Concept

Baile suelto

Identificado muy estrechamente con el baile vasco, el término de baile suelto no tiene sentido sin su opuesto, el baile agarrao.

Aunque el concepto puede utilizarse para cualquier danza en la que no hay contacto físico -danzas de hombres solos o de mujeres solas incluidas-, lo habitual es que se refiera a las danzas mixtas que se realizan sin contacto físico entre la pareja, es decir básicamente la familia del fandango y la jota por un lado, y la del arin-arin y porrusalda por otro. Nos encontramos, por tanto, con la pareja de danzas vascas más corriente hoy en día.

Ha sido muy corriente en el País el ensalzamiento del baile suelto frente al agarrao, concepto que se ha aplicado a los bailes que, desde aproximadamente el segundo tercio del siglo XIX se introdujeron en Vasconia procedentes del centro de Europa con parada en París y Madrid. La contradanza al principio, y sobre todo el vals, la polca, la mazurca, el chotis, la habanera y por encima de ellos el pasodoble, con su contacto físico y la independencia que proporcionaba a la pareja, tuvieron una gran implantación en el País, que fue pareja al recelo y a la franca oposición no sólo de la Iglesia, sino también en muchas ocasiones de las autoridades civiles.

Por si fuera poco, el Renacimiento cultural y el primer nacionalismo vascos tomaron como uno de los más importantes elementos identitarios vascos el catolicismo, llegando a establecer una verdadera cruzada contra el baile agarrao. Uno de los pocos comentarios de Sabino Arana (1895:267) sobre bailes y danzas es más que claro al respecto:

"Ved un baile bizkaino presidido por las autoridades eclesiástica y civil, y sentiréis regocijarse el ánimo al son del txistu, la alboka o la dulzaina y al ver unidos en admirable consorcio el más sencillo candor y la más loca alegría; presenciad un baile español, y si no os causa náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos queda acreditada la robustez de vuestro estómago".

La oposición, por tanto, entre el honesto baile vasco frente al inmoral baile español constituirá una de las referencias del baile suelto. Desde las páginas de la revista Txistulari, órgano de la Asociación de Txistularis creada en 1927, y en cuya revista la profusión de fandangos, arin-arin y biribilketas era tan notoria como la ausencia de bailes al agarrao, algunos de ellos muy abundantes en los repertorios antiguos de tamborileros, se exhortaba a los txistularis a que "no toquen con el txistu "tangos", "abaneras" [sic], "fostrotes" y otras cosas así, que eso ni es de txistularis, ni de cristianos, ni de vascos". (Txistulari, nº 5 [1928], p. 15).

No es extraño, por tanto, que todavía a finales del siglo XX el importante txistulari de Berriz Alejandro Aldekoa (1920-1996), tuviera en mente una dicotomía entre el baile solture, casi sin contacto físico entre los bailarines, categoría en las que incluía sobre todo fandango, arin-arin y biribilketa, y el loture, que tenía un mayor contacto físico, y que era constituido fundamentalmente por bailes españoles, como el pasodoble, el vals y otros. Esos bailes vascos honestos, por supuesto, tenían que realizarse de día y no de noche, y eran los únicos que debían interpretarse al txistu (Bikandi 2009).

También está claro, con todo, que en el ambiente de la posguerra esta identidad con lo católico sirvió para que determinadas personalidades de la cultura vasca y determinados -muy determinados- exponentes de su cultura tradicional pudieran tener un espacio en la vida cultural incluso cotidiana del nacional-catolicismo español. Es lo que permitía al obispo de Pamplona, monseñor Olaechea, referirse en 1941 al "baile al suelto entre jóvenes de ambos sexos" como "ese baile ágil, bello y decoroso, a los sones del txistu y del tamboril" (cit. en Aranburu 2008:201).

Esta forma de entender el baile se adecua notoriamente con la imagen que podemos tener en la actualidad del fandango, arin-arin y similares. Sin embargo, no parece coincidir con las primeras informaciones que tenemos sobre ellos, que datan del siglo XIX, casi la misma época de la llegada a Vasconia del baile agarrao. Respecto al fandango, es inevitable citar en este particular a fray Domingo de Santa Teresa, para quien el pandangua era sumamente indecoroso porque en él se realizan menio desonestubac (1816:137). Cierto es que las descripciones de la época parecen identificar la inmoralidad con el mero contacto físico, fuera del tipo que fuera. De hecho, el mismo fraile parece considerar el mayor problema el gran contacto físico ya en la cara, ya en los brazos, ya en el vientre, ya en el costado (ibid.). Desde nuestro punto de vista, pues, más que indecorosos, estos bailes eran violentos y desmañados, especialmente los que se realizaban al final de la soka-dantza, en los que se centraron buena parte de las polémicas sobre la moralidad de la danza tan corrientes especialmente en el siglo XVIII (Bidador 2005, Sánchez Ekiza 1999). Quizás la descripción de Larramendi sea la que más se acerque a la realidad cuando se refería a "aquel son cuya práctica, sobre ser de salvajes, es más indecente que ridícula" ya que "estas fugas apresuradas no tienen gusto que pueda ser tentación de lujuria, ni de alguna indecencia, porque antes bien sirven para molerse y hacerse pedazos con risa de los mirones; pero, porque en la carrera pueden caer estas y las otras mujeres y suceder alguna indecencia, deben prohibirse al tamborilero [que las toque]" (1882: 272 y ss.).

Es de aventurar, por tanto, que la propia consideración moralista del renacimiento cultural y el primer nacionalismo vasco primero, ylas transformaciones realizadas por los grupos de danza después, en busca de una estética más academicista, atlética y técnica, debieron de transformar estas danzas tradicionales vascas, llevándolas a los estereotipos actuales (por ejemplo Laborda 2007). Hoy en día, con todo, podemos afirmar que el baile al suelto sigue constituyendo uno de los iconos no ya del baile vasco, sino de la imagen que de lo vasco se proyecta fuera de nuestras fronteras.