Concept

Fiestas Patronales

Las fiestas correspondientes al ciclo anual presentan una serie de celebraciones fijas (señaladas por una fecha concreta) que dependen del proceso solar y otro conjunto de festividades variables (caracterizadas por carecer de fecha determinada en nuestro calendario) que se establecen, anualmente, en base a la luna llena de Pascua de Resurrección, cuya variabilidad oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Jornadas festivas anuales que en general, se encuentran distribuidas en torno a los siguientes períodos o ciclos:

Así el tiempo de Navidad se asocia al momento más frío del invierno, con sus intensas nieves y lluvias. Época de labores domésticas o agrícolas sedentarias, donde las veladas caseras tienen un importante papel. Periodo dedicado a festejar el nacimiento de Jesús y el inicio de un nuevo año, mediante una especie de alegría atenuada por el contexto religioso.

El periodo de Carnaval viene señalado por las nevadas y el frío invernal, estableciendo el final de la siembra que fue iniciada en noviembre. Tiempo sujeto a la variabilidad anual, en función de la luna pascual y donde los actos festivos manifiestan un jolgorio inusitado.

También sujeta a dicha variabilidad anual, el período de Cuaresma se compone de cuarenta días (desde el Miércoles de Ceniza al Lunes Santo) o siete semanas (empezando la semana de Carnaval y terminando con la Semana Santa). Cerca de los últimos rigores del invierno y los primeros días primaverales, señala el inicio del cuidado de los campos. Se caracteriza por ser un tiempo de ayuno y vigilia, oración y recogimiento festivo.

El conjunto de celebraciones religiosas del ciclo de Semana Santa, enmarca la luna pascual (según creencia popular, la muerte de Cristo coincidió con esta luna llena) que rige las fiestas variables del año. Periodo jalonado de devotas procesiones o representaciones vivientes de la Pasión, "Vía Crucis" u otros oficios religiosos.

Con el final de las labores de escarda, limpieza y vigilancia de los cultivos se inicia el tiempo festivo de Mayo, caracterizado por los abundantes símbolos vegetales, las rogativas o romerías a ciertas ermitas situadas en altozanos y la bendición de agua y campos. Abril y sobre todo, Mayo están asociados al renacer primaveral de la naturaleza y personalizado por la Virgen María, periodo que marca el momento para la subida de pastores y rebaños a los pastos altos de verano.

Junio da comienzo al tiempo de recolección de frutos o cosechas y siega de la hierba. Alegre y devoto tiempo festivo del Corpus, como fecha sobresaliente del ciclo, que viene marcado por las solemnes procesiones en honor al Santísimo Sacramento (imagen de Dios como el sol naciente) y las múltiples romerías propias de la época.

Asociado al solsticio de verano y a las faenas campestres o pesqueras, propias del mes de junio, el espacio entre San Juan y San Pedro se presenta rico en aspectos rituales y simbólicos (hogueras, conjuros, enramadas, etc.) que dan comienzo a las innumerables fiestas patronales en los pueblos.

Las fiestas patronales se suceden a través de todo el verano y una pequeña parte del otoño. La celebración de San Miguel (29 de setiembre) señala su final y determina la bajada de pastores y rebaños a los pastos de invierno. Todas estas fiestas del estío, en su celebración y desarrollo, se suelen regir (salvando las diferencias contextuales), por un esquema común y fijo.

Por último, el ciclo festivo de otoño cobija en su seno el paso a un nuevo año agrícola. Finalizada en octubre la recolección de frutos y cosechas, se reinician en noviembre las labores de siembra y abonado. Se realizan, así mismo, las faenas de carácter doméstico de acopio o almacenaje (avellanas, manzanas, nueces, maíz, castañas, hojas y paja, etc.) para soportar el duro invierno, se inicia la regular celebración de ferias y mercados (agrícolas y ganaderos) y comienza el dominio del frío invierno o el predominio de la noche. Época festiva de carácter variopinto en sus celebraciones y actos correspondientes, donde podemos destacar el culto a los difuntos por Todos los Santos, la clásica matanza del cerdo hacía la fiesta de San Martín o la popular festividad escolar de San Nicolás de Bari.

Como es sabido, en base a un inicial calendario lunar (sometido a las fases de la luna) se fue forjando el actual calendario judío-cristiano (materializado sobre la implantación del año juliano) que esta marcado por su carácter solar. Que va a dar inicio a la sustitución de diversas y popularizadas festividades variables (dedicadas a celebraciones naturistas o a numenes gentiles) por otras concretas o fijas (propias del santoral cristiano). Dicho proceso de transformación no se hizo de la noche a la mañana, ya que su implantación fue paulatina y no exenta de dificultades o de férrea oposición. Por todo ello, algunas fiestas presentan en sus actos festivos mestizajes o estratificaciones y conservan aspectos de creencias anteriores a la cristiandad.

Si nos fijamos en la variabilidad anual del actual calendario, podemos observar que la implantación de las festividades queda regulada por la primera luna llena de Primavera, fijando la Pascua de Resurrección. Aspecto que fue establecido por acuerdo en el concilio de Nicea del año 365.

De este modo y si analizamos los intervalos, se puede ver que si desde el Domingo de Ramos contamos 40 días, nos coincidirá con el Miércoles de Ceniza y dicha cuarentena enmarca el tiempo de Cuaresma. En las fechas previas a su inicio, se establece el periodo de Carnavales (compuesto, básicamente, por el domingo de sexagésima, Jueves Gordo o Lardero, Domingo, Lunes y Martes de Carnaval). El Domingo de Ramos da pasó a la Semana Santa. Y si volvemos a contar 40 días desde el Domingo de Resurrección nos situaremos en el Jueves de La Ascensión, situado cerca de la liturgia de Pascua de Pentecostés.

Por otro lado, dentro del conjunto de festividades locales se pueden diferenciar las denominadas fiestas mayores (San Juan, Corpus Christi, Patronales, etc.) que son celebraciones de carácter supralocal o generales y de gran importancia en las distintas liturgias cristianas. En oposición a las conocidas fiestas menores o conmemoraciones localistas puntuales dedicadas a devociones populares (santoral, apariciones marianas, milagros, rogativas, etc.) en altozanos o barriadas.

El espectro festivo se completaría con una serie de periodos festivos ya indicados (Navidades, Carnavales, Cuaresma, Semana Santa, etc.) y con características estructurales similares pero con actos particulares o propios de su tiempo festivo. Terminando con las celebraciones por motivo de visitas de personas notables, conmemoraciones diversas (batallas, fundaciones, alardes, etc.) y a nivel familiar o vecinal, los diferentes rituales de paso (bautizos, bodas, entierros, etc.).

Una vez encuadradas las fiestas patronales, podemos definirlas como fiestas locales que por su particular significado para la colectividad, tienen un carácter de festejo mayor que aglutina al núcleo local y prevalece sobre las diversas fiestas particulares de las barriadas (diseminadas o no) que componen el municipio. Como se ha dicho, suelen situarse en torno al período estival y acto seguido de la recolección de la cosecha, símbolo de tiempo de bonanza o abundancia. Y, en ellas, se refleja la estructuración social de la comunidad local o sus relaciones.

Además, a lo largo de la historia e incluso, año tras año, van variando en su sentido y contenido en función de los gustos imperantes en la época o las iniciativas populares. Pero a pesar de ello, se puede deducir un esquema general de las fiestas patronales tanto en su duración o estructuración festiva como en los contenidos de las actividades. Hoy día, debido a la influencia de la globalización estos postulados se ven supeditados, en gran medida, al uniformador mercado del ocio.

En fechas previas, los organizadores establecían los actos, contrataciones y previsión de gastos. Generalmente, este papel era asumido tradicionalmente por los grupos de juventud (muchas veces asociados en grupos de mocedad). Ya en la víspera, algunos representantes juveniles salían a recibir a los músicos foráneos contratados para fiestas (acompañándoles en sus recorridos, alojándolos o contribuyendo a su manutención) o transportaran los pellejos de vino u otro tipo de bebida. Mientras el resto de componentes, previamente, se encargaban de diferentes elementos estructurales (adornos, bebida, recolección de viandas, iluminación, últimos ensayos, visita a los notables, etc.).

El volteo de campanas, los primeros acordes musicales y el sonido de la pólvora (tiros o cohetes) o los primeros oficios religiosos en la iglesia señalaban el instante del inicio festivo en la víspera del santo patrón. En ocasiones, se realizaban rondas musicales por las casas locales, la organización del primer baile público, la colocación de símbolos festivos o la reunión preliminar para concretar los últimos detalles festivos y organizativos.

La principal jornada festiva patronal, se iniciaba con una la clásica misa temprana destinada a las mujeres (dueñas o criadas) responsables de la elaboración de la comida del mediodía. Se ha de tener en cuenta que con motivo de las fiestas patronales, muchos familiares venidos de fuera se hospedaban y comían en la casa de residentes en el pueblo. Luego, en sus fiestas patronales, aquellos y de forma reciproca solían devolver la invitación. La misa mayor concentraba a las autoridades municipales, parroquiales, notables, habitantes y visitantes en general, todos con sus mejores galas. Misa cantada, predicador, música de órgano o coro y a veces, se organizaba solemne procesión.

Al finalizar la misa, la corporación municipal, con su alcalde a la cabeza, acostumbraban a realizar un acto o audiencia jurisdiccional para dirimir sobre algunos pleitos o litigios. Seguidamente, se solía organizar en la plaza una serie de estructuradas danzas rituales o formales danzas sociales (al aparecer las bandas municipales se sustituyeron por sendas romerías o bailes públicos). También se daban apuestas o desafíos (entre personas o bien con animales), improvisaciones a cargo de "bertsolaris" y otra serie de variados actos (juegos populares o competiciones, audiciones de música, encuentros vecinales, etc.).

Retirándose para comer y según hemos indicado, las familias contaban con un nutrido número de invitados en sus casas y por lo tanto, la comida o banquete festivo era abundante y copioso. Principalmente, debido a la costumbre de reciprocidad en las invitaciones familiares. A la hora de la sobremesa, solía ser habitual la visita de los músicos que venían tocando en honor de las familias (formándose en cada casa esporádicos bailes, cantos o audiciones musicales) a cambio de una invitación o refrigerio y unas monedas.

Ya por la tarde, por lo general después del oficio religioso, se iniciaba el anhelado baile público donde los jóvenes establecían sus relaciones y los adultos ejercían su control social. Bailes que finalizaban al oscurecer o al toque de oraciones, momento en que todo el mundo se encaminaba a sus respectivas casas. Por lo común, eran muy raras las actividades festivas nocturnas, salvo rondas juveniles o rituales especiales.

El segundo día de fiestas no variaba gran cosa, tanto en su estructuración como en la secuencia de los actos festivos, de la celebración del día principal o del santo patrón. Tradicionalmente, ha sido un día dedicado a los casados y donde se tenía un recuerdo especial para los difuntos, estableciéndose ciertas actividades que dan un carácter peculiar a dicha jornada. De este modo, en dicho día, el protagonismo solía recaer en las personas de ambos sexos de dicho estado y categoría de edad que eran los casados. Pues ellos, poseían el privilegio de iniciar los bailes sociales (dirigidos por hombres o por mujeres) y su peso social se manifestaba en ciertos actos característicos de ese día (comidas, procesiones, invitaciones, etc.). Así también, encontramos la celebración de una misa de ánimas, un recuerdo especial en los oficios religiosos del día y una especial colecta para las almas de los difuntos. Finalmente, debemos destacar su denominación singular en base al nombre diminutivo del patrón o patrona (Antontxu, Roketxu, Lontxo, etc.) o también conocido como día de los casados o de ánimas.

La llamada octava o repetición de la fiesta se sitúa en el fin de semana siguiente (anteriormente, se ceñía a toda la semana o a otros tres días seguidos de festejos), presentando la misma cadencia estructural y semejanzas en sus actividades, pero con un nivel de solemnidad menos marcado. En algunas ocasiones, se le daba el nombre en diminutivo al segundo día de repetición. El colofón festivo lo establecía la música contratada y la corporación local, con un recorrido final al espacio festivo, la actuación más intimista de las mujeres casadas con sus bailes sociales o danzas rituales a modo de colofón y la retirada generalizada de la gente a sus casas. Donde había asociaciones festivas de juventud, al de quince días celebraban una reunión para hacer un balance económico y cerrar el ejercicio festivo.

Como es apreciable, son muchos los elementos festivos que con el paso del tiempo se han ido estratificando en torno a las fiestas patronales, modificando e incluso desapareciendo. Lo que determina que la dinámica de las fiestas patronales es un motor vivo y que además, permite la adaptación del hecho festivo a la realidad circundante del momento o al gusto de sus protagonistas. De este modo y como ejemplo ilustrativo, podemos indicar que la presencia de gigantes y cabezudos (propios de las ceremoniales procesiones del Corpus o de los recorridos carnavalescos) son elementos novedosos en el seno de las fiestas patronales, junto a los muñecos simbólicos de las actuales fiestas. Es decir, son adaptaciones de elementos trasladados o adaptados de otras celebraciones del calendario festivo que de otra manera, hubiesen desaparecido.