Villes

FITERO

Sobre un terreno plano de entramado regular, se asienta la localidad de Fitero. La villa posee restos de poblamiento desde época prehistórica, de los que se conservan varios útiles extraídos en sucesivas excavaciones, así como cerámicas celtibéricas de los siglos II-III antes de Cristo, depositadas en el Museo de Navarra. Todavía se pueden apreciar frente al balneario, los restos de lo que durante la Edad Media fue su Castillo Medieval. Entre los elementos de arquitectura civil que hay en Fitero, destacan el Balneario construido en el siglo XVII. Su emplazamiento se encuentra sobre las aguas termales de un antiguo manantial, disfrutado desde época romana. Del mismo modo, se conservan restos del torreón musulmán de la Atalaya y existió en la villa un antiguo castillo de la misma civilización, del que en la actualidad no queda prácticamente resto alguno. La riqueza arquitectónica de Fitero reside en sus edificios religiosos, entre los que destacan, la Parroquia de Santa María la Real y el Monasterio de Santa Clara. La Parroquia de Santa María la Real, perteneció en la Edad Media, a un Monasterio cisterciense, reputado como el más antiguo de la orden en la Península ibérica y que daría lugar en su origen a lo que hoy es la villa de Fitero. Actualmente, el conjunto se ubica en la parte inferior del trazado urbanístico de la localidad. Su construcción data de la segunda mitad del siglo XII, siendo algo más antigua la zona de la cabecera. Dentro de los cánones de la orden del Císter, su arquitectura se asemeja a la de las abadías francesas medievales de la misma época. De esta manera, el templo posee una planta de cruz latina con tres naves, siendo la central la de mayor altura. El crucero de la nave se halla dividido en siete tramos y la cabecera está resuelta en forma de girola, a modo de trazado geométrico en el que hay fijadas cinco capillas en forma de semicírculo. La estructura de las naves responde al modelo cisterciense, sobre arcos de medio punto que sostienen, a través de unos robustos contrafuertes en forma de pilastras cruciformes, el peso de las bóvedas. Dicha cubierta, se resuelve a la vez a modo de bóveda de crucería realizada sobre robustos arcos fajones, que permiten dar esbeltez y altura a la nave central de la iglesia. Concluida su construcción original y pasado el periodo medieval, el conjunto ha ido sufriendo numerosas reformas y ampliaciones. Así, durante el Renacimiento y en concreto durante el siglo XVI, se sustituyen las bóvedas de crucería originales correspondientes a tres tramos de la zona de la cabecera, por otras en forma de estrella de estilo gótico - renacentista. Las obras de ejecución de la sacristía del templo, se llevaron a cabo a finales de la misma centuria. Reformada en el siglo XVIII, se trataba originalmente de un espacio rectangular dividido en triple tramo, con tres bóvedas de medio cañón decoradas mediante lunetos y capillas de medio punto. Otra ampliación a la estructura original del edificio, se realizó en época barroca, en concreto entre 1732 y 1736. Se trata de lo que hoy es la Capilla de la Virgen de Barda, con planta dividida en dos cuadriláteros sobre los que se alzan en uno de ellos una bóveda de medio cañón y en el otro una cúpula de no gran tamaño, con tambor y linterna. El resultado externo, se trata de un conjunto realizado en aparejo de piedra de sillería. Destacan los robustos contrafuertes que resuelven la altura interior y entre los mismos, se alojan vanos de medio punto decorados con tracería de baquetones. Preside la fachada principal una portada románica de finales del siglo XII; cuenta con un pórtico sobre arco de medio punto dividido en una serie de arquivoltas baquetonadas. Dichas arquivoltas se alzan sobre columnillas de fuste liso y ocho capiteles decorados con motivos de tracería fitomorfa, así como zoomorfa. Otro de los elementos estructurales más importantes de la iglesia es su claustro. Se trata de una construcción plateresca del siglo XVI, que comunica con la Iglesia por el lado de la Epístola. Su forma es cuadrada, con una galería de arcos ligeramente apuntados y con una cubierta a modo de bóvedas estrelladas. Destacan en el claustro los motivos ornamentales de sus capiteles y columnas, basados en temas narrativos antropomorfos, así como zoomorfos. Entre otros elementos que conservan mejor su sabor medieval, es de reseñar la Sala capitular. Muy similar a la del monasterio de la Oliva, se erige una dependencia de planta cuadrada con una cubierta realizada por bóveda de crucería, sobre las nueve partes en que está dividida. Sostienen el conjunto de la estancia columnas exentas centrales y otras adosadas a los muros. Los capiteles de las mismas, se encuentran decorados de muy diversas maneras, tales como motivos acanalados, vegetales y de tipología mozárabe. Otra de las dependencias medievales es uno de los refectorios de los que consta el conjunto. Se trata de una sencilla construcción con aparejo en piedra de sillería que pertenece al siglo XIII y se encuentra ubicada en la zona sur del claustro. Destaca también en el conjunto debido a su aparatosidad, una torre en ladrillo de estilo manierista del siglo XVII localizada en el lado izquierdo de la Epístola. Sus tres cuerpos cúbicos le otorgan gran altura y verticalidad, que contrasta con la trama horizontal general del conjunto. Durante el transcurso de los siglos XVI al XVIII se fueron añadiendo diferentes edificios alrededor de la zona del claustro. Destacan entre ellos: una escalera de finales del siglo XVI, que comunica con la zona del Coto, que consta de dos partes al amparo de una bóveda estrellada decorada con motivos en yeso; la librería, del siglo XVII, formada por una planta rectangular sobre la que se alza una bóveda de medio cañón en la que se hace una incursión decorativa por medio de lunetos; el palacio abacial, situado paralelamente al refectorio de la Edad Media y correspondiente al último tercio del siglo XVI. Ubicado al oeste del conjunto, se encuentra un patio de finales del siglo XVI de grandes dimensiones en el que en su piso superior, se aloja una gran galería con una bóveda con linterna sobre tambor octogonal. El ajuar de la Parroquia de Santa María la Real es rico y variado, compuesto sobre todo por retablos del siglo XVII y XVIII. En la zona del Presbiterio se aloja el retablo Mayor. De traza manierista, fue diseñado en el año de 1583 por el arquitecto Diego Sánchez y decorado por el escultor Antón de Zárraga. En cuanto a sus características, dentro del orden gigante, el retablo se divide en un banco de estilo dórico, para pasar posteriormente a la decoración jónica y corintia en las tres calles en las que queda dividido el cuerpo. Preside el conjunto una imagen de la Virgen de la Asunción de estilo romanista. El resto de alardes decorativos, corresponden a pinturas religiosas de distinto género realizadas por Roland de Mois a partir de 1590. Otros retablos del siglo XVII, son el de la Purísima, el retablo del Cristo de la Guía, cuya talla central se debe al gran escultor romanista estellés Bernabé Imberto, el retablo de San Ignacio de Antioquía, el retablo de la Virgen de la Barda y el de San Benito. Todos ellos se albergan en la zona del crucero de la parroquia y comparten estilo manierista en su traza, con un banco de estilo dórico, y dentro ya del orden gigante, un cuerpo en el que se suceden el resto de los estilos o bien se ornamentan mediante columnas entorchadas de capiteles compuestos. Un último retablo se ubica en la misma zona, pero correspondiente ya a finales del XVII, de estilo barroco. Se trata del conjunto de la Virgen del Rosario, decorado en parte con tracería manierista pero ya con columnas de estilo salomónico en su cuerpo. En la zona de la Epístola, se alojan varios retablos de menor tamaño correspondientes a los siglos XVII y XVIII. Destaca entre ellos, el dedicado a San Raimundo de Fitero dentro de un orden barroco de la primera mitad del siglo XVIII. Su estructura estaría configurada por banco, sotobanco y cuerpo dividido en tres calles decoradas con columnas churriguerescas formadas por querubines y guirnaldas. Se ubican también en esta zona de la Epístola, el retablo de San Miguel, de traza manierista de inicios del siglo XVII, el retablo de San Bernardo de estilo también manierista compuesto y rematado por un frontón curvo abierto, los dedicados a San José y San Ildefonso, que son de pequeño tamaño perteneciente a un estilo barroco con estructura salomónica en el cuerpo y excesiva decoración a modo de guirnaldas. Dentro del conjunto, entre otras dependencias destaca la colección de pinturas de los siglos XVI y XVII, que posee la Sacristía. Entre todas ellas sobresale una pintura sobre tela, correspondiente a finales del siglo XVI y cuyo motivo temático es el Nacimiento de Cristo. Se aprecia de forma clara el estilo o la influencia italiana de su pintor, de inspiración rafaelesca. Rica también es la colección de prendas litúrgicas que se guardan en la sacristía. Existen capas y casullas de los siglos XVI y XVII, con bordados propios de la época que reflejan diferentes escenas de la vida de Cristo. En otra dependencia destaca la sillería del coro, correspondiente a principios del siglo XVII; esta formada por setenta y nueve sillas insertadas entre motivos de decoración jónica y compuesta. Sobresalen de forma especial, algunos de los ricos motivos de orfebrería que posee el Monasterio de Santa María la Real; son muy numerosos los útiles en oro y plata, pero destacan entre otros, un cáliz renacentista de plata del siglo XVI, una naveta de concha y plata de la segunda mitad de la misma centuria, así como otros de los siglos XVII, XVIII y XIX. Existen también cuatro coronas de plata de diferente época, siendo la más antigua la correspondiente al siglo XVI. De los siglos XVII, XVIII e incluso XIX, hay una gran variedad de piezas entre las que destacan navetas de plata, ostensorios de bronce, relicarios de plata así como vinajeras y cofres del mismo material. La joya de este conjunto de orfebrería la compone una pieza de inicios del siglo XIII, de hacia 1200, correspondiente a una arqueta eucarística decorada con cobre esmaltado. De formato cuadrado, sus motivos iconográficos reflejan fielmente el estilo románico. Aparecen reflejados en cada uno de sus cuatro costado, Dios Padre, Cristo Crucificado y dos ángeles con un trazado antinatural en cuanto a sus formas que realzan aun más su belleza; atribuido tradicionalmente a taller lemosino, autores modernos se inclinan por un taller cercano al estilo del de Silos. Mención especialísima merece la conocida como "arqueta de Fitero". Se trata de una pieza de marfil, obra califal cordobesa fechada en Medina Azahra en 355 de la Hégira (año 966 de Cristo), debida al maestro Halaf. Se conservan también, otras arquetas de madera decoradas con marfil de los siglos XI y XII con motivos decorativos geométricos así como del Tretamorfos, fieles a la rigidez y arcaísmo humanizado del románico. Santa María La Real cuenta con un órgano, construido entre 1657 y 1660, declarado en Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Navarra en 2001. En segundo orden de importancia dentro de arte sacro, en Fitero se encuentra el Monasterio de Santa Clara. El edificio del mismo, carece de gran valor arquitectónico, ya que corresponde a una casa de aspecto señorial del siglo XIX, que nada tiene que ver con la estructura conventual de los monasterios de las clarisas. Por lo tanto, su riqueza reside en la ornamentación interna que alberga, pertenecientes a la orden desde el siglo XIII. En la zona del Presbiterio, se encuentra localizado el Retablo Mayor procedente de la iglesia que poseía la orden en Calatayud. De trazado manierista, destaca por estar estructurado por un orden gigante, rematado por un frontón curvo en la parte central. La decoración la completan querubines y capiteles compuestos en las columnas. Preside el retablo una imagen del siglo XVIII, correspondiente a la Inmaculada Concepción. En la zona de la Epístola, se encuentran ubicados dos retablos dedicados al Sagrado Corazón y a la Virgen del Pilar respectivamente. El primero de ellos reutiliza restos de otros retablos de los siglos XVII y XVIII, mientras que el segundo, aprovecha también restos de otros retablos del siglo XVII. Está formado sin embargo, por un solo cuerpo de decoración jónica al que se unen diferentes relieves sagrados del siglo XVII, entre los que destaca la imagen titular del retablo dedicada a la virgen del Pilar, perteneciente a un estilo romanista de inicios del siglo XVII. Destacan los diferentes lienzos y esculturas de los siglos XVII y XVIII que se reparten por otras dependencias de convento. Como pieza de mayor interés, en el coro bajo se aloja un Cristo crucificado de estilo gótico del siglo XIII, que refleja en sus facciones motivos de fractura románica. Además de otras piezas dedicadas a figuras de santos de los siglos XVII, XVIII y XIX, sobresalen los motivos orfebres que posee el conjunto conventual, tales como cálices de plata del siglo XVI, con ornamentación de estilo gótico plateresca en sus lóbulos. También se conservan un copón de plata del siglo XVII, relicarios de la misma centuria y aguamaniles de plata del siglo XIX.