guerras que había con aquél. Sigue Gipuzkoa dictando nuevas reglas encaminadas a extinguir la imposición extranjera en la tierra de sus mayores, y mientras la Provincia dicta más enérgicas declaraciones en las Juntas de Fuenterrabía de 1557, en las de Bergara de 1558, en las de Tolosa de 1604 y en las de Deba de 1662. En éstas se manda que los alcaldes de la provincia puedan conocer en las causas de hidalguía de todos los naturales de España, pero no de franceses. Estos debían traer ejecutoriada la hidalguía en alguno de los tribunales reales. La provincia, reunida en las Juntas de Segura el 15 de mayo de 1687, dispuso:

"Habiéndose considerado la disposición de la Ordenanza precedente, hecha por esta Provincia en su Junta general de la villa de Deva en declaración de otras antecedentes, conformadas por Su Mag. en las cuales se prescribe la forma de admitir pedimentos y probar ante los Alcaldes Ordinarios de esta Provincia las hidalguías de los que no son originarios de ella y siendo de fuera de esta Provincia, por decir son hijosdalgo de sangre, cristianos viejos y limpios de toda mala raza, se quieren introducir en esta dicha Provincia y en el que goce de los oficios honoríficos de paz y de guerra de las repúblicas de ella privativos, de hijosdalgo notorios y de limpia sangre excluyendo a los Franceses (aunque sean de las dichas calidades) de esta introducción y goce, y porque a la dicha palabra Franceses, se han dado diferentes inteligencias, sobre quien se diga Franceses, para ser comprendidos en la dicha exclusión y conviene que haya punto fijo y asentado para lo de adelante en materia de tanta gravedad, previniendo con celo del mayor servicio de Su Mag. y conservación de esta Provincia, los graves inconvenientes que tiene el admitir en el manejo o intervención del gobierno de ella y de cualquiera de sus repúblicas, a Franceses ni descendientes de ellos, hasta que con el transcurso del largo tiempo se les haya entibiado su natural inclinación con el olvido de sus deudos y correspondencias, de manera que no quede motivo alguno de recelo en la seguridad de esta frontera en las frecuentes guerras entre esta corona y la de Francia, ni en los hijos de esta dicha Provincia la inquietud de ánimos a que les mueve cualquiera causa por leve que sea, por la oposición natural que tienen en los de aquella nación;

Ordenamos y mandamos que no entren en los Ayuntamientos ni goce de los oficios honoríficos de paz y de guerra de esta Provincia, ni de república alguna de ella, los descendientes de Franceses por línea paterna, aunque tengan la nobleza y limpieza de sangre que se requiere, ni para el efecto se admita pedimento de hidalguía que ellos quieran probar ante los alcaldes ordinarios de esta dicha Provincia, sino sólo en el caso en que los mismos pretendientes, sus padres y abuelos paternos por varonía paterna hayan sido y sean nacidos en esta Provincia y continuamente hayan habitado en ella o en otros lugares y provincias de estos reinos de España y no en otra forma, y en este sentido preciso interpretamos y declaramos a perpetuo la exclusión de la palabra Franceses de la dicha Ordenanza confirmada para que en adelante se obligue y cumpla inviolablemente sin embargo de cualesquier decretos antecedentes de esta Provincia y sin embargo también de cualesquier leyes de estos reinos, que hablan acerca de los requisitos que son menester para naturalizar en ellos."

La hidalguía millarista se mantuvo en vigencia mientras persistió el régimen foral pero algo antes de la II Guerra Carlista, en abril de 1871, las Juntas Generales abandonaron este tipo de sufragio adoptando el puramente masculino y censitario. Sobre las condiciones de electibilidad véase el apartado Instituciones Públicas.

La constancia de la especificidad del traje guipuzcoano es difícil de hallar si no es en testimonios de viajeros o en documentación ordenancística tanto civil como eclesiástica. El tocado corniforme o tontorra, común a la indumentaria de vizcaínas y laburdinas, es utilizado según se desprende de las Ordenanzas municipales de Deba de 1434 que disponen que ninguna mujer llevará en el tocado más de treinta y un varas de lienzo delgado, ni más de seis de lo gordo o grueso, ni adornadas con oro ni seda alguna, so pena de dos doblas de oro de la moneda de la banda castellana. El 30 de junio del año 1500 fue dirigida al Corregidor de Gipuzkoa una Real Cédula a instancia de la misma. Dice así:

"Sepades, dice, que por parte de esa dicha provincia nos fue hecha relación por su petición, diciendo que en ella así hombres como mujeres suelen traer sortijas, cabos de agujetas, conteras de espadas, puñales y cuchillos de plata, según la costumbre de la tierra: que asimismo las mujeres casadas, mozas y niñas suelen traer en los cuellos cadenas, agnusdeis y sortijas de oro y plata, y en los briales platas, botones, moras y chapaduras de plata: que visten mantos de seda, algunos en forros de tafetán, y otras semejantes cosas sin de orden alguna, porque estos guardan y tienen de padres a hijos, etc."

El Corregidor de Gipuzkoa, para mantener su prohibición de los citados adornos y prendas se basaba en la observancia de una pragmática de los Reyes Católicos de España, pero nuestras Juntas protestaron de ello recurriendo el Rey. En esa misma Real Cédula se ordenó que con respecto al uso de los adornos de oro y plata mencionados, mantillas, capotes de seda, tocados de las mujeres y joyas se guardase la costumbre del país, pero entendiéndose que saliendo los guipuzcoanos de su territorio regia también para ellos la pragmática antes citada. Navajero, embajador veneciano ante Carlos V, dice: "Van las mozas de esta tierra, hasta que se casan, con el pelo cortado, dejando solo para adorno algunas mechas, y la misma costumbre en Bizkaia y en Gipuzkoa". La alusión al tocado corniforme parece hallarse, sin embargo, en este otro pasaje:

"Envuélvense la cabeza en un lienzo casi a la morisca, pero no en forma de turbante, sino de capirote, con la punta doblada, haciendo una figura que semeja el pecho, el cuello y el pico de una grulla: este tocado se usa en toda Gipuzkoa, y dicen también en Bizkaia, variando solo en que cada mujer hace que el capirote semeje una cosa diversa."

En los acuerdos de las Juntas Generales celebradas en la villa del Zumaia el año 1566 se vela por la diferencia:

"Este día se presentó en la dicha Junta una petición por parte de Juan Ibáñez de Lapazarán, Alcalde de la villa de Azcoitia, que dice en ejecución de la ordenanza de Cestona e limpieza de Gipuzkoa manden que las mugeres forasteras se vistan el trage de donde son naturales y la provincia asista a ello contra la cual se presentó otra petición por parte de Martín de Eguzquiza e consortes pidiendo que la causa se remita ante el señor Corregidor donde pendía. La Junta remitió el dicho negocio al señor Corregidor donde las partes sigan su justicia e no tenía la Provincia que ver en ello."

La tontorra, que subsistió en el siglo XVII, fue sustituida por la toca.

"La toca en lo antiguo -dice Gorosábel- era un signo de las mujeres casadas, de las viudas y de las solteras que, habiendo tenido algún desliz hubiesen parido, como con toda claridad resulta de las actas de las Juntas Generales de Cestona de 1581. Atendiendo este Congreso a que muchas mozas que habían tenido semejante flaqueza andaban sin tocas en hábito de doncellas, de que redundaban pleitos injustos y otros inconvenientes, acordaron que siendo público el hecho, las justicias tuviesen cuenta de que las hiciesen señalar, para que se supiese por todos cómo habían errado. Las mismas Juntas decretaron que éstas tales solteras no trajesen manto ni ropa que llevase seda alguna, a fin de que fuesen distinguidas de las doncellas, personas honradas y casadas. Pero por efecto de las modas va cesando igualmente esta distinción, confundiéndose todas las clases y estados de la sociedad, en lo cual en verdad no gana mucho ésta en cuanto se ha acrecentado notablemente el lujo por más que tampoco merezca aprobarse el establecimiento de distintivos para las jóvenes constituidas en aquél caso."

Ya en el siglo XVIII vemos otra disposición guipuzcoana contra el lujo en el traje decretada por sus Juntas Generales, reunidas en la villa de Azkoitia. En ellas se ordena el cumplimiento de la Real Pragmática de 1723 y se prohíbe además el uso de todo género de bordados de seda en uno y otro sexo, así que todos los tejidos costosos de seda de fuera del reino, vestidos galoneados, chupas, briales y casacas de tisú. El mismo decreto señaló el término de ocho años, para que las personas que tuviesen tales vestidos los usasen y gastasen durante él, con prohibición de hacer nuevos de semejante clase. El rey confirmó estas disposiciones mediante Real provisión del Consejo de 30 de noviembre de 1747. El Diccionario Geográfico-Histórico de la Real Academia de la Historia, del año 1802, describe los trajes de los habitantes de Gipuzkoa correspondientes al final del siglo XVIII de esta forma:

"El traje de las gentes del campo es muy modesta y aseado; los hombres comúnmente se visten de calzón blanco de lienzo del país, de paño de Chinchón o de Segovia, abarcas de cuero muy curiosas, montera de paño de diferentes formas según el uso de los pueblos, chamarretas de cordellate encarnado y ongarinas de paño. Los propietarios de las casas cuando tienen que ir a concejo, usan vestido militar de paño negro y medias blancas, y el mismo llevan a las juntas generales de la provincia los apoderados de los pueblos, sobre el cual hay ordenanza corfirmada. Las mujeres se visten ordinariamente de sayas de bayeta de diversos colores de calamaco, de jubones, casacas y chambras de lo mismo, de olandilla o lienzo pintado; el calzado es también de abarcas; las casadas traen la cabeza cubierta con tocas de lienzo delgado o de beatilla del país; las solteras llevan el pelo en trenza con cintas de diversos colores, y si alguna ha caldo en fragilidad, cubre la cabeza con toca (parecida a la de las monjas, con una borla en la frente), según antigua costumbre que ya sólo se observa en los pueblos cortos. Los caballeros, las clases acomodadas y los artesanos visten según el uso común, que varia todos los días. Las mujeres guipuzcoanas se dedican en el invierno a hilar y tejer lienzos, de los cuales algunos son muy delgados y pintorescos, especialmente el que llaman beatilla, que se asemeja a la gasa, y sirve para tocas de las mujeres, sobrepellices y cosas delicadas. También hacen otros lienzos, calcetas y gorros que se extraen para América, en donde tienen mucha estimación. No conocen los habitantes de Oñate las necesidades del lujo; su traje es aliñado y sus modas."

Dice Gorosábel que

"en lo antiguo los hombres de todas las categorías gastaban en Gipuzkoa calzón corto, unos de seda, otras de paño, quiénes de lienzo según su respectiva clase. Los particulares, caballeros o gentes principales de las villas, usaban también casacas y chupas de seda y tisú de valor, medias blancas de seda, capas de rico paño y aun de grana, sombrero encandilado o de tres puntas, y ceñían espadín en actos de gala. Dicha clase de personas gastaba también zapato con hebilla de plata, oro, o bien dorada. Consiguientemente, bien se puede comprender lo mucho que debía importar el coste semejante de vestir; pero al mismo tiempo hay que tener presente que estos ropajes eran de larga duración y se heredaban de padres a hijos y aun a nietos. Los particulares usaban también coleta, que se tenia que peinar y empolvar diariamente; los que no lo eran, dejaban crecer la cabellera, que caía por detrás hasta la mitad de la espalda. Cuán molestos y costosos debían ser ambos estilos, esto es, el calzón corto, coleta y pelo largo, se halla a la vista de cualquiera. Por eso desaparecieron durante la época de la guerra de la independencia (1808) a imitación de los franceses que los abandonaron, empezándose entonces por primera vez a usarse en Gipuzkoa el pantalón largo y pelo corto, al propio tiempo que se desterraron los sombreros encandilados y espadines en particulares. Las modas sencillas de los vestidos, al paso que cómodas, han prevalecido completamente sobre los usos antiguos en todas las clases y categorías de la sociedad."

M. A. de Anguiozar (R. de Berraondo), autor de una serie de estudios sobre la indumentaria reproducida en grabados y dibujos y documentación diversa, completa la descripción de la vestimenta guipuzcoana entre los siglos XIX y XX. En el último tercio del siglo XIX, dice Anguiozar que:

"El clásico txapelaundi de cabello largo se nos presenta de zamarra al brazo, chaleco muy corto sobre blanca camisa de ancho cuello caído, pantalones remendados con petachos, gran faja al cinto, makilla cruzada en la espalda y abarcas por calzado. La mujer va tocada con pañuelo sujeto a la nuca y bajo el cual penden dos espesas trenzas hasta la cintura. Sostiene en la cabeza la típica herrada, mientras con la diestra alza graciosamente una punta del mandil que cubre parte de la falda. El airoso corpiño con mangas, cerrado delante por cordones entrelazados, ciñe y abriga el busto, y sus pies se resguardan dentro de abarcas cuyos cabos suben sobre la media de lana rodeando los tobillos."

[Anguiozar: Aldeanos del valle de Loyola, Euskalerriaren Alde, 1928]

He tomado tres tipos guipuzcoanos para dar una idea aproximada del aspecto físico, y hasta se puede decir moral, de esta noble raza -dice Mañé y Flaquer en su obra de 1878:

"1.º Aparcero guipuzcoano.- El anciano es un octogenario que vivía en un caserío cerca del límite de Navarra. Aunque representa a un hombre ya entrado en años, se nota en su semblante y en su actitud un vigor que no suelen tener a su edad los habitantes de las ciudades. Cubre su cabeza un sombrero de fieltro ordinario; viste chaqueta de pana oscura, y sobre sus espaldas caen largas guedejas de su aún poblada cabeza. El chaleco es de la misma tela que la chaqueta; ciñe su cintura una faja de lana azul oscura y por entre ella asoma la camisa blanca de lienzo del país. El calzón corto es de pana azul muy oscura; cubren sus piernas medias de lana gris y calza alpargatas en forma de zapato.
"2.º Joven lezotarra.- La joven es de Lezo, de veinticinco años de edad, y aparece sentada en una silla rústica de mimbres, de las que se suelen fabricar en las mismas caserías. Se ocupa en hilar lino del país, que regularmente sirve para tejer la ropa blanca que forma parte de su dote. Peina al estilo de las sirvientas, con las trenzas caídas a la espalda, cubiertas coquetamente en el arranque de la cabeza con un pañuelo de hilo negro listado en blanco. La chaqueta, que aquí llaman marinera, es también blanca; el pañuelo que cubre sus hombros es de seda, amarillo anaranjado, con puntas coloradas, de forma circular. El vestido es de percal, color chocolate, y el delantal morado, con listones blancos. Calza alpargatas blancas, de hechura de zapato, con un bordalito de lana de colores en la parte superior.
"3.º Mozo donostiarra.- El grabado que sigue representa a un joven de veintitrés años, del término municipal de San Sebastián, nacido en el caserío Errota-txiki, que se halla situado en la margen derecha del Urumea, a poco más de un kilómetro del puente de Santa Catalina. Lleva el joven en la cabeza la boina azul, característica del país; la camisa de hilo blanco con cuello y puños doblados aparece debajo de su chaleco de paño negro. Hay que advertir que en la montaña los jóvenes labradores no llevaban el cuello y puños de la camisa doblados, lo cual era ya una especie de lujo, ni el chaleco tan cerrado. La mano izquierda del mozo, que es mayorazgo de buena casa, descansa en la faja, cuyas puntas salen por debajo y caen un poco hacia el lado izquierdo. El pantalón es de dril, de género de hilo listado. Calza abarcas, cuya cinta o cuerda sujeta el peal o mantilla, envoltorio de lana ordinaria, que cubre los pies y las piernas."

Morales de los Ríos, al trazar la portada para el Diccionario de Aizkibel, describió en 1883 la indumentaria popular de una familia goyerritarra:

"El hombre viste de zamarra de punto azul con bordes y borlones rojos, camisa de lino, calzón rayado de la misma tela, abarcas y pantorrileras de lana rayada, que es el traje actualmente más común desde las Encartaciones a Zumárraga. La boina es roja, y tiene en la mano el makilla, mientras a su lado yacen las layas de la labranza. La mujer lleva en la cabeza la henada y bajo el brazo varias mazorcas de maíz; va ataviada con el traje comúnmente usado hoy en las provincias hermanas. El mutil viste un traje que transige ya con lo moderno, como el de la mujer parece transigir también con su pañuelo escocés de Rentería o Tolosa. Viste boina roja de tamaño diminuto, camisa y chaleco hechos con restos del que llevó su padre cuando era mozo y se vestía aún del traje de los praskus, pantalón de lino, tejido en las veladas de la casería, medias de hilado azul confeccionadas por la abuela, y alpargatas blancas. Lleva en bandolera el zurrón de lona con los sencillos libros escolares, algunas que otras migas de artoa, una sagarra y algún grillo que se ha propuesto domesticar durante las horas de clase."

En 1880 un labriego vasco iba en mangas de camisa, descubierto el pecho, chaleco corto, chaqueta echada sobre el hombro, pantalón de lienzo sujeto en la cintura por ancha faja y remangado hasta la rodilla, calzado de alpargatas, pipa a la boca, makilla en la diestra, y la hoz y una cuerda que le sirvió para atar el ganado, en la izquierda. [Ref. Anguiozar: Tipos guipuzcoanos, "Euskalerriaren Alde", pp. 401 y ss.]. En los años 20, alcaldes de la región ataviados con la ceremoniosa capa y con el oficioso sombrero de copa, asistieron a los funerales de un presidente de la Diputación de Gipuzkoa. Llegó el día en que la capa y el de copa se exhibieron como una cosa de ritual, como las pelucas blancas de los magistrados ingleses. En fotografías de comienzos de siglo vemos a los componentes de los Ayuntamientos guipuzcoanos de Asteasu, Legazpi, Orendain, Oreja, Lazcano, Gaztelu, Leaburu, etc., presentarse de capa y sombrero de copa, indumentaria reservada para los actos solemnes. [Anguiozar: Un personaje guipuzcoano, "Euskalerriaren Alde", 1926, pp. 201-203].

Nos referiremos aquí solamente a las minorías clásicas tales como los judíos o los gitanos, a una minoría lingüística, la gascona, y a los enigmáticos agotes, dejando aparte minorías de otra índole tales como las de tipo puramente sexual, social o religiosa.

  • Los judíos

Los hubo, según documentación del siglo XV, en Segura y Mondragón, sin participación, debido a su no calidad de vecinos, en la vida concejil. Podrían también interpretarse como guipuzcoanos los topónimos Ozeta (en Bergara), Irarrázabal (Deba) e Irauregi (Azpeitia) que aparecen en la documentación como poseyendo núcleos hebreos. Banús aventura la sugestiva hipótesis siguiente sobre la existencia de estos manchones minoritarios:

"Si hay un tema oscuro en la historia vascongada es el de la alta Edad Media, en el cual -opino yo- la clave está en la estructura gentilicia, en la organización social basada en los clanes. Para mi el bando gamboíno significa una penetración de la gens caristia, procedente del Norte de Alava, a lo largo del Deba; y este clan me parece a mí que desde su tierra de origen tenia ya un cierto hábito de convivencia con los judíos: concretamente en Guevara -solar matriz de todo el bando- hubo sinagoga y una noticia de Eulogio Serdán parece dar a entender que ésta se encontraba junto al castillo residencia del Pariente Mayor. Y todo me hace sospechar en los parientes mayores gamboínos una actitud de cierta tolerancia hacia los judios, que verosímilmente, en algunos casos, entrarían a formar parte de su servidumbre familiar; quizá como físicos, quizá como gestores de finanzas, actividades ambas muy concordes con el genio de su raza."

  • Los gitanos

Según acuerdan los historiadores, los gitanos aparecen en Europa a comienzos del siglo XV, asentándose, en nuestro caso, con preferencia, en las zonas fronterizas de las monarquías francesa y española. Su aparición coincide por lo general con la caza de brujas en toda la geografía europea por lo que, entre otras razones, son los gitanos mal recibidos. Mientras en Lapurdi y la Baja Navarra expulsan a estos extranjeros, Gipuzkoa se muestra más tolerante (1539) ordenándoles asentarse y tomar oficio si no quieren ser rechazados. Esta parece haber sido la tónica general de las autoridades guipuzcoanas hasta finales del siglo XVII, en contraste con la persecución sistemática con el comportamiento de las laburdinas y navarras. Es la Pragmática de 1695, aceptada por la provincia, la que desencadena una furiosa persecución con prohibición del uso de la lengua, traje, porte de armas, y la orden de empadronamiento obligatorio bajo pena de galeras, azote y destierro. La población gitana se empadrona o se escabulle. La orden más inhumana será la Real Orden de 1749 que Gipuzkoa adoptó en un comienzo pero suspendió al poco. A partir de este momento se abre, pese a las periódicas expulsiones, la era del intento pacifico de la reinserción social. Ver Gitano.

  • Los agotes

Abundantes en otros lugares de la geografía vasca, en Gipuzkoa son pocos y rápidamente expulsados del territorio, aunque se sabe que vuelven, tras la expulsión. M. Carmen Aguirre Delclaux (Aguirre Delclaux, 1978) ha recogido interesantes disposiciones:

1572.-Por acuerdo de las Juntas Generales celebradas en Cestona, Lucas Zabala, alcalde de la hermandad, expulsó de Gipuzkoa a judíos, moros y agotes. 1574-1590-1604-1655-1663.-Se ejecutaron iguales disposiciones que las del año 1572. 1605.-En las Juntas de San Sebastián se acuerda también que el alcalde de la hermandad les expulse de todo el territorio. Cosa que realiza Martín de Celaiandia. En la siguiente Junta, noviembre del mismo año, da cuenta de que ha expulsado a seis de Fuenterrabía y a una moza del valle de Oyarzun, pero no especifica de qué raza eran. 1696.-Las Juntas de Tolosa acuerdan su expulsión. 1697.-Las Juntas de Mondragón ratifican este acuerdo. 1698.-Provisión de la Junta para la expulsión de unos Agotes residentes en Tolosa y previene a los juristas que hagan lo mismo con los que hubiere en sus jurisdicciones, castigando a las personas que los recogieron en sus casas. 1776.-"El síndico de Asteasu necesita de acompañado para evacuar en Navarra algunas diligencias tocantes a la causa del sujeto forastero, en que se condesciende. Avisa el alcalde de dicho lugar del fallecimiento del agote sobre cuya residencia se introdujo demanda en el Tribunal del corregimiento por incidencia de recusación."

  • Los gascones

Serapio Múgica estudió, con la minuciosidad y solvencia que le caracterizaron, la llegada de estos vascones (Vasconia = Gasconia = Gascuña) romanizados a Gipuzkoa, por lo que extractamos, a continuación, las siguientes noticias. Entre la tesis del Dr. Camino que cree vinieron los primeros gascones en el séquito de Alfonso VIII de Castilla cuando vino a San Sebastián en 1204, y la de J. Ignacio Gamón que los trajo con anterioridad Sancho el Sabio de Navarra al dotar de fuero a San Sebastián, Múgica opta por la segunda versión. La razón de esta venida pudo estar en las luchas de laburdinos y gascones con Ricardo Corazón de León, hijo de Alienor de Aquitania. En alguna de esas revueltas se produjo, sin duda, la corriente emigratoria que llevó a los gascones a desalojar en grandes masas las tierras en que tenían su asiento. Entonces, Sancho el Sabio de Navarra, rey de Gipuzkoa a la sazón, les concedió terrenos en donde aposentarse al pie del monte Urgull de San Sebastián y en la costa situada entre la desembocadura del río Bidasoa y la del río Oria, y les dio el famoso fuero de población (entre 1150 y 1194). Se puede creer que el lenguaje de los gascones se propagó aquí porque era el habla de los primeros pobladores que tomaron asiento al pie del monte Urgull, que también lleva nombre gascón, sin que esto quiera decir, que con Don Alfonso VIII no vinieran nuevas familias a engrosar la colonia anterior. Veáse Gascón.

Ya se ve por los apellidos de las personas que figuran ocupando los primeros puestos en San Sebastián, que la población estaba en manos de gascones. Echegaray especula sobre el influjo que pudo ejercer el carácter y genialidad de los gascones en el espíritu vasco y es certera la descripción que hace de la índole retozona de los donostiarras, Gamón afirma que la villa de Rentería en probanza que hizo el año 1624, en pleito con San Sebastián, decía que los pobladores de la actual capital de Gipuzkoa fueron gascones de Francia, y su lengua gascona "dura y se habla al presente vulgarmente en la villa", y añade por su cuenta que no desapareció enteramente hasta principios del siglo XVIII. No sólo en San Sebastián tomaron asiento los gascones, sino también en Pasajes y Hondarribia. Aún quedaban en 1922 algunos dichos en Pasajes de San Juan, que se creen procedentes de aquellas gentes. Marquelines cautes cinco al ardit, llamaban, sin duda, las vendedoras de marquelinas, que son los caracoles de mar. Ardite en castellano y ardit en vascuence se llamaba al ochavo, moneda de cobre. Por Semana Santa, cuando la carraca en sustitución de las campanas anunciaba por la calle las funciones de la iglesia, iban aún a comienzo de este siglo los chicos detrás del sacristán, cantando a maitines Zirringuilles a misa mayor sermón a les escole a menjar gebolles.

Existía también una tertulia de ancianos gascones que a pesar de conocer bien el vascuence, gustaban de hablar en gascón cuando se reunían. De la existencia de un núcleo de gascones en Hondarribia tampoco se puede dudar, pues aparte de varios nombres gascones, que aún subsisten y que luego analizaremos, quedan otros vestigios claros y terminantes. La sentencia que dictaron los Comisarios de Francia y España para acabar con las diferencias que los vecinos de Hendaya y Hondarribia traían acerca de la ría Bidasoa al mediar el siglo XV, se escribió en gascón y desapareció en el incendio de Hondarribia del año 1498. En el archivo municipal de esta ciudad aún existe el proceso original escrito en 1518 en lenguaje gascón por acuerdo del Comisario de España, el Licenciado Acuña, y el de Francia, Maestre Francisco de Velcier, primer consejero del parlamento de Burdeos, instruido a consecuencia de la casatorre que los de Hendaya edificaron en la orilla del Bidasoa y que los de Hondarribia la quisieron derribar a cañonazos. En esta interesante información, se hallan en castellano los escritos presentados por Fuenterrabia y en gascón las declaraciones de los testigos de ambas partes.

En tiempos más cercanos he hallado una referencia muy curiosa del uso del citado idioma gascón en estos pueblos, en un expediente instruido el año de 1611 en Fuenterrabia a unas brujas que embrujaban criaturas y se reunían en aquelarre en el monte Jaizkibel bajo la dirección del demonio "que tenia en la frente tres cuernos y era grande de cuerpo y los ojos muy grandes de donde salían resplandores de luces y una cola en las partes bajas y estaba sentado en una silla de oro". Conviene tener presente que así Pasajes como Hondarribia, constituyeron en sus orígenes parte de la jurisdicción de San Sebastián, en virtud de la carta-puebla concedida a esta última por D. Sancho el Sabio de Navarra. Los gascones no solamente intervinieron en la marcha de los acontecimientos locales, sino que en muchos sucesos de la Provincia ha de verse sin extrañeza la influencia de estos elementos, teniendo en cuenta que eran dueños y señores de tres pueblos importantes de Gipuzkoa.

Estas gentes supieron convertir a San Sebastián en el primer pueblo de Gipuzkoa, merced a los privilegios concedidos por los monarcas de Navarra y de Castilla, a la situación topográfica del lugar que ocupaban y a su activa labor mercantil y marítima. Una de sus miras más apasionadas, fue la de dominar en absoluto el puerto de Pasajes, que por su cercanía a San Sebastián y admirables condiciones de seguridad y amplitud, reunía cuantas ventajas se podían apetecer para el tráfico comercial, y pusieron todos los medios a su alcance para adueñarse de él. A este efecto litigaron constantemente y tramaron toda clase de embrollos y pendencias armadas contra Oyarzun, Rentería y Hondarribia. Se comprenden mejor los tratados de conversa o convenios que hacían los guipuzcoanos con las gentes de Labourd, de suministrarse mutuamente bastimentos y otros artículos en tiempo de guerra, cuando parece que por estar más encendidos los ánimos, debían romper todo lazo de unión los habitantes de la orilla española y francesa del Bidasoa, y es que los unos y los otros eran miembros de unas mismas familias, muy especialmente entre los gascones y, en muchos casos, socios de una misma empresa mercantil, establecidos en plazas distintas para negociar por partida doble, importando y exportando de una a otra nación, no sólo en tiempo de paz sino en tiempo de guerra, a cuyo fin ambas partes acudían a sus gobiernos respectivos en demanda de licencia, haciendo ver los de Labourd las ventajas que de ello redundaban a Francia y los de Gipuzkoa a España.

También contribuyó, indudablemente, la estancia de los gascones en Gipuzkoa para que los habitantes de esta frontera estuvieran unidos en lo eclesiástico al Obispado de Bayona, con inclusión de San Sebastián. En el padrón de vecinos que se formó el año de 1566, figuran muchísimos más apellidos vascos que gascones, aunque es seguro que muchos que llevaban aquellos apellidos hablaban gascón. Y sucedió que cuando los elementos procedentes de otros pueblos de la Provincia se vieron en mayoría, en la actual capital de Gipuzkoa, se consideró llegada la hora de que terminara la preponderancia de elementos extraños en tierra euskara y, siguiendo una acción combinada entre la provincia y los nuevos habitantes de San Sebastián, comenzaron a dictar una serie de disposiciones, que hicieron imposible la vida de los extranjeros en Donostia y demás pueblos de nuestro solar, hasta el extremo de que poco a poco los fueron anulando para los cargos públicos y expulsándolos del vecindario, para llegar a imponer la voluntad vasca en todo el territorio guipuzcoano (vide supra: hidalguía). Claro está que la oposición que se acentuó desde el siglo XVI entre los Reyes de España y Francia, fue el arma poderosa que se esgrimió en la Corte para que las resoluciones de aquí obtuvieran la confirmación debida. Estas y otras medidas, encaminadas al mismo fin, terminaron con la influencia de los gascones en San Sebastián, de donde, al decir de Gamón, desapareció el habla gascona a principios del siglo XVIII. Múgica completa el estudio que hemos extractado con una lista de nombres de muy posible procedencia gascona: En San Sebastián: Ayete, Barbasoil, Beloca, Embeltrán, Landarbaso, Mirral o Ulía, Folia, Miramón, Mompás, Narrica, Polloe, Urgull; en Hondarribia: Argelot, Gorgot, Higuer, Montaot, Pampinot; en Pasajes: Arriba la Monta, Borsa, Cai de Puyo, Conde de Masti, Herrera, Malmala, Malvernet, Molinao (hoy Alza), Pasajes. Cita otros más como Pontica de Rentería, Port de Lazón de Lezo, Fuente de Quer, cercano a Pasajes, etc., a los que añadiríamos las dos Guetarias, laburdina y guipuzcoana. José Múgica prosiguió (Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, 1967: 3-25) la publicación de las indagaciones de su padre con más notas y documentos.

  • La Tierra

Se ha considerado siempre como un plano horizontal donde emergen las montañas y se deslizan los ríos que van a parar al océano. Según el sentir popular es la tierra de dimensiones prácticamente indefinidas y poblada de países enigmáticos. No se concibe un fin, siempre se piensa en un más allá. Sin embargo, nos cuenta Barandiarán -a quien seguimos de cerca- que tres hermanos de Ataun dejan su país para descubrir los fines de la tierra (munduan atzena) y que después de infinitas aventuras no descubren aquellos fines. Es extraño que en el mismo Ataun se refiera que en el interior de la tierra existe un lugar delicioso, morada de brujas, donde abundas las cosas y en especial leche, miel y caudalosos ríos. Se recuerda la Edad de Oro en la que los hombres eran más felices y la oveja y el lobo andaban amigablemente, las cosas se ponían el servicio del hombre. En las leyendas de Atáun se cuenta que en aquel tiempo todas las cosas hablaban excepto el musgo y al tratar de enseñarle a hablar perdieron todos los seres el don de la palabra excepto el hombre. La misma creencia existe en Berástegui.

El pan caído al suelo se sometía en Ataun y en Oiartzun a un rito purificatorio presentándolo al fuego. Hay días propicios para la fertilidad de la tierra. En Erreberentzileku, loma próxima a San Gregorio de Ataun, se dice que existía un idinarru lleno de oro oculto debajo de la tierra; pero tan cerca de la super cerca que una cabra con su pezuña puede ponerlo al descubierto. En Gaztelu se habla de una mina de oro en el monte Larte. Según creencia de Ataun los diablos pasan de Aizkorri a Aralar por un camino subterráneo, creencias que llegan hasta el extremo oriental de Navarra (Isaba) expresadas en el canto "Ezkaurreko peña guzutiz, andabila mundu guzutik". También se habla de un camino subterráneo entre la cocina del caserío de Berastegi y otro de Elduaien que serviría a los mairus. Sobre simas existen también varias leyendas. En la de Obantzun (Berastegi) y en la de Amunda (Aia) se trata de caídas a simas y hallazgo, después, en lugar distinto algo perteneciente a la víctima. En la primera leyenda aparecieron en la fuente de Iturran los pendientes y la sortija de la muchacha caída, y en la segunda, un dedo con su sortija.

  • Mari, la divinidad suprema

Algunas simas y cuevas sirven de morada a genios a los que se atribuyen propiedades diabólicas y sobrenaturales. Además de los denominados sorgiña, lamiña, ireltxo, jentilla y Basajaun aparecen otros de más categoría como la Aketegiko Damia (Zegama), Muruko Damea (Ataun), Marimunduko (Berastegi), Maya (Oiartzun), etcétera siempre de sexo femenino. Su peculiaridad consiste en que a este Dama se le ha visto atravesar los aires, a veces de cueva a cueva, en forma de hoz de fuego en dirección a las simas de Aralar y Aizkorri u otras de fuera de Guipúzcoa. Al penetrar en ellas producen un estrépito como el trueno, según constatan en Segura. Se decía en Azcoitia que cuando la Dama de Anboto viene a juntarse con su marido Majue, cae algún pedrisco. Parece ser que el cura de Isasondo subía a conjurar a la Dama lo mismo que los frailes de Aránzazu en Oñati.

Todas estas Damas no son sino representación de una única divinidad femenina llamada Mari que habita bajo tierra entre objetos de oro y un novillo rojo. En algunas leyendas suyas aparece un misterioso carnero. Su fuente de provisiones consiste en la negación, eza. En cierta ocasión fueron las compañeras de la Dama de Anboto a Elgóibar al cobro de una negación. Un pastor que tenía cien ovejas dijo que tenía noventa. Las lamiñas le arrebataron las diez restantes por haberlas negado. Sus salidas de la cueva suelen ser tenidas por presagios de tempestad o sequía. Cuando moraba en Anboto los de Oñate creían en copiosas lluvias, pero si vivía en Aloña, habría sequía. De ahí la vigilancia de los aldeanos de las idas y venidas de la Dama. Otros lugares de residencia suelen ser la sima de Murumendi, la cueva de Gurutzegorri (Ataun), Aizkorri y Aralar. En Oiartzun llegaron a ver cómo Puyako Maya se dirigía de las Peñas de Aya al mar.

  • Animales y monstruos que habitan las simas

La creencia de que cierto novillo rojo y ciertos monstruos viven en el interior de las cuevas y simas deja vislumbrar hechos de la lejana prehistoria relacionando el hecho con las pinturas rupestres de animales. Por ejemplo, en Lizartza se dice que un torete rojo salía antiguamente de la cueva Leize-zuloa, en la montaña Lapar. Desde que los curas bendijeron la sima no apareció más el misterioso animal. El mismo novillo rojo se localiza en la cueva Iturriozkoleizea de Ataun, razón por la cual muchachos no tiraban nunca piedras a su interior. En el Goierri guipuzcoano se localiza un monstruo denominado Erensuge que coincide con el dragón. Este Erensuge sería el monstruo de le sima de San Miguel de Aralar que lucha con el caballero don Teodosio de Goñi.

  • Los gentiles

Según las leyendas, vivían en las cuevas los jentillak o gentiles que no eran cristianos. Solamente los caseríos próximos a las cuevas mantenían cierta relación con ellos. A pesar de todo se les atribuye la construcción de varias ermitas e iglesias. Las leyendas sobre los gentiles son bastantes y muy curiosas. Por ejemplo, se dice en Oiartzun que en las cuevas de las peñas de Aia vivían los gentiles. Una gentil dejó su peine de oro en la boca de la cueva. Habiendo pasado por allí la criada del caserío de Matxine, cogió el peine y lo llevó a su casa. La gentil fue de noche a Matxine, y llamando a la puerta, dijo:

Matxine-ko neskamea,
Ekatzan nere orrazea;
Bestela emango diñet
Ere biziko ezurretako onazea

Criada de Matxine
Dadme mi peine;
Si no, te causaré
Dolor de huesos por toda tu vida.

Otra leyenda, la de la Gentil de Boruna, tiene también como tema el peine, y el de Jentilzulo, una raspa de oro. Otras veces se refiere a la prodigiosa fuerza de los gentiles, o los confunden con el Tartalo de un solo ojo en la frente, o anuncian el nacimiento de Kixmie (Jesús) y el fin de la gentilidad, como en el cuento llamado de "Balenkaleku".

  • San Martinico

Es un héroe de la gentilidad que roba secretos a los cristianos de la llanura como el secreto de la siembra del trigo, de la hoz dentada, del invento de la soldadura y de otros adelantos técnicos de aquellos tiempos. Ver intxisu", otros personajes legendarios de los que no sabemos apenas nada. Se trataría de los cromlechs prehistóricos, círculos de piedras que han dado mucho que hablar sobre todo a Oteiza.

Se trata de una leyenda muy extendida; en Grecia recibe el nombre de Polifemo, del que nos da noticia la Odisea de Homero. Es uno de los relatos aterradores de nuestros caseríos, en sus veladas invernales. Se trata de un ser muy corpulento con un solo ojo en la frente que se aparece en la noche invernal a los pastores.

Resumen de Barandiarán:

Se trata de misteriosos seres, genios familiares de los brujos, como lo indican los nombres familiarrak en Zarautz, galtxagorriak, también en Zarautz, equivalente al prakagorrlak de Bizkaia. Son tan diminutos que los brujos los llevan en una alfiletera o tubito para guardar alfileres. En Zarautz se decía que los vendían en una tienda de Baiona por media onza y los servían también en alfileteras. Su característica era vestir calzones rojos.

A veces se les crea a su alrededor un ambiente animista. Llaman la atención por su aspecto de seres animados, de utensilios, etc. También deben su nombre muchas veces a simples accidentes como la roca Arribiril de Placencia, o roca-redonda. En Urbia (Aizkorri) la piedra Zorrotzarri o piedra de afilar era respetada y nadie intentó romperla. En el mismo monte las denominadas Sepultarri o piedras de sepulturas cumplieron quizá tal fin en algún dolmen. En Ataun cerca del caserío Iturritza existía un gran peñasco que se decía lanzado por el genio Sugarra desde la cumbre de Muskia que es un lugar mitológico importante. En Placencia, a la izquierda de la regata Osuma, existe otro peñasco lanzado por un gentil desde la cumbre de Atxolin, y lo mismo se dice de otra piedra en forma de gallo que habría sido lanzada por otro gentil desde el monte Untzeta.

En cambio una piedra existente en el monte Iturriberri de Vergara habría sido lanzada por un gentil desde el alto de Oleta, de Azkoitia. Se dice que un hombre, pasada la noche, vio sobre la piedra una mujer que estaba hilando y era la Dama de Anboto. Poco después hubo furiosa tempestad. Otro lanzamiento a gran distancia ocurrió cerca del caserío Agerre, de Cerain, donde fue lanzada la peña Txoritekoa pero con honda, y desde la sierra de Aralar. Un nuevo personaje aparece ahora como lanzador de peñascos, y es Sansón. La piedra lanzada se llama Sansonarri. En Segura, a la izquierda de la regata de Katorriaga, existe una caliza denominada Aitzorrotza cuya forma asemeja una catedral gótica. Habría sido lanzada por Sansón desde muy lejos según la leyenda. Casos similares se cuentan en Cegama, Tolosa, Urnieta, Usurbil, Oiartzun. Lo curioso es que la leyenda de Usurbil dice que la Peña de Aia, nada menos, fue lanzada por Sansón de un puntapié. Según la leyenda de Oiartzun, Sansón apedreaba al valle con peñascos lanzados desde las peñas de Aia.

Unas piedras, por recaer sobre ellas una simple creencia, otras por sus virtudes mágicas, lo cierto es que la piedra ocupa un lugar muy interesante en la mitología. Hay una leyenda muy extendida de una piedra voluminosa en cuya cara superior ostenta una inscripción que dice buelta nazak, o buelta amoirasue, o sea; "dadme la vuelta". La creencia de que bajo ella se hallaba un pellejo de buey lleno de oro o idinarru, hizo que alguien le diese la vuelta encontrándose con la sorpresa de que en la cara inferior tenía otra inscripción que decía, bapo nagok (en Zegama), u ontxe naok ondo (en Vergara), o sea, "estoy bien", "ahora estoy bien". Parece una leyenda en cierto modo humorística más que mitológica. Otras veces las piedras asemejan la imagen de la Virgen, Amabirjiñe-arrie y otras se atribuyen a personajes histórico-legendarios como Roldán: Erroldanarrie.

En algunas peñas y peñascos se han solido observar huellas y borrosas impresiones que el pueblo ha atribuido a santos, vírgenes, personajes históricos y legendarios y hasta animales. Así, en el monte Atxolin existe un peñasco que muestra un hueco cuyo contorno asemeja una abarca. Es creencia -como dice Barandiarán, a., quien seguimos-, que lo hizo la Virgen al pisar en aquel lugar. En Oñati en la peña Zapata se ve la huella de una pisada que se suele atribuir a la Virgen de Aránzazu. En Aizkorre en el camino que va de Zegama a Aránzazu, hay una fuente que suelen llamar de Ama Birjiñen itturrie. Se dice que la Virgen bebió agua directamente en la fuente apoyando sus dos manos en el suelo de piedra caliza. Pues bien, ahí quedaron marcados dos hoyos a modo de cazoletas con marcas de los dedos. Del mismo modo la Virgen dejó una huella de pisada en Amezqueta en la piedra de Igone. Otras huellas se han hallado en Igaratza (Aralar guipuzcoano) y en otros lugares diversos. También se señalan huellas de animales, bien aisladas, o asociadas a huellas humanas. En Zarautz, en el término Itegi, se hallan unas marcas que se consideran las huellas de los pies de la Sagrada Familia y de las herraduras del burro que le acompañaba. Para lo relativo a leyendas de dólmenes, cromlechs, menhires, etc., véase El Mundo en la Mente Popular Vasca, "Colección Auñamendi", n. 12.

  • Caída de la religión primitiva

Al hablar de mitos se ha mencionado a Mari en sus diversas versiones guipuzcoanas como una diosa que, según las leyendas, habitaba en las cuevas de las cimas más altas y con localizaciones guipuzcoanas como Zegama, Ataun, Berastegi, Oiartzun, Azkoitia, etc. Se trataría de una supervivencia de viejas creencias religiosas, de una primitiva mitología religiosa. Pasando a tiempos ya históricos (siglo XII) aparece en boca del viajero francés Aymeric Picaud el nombre de Dios tal como se denominaba en Euskalerria: Urci, Urtzi, que viene a significar "El Celeste" ya que la palabra ortz significa "cielo". Un residuo de este nombre se halla en los nombres del jueves y del viernes, el primero osteguna y el segundo, ortzirala, que vienen a significar, respectivamente, "día del Cielo" y "poder del Celeste". Esta idea de Dios lleva a la personificación. El nombre posterior y que ha prevalecido es el de Jaungoikoa y Jinkoa, que lleva en si un primer componente jaun, "señor", y otro goiko, gain, con clara alusión a las alturas y al clásico cristiano "Altísimo".

La afirmación de Estrabón de que los pueblos vecinos a los celtíberos adoraban a un Dios innominado durante las noches de plenilunio, ha hecho que se atribuya a los vascos un primitivo monoteísmo. El nombre del domingo, igandea (lit. "la subida"), podría relacionarse con la idea del plenilunio. Con los romanos aparecen en las inscripciones lapidarias de las tierras que circundan a Guipúzcoa nombres de dioses que van a interferir las primeras predicaciones cristianas en el país. La leyenda de Kixmi ha sido recogida, como documento oral, por don Manuel de Lecuona en Oyarzun y de boca de José María Portu. La otra versión la recogió D. José Miguel de Barandiarán en Ataun a D. José M.ª de Azurmendi. Esta leyenda nos recuerda a Kixmie, nombre que dan a Jesucristo anunciando su nacimiento. Sobre las primeras predicaciones cristianas no hay noticia expresamente localizada en la vieja Bardulia que es parte de lo que luego viene a ser Guipúzcoa. Se sabe que la evangelización comenzó en tiempos del Bajo Imperio romano aunque la posterior difusión debiera tener una accidentada historia que desconocemos.

BEL