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CONSULADO

Aparte varias otras acepciones, en cuya elucidación no tenemos por qué entrar aquí, el término consulado cobra una significación peculiar y bien diferenciada en la historia mercantil del Occidente europeo a partir de la Alta Edad Media.

Como consecuencia de las nuevas rutas abiertas al tráfico comercial a raíz de las Cruzadas, comenzaron los mercaderes occidentales (principalmente italianos) a establecerse en diversos puntos neurálgicos del Oriente. Pronto se convenció toda esta gente que trajinaba por los anchos caminos de la mar de la necesidad de agruparse para una mejor defensa de sus intereses económicos. Mercaderes y navegantes, pues, unidos, empezaron a asociarse en colegios, corporaciones o universidades, que andando el tiempo se llamaron consulados y obtuvieron el derecho de regular por si sus intereses.

Solían estar regidos por uno o más cónsules -de ahí el nombre de consulado- con atribuciones que podían ser semestrales o anuales, y, respaldados por un consejo de mercaderes, compuesto por los más antiguos y de mayor autoridad, .resolvían como representantes de la autoridad política los conflictos de índole jurídica que se suscitaban en el seno de la comunidad mercantil de sus connacionales, al mismo tiempo que establecían precios o mediaban en todo lo concerniente con las autoridades del lugar. Por lo general, un jurisconsulto, denominado prior, presidía las deliberaciones de los Cónsules, quienes debían atenerse en la administración de la justicia a los Estatutos o Usos admitidos, debiendo decidir los asuntos rápidamente y sin dilaciones.

Nacida la institución en el s. XI, fue sobre todo en el XII cuando se consolidó y empezó a extenderse por todas partes, merced a la iniciativa de las Repúblicas italianas. A partir del s. XIV la institución se extendió por el Mediterráneo occidental, llegando asimismo al Norte de Europa. Dadas las activas relaciones comerciales que mantuvieron los vascos en la Baja Edad Media con diversos países del Norte de Europa (ver artículo COMERCIO) y atendida la intensidad que tales intercambios alcanzaron en algunos puertos más caracterizados del litoral norte atlántico (pensamos concretamente en Brujas, Amberes, Nantes, La Rochelle, donde para 1281 al menos tenían lonjas de contratación) es lícito pensar que nuestros mercaderes tartaran de organizarse en asociaciones de carácter nacional, al igual que hacían los traficantes de otros países, para una mejor defensa de sus intereses mercantiles. Es más que probable que tales asociaciones, con una mayor o menor complejidad organizativa, existiesen en más de uno de los mencionados puertos. De hecho, no faltan testimonios que evidencien el acusado sentimiento asociacionista de nuestros hombres destacados en el extranjero, y textos en los que se les ve actuar comunitariamente "como nación de Vizcaya y de la costa de España", según se los conoce normalmente.

El hecho mismo de que para 1281 tuviesen lonjas de contratación en Brujas, La Rochelle y otros mercados principales -como lo ha revelado Alphonse Wauters- es un indicio bastante fuerte en este sentido, como lo es el que hacia principios del s. XV veamos funcionar en Nantes una "Confrérie de la Contratation", que unía a los mercaderes vascos con los nanteses. Pero, sea que, por lo embrionario de la organización, no llegasen a constituir un cuerpo de entidad suficiente como para hacerse notar ostensiblemente en la vida pública, sea que -achaque muy común en la historia vasca- no cobrase expresión escrita o documental su gestión y su actividad, lo cierto es que sólo sabemos de una ciudad donde nuestros hombres se organizasen en un consulado de hecho y de derecho, y es posible que aun de éste hubiésemos carecido de noticias, si no hubiera sido porque nuestros Biscaynos, picados en el punto de su honor porque los castellanos se habían constituido en un flamante consulado, se decidieron, por no ser menos, a tener ellos uno propio y peculiar, distinto del de la nación de Castilla. Tanto es esto verdad que en la causa que se formó ante los escabinos de la ciudad de Brujas hacia finales de 1451 pudieron con toda razón nuestros biscaynos alegar que la institución de los cónsules era cosa de "sept ou huit ans ença". siendo así que los objetivos que servía la institución del consulado, es decir, "le gouvernement de la nation appartenoit principalemente aux maitres et patrons de neifs et marchans de la coste, qui y venoient en grandes flotes", no debiendo la "nouvelle création" de los cónsules "déroger a leur droit ancien.

Lo que sea de esto, hemos de decir que los consulados no surgieron solamente al servicio de las colonias de mercaderes residentes en el extranjero, sino que se fundaron asimismo en diversas ciudades de las Coronas de Aragón y de Castilla, con la fundamental intención de proteger y fomentar los intereses mercantiles de las ciudades o villas correspondientes y con un carácter, asimismo, de tribunal especial en los asuntos relativos al comercio, gozando de jurisdicción, por lo general privativa, en punto a fletes, averías de los géneros embarcados, naufragios, seguros marítimos, salarios de los marineros, etc.

Aparecieron primeramente en el Reino de Aragón (Valencia en 1283 y Barcelona en 1347, etc.) y a fines del s. XV en el reino de Castilla, por influencia aragonesa sin duda, pero sobre la base de las numerosas asociaciones privadas de mercaderes que ya existían. Se constituyó el consulado de Burgos en 1494; el de Bilbao en 1511, según el patrón burgalés y tras largos años de pleitos y contiendas. Vinieron otros en años sucesivos, tocándole el turno a San Sebastián en el año 1682. Estos consulados peninsulares se regían por ordenanzas redactadas por los mismos, pero que se sometían a la aprobación del monarca. Regulaban las transacciones mercantiles, servían para la mutua defensa de los comerciantes, etc., aspirando siempre a una actuación monopolística. Como tribunales, entendían en primera instancia en asuntos de comercio, correspondiendo por lo general a las justicias ordinarias del lugar resolver las apelaciones. Hemos de hablar, por último, de los consulados que abrieron en nuestros puertos, en Bilbao y San Sebastián concretamente, las gentes de comercio de algunos países occidentales. Según esto, hablaremos aquí por separado de los tres tipos de consulado que se dan en la historia del País, haciéndolo en el orden que va indicado, que es el que mejor se ciñe a la cronología de su aparición histórica.