Écrivains

Astarloa, Pedro José

Durango, 1751-Bilbao, 1821.

Hermano mayor del apologista Pablo Pedro Astarloa, Pedro José, hijo del abogado durangués del Consejo Real Juan Bautista Astarloa y de María Ángela Agirre, de Markina, vio la luz en Durango en 1751. La familia Astarloa gozaba de un considerable nivel social en Durango, además de las numerosas propiedades que poseía, el padre era abogado de profesión y Síndico Procurador Mayor del Señorío de Vizcaya en el bienio 1738-1740 y fue alcalde de la localidad entre 1744 y 1749. Lamentablemente murió con 40 años, dejando viuda y seis hijos de los que el mayor contaba únicamente con trece años de edad y los más jóvenes, Pedro y Pablo un año y dos meses respectivamente. La madre, en esas circunstancias, regresó a su natal Markina y pidió ayuda a su hermano Pedro Agirre. El regreso a Markina coincidió con la llegada desde Deba (Gipuzkoa) de la familia Mogel. Al cabo de dos años murió también Pedro Agirre, por lo que Ángela debió de ocuparse de la herencia y las posesiones del esposo y el hermano fallecidos.

Pedro José Astarloa inició su educación en la escuela de Markina junto con su hermano menor Pablo y bajo la tutela del presbítero y maestro de la localidad Pedro Agirre Amalloa. Como relató su hermano Pablo a W. Humboldt, los alumnos tenían prohibido hablar en euskara. Al primero que lo hacía el maestro le daba un anillo que este a su vez tenía que dar al siguiente que lo hablara pasando el anillo de mano en mano. Al final de la semana el maestro castigaba a todos los que habían tenido el anillo en su poder. Tras los primeros años escolares, el joven Astarloa estudió latín probablemente con algún clérigo, tal vez con un carmelita, pues en Markina había un convento que ofrecía este tipo de enseñanza. Es posible, también, que acudiera al colegio de jesuitas de Lekeitio, o que lo estudiara en casa con algún cura. Poco a poco la casa de Orueta comenzó a quedarse vacía: el hermano mayor, el dueño del mayorazgo, se fue a estudiar leyes; la hermana, desde muy joven, ingresó monja en Logroño; otros dos hermanos se trasladaron a los seminarios de jesuitas de Valladolid y Villa García; y Pablo, el más joven, al seminario de Larresoro. Pero no acabaron aquí las vicisitudes de la familia. En 1767 el rey Carlos III dio orden de que todos los miembros de la Compañía de Jesús fueran expulsados de España y de las colonias y se trasladaran a los Estados Pontificios. En ese momento, los hermanos mayores de Pedro José, Javier Ramón y Juan Bautista, estudiantes en Salamanca, fueron trasladados a El Ferrol para que allí embarcaran y viajaran hasta Bolonia. El rey concedía una pequeña ayuda económica a los desterrados, pero como no era suficiente para subsistir, los Astarloa les enviaban ayuda económica cada cierto tiempo. A pesar de las dificultades, los hermanos no regresaron.

En 1766 Pedro José se trasladó al convento de San Francisco de Abando (Bilbao). Tal y como se detalla en su primer libro, llegó a ser Lector Jubilado, Padre Provincial de Burgos y Definidor de Cantabria. Los últimos años de su vida llegó a ser también padre Provincial de Cantabria. Era un hombre culto y devoto que se trasladaba de pueblo en pueblo predicando. Desarrolló esta afición junto con el amor que profesaba a su pueblo y a su lengua volcando todo ello en la obra de su vida publicada en dos partes en 1816 y 1818: Urteco domeca gustijetaraco verbaldi icasbidecuac, ceinzubetan azalduten dan Erromaco Catecismua. Euretan aurquituco dabe Arima-zain euscaldunac, euren Elextar edo Feligresai predicadu biar deutzen icasbidia; Baita bere Cristinau euscaldunac cer jaquin, eta eguin biar dabeen. Además de las ediciones y reediciones de los manuales de doctrina, tras Confesio ona (1803) de Juan Antonio Mogel, el de Astarloa es el primer libro religioso editado en dialecto vizcaíno, así lo ratifica el autor en la dedicatoria del primer tomo: "ezta aguertu oraindio euzqueraz, onelaco lanic" [en euskara no se ha publicado aún un trabajo semejante].

El trabajo, compuesto por cincuenta y tres textos explicativos, desarrolla principalmente temas de dogma y moral, pero de la manera más sencilla y cercana. El predicador tiene muy en cuenta la situación lingüística del pueblo en ese momento, puesto que todos los oficios religiosos se impartían en latín, lengua que generalmente los feligreses no comprendían, respondiendo de manera mecánica. Por ello la predicación era uno de los más importantes cometidos del sacerdocio, esto es, el modo de hacer llegar a los fieles el mensaje de la iglesia. Astarloa tuvo muy en cuenta esta situación al desempeñar su trabajo así como las dificultades de algunos clérigos educados en seminarios de fuera de Euskal Herria al tratar de predicar en euskara.

Los temas están aderezados de vivos ejemplos para que el pueblo llano y los campesinos los comprendan sin dificultad. Es evidente además, su intención de hacer frente a las creencias y supersticiones por lo que abundan las menciones a esas cuestiones. Al comienzo de la primera parte pueden verse dos textos dirigidos al posible lector: en el primero, el autor expone la razón y finalidad del libro, tomando para ello como punto de partida la resolución del Concilio de Trento y argumentando por medio de la mencionada resolución el beneficio que puede suponer el hecho de que los discursos religiosos sean editados en euskara; en el segundo, de nombre "Cristinau euscaldunai" -"Al cristiano euskaldun"-, menciona otros objetivos, sobre todo el de "arimazain" -pastor de almas-, como ayuda en la enseñanza cristiana para los patronos que tienen a su cargo trabajadores que no conocen el latín ni el castellano o no pueden acudir a misa.

También hay al comienzo de este segundo libro un texto dedicado a D. Francisco Longa y Anchia. El texto recuerda la lucha de los pueblos de la costa cántabra contra los romanos, subraya su origen noble y grandes hechos, renovando el mito del cantabrismo y acercándose, de pasada a las ideas de su hermano Pablo Pedro. En las páginas finales del ejemplar, tal y como hizo en el primero, detalla la fe de erratas.

Si reparamos en el estilo lingüístico, está claro que Pedro J. Astarloa posee un euskara rico y claro, pero no utiliza un lenguaje cultivado pues su mayor preocupación es la inteligibilidad; hacer llegar al pueblo llano, en su lengua, las enseñanzas de la iglesia.