Biographies

Garai, Juan (1528?-1583)

Gobierno de Garay. Fundación de Buenos Aires. "Nada sabemos del tiempo de Osorio, a quien sucedió como teniente general de las provincias del Río de la Plata el capitán Juan de Garay. En sus títulos consta que tomó el mando conforme a un artículo del adelantado Juan Ortiz de Zárate. Por el tiempo que tardó en recibirse desde el infortunio del Gobernador Mendieta, pues no se posesionó hasta el año 1578, es visto que estuvo fuera de Asunción". (Juan Francisco Aguirre, "Discurso histórico"). Era creencia general que después del vergarés Domingo Martínez de Irala, no hubo gobernador más benemérito y más acreedor al reconocimiento de las provincias del Río de la Plata. Promulgó una Ordenanza sobre la cría de caballos y, en octubre del mismo año de 1578, otra Ordenanza sobre la cría de vacas. Siguiendo la pauta marcada por su pariente el adelantado, protegió a los indios haciendo cumplir los mandamientos que regulaban las relaciones con ellos. En 1579 funda las ciudades de Villa Rica del Espíritu Santo y Santiago de Jerez. En este año de 1579 Garay había restablecido la tranquilidad en la "provincia madre" -Paraguay-, indispensable para acometer la gran empresa que le haría famoso, la fundación definitiva de Buenos Aires. La había fundado Don Pedro de Mendoza, primer adelantado del Río de la Plata, en 1536. Pero indefendible y constantemente asediada por los querandíes, hubo de abandonarla a los cinco años. Ocho años más tarde, en 1544, Alvar Núñez de Vaca intentó repoblarla. Felipe de Cáceres, designado gobernador interino y enviado a Asunción por Juan Ortiz de Zárate, mientras confirmaba su título de adelantado en España, lo intentó en 1570 y 1572. La grandiosa y transcendental hazaña estaba reservada al insigne vizcaíno Juan de Garay. La nueva fundación requería medios y poblaciones. Garay mandó pregonar un bando en la Asunción prometiendo mercedes y tierras además de ensalzar las excelencias del lugar. Acudieron a la llamada doscientas familias de guaranís y sesenta y seis colonos. Un importante convoy salía el 9 de marzo de l580 custodiado por un capitán y 39 soldados. La expedición estaba formada por los repobladores y la importante cifra de mil caballos, doscientas vacas y un buen número de ovejas, cerdos, cabras y otros animales. Este convoy viajaba por tierra. Con un mes de diferencia le seguía por el río Panamá una flota de dos bergantines, seis lanchones, tres balsas y la carabela San Cristóbal. Iba mandada por el propio Juan de Garay y sus cuarenta soldados bien provistos de armas; mantenimiento, semillas y una carga adecuada de lo que estimó más imprescindible. Así y todo, a pesar del mes de diferencia, el convoy de tierra no llegó hasta los primeros días de junio en tanto que la flota había llegado al Río de la Plata el 11 de mayo. El 11 de junio de 1580 tenía lugar el memorable hecho de la fundación de la ciudad que llamó de Santísima Trinidad y puerto de Santa María de Buenos Aires en atención a lo privilegiado del lugar. El acto no dejó de revestir cierta solemnidad. Garay plantó el árbol de justicia: "Según se acostumbraba y era obligatorio en tales casos elévose el árbol de justicia o símbolo de la ciudad" (J. R. de Madaria, "Fundación de Buenos Aires", BIAEV, n.° 63, Buenos Aires, 1963). Blandió la espada en las cuatro direcciones dando un tajo a la hierba en señal de posesión. Empezaba una ingente obra, asignación de manzanas-solares, de tierras a los colonos, reparto de indios auxiliares y todo cuanto atañe a un establecimiento agrícola, ganadero y militar de nueva planta, sin olvidar la organización religiosa y municipal. En el árbol de justicia se fijó un bando mediante el que se prohibía so pena de muerte quitarlo, batirlo o mudarlo y se levantó el acta correspondiente, extendida y autorizada por el escribano D. Pedro de Xerez. Y se encabezaba en el nombre de la Santísima Trinidad por ser la semana de esta fiesta. Se fundó definitivamente la que sería con el tiempo gran ciudad de Buenos Aires, en un terreno más meridional que el elegido por Mendoza. Entre los fundadores hallábanse también los franciscanos P. Antonio Picón y el P. Juan de Rivadeneira, quien de parte de Garay llevó el acta de fundación a Felipe II. Las leyes de Indias disponían que para fundar una ciudad eran necesarios por lo menos treinta vecinos. Juan de Garay fundó Buenos Aires con sesenta y seis. Las Ordenanzas de Poblaciones mandaban que cada poblador debía concurrir con "diez vacas de vientre, cuatro o dos bueyes y dos novillos, una yegua de vientre, una puerca de vientre, veinte ovejas de Castilla y seis gallinas y un gallo". Garay, en su documento del 17 de octubre de 1580, recalcaba que la gente de la fundación había concurrido "con sus armas , caballos y ganados, a su costa con mucho riesgo". Los dos primeros alcaldes ordinarios fueron Rodrigo Ortiz de Zárate, guarda de damas de S. M. y alguacil de su homónimo el adelantado, y D. Gonzalo Martel de Guzmán, sevillano. La ceremonia de fundación se celebró en el lugar de la Plaza Mayor. Garay dio a cada manzana cincuenta y un varas cuadradas. Repartió solares entre los fundadores y destinó terrenos para edificar la catedral, el Cabildo -Ayuntamiento-, un hospital y conventos de dominicos y franciscanos. Además dio a los pobladores los caballos salvajes de la Pampa. Garay, además de sus tres hijas, tuvo un hijo natural llamado "El Mozo", que figuró en la fundación de Buenos Aires y fue más tarde General y Teniente General de Santa Fe, donde falleció. Poseía una manzana entera y otra de cuarto junto a la media manzana de su padre, en la recién fundada ciudad. Arrasada medio siglo antes por los querandies, quedaba ahora bajo la misma amenaza. El jefe indio Tububá aprestaba a un asalto a la novisima Buenos Aires, pero un prisionero suyo, Cristóbal de Altamirano, avisó a Garay mediante una estratagema que salió bien. Escribió con carbón un mensaje y lo metió en una calabaza hueca que dejó deslizarse por el río. Los pescadores de la orilla la vieron y recogieron avisando de inmediato a Juan de Garay. El ataque de Tububá no se hizo esperar; llegó con sus guerreros hasta los muros lanzando gran número de flechas incendiarias. El incendio prendió en el poblado pero Garay hizo una terrible salida dando una carga de caballería que nadie sabe como habría terminado si Juan Fernández de Enciso no acertara a matar de un sablazo al propio jefe Tububá.