Peintres

Díaz Olano, Ignacio

El progresivo ensimismamiento de Ignacio Díaz Olano en su hábitat natural, rodeado por sus paisanos y vecinos, donde se identifica y le identifican fácilmente, tendrá el correspondiente refrendo en su arte. El grueso de su producción estará constituido por óleos de asuntos populares, costumbristas, retratos, paisajes y temas de flores y bodegones, sufriendo apenas escasas variaciones en cuanto a géneros pictóricos se refiere. Algún ocasional encargo de naturaleza religiosa o de matiz alegórico, a lo más. En su generalidad, son motivos, asuntos y escenas que extrae obviamente de su entorno, en los que manifiesta excepcionales dotes de observador.

Un repertorio formal y plástico de sólida consistencia dibujística -el dibujo vertebra la base primera de su instrucción-, en pocas ocasiones pierde la línea de contorno, entrando paulatinamente la luz, y con la luz el color, a formar parte de la realidad de sus composiciones. Trabajos de factura cada vez más pictoricista a partir, sobre todo, de su estancia formativa en Italia (1894-1896 y ¿1898?). Etapa que marca un antes y un después en su discurrir como artista-pintor.

Un estilo marcado en su origen por el respeto a la precisión del trazo, aviniéndose a la observación directa de la vida, a esa realidad que le circunda y en la que encuentra sus fuentes de inspiración. Un estilo que gradualmente irá en pos de la inmediatez de la imagen surgiendo entonces en su pintura la mancha luminosa y el destello cromático. Resolución técnica a la par que temperamental que le aboca a "transfigurar la realidad sin desfigurarla", ejecutando unas obras adscritas o próximas al impresionismo naturalista.

Como resultado de esta mecánica aglutinadora, más bien sincrética, derivará Díaz Olano hacia una cierta ambivalencia estilística. Ambivalencia o eclecticismo que orienta su producción de forma indistinta y simultáneamente en el tiempo hacia unas elaboraciones transidas de clasicismo o, por el contrario, hacia unas impresiones, ya muy perceptivas, intuitivas, que entroncan con unos derroteros de tímida modernidad. Asemejándose entonces, grosso modo, el término modernidad con el concepto impresionista.