Politiques et Fonctions Publiques

Zamacola Ocerin, Simón Bernardo

Personalidad política vizcaína. Nacido en Dima el 20 de agosto de 1759 en el seno de una familia de nueve hermanos, de primer apellido Iza. Fallecido en Dima el 23 de enero de 1809.

Vivió con un tío escribano y regidor del Señorío, Juan de Ormaondo, en Durango, aprendiendo su oficio.

En 1782 comenzó a representar a Dima en las Juntas Generales. Al siguiente a ejercer la escribanía en Dima y a participar activamente en la vida municipal y merindal, no sin que provocara revuelo su actitud contraria a los concejos abiertos que los jauntxos manipulaban mediante sus redes clientelares. En las Juntas de 1790 además de a Dima representó a Lemoa y luego a Axpe y Arantzazu. A partir de 1793 ostentó diversas representaciones de la merindad de Arratia y la segunda secretaría de la diputación por el bando gamboíno.

Durante la invasión francesa y guerra de la Convención fue capitán de las milicias de Arratia e inspector general de Tercios de Bizkaia y Álava. El 13 de diciembre de 1794 la Diputación le comisionó para reclutar soldados en el Señorío y para entrevistarse con el general de las tropas reales Rubí en Vitoria. Este le encomendó que se viera en la zona de Guipúzcoa aliada con los franceses con su amigo Barroeta Aldámar, lo cual le acarreó la acusación de traidor de boca del comisario regio Mariño.

Zamácola tuvo que acogerse en Pamplona a la protección del virrey de Navarra hasta que se aclaró su situación. Los problemas derivados de la guerra -la desorganización del sistema de defensa principalmente, a cargo de milicias forales y ejército real muy poco eficaz- le concernieron de forma notable. Escritos posteriores a estos hechos (su hermano Juan Antonio, su amigo el síndico Manuel de Oleaga) apuntan a esta época como aquélla en la que la salud mental del escribano comenzó a experimentar altibajos notables.

Finalizada la guerra, con la paz de julio de 1795 se abre un período inestable y polémico. Desempeñó, con gran popularidad, los cargos de representante en Juntas de la merindad de Durango en 1795, de regidor de Ubidea en 1798 y representante de ésta, Bakio, Dima y Arantzazu, representante de la merindad de Arratia y villa de Otxandio en 1799 y otras en los años siguientes como alcaldía de Arantzazu en 1802 y alcaldía de Fuero de la merindades de Arratia y Bedia de 1801 a 1804.

Fue en las Juntas de 1798 cuando Zamácola rindió cuentas del dinero utilizado en la Guerra contra la Convención; él y los suyos sugirieron nuevos arbitrios que Bilbao consideró perjudiciales para la villa. También consideró oportuno el pago de una importante cantidad a la Corona. El conflicto con Bilbao se agudizó cuando las Juntas de Merindades de 1800 siguieron su parecer de votar nuevos arbitrios; el hecho de que se le comisionara para gestionar con Godoy un nuevo puerto en Abando le terminó de ganar el odio de los bilbaínos. En especial cuando un RD del 31 de diciembre de 1801 autorizó dicho puerto, rival del de Bilbao. Los bilbaínos juramentados en su contra consiguieron el 30 del mes siguiente la revocación del RD y que en marzo fuera detenido bajo la acusación de franquear unas cartas de M. L. de Urquijo, caído, a la sazón, en desgracia. En libertad, prosiguió sus gestiones contratando al abogado González Arnao.

Una sorda lucha por el poder desembocaría en la "zamacolada" de 1804. Zamácola consiguió defenestrar al Diputado general, Pedro de Abendaño, notable arratiarra vinculado a Urquijo, y que los nuevos Diputados fueran Valdespina e Ibáñez de la Rentería. Pero para conseguir sus objetivos tenía que hacer continuas concesiones a Godoy, entre las cuales el explosivo asunto de la reforma del sistema de milicias. En las tumultuosas Juntas del 23 de julio de 1804 presididas por su aliado el Corregidor Pereira pronunció un largo discurso (primero en castellano y luego en euskera) justificando, con éxito, sus gestiones sobre el Puerto de la Paz y sobre el nuevo sistema militar de defensa del territorio ("compañías así instruidas (que) estarán a las órdenes de la Diputación para todo lo que ocurra, tanto respecto de la persecución de malhechores en tiempos de paz como para la defensa del país en tiempo de guerra"), renovándosele el nombramiento de Comisionado en Cortes. También fue nombrado primer regidor por el bando oñacino.

A los pocos días (16 de agosto) estalló la "zamacolada" en Begoña. En las Juntas del 22 de agosto de 1804 se acusó a Zamácola de apoderarse de dinero y papeles del Señorío. Huido a Dima y luego a Etxarri-Aranatz, fue localizado en casa de su socio Domingo de Ansorena y protegido por gentes del virrey de Navarra, marqués de Amarillas, Jerónimo Morejón, en Pamplona. Al serle confiscados 12 baúles en Dima se le halló un buen lote de libros instructivos (gramáticas del castellano, inglés y francés, aritmética), técnicos (mecánica, agricultura, pesca, medicina, veterinaria), clásicos latinos y castellanos, literatura de su época francesa y castellana, amén de títulos relacionados con la erudición vascológica y los propios de su oficio. Ninguna de las piezas de convicción de los acusadores. El Señorío fue ocupado militarmente en septiembre y así permaneció hasta la invasión francesa.

Acabada la "zamacolada" el Señorío lo envió nuevamente, en 1805, a la Corte a fin de que consiguiera el restablecimiento de la foralidad aunque Zamácola declinó la oferta "por sus indisposiciones y por lo que en su honor e intereses había padecido" (Labayru, p. 95). Finalmente aceptó, en octubre. Según relata su hermano Juan Antonio, que residía en Madrid como escribano real de la Corte, el 16 de enero de 1806, volviendo de la audiencia con Godoy, experimentó un ataque de locura que Juan Antonio atribuye a una gota mal cuidada. El agente del ayuntamiento de Bilbao, Mendizabal, la achaca a "no haber sido recibido del Señor Generalísimo como él pensaba".

No está nada claro si las cosas fueron de una u otra manera; el caso es que Zamácola abandonó la casa de su hermana Ramona y se estableció en una fonda de Madrid, donde su extraña conducta hizo que su amigo Aranguren lo trasladara al convento de Santa Bárbara a fin de que fuera debidamente atendido. El agente de Bilbao informa que "sigue mal y moralmente se cree imposible su cura" (3 de marzo de 1806). Al volver al Señorío el 20 de marzo, las autoridades lo enviaron a recibir baños de mar a Saturrarán y, finalmente, un tratamiento en París, ciudad en la que empeoró. Devuelto a Dima, murió el 23 de enero de 1809, a los 50 años, cuando las tropas francesas ocupaban casi toda España y su hermano Juan Antonio desempeña importantes cargos en la corte de José I.

Las desavenencias con sus hermanos quedaron en evidencia por las dificultades que experimentó su viuda, María Díaz de Basurto, con la que no tuvo descendencia, para reclamar la herencia del escribano que poseyó seis inmuebles, algunos montes, y participaciones en ferrerías vizcaínas y navarras.

Acabada la "zamacolada" el Señorío lo envió nuevamente, en 1805, a la Corte a fin de que consiguiera el restablecimiento de la foralidad aunque Zamácola declinó la oferta "por sus indisposiciones y por lo que en su honor e intereses había padecido" (Labayru, p. 95). Finalmente aceptó, en octubre. Según relata su hermano Juan Antonio, que residía en Madrid como escribano real de la Corte, el 16 de enero de 1806, volviendo de la audiencia con Godoy, experimentó un ataque de locura que Juan Antonio atribuye a una gota mal cuidada. El agente del ayuntamiento de Bilbao, Mendizabal, la achaca a "no haber sido recibido del Señor Generalísimo como él pensaba".

No está nada claro si las cosas fueron de una u otra manera; el caso es que Zamácola abandonó la casa de su hermana Ramona y se estableció en una fonda de Madrid, donde su extraña conducta hizo que su amigo Aranguren lo trasladara al convento de Santa Bárbara a fin de que fuera debidamente atendido. El agente de Bilbao informa que "sigue mal y moralmente se cree imposible su cura" (3 de marzo de 1806). Al volver al Señorío el 20 de marzo, las autoridades lo enviaron a recibir baños de mar a Saturrarán y, finalmente, un tratamiento en París, ciudad en la que empeoró. Devuelto a Dima, murió el 23 de enero de 1809, a los 50 años, cuando las tropas francesas ocupaban casi toda España y su hermano Juan Antonio desempeña importantes cargos en la corte de José I.

Las desavenencias con sus hermanos quedaron en evidencia por las dificultades que experimentó su viuda, María Díaz de Basurto, con la que no tuvo descendencia, para reclamar la herencia del escribano que poseyó seis inmuebles, algunos montes, y participaciones en ferrerías vizcaínas y navarras.