Ingénieurs

Echanove y Echanove, Francisco Antonio

Ingeniero y agrónomo gasteiztarra. Vitoria, 1797 - Burgos, 3-06-1895.

Descendiente de una familia en la que predominaron ingenieros (con actuaciones en el País Vasco y en el norte de Castilla), su vida fue, en ciertos aspectos, continuación de la de su padre, el ingeniero Manuel de Echánove. Estudió en el Real Seminario de Nobles de Vergara probablemente entre 1811 y 1816.

En 1820, ingresó en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos y Canales de Madrid, coincidiendo con el restablecimiento de este Cuerpo, ese mismo año. Una vez finalizados sus estudios, trabajó como Director de la llamada "Labranza experimental de ensayos" para la mejora y fomento de la industria de las viejas ferrerías, que la Diputación de Bizkaia había creado en su Señorío. Por entonces, en 1829, el sector ya se encontraba en crisis, toda vez que no había afrontado la renovación técnica en los modos de producir el hierro. La Diputación se planteó la posibilidad de si se podrían importar de Europa esas técnicas modernas (como los altos hornos y el carbón mineral) y patrocinó una "Comisión de mejoras en la elaboración del hierro". A esa comisión se sumó Echánove.

No es posible apreciar la importancia de su participación sin traer antes a colación su memoria final, titulada Informe sobre modificaciones en las forjas para mejorar la fabricación del hierro, que fue impreso por la Junta de Gernika en 1830. Cuando Echánove inició sus ensayos en las ferrerías de Anunzibay y Bedia, emprendió un viaje por Francia e Italia que le llevaría a conocer numerosas instalaciones fabriles y agrícolas, siendo su objetivo la técnica siderúrgica. Importantes en este sentido fueron sus visitas a las fundiciones de hierro de Foix y Toulouse, que le permitieron observar los mayores rendimientos de la metalurgia francesa, aunque ésta seguía usando carbón vegetal, a la vieja usanza. La técnica gala implicaba la mejora en rendimiento, que Echánove adaptó en su informe al caso vizcaíno (también cambió su organización fabril, que consideraba "anacrónica"); ahora bien, no implicaba la renovación del sistema de fabricación de hierro, al estilo del sistema inglés (carbón mineral y alto horno), que tanto éxito tendría. En cualquier caso, se hacía así patente que el conocimiento de los métodos europeos era fundamental para comprender las causas del atraso de las ferrerías vascas (por cierto, los cambios "a la inglesa" no se introdujeron en el País Vasco hasta mediados del XIX).

En marzo de 1833, el joven Echánove abandonó el País Vasco y la siderurgia, iniciando la etapa castellana que le permitiría dedicarse a su mayor vocación, la explotación agrícola. Aceptó el cargo de director del proyecto de desagüe de la laguna de la Nava de Campos (Palencia), que mantuvo hasta 1839, habiendo sufrido entre tanto numerosos contratiempos (las obras fueron encomendadas a reclusos). Al final, no logró superar las trabas burocráticas ni la oposición de los labradores de la región, y el proyecto inicial de desecar la laguna para explotar su terreno una vez saneado, fue desechado. En 1837 le sedujo la idea de establecer su primera explotación agrícola, la idea de construir una fábrica de harinas aprovechando el salto de una de las esclusas del Canal, en Dueñas; que funcionase mediante el sistema llamado americano, con el que la limpia, molienda y cernido se hacían mediante maquinaria movida por ruedas hidráulicas o fuerza de vapor. Se podía hablar de "importación de sistema tecnológico", sin duda, y de hecho se trató de la primera fábrica de su género establecida en Castilla, movida por agua.

En los dominios de la industria y obras públicas, Echánove fue a menudo requerido por sus contrastados conocimientos sobre mantenimiento de caminos y construcción de vías férreas. Cuando tenía poco más de cuarenta años, redactó informes, que alcanzaron gran eco: en 1841, proyectó un Reglamento para el servicio de camineros en la conservación de caminos, desde su nuevo cargo en Burgos, en el que introducía los adelantos que observó en Francia; mostrando una gran sabiduría y a petición del Ayuntamiento de Vitoria, en 1852 diseñó la línea del Ferrocarril del Norte, concedida su construcción a una empresa bilbaína para el tramo Ebro-Bidasoa, que resultase más conveniente desde el punto de vista económico y de ejecución.

A pesar del éxito de sus asesoramientos viales e industriales, las obras públicas no colmaron las ambiciones de Echánove y en 1855 abandonó voluntariamente su puesto en el Cuerpo de Ingenieros. Detrás de este hecho se encuentra el interés de Echánove en dedicarse de lleno a sus aficiones agrónomas y en renunciar a la vida funcionarial de Madrid por el mundo rural de Palencia y Burgos. Y es que Echánove montó una "Granja del Pasatiempo" para experimentos de cultivos (en el antiguo Monasterio Benedictino de San Isidro de Dueñas), y contribuyó notablemente a divulgar la ciencia agrónoma, aunque en honor a la verdad apenas pudo aportar ideas originales ni pudo realizar investigación; es decir, carecía de una formación agrónoma. Los varios folletos sobre agricultura que publicó por entonces tenían títulos como Memoria sobre el cultivo de la remolacha (1859) y Medios prácticos para la fabricación de vinos tintos y claretes (1865); pero si bien es cierto que alude al carácter industrial del azúcar y la uva, prescinde de esa aplicación, centrándose en cambio en aspectos relacionados con el cultivo --terrenos, labores, semillas, almacenaje, épocas y métodos de siembra, etc.

Hasta el final de sus días, persiguió Echánove con entusiasmo los aspectos sociales y humanos de la agronomía, ya fuera mediante el saneamiento de pantanos, o la introducción de cultivos racionales. El éxito, sin embargo, pocas veces le acompañó, tal vez por lo innovador y audaz de muchas de sus empresas. Murió en Burgos en 1895, cuando ya pensaba cómo celebrar el centenario.