Ethnographes

Garmendia Larrañaga, Juan

Etnógrafo, antropólogo e historiador. Nacido en Tolosa el 12 de julio de 1926 y fallecido el 8 de enero de 2015.

Juan Garmendia Larrañaga es una persona mucho más interesante que la figura que queda reflejada en sus escritos. Y todos aquellos que han echado una ojeada a la larga lista de escritos del tolosarra saben que en esos se pueden encontrar muchas cualidades de la fructífera vida de su creador. Así y todo, la vida de nuestro hombre es mucho más atractiva de lo que nos podríamos imaginar. Surgido en el rico crisol de la vida misma, con una profunda formación, la continua enseñanza del trabajador vasco Juan Garmendia Larrañaga ha dejado muy claro hasta dónde se puede llegar en el campo de investigación trabajando honradamente.

Tolosa ha dado grandes hijos e hijas al ámbito vasco y Juan es un claro reflejo de ello. Además, generoso. De hecho, desde que emprendió con ahínco el trabajo de investigador su aportación ha sido ejemplar, sirviéndose de un peculiar estilo que domina con maestría. No haré lista, ya que es de sobra conocida la relación de las obras completas de Juan Garmendia Larrañaga. Pero, antes de seguir, quisiera hacer hincapié en que todos sus trabajos - aunque sea la más sencilla de las investigaciones- están realizados con sumo cuidado, dándoles a cada uno la importancia que se merece, puesto que Juan tiene muy claro que investigar es una cadena muy larga, donde el detalle más pequeño puede ser el punto de partida para otro descubrimiento.

Juan Garmendia Larrañaga, que hace gala de su ciudadanía tolosarra, nació el 12 de julio de 1926 y ha vivido siempre en su txoko natal. A excepción del año que estudió con los Maristas en Oronoz, Tolosa ha sido su residencia de trabajo, y desde allí ha irradiado sus esfuerzos, llegando a toda Euskal Herria. Ha sabido tomarse su trabajo con calma. Hasta comprobar que el dato era correcto no lo ha pasado nunca a limpio. El concepto de Juan sobre el tiempo no ha sido -¡afortunadamente para los consumidores de sus investigaciones!- semejante al de otros muchos, marcado por la velocidad y prisa tan propios de la segunda mitad del siglo XX. Juan se ha perdido voluntariamente en la cuenca rocosa del Valle de Roncal, en los caseríos más altos de Aramaio, en los campos de trigo de Zalduendo o en los verdes caminos de Bedaio. Por encima del ritmo que podía marcar el reloj, cuando salía a por apuntes para sus estudios la honestidad tenía preferencia sobre el resto de condiciones.

Juan es etnógrafo. Pero no quiere olvidar que también ha trabajado como historiador. En cualquier caso, su trabajo llega fácilmente a todos los que nos identificamos con los antropólogos, folcloristas, lingüistas y, en definitiva, a los que nos identificamos con nuestra cultura. Ha bebido esa doctrina vasca de los más brillantes maestros, y eso, a la fuerza, se le nota a Juan en sus escritos. Firma sus obras con rotundidad. Cuando le hizo falta, Juan Garmendia Larrañaga tuvo junto a él a Jose Miguel Barandiaran, Koldo Mitxelena, Julio Caro Baroja, Jorge Oteiza, es decir a las estrellas más rutilantes de la cultura vasca del siglo XX. Nunca le negaron su ayuda y la razón estriba en la atractiva forma de ser del tolosarra. Los tuvo como maestros...¡y amigos!

Como comentaba anteriormente, Garmendia Larrañaga ha ido formándose durante años. El camino desde los intríngulis del negocio familiar hasta la silla de la universidad nos brinda el retrato de un hombre sabio. Pero, aunque parezca extraño, Juan no se tiene ni como pastor de nadie, ni como oveja de rebaño ajeno. Juan ha labrado sus parcelas investigativas con la ayuda de su propio arado. Ello no quiere decir que menosprecie el trabajo de los demás. No es eso. Pero tiene claro que en investigación y trabajo de equipo no habría conseguido ni la cuarta parte de lo realizado. Juan ha sido investigador individualista, sí, pero ha llegado a la cima por méritos propios.

En 1.998 Tolosa le nombró Hijo Predilecto. En el mismo año la Sociedad de Estudios Vascos y la Caja Laboral le dieron el Premio al Mejor Currículo Científico. La Real Academia de la Lengua Vasca le nombró Académico de Honor. Es miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Y ha recibido otro sinfín de reconocimientos y distinciones, desde que en 1.950 se embarcara en el tren de la investigación en cultura vasca.

Pero por encima de ellos, Juan Garmendia Larrañaga ha recogido otra distinción que no aparece escrito en su largo historial: el agradecimiento de los vascófilos, el de los que leen a gusto sus trabajos, el de los que escuchan sus lecciones magistrales, el de los que a través de las ondas de la radio siguen sus tertulias, el de los que obedeciendo instrucciones de sus profesores de ikastola/instituto/facultad acuden a Juan en busca del dato para sus trabajos, el del desconocido interlocutor que le para en la calle para hacerle alguna extraña pregunta. Si él lo dice así será, y no habrá sido nunca ni pastor ni oveja. Pero estoy seguro de que tiene una legión de seguidores. Muchos, con nombre y apellido. La mayoría, sin duda, anónimos que han enriquecido su bagaje cultural gracias a su generosidad sin límite.