Peintres

Vélez, Luisi

Pintora donostiarra nacida en marzo de 1946.

Se inicia desde los 15 años en la pintura de la mano de Ascensio Martiarena, primero, y de Jesús Gallego, luego, en la Asociación Artística de Gipuzkoa. Posteriormente, en Pamplona, asistió a los talleres y Seminarios de José Antonio Eslava. De vuelta a su ciudad natal impartió clases de dibujo y pintura en el Club de Arte Catalina de Erauso y, al poco tiempo, estableció su estudio en su propia casa dedicándose plenamente a su pintura.

Desde entonces ha efectuado diversas exposiciones individuales en los años 80-90 en las salas de la Kutxa de Arrasate y Donostia, Aachen Gallery de Madrid, Casa de Víctor Hugo en Pasai Donibane, Casa de Cultura de Urretxu, CLP de Zarautz, Ateneo de Ermua, Museo de San Telmo de Donostia, CAM de Pamplona, CLP de Irun, Galería Gaspar de Rentería, Galería Zubieta, Musikarte y Centro Casals de Donostia. Colectivas en San Juan de Luz, Biarritz, Convocatoria contra el Sida, Bienal de San Telmo, 40 aniversario de la AAG y Certamen de mujeres pintoras. Obra suya en los Ayuntamientos de Ermua y Pasaia, Diputación Foral de Gipuzkoa, Kutxa, Museo de San Telmo y particulares.

Sobre su deslumbrante y colorista producción se han emitido, entre otros, los siguientes juicios:

Aztia (1981):

"Ocurre que las tradiciones rara vez son sofisticadas. Luisi Vélez las reproduce con barroca diafanidad, en toda su ingenua -aquí sí me sirve el término- crudeza".

Montserrat Fornells (1989):

"Su creatividad es tan arrolladora, que se permite el lujo de pintar todos los cuadros sin modelo. De ahí el aire de sincera espontaneidad que ha llevado a muchos a aplicarles el calificativo de "naives", pese a que su iconografía oscila entre las visiones oníricas del surrealismo y las inquietudes existencialistas. Espléndida colorista".

Edorta Kortadi (1989):

"En el antiguo patio Matía la pintora vivió una postguerra dura y sombría, abierta a los sueños juveniles de países lejanos llenos de jóvenes hermosos y de triunfos artísticos. Por allí también en Suecia, la realidad es más dura y aristada de como la pintan. La artista vuelve a refugiarse en los seres más queridos, en los paisajes reales de su Donostia, surgen así su Muchacha ante la playa, su Mujer abandonada con niño, o su Mujer con gatos y restos de pescado. Realismo simbólico, tierno, sencillo y melancólico que desemboca en otro de corte más social y comprometido: Hombre ante la ventana, Obreros y protestas, Las tres gracias ciegas. O también ese otro realismo más sutil y onírico: Paella con lirios, Drúidas con joven negro, Adán y Eva, Señora con cesta de frutas, Arlequín. Reflexiones plásticas todas ellas sobre la condición humana, transparencias y plasmaciones del alma del artista. (...). La artista sigue empeñada en seguir plasmando en imágenes la realidad soñada o vivida. Su técnica y sus repertorios iconográficos son permanentes, tanto en el orden temático, como en la gracia de su constante evolución. Más tarde: de "alquimia vital" calificó Mendieta la pintura de Luisi Vélez. Algo hay de cierto en ello. Luisi Vélez (Donostia, 1946), tras estudiar con Martiarena y Gallego, comienza a realizar una pintura adscrita al realismo mágico, vital, erótico, onírico. Vélez conoce lo suficiente el arte del dibujo, aunque en arte y en dibujo sabe mucho más siempre todavía, como para expresar sus propios demonios interiores, mezcla de exaltación vital, tristeza y melancolía".

Carlos Naucler (1990):

"La pintura de Luisi Vélez es tan única, individualista e irrepetible como su autora (...)".

Joxemartin Apalategui (1992):

"Luixiren piktografian euskal kulturaren eta bere ingurunekoen egungo kezka hedatuenekoa, ekologia kosmikoa dena, da pentsamendu nagusiena".

Marianne de Villota (1994):

"Se ha hablado ya del origen onírico, poético de los temas que trata: su pintura va más allá de eso. Las imágenes son muy íntimas, la simbología es absolutamente original y personal, visiones interiores que traslada a sus cuadros. Sus composiciones son un espejo de sí misma, "hablan", literalmente, de sus sentimientos y sus experiencias, de su personalidad más profunda y de su filosofía, cien por cien vitalista. No conozco otro artista que se haya proyectado tan completa y sinceramente en sus telas. El conjunto de la obra de Luisi constituye su propia autobiografía; a veces, incluso a su pesar".

Antxon Benito (1994):

"Vivimos en un mundo saturadode imágenes (...). En este contexto, apuestas icónicas como la de Luisi Vélez se convierten en francotiradores culturales. Partiendo de referentes concretos, su obra se decanta por mostrar un mundo de sueños, de ideas apoyadas en identidades físicas, y sin embargo, desligadas del exterior. Un universo formado por colores (¡color!, ¡calor! esencia vital de la condición humana) que se unen, siguiendo códigos surrealistas, para materializar conceptos mágicos, atemporales, pobladores de mentes abiertas y corazones sensibles".