Territoires

Bizkaia

A la hora de intentar reconstruir lo que fue la primitiva literatura vizcaína nos encontramos, como en cualquier otra literatura, con que al principio fue la voz, la palabra. Durante la Edad Media se tienen noticias de la existencia de una rica tradición de cantares épicos compuestos al amparo de acontecimientos históricos considerados como relevantes por la sociedad de la época. Normalmente giraban en torno a conflictos bélicos protagonizados por los distintos linajes y familias que intentaban imponer sus prerrogativas sobre los demás. Si tenemos constancia de esta literatura, que se remonta a los siglos XIV y XV, es gracias a historiadores como Garibay y Zaldibia que la recogieron de la tradición oral durante el siglo XVI.

Esteban de Garibay (1533-1599), dentro de su extensa obra histórica escrita en castellano, inserta algunos cantares antiguos, como el de "Milia Lastur" y el "Oñetako lur au jabilt ikara" (transcrito a continuación), que representan una de las primeras manifestaciones literarias en euskera vizcaíno (habla de Mondragón):

Oiñetako lur au jabilt ikara,
lau aragiok berean berala,
Martin Bañez Ibarretan il dala.
Artuko dot esku batean gezia,
bestean zuzi irax egia,
erreko dot Aramaio guztia.

Lope García de Salazar, en el siglo XV, constituye el autor más importante de finales del Medievo con sus Bienandanzas e Fortunas y la Crónica de siete Casas de Vizcaya y Castilla. En el Siglo de Oro, Alonso de Ercilla, oriundo de Bermeo, brilla con el poema épico La Araucana, y el licenciado Poza, nacido en Orduña, da a la luz De la Antigua Lengua, Comarcas y Poblaciones de las Españas. En comparación con el florecimiento literario que se dio en el siglo XVII en el País Vasco francés, en la vertiente sur de los Pirineos, y sobre todo en Bizkaia, pocos nombres de importancia se pueden destacar. Como consecuencia del afán de los religiosos por dar a conocer y acercar la doctrina cristiana al pueblo, comienzan a escribirse catecismos y textos de carácter religioso que, si bien no presentan gran interés literario, van afianzando al euskera como lengua de comunicación escrita. Es este el sentido que tiene, por ejemplo, la obra del clérigo licenciado Martín Ochoa de Capanaga, publicada en 1656 en Bilbao y titulada Exposición breve de la doctrina cristiana... con el examen de conciencia y acto de contricción, ejercicios cotidianos, significaciones de los ornamentos sagrados y misterios de la misa. Asimismo, es interesante la obra que escribió Rafael de Micoleta (Bilbao, 1611-?), en 1653, que es considerada como el primer intento de gramática vasca.

El siglo XVIII nos ha legado escritores en castellano de cierta calidad que escribieron sobre tradiciones y costumbres del país, como el historiador Iturriza, y un conjunto de textos religiosos en euskera que alcanzaron cierta popularidad. Don Martín de Arzadun, cura de Durango, publicó en 1731 en Vitoria un catecismo que fue reeditado en múltiples ocasiones; de 1775 es el libro Cristinaubaren doctrina, del párroco de Laukariz Bartolomé Olaechea, libro que, además de ser un catecismo en sentido estricto, contiene oraciones, ejercicios, diarios, etc., y está escrito en vizcaíno llano y popular. Mención especial merece el jesuita Agustín de Basterrechea (1700-1761) que se hizo bastante famoso por su opúsculo en verso Jesuchristo Gure Jaunaren Passioa (1777). El Padre Basterrechea, natural de Lekeitio, llegó a ser rector del colegio de Orduña y más tarde del que la Compañía de Jesús tuvo en Lekeitio. En esta localidad vizcaína nació también José Agustín Ibáñez de la Rentería (1750-1826), socio de la Bascongada, al igual que Samaniego, que llegó a publicar en la capital de España unas Fábulas en verso castellano, de las que se desprende claramente un didactismo y una filosofía naturalista muy acorde con toda la producción literaria de los Amigos del País. Así pues, la literatura en dialecto vizcaíno no empieza, si exceptuamos la tradición oral, los catecismos citados y esos célebres versos dedicados a la pasión de Cristo de Basterrechea, hasta finales del siglo XVIII o comienzos del XIX. Hasta estas fechas, la mayor parte de los textos escritos ha tenido un evidente carácter religioso ya que prácticamente todos los escritores pertenecieron a la clase o estamento clerical.

El siglo XIX se inicia con la escritura, que no la publicación, de una de las joyas de la literatura vasca: El doctor Peru Abarca, catedrático de la lengua bascongada en la Universidad de Basarte o Diálogo entre un rústico solitario bascongado y un barbero callejero llamado Maisu Juan, de Juan Antonio Moguel (1745-1804). Eibarrés de nacimiento, párroco de Markina, Moguel fue uno de los vascos más cultos de su época y más interesado por la supervivencia del euskera. Su adscripción a los principios ilustrados de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País le llevó hacia una visión neoclásica de la literatura. Es considerado por muchos, junto con el Padre Añíbarro, como el iniciador del cultivo literario del dialecto vizcaíno. Tomando como base del vizcaíno el habla de Markina, se empleó con ahínco durante toda su vida en elevar este dialecto al rango de lengua escrita literaria. Peru Abarca, escrita en 1802, contiene, además de un prólogo extenso redactado en castellano en el que se habla de las razones de la composición de la obra, seis diálogos entre un casero euskaldun puro y un barbero cirujano que habla un euskera muy imperfecto y corrupto. Los dos personajes entablan amistad por casualidad y el barbero, Maisu Juan, queda admirado por la perfección y fluidez de la lengua de Peru. Moguel evidencia que en lo que se refiere al euskera los campesinos y gentes del pueblo son los maestros y los doctores los alumnos. Haciéndose eco de las tesis románticas, en la obra se exalta lo primitivo y natural frente a la sofisticación y la civilización.

Pedro Antonio de Añíbarro (1748-1830), nacido en Villaro y ordenado sacerdote en 1772, es otro de los grandes impulsores del dialecto vizcaíno. Admirador del Padre Larramendi e íntimo amigo de Juan Antonio Moguel, compuso diversas obras entre las que se encuentran, como de las más conocidas, Escu liburua eta berean eguneango cristiñau cereguinac (1802) y una traducción al dialecto vizcaíno de la obra labortana de Axular: Gueroco Guero.

En el siglo XIX nos encontramos también con la obra de Pablo Pedro de Astarloa (1752-1806). Continuando con el trabajo iniciado por el orduñés Andrés de Poza, dentro de lo que fue la labor de apología del euskera, Astarloa escribió muchas páginas en castellano hablando del euskera como de la lengua primitiva de la humanidad, la lengua de Adán y Eva, la más excelente y perfecta. Las tesis de Astarloa se basaban en un "hiperlogicismo" y en una metodología, que hoy se considera descabellada, cuyo punto de partida residía en la atribución de un significado gramatical a cada sonido o letra. Pese a todo, no cabe duda de que Astarloa y Moguel fueron los mejores conocedores del euskera en su tiempo, de manera especial en su variedad vizcaína. Entre sus obras más importantes se encuentran: Apología de la lengua Bascongada o ensayo crítico filosófico de su perfección y antigüedad sobre todas las que se conocen: en respuesta a los reparos propuestos en el diccionario geográfico histórico de España, tomo II, palabra Nabarra (1803), Discursos filosóficos sobre la lengua primitiva o Gramática y análisis razonada de la Euskera o Bascuence (1883) y Reflexiones filosóficas en defensa de la Apología de la lengua bascongada o respuesta a la censura crítica del cura de Montuenga(1804).

Dentro de los parámetros catequistas y doctrinarios hay que situar la obra del carmelita Bartolomé de Madariaga (1768-1835). Alabado por su lenguaje rico y variado, incluso opulento, nos ha dejado obras como la trilogía Ikasikizunak, en donde se explican los distintos mandamientos y sacramentos, y el curioso texto titulado Euskal Errijetaco olgueeta ta dantzeen neurrizco gatzozpinduba (1816), que trata, desde una vertiente teológica, sobre lo peligrosas que pueden ser para la salvación del alma determinadas diversiones y bailes que se practicaban en algunas fiestas populares del país.

Más interés literario presentan las fábulas de Fray Mateo Zabala (1777-1840), no publicadas hasta el año 1907. No podemos decir que presente un gran dominio del género, sin embargo, su cuidado por los aspectos relativos a la lengua, al dialecto vizcaíno, hace de este conjunto de relatos un exponente claro de la preocupación que se empieza a tener por el aspecto formal del dialecto. Aunque no llegó a publicar en vida ninguna obra, Zabala dejó casi lista para su impresión lo que algunos consideran su obra maestra: El verbo regular vascongado. Zabala, al igual que Pedro de Añíbarro, fue franciscano en el convento que la orden tenía en Bilbao, y puede decirse que este lugar fue el primer núcleo, dentro de la capital vizcaína, en el que se comenzó a promocionar de una forma sistemática la lengua vasca escrita.

En 1879 tuvieron lugar los primeros juegos florales al sur de los Pirineos en los que se presentaron un gran número de poetas de las distintas provincias vascas. El euskera, sin embargo, debido al proceso de industrialización y al declive de la vida rural, por un lado, y a la abolición de los Fueros, por otro, sufrió un preocupante retroceso. A pesar de estos factores negativos, fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando la literatura escrita en euskera empezó a adquirir solidez. Los escritos estrictamente literarios dejan de ser un hecho aislado para convertirse en algo mucho más habitual. Así pues, el balance general se nos aparece como claramente positivo en cuanto a la producción bibliográfica en euskera. Mientras que en el siglo XVII, según datos de L. M. Múgica, la producción bibliográfica original y traducida fue de 20 libros y en el siglo XVIII de 60 (sin contar las reediciones), tal cifra asciende en el siglo XIX a 111. Como puede apreciarse, a un número superior a la producción total de los siglos XVI, XVII y XVIII. El balance del uso literario dialectal es, sin embargo, desfavorable para el vizcaíno en comparación con el dialecto guipuzcoano-altonavarro y el labortano. Las cifras presentadas por L. M. Múgica son las siguientes desde el siglo XVI al XIX (ambos inclusive):

Dialecto vizcaínoDialecto guipuzcoano-altonavarroDialecto labortanoDialecto suletino
26767814

De cualquier manera, el renacimiento de la lengua vasca y de su literatura no tuvo en Bilbao, ciudad eminentemente liberal, el empuje que adquirió en otras zonas de Euskadi. Para algunos autores fueron los carlistas y los tradicionalistas los que de manera más importante impulsaron el renacimiento euskaro. Es de destacar también la convivencia no problemática de los escritores vascos en ambas lenguas. Nacidos en las dos primeras décadas del siglo XIX, nos encontramos con una generación de escritores cuya aportación va a ser realmente interesante: en castellano pueden destacarse autores como Juan Eustaquio Delmas y Antonio de Trueba, y en euskera, los nombres de José Antonio de Uriarte y Eusebio María de Azkue.

Juan Eustaquio Delmas (1820-1892) desde muy joven comenzó a colaborar en distintos periódicos vizcaínos de tendencia más bien moderada como El Bilbaíno y El Vascongado. Estudió dibujo y litografía en Francia y, a su vuelta a Bilbao, además de hacerse cargo de la imprenta familiar, fundó el diario Irurac-bat. Hombre apasionado por los libros y de gran sensibilidad estética, demostró ser un gran conocedor del País Vasco monumental en obras como: Viaje pintoresco por las Provincias Vascongadas (1846), Guía Histórico-Descriptiva del viagero en el Señorío de Vizcaya (1881), Gastelugache, con su historia y tradiciones (1888), etc. En el apartado estrictamente literario publicó varias leyendas en la Revista Vizcaya, Euskal-Herria, etc., y una recopilación de todas ellas bajo el título Colección de leyendas (1880). Fundamentalmente son relatos folklóricos, costumbristas y piadosos, en los que se nota la influencia de Bécquer.

Pero, sin duda, el escritor vizcaíno que más éxito y popularidad tuvo en este momento histórico fue Antonio de Trueba y de la Quintana. Su poesía lírica y sus relatos de corte costumbrista alcanzaron un alto nivel de recepción durante la época de Isabel II. Nacido en la zona de las Encartaciones dentro de una familia humilde, muy joven se traslada a Madrid en busca de trabajo. En 1848 es contratado como redactor en la Correspondencia de España y empieza a frecuentar diversos círculos literarios madrileños. En 1862 regresa a Bilbao al aceptar el cargo de archivero y cronista del Señorío que le habían ofrecido las Juntas Generales de Vizcaya. Fue, asimismo, primer redactor de El Correo Vascongado y asiduo colaborador en diversas revistas fueristas. Su literatura es la típica de la época y en ella pueden observarse influencias de Scott o de autores como Fernán Caballero, en lo que se refiere a la prosa, y Rubio i Ors y Ruiz Aguilera en poesía. Entre sus novelas históricas más importantes pueden destacarse: El Cid Campeador (1851), Las hijas del Cid (1859) y, sobre todo, La paloma y los halcones (1865), cuya acción transcurre en Vizcaya, concretamente en las Encartaciones a finales del siglo XII. También escribió diversas leyendas dedicadas algunas de ellas al primer señor de Bizkaia. Entre las más conocidas se encuentran Jaun Zuría, Los de Haro, La fuente de la sabiduría o La leyenda de Begoña.

Como hemos señalado anteriormente, en euskera cabe recoger, principalmente, los nombres de José Antonio de Uriarte (1812-1869) y Eusebio María de Azkue (1813-1873). El primero nació en Arrigorriaga, se ordenó sacerdote en Azpeitia en 1836 y se dedicó buena parte de su vida a la predicación por distintas localidades del país. En 1850, y dentro de lo que es la más pura tradición de textos religiosos, publicó en Bilbao un libro de reflexión sobre la fe y otras cuestiones titulado Marijaren illa edo Maijatzeco illa. Traductor de la Biblia, escribió en vizcaíno una colección de fábulas y un libro de poesía en el que se recogen composiciones propias y otras de diversa procedencia. Fue muy amigo del Príncipe Bonaparte.

Eusebio María de Azcue dedicó buena parte de su vida al mar. Realizó estudios de Náutica en el Ferrol y, tras navegar durante varios años, volvió a Bizkaia donde se asentó en Lekeitio como profesor de náutica. Su obra lírica la escribió, principalmente, en los últimos años de su vida y fue publicada por su hijo Resurrección bajo el título Parnasorako bidea en 1896. Sus versos, que abarcan diversos campos temáticos (sátiras, devoción, epigramas, etc,), son considerados como de lo mejor de la época.

A una generación algo posterior, la de los nacidos aproximadamenete a mediados del siglo XIX, pertenece Felipe Arrese y Beitia (1841-1906). Su nombre como poeta saltó a la fama precisamente en 1879 con la celebración de los primeros juegos florales en los que consiguió el primer premio con la elegía Ama Euskeriari azken agurrak [Últimos saludos a la tierra vasca], poesía escrita a raíz de la pérdida de los fueros en 1876. La mayor parte de su producción se publicó en 1900 con el título de Ama Euskeriaren Liburu Kantaria.

Otro marino, nacido en Mundaka, José Manuel de Echeita (1842-1915), adquirió cierta popularidad, ya cerca del final de su vida, con obras como Josecho (1909), Jayoterri Maitia (1910) y Au, ori ta bestia (1913), libro de poesías, este último, en el que se recoge gran parte de la producción que había sido publicada en diversas revistas de la época, especialmente en "Euskal-Esnalea". Su narrativa se caracteriza por no alejarse gran cosa del costumbrismo y por la desideologización política de las tramas que presenta.

En castellano destaca la figura de Vicente de Arana, uno de los más prolíficos escritores de su tiempo. Nació en Abando, en 1846, y desde muy joven sintió una fuerte inclinación hacia la literatura. A los pocos más de quince años ya publicó sus primeras poesías en revistas como el Semanario popular, y a los diecisiete su primer libro de poesías: Ramillete de flores escogidas en el Parnaso. Escribió un buen número de leyendas y baladas, tanto acerca del mundo vasco como inspiradas en historias de los pueblos del norte de Europa. En Oro y oropel (1876) y Los últimos iberos (1882) se recogen buena parte de las mismas. Frecuentó también la novela histórica en Don Lope de Murélaga, de clara influencia scottiana y quizás con demasiadas digresiones pedagógicas sobre la paz, la patria, etc., y Juan Zuría o el Caudillo Blanco (1887), en donde vuelve a retomar el tema del primer señor de Vizcaya y de la batalla de Arrigorriaga. Es de destacar también su labor como traductor. Tradujo al castellano obras de autores como Longfellow y Thomas Percy, y al inglés clásicos españoles como El Lazarillo de Tormes y La vida del Buscón. Desde posturas conservadoras participó en política activamente e incluso fue condenado a muerte en 1875 por sus ataques constantes dirigidos a los carlistas. Asiduo colaborador en la prensa fuerista, fue también creador de la Sociedad del Folklore Vasconavarro.

Es en la segunda mitad del siglo XIX, cuando gracias a toda una serie de escritores con clara conciencia nacionalista, se produce la eclosión de la escritura en euskera. Si hasta entonces se había dado una existencia no problemática entre ambas lenguas a nivel oficial, en este fin de siglo comienzan a darse las primeras diferencias de importancia en torno a la visión de lo que es y significa la cultura vasca. La identidad de lo vasco se empieza a asociar fuertemente con la lengua y, aunque no pueda decirse que todos los escritores en euskera fueran nacionalistas, sí que se producen, entre la generación de los nacidos entre 1865 y 1875 aproximadamente, diferencias importantes. Es claro que los autores pertenecientes a la generación del 98 vasca, como Unamuno o Salaverría, se distancian de euskaldunistas como Sabino Arana, Azkue, Kirikiño o Domingo Aguirre.

Podemos decir que en este momento destacan de manera singular, en el ámbito de la cultura vasca en general y vizcaína en particular, dos nombres: Resurrección María de Azkue y Sabino de Arana y Goiri.

Azkue (1864-1951) nació en Lekeitio el mismo año en que nació Unamuno. Estudió teología en Vitoria, derecho canónico en Salamanca y ganó en 1888 la cátedra de euskera fundada por la Diputación de Vizcaya en el Instituto de Bilbao. Además, estuvo presente en la Academia de la Lengua Vasca desde su fundación en 1918, ostentando muy pronto la presidencia hasta el día de su muerte, y también fue nombrado académico de número en la Academia de la Lengua Española. Su labor como escritor fue realmente cuantiosa y diversa en cuanto a géneros: novelas, como Ardi Galdua (1919), zarzuelas, como Vizcaytik Bizkara, óperas, como Ortzuri (1910), libros de carácter religioso, etc. Pero, quizás, las obras que le han dado más fama y proyección hayan sido el Diccionario Vasco-Español-Francés (1905-1906), Morfología Vasca (1923) y Euskalerriaren Yakintza [Literatura Popular del País Vasco] (1935-1947). Su labor en favor del euskera y su utilización en todos los ámbitos fue fundamental. Azkue se puede considerar como una de las figuras más importantes de la cultura vasca.

La actividad del Sabino de Arana y Goiri (1865-1903) se concentró principalmente en dos áreas: en la política, como creador del Partido Nacionalista Vasco e impulsor incansable de su ideología, y en la cultura, sobre todo como defensor de la lengua vasca: son muchos los textos que escribió sobre el euskera aunque él nunca llegó a dominar la lengua. Entre sus numerosas obras podemos citar: Gramática elemental del euskera bizcaíno (1885), Etimologías euzkéricas (1887), Orígenes de la raza vasca (1889), Apellidos euzkéricos (1895) y Lecciones de ortografía del euzkera bizkaíno (1896). Sus poesías en lengua vasca fueron editadas en un librito en el año 1919 y suelen ser consideradas dentro de la corriente postromántica. Su expresión poética, cargada muchas veces de espiritualidad, busca los estados puros, los ideales, etc. Fue, además, creador de un movimiento cultural paralelo al que en San Sebastián había formado Manterola alrededor de la revista Euskalerría.

Aunque no es estrictamente autor literario, merece ser destacada la figura de Julio de Urquijo como otro de los grandes promotores del renacimiento euskérico. Nacido en Deusto en 1871, y licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca, en 1907 funda la Revista Internacional de Estudios Vascos (RIEV), una de las máximas publicaciones científicas en el ámbito vasco. Rodeado siempre de científicos, antropólogos y lingüistas llevó a cabo un trabajo serio y sistemático en torno al euskera y su cultura.

Como hemos apuntado más arriba, en estos últimos años del siglo XIX se produce una gran polémica en torno a la lengua y a la cultura vascas en general que va a tener como protagonistas a los bilbainos Miguel de Unamuno, uno de los escritores vascos de mayor proyección universal por la calidad y profundidad de sus escritos, y Sabino Arana. Es famosa la intervención de Unamuno en los juegos florales de Bilbao en 1901 en la que se mostró a favor de abandonar el euskera a una muerte segura. Esto, evidentemente, enervó a Sabino Arana y enseguida se formaron dos bandos claros que de alguna manera han fraccionado la sociedad vasca hasta prácticamente la actualidad. Además, estas discusiones iban más allá de las meras desavenecias filológicas y lingüísticas. En el fondo existía una diferente visión del mundo y de lo que verdaderamente se discutía era sobre la dinámica progreso-tradición. Eran diferentes los valores y el proyecto de futuro vasco que se defendían. Otros escritores de expresión castellana de cierto interés pertenecientes a la generación de Sabino Arana y Unamuno fueron entre otros, Esteban Calle Iturrino, Francisco de Iturribarria, y algo mayor que ellos, Ramón de Basterra, cuyas ideas están muy cerca de las defendidas por la Generación del 98.

A esta generación de fin de siglo pertenece uno de los escritores con mayor dominio del euskera vizcaíno y que más popularidad alcanzó en su época: Evaristo Bustinza (1866-1929), más conocido con el sobrenombre de "Kirikiño". El perfecto dominio del diálogo, la ironía y comicidad, la frescura de sus argumentos, etc., hacen de algunos de sus relatos breves unas verdaderas joyas literarias. De él han llegado hasta nosotros dos libros en los que se recogen la mayor parte de su producción, los dos con el mismo título: Abarrak [ramillas], uno publicado en 1918 y el otro en 1930. Sus relatos, aun siendo de tono realista y clásico (descripción de los personajes, cronología lineal, etc.), no están exentos del empleo de técnicas procedentes de la oralidad, como el relato enmarcado, las referencias al lector o el comienzo "in media res".

Ahora bien, desde un punto de vista estrictamente literario, el autor cuya obra representó un verdadero hito en la evolución del género novelístico fue Domingo de Aguirre (1864-1920). Fue autor de artículos, escribió también poesía, pero lo que le proporcionó más fama y proyección fueron, sin duda, las novelas Garoa y Kresala, de las más leídas de la literatura euskaldun. Su primer relato, sin embargo, que pasó bastante desapercibido, fue el titulado Auñamendiko-Lorea [La flor del Pirineo], publicado en 1898. Se trata de una novela histórica centrada en los acontecimientos que tuvieron lugar en el siglo VII en relación con la evangelización del pueblo vasco, que tiene como protagonista a la santa Riktrudis. Existe una fidelidad al dato histórico y el autor intenta incidir en los aspectos positivos que el cristianismo puede aportar a Vasconia. Kresala (1906) es ya una novela realista en la que, alrededor de una trama amorosa, se nos presenta una descripción de la vida y costumbres marineras de un pueblo pesquero de la costa vizcaína que no es otro que Ondarroa, localidad natal del escritor. La obra está escrita en vizcaíno, y llama la atención la objetividad casi fotográfica con la que recoge los ambientes y acontecimientos que va plasmando a lo largo de las páginas. Si Kresala es la novela del mar, Garoa (1912) lo es de la montaña. Está escrita en dialecto guipuzcoano y para la mayor parte de la crítica representa su obra cumbre por la perfección estilística, el acierto de sus descripciones y su refinado lenguaje. No cabe la menor duda de que la influencia del regionalismo en boga en la literatura en castellano se deja notar de manera intensa en las obras de Aguirre. En más de una ocasión se han comparado Kresala y Garoa con Peñas Arriba y Sotileza de Pereda. Siguiendo al historiador de la literatura Jon Juaristi, podemos decir que:

"en resumen, las características de la narrativa euskérica del primer cuarto de s. serían las siguientes: dependencia de los modelos costumbristas e historicistas del "renacimiento éuskaro", temas y ambientes preferentemente rurales, tendencia al idilio o, si prefiere, realismo "selectivo" que excluye -en función de una moral tradicional y pacata- los aspectos conflictivos y sórdidos de la realidad".

Otros autores de la generación de Domingo Aguirre son el jesuita Cándido Basabe (1867-1928), Paulo Zamarripa (1877-1950), poeta y cuentista, que también escribió sobre cuestiones de gramática y lexicografía vascas; Kepa Enbeita, reconocido bertsolari, cuya gran parte de su obra está recogida en el libro titulado Enbeitia oleskaria, y Martín de Uriarte, nacido en Zenauri en 1879, y conocido fundamentalmente por su recuperación del refranero Egi biribillak. De fecha de nacimiento cercana a finales de siglo podemos incluir nombres como los de Gabriel Manterola, Alejandro Larrakoetxea "Legoaldi" y Manuel Ziarsolo "Abeletxe". El primero de ellos fue un autor prolífico que se aventuró en diversos géneros literarios. Como prueba de ello consignamos las siguientes obras: Goi-Izpiak (libro de poesía, 1921), Santuen bizitza laburrak (1925), Ipuintxoak (1929) y diversas traducciones de textos piadosos. "Legoaldi" es conocido sobre todo por su trabajo de traductor. Antes de la guerra tradujo los cuentos de los hermanos Grimm. Y por último, el bilbaíno Ziarsolo se distinguió por su abundante producción teatral, de tipo humorístico y popular. La mayor parte de sus obras, como Jaiaurrekoa, Bermioko portuan, Sorginak Etxaburu, Agur Donibane, etc., fueron publicadas en diversas revistas.

En el ámbito de la poesía lírica destaca de manera especial la obra de Esteban de Urquiaga "Lauaxeta" (1905-1937). Podemos decir que, junto con poetas guipuzcoanos como Lizardi y Jáuregui, fueron los iniciadores de un cambio de rumbo en la poesía vasca hacia la modernidad. En ellos se ve un claro intento por abandonar los parámetros populares y el bertsolarismo e incorporar elementos modernistas que proporcionasen a sus versos cierta novedad. En este sentido se puede hablar de una cierta influencia de la llamada "poesía pura" y de autores como Juan Ramón Jiménez. Dos son los libros que publicó Lauaxeta: Bide Barrijak (1931) y Arrats-Beran (1935). El primero, obra de juventud, consta de 142 poesías dedicadas a temas como el amor, el desengaño, el dolor, la muerte, etc. En el segundo, sin embargo, da muestras de una mayor madurez y refinamiento estilístico, así como de una gran cultura literaria; es clara la influencia de los simbolistas franceses y autores del mundo hispánico como García Lorca. Llama especialmente la atención, como exponente de una incipiente poesía de lucha social, de compromiso, el poema titulado Langille eraildu bati (A un obrero asesinado). La poesía de Lauaxeta ha sido definida, a grandes rasgos, como de romántica y modernista en su primer libro, y como modernista y neopopulista en su segundo. Proveniente de las corrientes más urbanas del nacionalismo fue, pues, quien introdujo el modernismo en la literatura escrita en euskera.

La actividad teatral comienza a afianzarse también en estas primeras décadas del siglo XX. En Bilbao va surgiendo un teatro con características propias. Principalmente la capital vizcaína se surtía de la cartelera escénica madrileña, y en teatros como el Gayarre, Arriaga o Coliseo Albia se representaban obras de autores como Muñoz Seca o Arniches. Frente a este teatro que en nada se diferenciaba del que se realizaba en otras capitales de provincia españolas, surge en el periodo 1910-1935, gracias al grupo Oldargi del centro recreativo nacionalista de las juventudes vascas, una gran actividad que lleva a los escenarios múltiples textos escritos y representados por vascos. Dos autores de relieve pueden citarse. En primer lugar Nicolás Viar, quien en 1911 estrena Alma Vasca, quizás su obra más representativa. Otros textos suyos son Tercero sin principal, Maite, Nerea y Manu Soro. Y en segundo lugar Alfredo Echave con representaciones como Peru Gixon, presentada en el Arriaga en 1912, y Matilde, estrenada en el Campos en 1914. Hay que tener en cuenta también, que en la época de la República el nacionalismo vasco vio en el teatro un medio eficaz de propaganda y esto hizo que se produjera un momento de esplendor en los escenarios. Otros autores importantes a mencionar son los bilbaínos Emiliano de Arriaga (1844-1919) y Alberto Pelairea (1878-1939), autor este último de piezas muy populares.

Evidentemente, la guerra civil española sumió a la cultura en general y al euskera en particular en una situación realmente desastrosa y difícil. Toda la labor positiva que se fue realizando en las últimas décadas quedó truncada. El exilio, la prohibición de la lengua vasca como instrumento de expresión, no solamente escrito sino incluso hablado, etc., fueron factores que hicieron que la recuperación fuese excesivamente lenta. Un motor fundamental en el renacer de la cultura vasca lo constituyó la revista literaria Egan, del seminario Julio de Urquijo, fundada en 1950. Entre los escritores vizcaínos que empezaron a colaborar en ella, están Federico Krutwig, Alfonso Irigoyen y Gabriel Aresti. Por otro lado, en estos momentos se empieza a crear en Bilbao un proyecto de euskera batua, impulsado precisamente por Federico Krutwig y seguido por algunos escritores como Eusebio Erkiaga. Lo que se pretendía era utilizar en la lengua escrita un estándar que continuara los cauces del labortano clásico. Sin embargo, el exilio del promotor de la idea conllevó el que ésta perdiera fuerza. En los años cincuenta y sesenta comienzan a publicar tímidamente sus textos poetas como Paulino Solozábal "Egieder", nacido en Etxeberria en 1912, Mikel Zárate o Eusebio Erkiaga. De este último hay que destacar también su faceta de narrador con novelas como Arranegi (1959), Araibar zalduna (escrita en guipuzcoano, 1962), Batetik bestera (1962) y Jaikoko Dira (1984). En Egan, y también en la revista Euskadi, publica sus textos teatrales Agustín Zubikarai. Títulos importantes de su obra son: Seaska inguruan (1957), Jaunaren bideetan (1959) o Iru alaba (1964). Defensores de un euskera popular y vivo, frente a la tendencia uniformadora, estarían autores como Imanol Barrutia, traductor de cuentos, y Juan San Martín "Otsalar", poeta y, sobre todo, ensayista.

Gabriel Aresti, nacido en Bilbao en 1933, es quizás la figura literaria en euskera por excelencia de este siglo. Euskaldunberri, como muchos de su generación, fue poeta, dramaturgo, periodista, además de gran interesado por las cuestiones relativas a la lengua. Su poesía conllevó por fin una auténtica revolución. De él se ha dicho que fue quien realmente introdujo la literatura vasca en la ciudad. Entre sus poemas más importantes se pueden mencionar los siguientes: Maldan Behera (1959), Harri eta Herri (1964), Euskal Harria (1967) o Harrizko herri hau (1970). En sus textos se verifican influencias de Neruda, Guillén, Alberti y Blas de Otero, entre otros. Uno de los aspectos más significativos de su producción poética es que, partiendo de un profundo conocimiento de la tradición popular, y en función de ella, configura un universo lírico francamente distinto y original. Es de apreciar también en su lenguaje un claro desplazamiento desde fórmulas simbolistas hacia una expresión más directa y didáctica debido a su acercamiento al ideario de la poesía social desde presupuestos marxistas. En este cambio ideológico parece ser que tuvo algo que ver el también poeta y bilbaíno Blas de Otero. En cuanto al género teatral, sobre el cual no tenía tanto dominio como en el poético, se pueden citar obras como las siguientes: Mugaldeko herrian eginekako tobera (1962), Justizia txistulari (1965), Eta gure heriotzeko orduan (1964) y Beste mundukoak eta zoro bat. La mayoría de estas piezas teatrales fueron publicadas en la revista Egan y la pena es que pocas llegaron a ser representadas. Además de diversas traducciones de obras literarias al euskera, escribió sobre temas gramaticales y lexicográficos, y trabajos de investigación sobre escritores antiguos de la literatura vasca.

Otro poeta de cierta envergadura perteneciente a la generación de Gabriel Aresti fue Bitoriano Gandiaga, nacido en Mendata en 1928. Su poesía, de temática profunda y euskera preciosista, alcanza su plenitud en la obra titulada Elorri (1962). Con la publicación de su segundo libro Hiru gizon bakarka (1972), abandona la estética simbolista y se centra en un proceso de reflexión sobre el pueblo vasco. Ha publicado también poemas en las revistas Olerti, Aránzazu y Egan. Nicolás Alzola, nacido en Izurtza en 1922, ha escrito tanto en euskera como en castellano sobre diversos temas de cultura vasca. Entre sus obras se encuentran Cien autores vascos (1966) y Atalak (1977).

De expresión euskérica la relación de nombres podría multiplicarse. Están Félix Bilbao, que destaca sobre todo por su labor dentro del género de narrativa breve; Juan Anjel Etxebarria, traductor de autores clásicos (Fedro, Esopo, etc.) y poeta; Gotzon Garitaonandía o Mikel Zárate (1933-1979), quien en su novela Haurgintza minetan, muestra a una ciudad bilbaína en busca de su identidad: por un lado, está ese Bilbao industrial y masificado que busca la modernidad y que se expresa fundamentalmente en castellano, y por otro, ese Bilbao más tradicional y euskaldun que está en trance de desaparecer.

Los años sesenta y primeros de los setenta son tiempo de búsqueda, tanto desde un punto de vista ideológico como estético. El clericalismo y el catolicismo pierden importancia en la cultura vasca; se produce, al mismo tiempo, una mayor apertura hacia corrientes de renovación estilística procedentes de otros países europeos y, tras diversos avatares, tiene lugar también la aceptación del euskera batua. Autores como Xabier Kintana (1946) y Xabier Gereño (1924) comienzan a frecuentar modalidades narrativas desconocidas hasta el momento en euskera. Kintana es autor de la primera novela vasca de ciencia-ficción titulada Beste izakia (1969). Y Gereñu, a partir de 1968, inicia una peculiar y abundante producción novelística. La influencia en este escritor, sobre todo en lo que se refiere a sus narraciones de corte policíaco, de los grandes autores best-sellers mundiales (Dominique Lapierre, Irving Wallace y Frederick Forsyth) es evidente. Entre sus textos más importantes se encuentran las novelas biográficas Mahoma, Islam-en sortzaile y Zumalakarregi, euskal buruzagi, las novelas policíacas Xantiaia kontesari, Faro madarikatua y Ametsetan galduta, y las novelas humorísticas como Andre Catalina eta Arabiako emir-a y Zeledonio sastrea. En el año 1985 fue galardonado con el primer premio de novela Ciudad de Irún por su novela Konspiratzaileak.

Entre los poetas más importantes de los últimos años del franquismo está Ibón Sarasola (1946). Su obra Poemagintza, publicada por la editorial Lur en 1969, suele ser considerada como el único intento de interés por superar la poesía social vigente con anterioridad a la muerte del general Franco. Su poética aboga claramente por la autonomía de la poesía, poniéndose, en este sentido, en contra del ideario de Aresti. En expresión castellana, tanto en poesía como en prosa, se van a suceder toda una serie de generaciones de relieve. En poesía, por ejemplo, además del nombre de Javier de Bengoechea, etc., destacan de manera sobresaliente los de Juan Larrea y Blas de Otero.

Aunque Juan Larrea comenzó a publicar antes de la guerra civil, la mayor parte de su obra, al igual que la de Otero, se desarrolló durante la época de la dictadura. Juan Larrea nació en Bilbao en 1895. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto y, en 1921, ganadas las oposiciones, entró a trabajar el el Archivo Histórico Nacional de Madrid. En 1926 se establece en París donde, en compañía de César Vallejo, publica una revista llamada Favorables París Poema. En 1936 inicia desde Francia una intensa labor política y cultural que continuará desde México en 1939 en compañía de escritores como José Bergamín y José Carner y al servicio de la Républica española. Funda en América las revistas España Peregrina y Cuadernos Americanos. En 1949 se traslada a Estados Unidos becado por la Guggenheim Foundation primero y por la Bollingen Foundation después,y en 1956 a Argentina aceptando un puesto como profesor en la Universidad de Córdoba. Entre sus obras más importantes se encuentran Oscuro dominio (1933), Rendición del espíritu (1943), La espada de la paloma (1956), Versión celeste (1969).

El bilbaíno Blas de Otero (1916-1979) comenzó su labor poética con la publicación de cuatro poemas en la revista Albor en 1941. Con su primera colección de poesías, Cántico espiritual (1942), Otero se sitúa dentro del grupo de poetas religiosos de postguerra. En este camino sigue con Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). En todos estos textos el poeta se siente en un universo desolado y busca respuestas y consuelo existencial en la divinidad. A partir de su militancia en el Partido Comunista, hecho que se produce en 1952, el tono de su poesía va a ir cambiando y la inclusión de una problemática social se hace cada vez más contundente. En obras como Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959) y Que trata de España (1964) la temática principal va a girar en torno a las masas y su problemática social. Después de la poesía social, la producción literaria de Blas de Otero disminuye. Tras diversos viajes por distintos países comunistas, publica al volver a su país Mientras (1970) y escribe toda una serie de poemas que serán recogidos en Expresión y reunión (1981).

Dentro del ámbito de la narrativa, y pertenecientes a una generación algo posterior a la de los poetas mencionados, destacan de manera especial las figuras de Ramiro Pinilla (1923), Juan A. Zunzunegui (1901) y Luis de Castresana (1925). El primero de ellos entró en el mundo literario por la puerta grande consiguiendo en 1960, con la novela Las hormigas ciegas, el Premio Nadal. Al año siguiente por la misma obra se le concede el Premio de la Crítica. Tras unos cuantos años sin publicar, en 1969 rompe el silencio con una novela policíaca, En el tiempo de los tallos verdes. Con Seno (1972) estuvo a las puertas del Premio Planeta y con El salto (1975) consigue el Premio Villa de Bilbao. Otras novelas son: Antonio B... "El Rojo" (1977) y Verdes valles, colinas rojas (1986). Llama la atención en Ramiro Pinilla su particular concepción de la literatura que le llevó en 1978, junto con otro escritor bilbaíno, Rapha Bilbao, a crear la editorial Libropueblo. La creación de este proyecto supuso un abandono del mundo de las editoriales comerciales y un intento de establecer una relación peculiar con el lector abaratando considerablemente el costo del libro.

Luis de Castresana se ha caracterizado por ser un escritor polivalente que ha cultivado prácticamente todos los géneros literarios: desde la biografía, con obras como la Vida de Dostoievsky (1953), Catalina de Erauso, la monja alférez (1967) o Vida y obra de Iparraguirre (1971), hasta la narrativa, quizás su modalidad predilecta, con títulos como Maite (1954), Adiós (1969) y, sobre todo, El otro árbol de Guernika, obra que se publicó en 1967 y con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Otro escritor interesante es José Luis Merino (1931). Entre los libros publicados se encuentran: Las cartas boca arriba (1972), Blablabla... (aforismos, 1972), Le doy galletas para saber donde le cae la boca (relatos, 1978), Dagazinda eta beste ipuinak (1991) (seis relatos traducidos al euskera por Xabier Amuriza, Eduardo Gil Bera, Joxemari Iturralde, Aingeru Epalza, Xabier Artiagoitia). Igualmente, es de destacar la obra de Enrique Ojambarrena que, con la novela Ismael (1966), fue ganador del Premio Café Gijón. Ha publicado también títulos como Sor Juana (1976), Un vasco en Persia (1986), Seducción y certeza (1986) y Leones y chacales (1991). Otros nombres a tener presentes dentro de la cultura vizcaína son, entre otros, los de Elías Amézaga o Luciano Rincón, autor, el primero, de una vastísima y meritoria recopilación de autores vascos en lengua castellana.

Dentro del apartado de los escritores que escriben en castellano pertenecientes a la generación nacida entre los años 50 y 60, son muchos los nombres que se pueden consignar. Son de destacar, por ejemplo, Miguel González San Martín (1953), director de la revista Márgenes y asiduo crítico literario en El Correo Español-El Pueblo Vasco. Entre sus publicaciones más interesantes se encuentran Siluetas de adviento (1985), el libro de relatos Tartessos (1987) y El tranvía aéreo (1991).

Ganador de diversos premios literarios en distintos géneros tenemos a Iñaki Ezkerra (1957) con obras como El zumbido (Premio Pío Baroja del Gobierno Vasco en 1983), La ciudad de la memoria (Premio Alonso Ercilla, también convocado por el Gobierno Vasco en 1984), el poemario Museo de reproducciones (nuevamente Premio Alonso Ercilla en 1991), o el libro de relatos La caída del caserío Usher (1991).

A destacar también, sobre todo dentro de la literatura infantil, a Seve Calleja (1953) ganador igualmente de varios premios literarios como los de "Ignacio Aldecoa" y "Gabriel Aresti", ambos de cuentos. Entre sus publicaciones se encuentran títulos como Dado duende (1988), Isu, el tiburón desdentado (1988) y Bakarnek ez du lagunik (1991).

Germán Yanke, periodista y abogado, publica en 1992 su Obra poética completa, cultivando asimismo el relato y el columnismo con una mezcla de erudición y fina ironía muy característica. La escritura de Pedro Ugarte (1963) es quizás una de las más esperanzadoras de su generación. Su estreno en la literatura tuvo lugar dentro del relato breve, género en el que consiguió ser premiado en diversos concursos: Villa de Rentería (1987), Gabriel Aresti (accésit, 1988), Imagina Euskadi (1991), etc. Entre sus publicaciones se encuentran dos poemarios, Incendio y amenazas (1989), y El falso fugitivo (1991), y varios volúmenes de relatos: Los traficantes de las palabras (1990). En 1996, con su primera novela, Los cuerpos de las nadadoras, consigue ser finalista del XVI Premio de Novela Jorge Herralde.

En el ámbito de la literatura en euskera tiene interés la creación en Bilbao, poco tiempo después de la muerte de Franco, de la revista Pott, fundada, entre otros, por el guipuzcoano Bernardo Atxaga. Al grupo de escritores que giraron en torno a la publicación, aunque muy diferentes entre sí, les unía principalmente el rechazo a todo lo que sonara a compromiso político o social. La idea unificadora de los componentes de Pott fue clara: liberar a la literatura euskérica de su constante instrumentalización por ámbitos ajenos a la misma, fundamentalmente de la religión y la política. Claman, en definitiva, por una literatura sin condicionamientos de ningún tipo, en la línea del movimiento iniciado por Saizarbitoria y Sarasola. Conseguidos sus objetivos, Pott se disolvió en el año 1980. Una de las voces poéticas más importantes del panorama literario vizcaíno de esta época es, sin duda, Joseba Sarrionaindia (Iurreta, 1958). Perteneció al lado de Bernardo Atxaga al grupo Pott, y al igual que éste se adherió también y apostó por una literatura independiente de cualquier presión política. Sin embargo, su propia experiencia personal le hizo retomar el compromiso. Es por esto que se suele definir su obra como de dialéctica: si en un primer momento el esteticismo se sobrepuso a la experiencia, al compromiso, en una segunda época los términos se invirtieron, estando siempre presente en sus textos ambos elementos o posturas. Su poesía se ha ido dirigiendo claramende desde "un modernismo renovado hasta la más agria experiencia comprometida". Entre sus obras más interesantes podemos destacar Izuen gordelekuetan barrena (1981), Marinel zaharrak (1987) y Gaztelako poemak (1992). Asimismo ha escrito ensayo y libros narrativos.

La influencia de Sarrionandía ha ido configurando en Bizkaia un tipo de poesía que a partir del epigrama se encamina a la importancia del culturalismo lingüístico apoyándose en el empleo de arcaísmos, dialectalismos, etc. Exponente de esta tendencia son algunos textos de Juanra Madariaga (Imentzioaren pergamuak, 1981) y Luis Berrizbeitia (Zoperna Jenerala, 1987). Otros poetas de interés son Omar Nabarro (Mundaka, 1953) con obras como Itsas txorien bindikapena, Gaua zulatzen duten ahausietan (Premio Azkue de poesía en 1985) y Odoleko eskifaia (1989); Jesús Etxezarraga con Olerki solteak y Xabier Amuriza con, por ejemplo, Menditik Mundura.

En el ámbito de la narrativa destacan nombres como los de Laura Mintegi con obras como Ilusioaren ordaina (1983), Bai... baina ez (1986) y Legez Kanpo (1991); y Edorta Jiménez (Omar Navarro) que, además de varios libros de poesías, ha escrito relatos como Speed Gauak (1991) y Hemen datzana da (1995). Se observa, lo mismo que en los restantes territorios vascos, una diversidad de corrientes novelísticas (existencialista, alegórica, fantástica, etc.) que permite al lector elegir entre un gran abanico de propuestas. De cualquier manera, el agrupamiento de la producción literaria de los últimos años, que ha ido desarrollándose a través de estéticas muy diferentes, todavía no puede realizarse atendiendo estrictamente al criterio de generación porque muchos de los autores no han terminado su obra y otros evidencian tendencias hacia una evolución sin límite.

En cuanto al teatro de los últimos años en euskera, es manifiesta la relación de los dramaturgos con grupos de teatro independiente. Un claro ejemplo de esto es el de Ramón Barea (1949), fundador y director de Cómicos de la Legua y de Karraka. De 1978 a 1980 imparte clases de teatro en la Escuela Taller de Cómicos de la Legua. Es autor del guión de los espectáculos: Oraindik Gernika, Paco Ramírez, Tripontzi eta Tiburtzi, La Palanca Gran Cabaret, Pecata Minuta, Palabrarismos y Gulliver-Comida rápida. Es responsable de la mayoría de dramaturgias y direcciones de Cómicos de la Legua y de Karraka. Otros autores importantes son Felipe Loza González, profesor en la Escuela Oficial de Teatro de Basauri. Entre sus últimas obras se encuentran La espada de Pendragon, Premio Ercilla 1991, y Última función (1992), también Premio Ercilla y escrita en colaboración con Ramón Barea. Entre los directores de grupos significativos que también son autores se encuentra Paco Obregón, director de Geroa hasta 1991 y posteriormente de Eolo teatro. No podemos terminar esta breve alusión al teatro vizcaíno sin referirnos a Akelarre que, junto con Cómicos de la Legua, es quizás uno de los grupos de mayor entidad y proyección fuera de su entorno geográfico. A partir del año 1966, en que se presentó con la obra de Valle Inclán Luces de Bohemia, su trabajo ha sido constante y de gran calidad. Desde sus comienzos llamó la atención de críticos tan exigentes como José Monleón y son muchos los premios que ha ido obteniendo a lo largo de su andadura escénica. Otros grupos vizcaínos importantes son Maskarada, Tramoia, Kukubiltxo, Kresala, etc.

En definitiva, puede afirmarse que el panorama literario vizcaíno se caracteriza por la diversidad y por la convivencia normalizada. Diversidad lingüística y estilística, pues conviven sin grandes problemas autores en castellano y en euskera de diferentes generaciones publicando sin dificultad desde diversos credos y actitudes poéticas, y convivencia normalizada en cuanto que lo que prevalece es la autonomía del creador que lleva a cabo su trabajo en libertad. La literatura vizcaína, refiriéndonos especialmente a la que se expresa en euskera, ha logrado conectar definitivamente con la modernidad y adquirir una autonomía, en el contexto social en el que se desarrolla, de la cual no había podido disfrutar hasta el presente momento histórico.

IBS

Bizkaia, con sus propias características, ocupa en la historia del bertsolarismo vasco una posición de honor junto a los otros territorios. Desde el punto de vista histórico y si comenzamos por el análisis de los textos más antiguos, al bertsolarismo vizcaíno le corresponde una tradición mayor que lo que suele creerse. De esta tradición arranca la hasta hoy viva fuerza de la extensa dinastía de los Enbeita. Asimismo, la lista de los bertsolaris vizcaínos que sostuvieron, de una u otra forma, la antorcha en los oscuros tiempos del Franquismo es larga. Son dignos de mención los campeones de aquellos años: Balendin Enbeita, Juan Mugartegi, Jon Azpillaga y Jon Lopategi, destacándose estos dos últimos también a nivel de toda Euskal Herria. El bertsolarismo en general y el vizcaíno en particular experimentan, en la década de los 80, un avance decisivo e imparable concretizado en las Bertso Eskolak y en el Eskolan Bertsolaritza (programa de iniciación y aprendizaje del bertsolarismo dentro de la enseñanza reglada). El promotor de todo ello fue el bertsolari vizcaíno y gran campeón Xabier Amuriza.

Amuriza recoge en 1980 el testigo de manos de Manuel Olaizola "Uztapide", ganador del último Campeonato Nacional de 1967. A partir de ello se abren de par en par las puertas del bertsolarismo a los nuevos tiempos en Euskal Herria. La aportación que Amuriza puso de manifiesto en el Campeonato Nacional de 1980 fue la relacionada con el entorno academicista: en contra de la opinión de que el bertsolarismo sea necesariamente una cualidad innata, un don, la posibilidad de que también se pudiera acceder al arte de versificar a través de la actividad académica; un arte al alcance de quien lo pretenda y no solamente de los dotados. Como prueba tenemos su modo particular de versificar en el que, dentro del respeto por las normas del euskera batua, cantó sus bertsos como si se tratase de texto escrito, a lo largo de toda la sesión que se celebró en el frontón Carmelo Balda. Refiriéndose a ello, Antonio Zavala en la introducción del nº 141 de la colección Auspoa escribe: "Ahora bien, estando los bertsos de Amuriza en euskera batua, hemos tenido una duda ¿cómo transcribirlos?". Todo ello, refleja el extenso y bien meditado trabajo previo realizado por Amuriza. Como trasunto de ello aparecieron en 1981 los libros Bertsolaritza 1: Hitzaren Kirol Nazionala y Bertsolaritza 2: Hiztegi Errimatua [Bertsolarismo 1: Deporte Nacional de la Palabra y Bertsolarismo 2: Diccionario Rimado] y, en 1982, Zu ere Bertsolari [Tú tambien Bertsolari], un manual para ejercitarse en la elaboración de bertsos. A comienzos del año 1980, Amuriza, siendo él mismo maestro, aporta en forma de apuntes y antes de las citadas publicaciones, los materiales y la metodología necesarios para fundar las primeras Bertso Eskolak (Escuelas de Bertsolarismo) que abrirán sus puertas en la zona de Bilbao: por una parte la Bertso Eskola de Santutxu, y, por otra, la de Algorta.

De hecho, podemos apuntar al año 1980 como la fecha del nacimiento de unas Bertso Eskolak que se multiplicarán en los años sucesivos. Añadir que, dentro del ámbito de las Bertso Eskolak, hay que señalar un antecedente, la Garriko Bertso Eskola, aparecida años antes como pionera de esta filosofía pedagógica. La Garriko Bertso Eskola había nacido en 1958 en la taberna de Pedro Ajuria de Muxika y en el entorno del gran campeón Balendin Enbeita, con la finalidad de preparar y entrenarse para el Campeonato de Bizkaia de Bertsolarismo del siguiente año. Si bien en sus comienzos sólo duró un año, le sucedió la Lamikiz Eskola de Mendata (1976-1986) hasta el nacimiento de la Garriko Bertso Eskola. Además del mismo Balendin Enbeita, y entre otros, es su hijo Jon Enbeita, subcampeón en el Campeonato Nacional de Bertsolaris de 1980, el máximo exponente de dicha Bertso Eskola. Curiosamente, tanto el campeón Xabier Amuriza como el subcampeón Jon Enbeita son vizcaínos y ambos pertenecen al entorno academicista del bertsolarismo. El principal objetivo de las Bertso Eskolak consiste en capacitar a los candidatos en el arte del bertsolarismo a la vez que hacerles partícipes en la organización, promoción y canalización de todas las iniciativas que surjan en torno del mismo: sesiones, certámenes, campeonatos de diversas modalidades y todo el quehacer pertinente a estas manifestaciones, como la edición, etc. Además de la citada Garriko de Muxika, la Bertso Eskola de Santutxu y la de Algorta llevan mucho tiempo laborando este campo en las zonas del Duranguesado, Lea-Artibai, Busturia, Mungialde, Uribe Kosta, Arratia, Orozko e, incluso, la margen izquierda de la ría. Al Campeonato Nacional de 1980 le sucede el de 1982; en el primero tomaron parte 16 bertsolaris, que en el segundo, ascendieron a 52. Merece destacar que muchos de éstos se formaron en las escuelas de bertsolarismo, sobre todo los vizcaínos. En este Campeonato de 1982 resultaron vencedores, como se ha dicho, Xabier Amuriza y Jon Lopategi, campeón y subcampeón respectivamente. De la mano del segundo y merced a la Federación de Ikastolas de Bizkaia, a partir de 1984 el bertsolarismo en general y el vizcaíno en particular van a dar un nuevo paso de importancia al incluirse como tema de estudio en la enseñanza reglada. Exponente de ello es el XIV Campeonato Infantil y Juvenil de 1997.

Sin duda, otro exponente interesante del bertsolarismo vizcaíno son los Bertsolari Txapelketak [Campeonatos de Bertsolaris]. Tras la guerra tuvieron lugar, desde 1958, en 1959, 1960, 1961, 1962, 1964 y 1966. Una nueva etapa, por otra parte, comenzará en 1987, al incluirse en el mismo a la provincia de Álava. En adelante se los conocerá como Araba eta Bizkaiko Bertsolari Txapelketa [Campeonatos de Bertsolarismo de Álava y Bizkaia]. En esa primera edición (1987) se alzó con la txapela de campeón Jon Lopategi. El siguiente Campeonato tendrá lugar en 1990, tres años después. Esta vez tomarán parte los de la "escuela vieja" (Basilio Pujana, de Zeanuri, 77 años, por ejemplo) y los procedentes de la "escuela" (Igor Elortza, durangués de 15 años, por ejemplo). Será proclamado campeón Jon Enbeita. Le sigue el de 1992, ganado también por Jon Enbeita. El campeonato de 1994 ofrece dos novedades: Por una parte, se escuchará por primera vez a una mujer, Iratxe Ibarra, cantar en las finales. Por otra parte obtendrá la txapela de campeón un bertsolari procedente de escuela, un alumno de Jon Lopategi, Unai Iturriaga, que repetirá la proeza en el campeonato de 1996.

El asociacionismo con el objetivo de despejar el futuro y de formar a las nuevas generaciones culminó en 1987 con el nacimiento de Euskal Herriko Bertsolari Elkartea. En 1992 se creará una asociación por territorio vasco, incluida la Bizkaiko Bertsolari Elkartea [Asociación de Bertsolaris de Bizkaia]. Desde 1996 la EHBE pasa a denominarse Euskal Herriko Bertsozale Elkartea [Asociación de Amigos del Bertsolarismo de Euskal Herria] y la rama vizcaína Bizkaiko Bertsozale Elkartea.

IAA