Biologistes

Arechavaleta y Balparda, José Cosme (version de 1977)

Eminente farmacéutico y bacteriólogo vizcaíno nacido en el barrio de Urioste del municipio del actual Ortuella el día 27 de septiembre de 1838. Era hijo del veterinario de los Tres Concejos, Manuel de Arechavaleta, natural de Santurtzi y de Ramona de Balparda, natural del Valle de Trápaga. Fue bautizado en la iglesia de San Jorge, en Santurtzi, siendo sus padrinos José Salcedo y Agustina de Arechavaleta. Su padre, Manuel de Arechavaleta fue Alcalde durante varios años.

De origen modesto, aprendió las primeras letras en su pueblo y acudió a Santurtzi para recibir la enseñanza primaria. En 1852, cuando contaba con 14 años, trabajó en la botica de Julián de Lejarreta y Aguinagalde de Portugalete, realizando mientras tanto estudios de latín y francés.

En 1855, se embarca en el puerto de Pasaia con destino a Montevideo (Uruguay). En 1862, se presenta a rendir examen ante la Junta de Higiene Pública, obteniendo el título de farmacéutico. Llegó pues muy joven a esta república, dedicándose desde el principio al estudio de las ciencias naturales, que debían de constituir el objetivo de toda su vida científica.

Ya propietario de su propia farmacia, trabaja con él su sobrino Pedro Hormaeche, quien fuera, junto con su tío, fundador y primer presidente del Centro Vascongado, euskal etxea nacida de la escisión producida en la Sociedad Protectora de la Inmigración Vascongada Laurak Bat de Montevideo, tras un suceso que conmovió a la colectividad vasca uruguaya.

El 10 de marzo de 1882, se creaba, en el seno de la Laurak Bat, la Caja Vasco Navarra de Reempatrio, con el propósito de enviar de retorno a sus hogares a los inmigrantes vascongados y navarros que estuvieran imposibilitados de valerse por sí mismos. No obstante, lo que a priori pareció contar con el unánime aplauso de todos los asociados, encontraría un ferviente opositor en Arechavaleta, que opinaba que si bien salvaban a un emigrante pobre, perjudicaban a su familia al obligarla a encargarse de un pariente enfermo y desvalido. Insistía además, en que de esta manera se promovía la degeneración de la raza, pues el País Vasco se estaba vaciando como producto de la emigración, y recibiría a cambio a los que para nada servían.

Este episodio quedó documentado en las múltiples cartas que Arechavaleta cruzó con su amigo y consocio Domingo Ordoñana, y que fueran insertas en la revista de la institución. Este enfrentamiento provocó el alejamiento de 22 socios, que pasarían a fundar el Centro Vascongado.

Sus primeros trabajos versaron sobre entomología, describiendo especies propias de este país, completamente desconocidas hasta entonces, lo que valió al joven naturalista felicitaciones de sabios europeos como Lacoudaire, Putzeis y otros.

La circunstancia de encontrarse radicado en este país el sabio botánico francés José Ernesto Gibert, hizo que Arechavaleta fuera uno de sus discípulos, adquiriendo desde entonces el amor al estudio de la flora uruguaya, sobre la cual realizó trabajos de indiscutible mérito, constituyendo sus publicaciones una completa descripción de las especies uruguayas. Publicó el resultado de años de investigaciones en su obra Gramíneas del Uruguay.

Desde 1874 hasta 1906, fue catedrático de Historia Natural Médica en la Facultad de Medicina de Montevideo. En 1888 fue designado químico del Municipio de Montevideo. En 1892 fue nombrado Director del Museo de Historia Natura, donde fue director de la publicación Anales del Museo Nacional de Montevideo.

Pero la actividad científica del profesor Arechavaleta, no se concretó sólo en el estudio de la botánica. Espíritu selecto, ávido de saber, a pesar de actuar en un medio poco apropiado a las especulaciones científicas, supo inculcar su amor al estudio entre sus discípulos, fundando un centro de investigación científica dentro de la Facultad de Medicina.

Su actuación fue decisiva en la lucha contra el cólera que azotaba a Sudamérica. En 1887, el propio presidente de la república le encarga una investigación para demostrar la inocuidad del tasajo como vehículo de propagación del bacilo del cólera. A poco de producirse los memorables trabajos del sabio francés Pasteur, inició la creación de un laboratorio de bacteriología en la Facultad de Medicina, como anexo a su Cátedra de Historia Natural Médica. En este pequeño laboratorio, que fue la cuna del actual Instituto de Higiene uruguayo, no sólo se dedicó a la confrontación de los más recientes trabajos europeos sobre la vida y acción de los infinitamente pequeños, sino que también, hizo investigaciones originales, tanto más meritorias cuanto que los elementos de que disponía no podían ser más rudimentarios.

Destacaron las investigaciones sobre el desarrollo del bacillus vírgula en diferentes medios de cultivo, y la conclusión realmente práctica, a que llegó el profesor Arechavaleta, de que dicho bacillus no podía desarrollarse ni conservarse vivo, en las carnes saladas que constituían la fuente más importante de la exportación uruguaya de preparación de carnes. Fueron estos estudios especiales los que expuso en Río de Janeiro, con motivo de tomar parte en una misión científica en el año 1887, conjuntamente con los doctores Carlos María Ramírez y Elías Regules, llevando el convencimiento al espíritu de las autoridades científicas del Brasil, de que el tasajo preparado en los saladeros uruguayos, no podía ser nunca un vehículo para la introducción del cólera que entonces reinaba en el Río de la Plata.

El triunfo de la doctrina del profesor Arechavaleta salvó de la ruina a la industria ganadera y saladeril del país. No está de más decir aquí, que muchos años más tarde estos trabajos del profesor Arechavaleta tuvieron una comprobación acabada con motivo de la demostración práctica de que los pescados salados de Noruega, no podían vehicular el bacilo del cólera.

Fuera de la Facultad de Medicina, fundó en 1889 el primer Laboratorio Municipal de Montevideo, dedicándose con entusiasmo a la ordenación de disposiciones municipales sobre análisis de alimentos y bebidas, a la preparación de la vacuna antivariólica, estudios sobre el agua de consumo de la ciudad de Montevideo, estudio sobre las tierras del barrido de las calles desde el punto de vista de su inocuidad para el rellenamiento de terrenos, etc.

Fue Director del Museo Nacional por dos veces, la primera en el año de 1890, y después, ya separada la sección de Historia Natural, desde 1897 hasta su fallecimiento.

Retirado del profesorado de la Facultad de Medicina en el año 1905, fue nombrado por unanimidad Profesor ad honorem en recompensa de sus indiscutibles méritos científicos y de sus desvelos por la enseñanza. En la dirección del Museo de Historia Natural organizó y clasificó las numerosas colecciones y continuó la publicación de su conocida obra La Flora Uruguaya, que es el conjunto más completo del estudio de las especies botánicas uruguayas.

Fue en el año 1881 miembro honorario de la Universidad de la República; en 1896 miembro de la Sociedad Zoológica de Francia; en 1897 miembro correspondiente de la Academia Nacional de Lima; en 1901 miembro correspondiente del Museo Nacional de Río de Janeiro; 1902, socio correspondiente de la Sociedad de Agricultura de Río de Janeiro; 1902, miembro honorario del Instituto Egipcio; 1904, miembro correspondiente de la Academia Properziana del Lubacio; 1905, Oficial de Instrucción Pública de Francia; 1905, socio correspondiente del Club de Ingeniería de Río de Janeiro; 1907, obtiene el diploma de correspondiente del Museo de Historia Natural de París; 1909, miembro honorario de la Facultad de Ciencias de Lima, Comendador de la Real Orden de Isabel la Católica, miembro correspondiente de la Sociedad Científica Argentina, miembro correspondiente de la Sociedad de Ciencias Naturales de Cherburgo, miembro correspondiente de la Academia Internacional de Geografía Botánica de Mans, etc.

Fue socio del Club liberal Francisco Bilbao, del cual su sobrino, Pedro Hormaeche, era presidente.

Contrajo primer matrimonio con Josefa Silva, con la que tuvo tres hijos: José Leopoldo, Arturo e Irene. Irene viajó a Europa en compañía de su padre en el año 1892, y a Buenos Aires (Argentina) en 1902. Volvió a contraer vínculo con María du Forrachou, de nacionalidad francesa, con la que tuvo dos hijos más: Héctor Carlos y Berta. Siendo Héctor Carlos el menor de sus hijos varones, se convierte en su predilecto. En 1904, cuando éste contaba con trece años de edad, emprende su tercer y último viaje a Europa, visitando Bilbao, su caserío Urioste, Grecia, Francia y Alemania. La prematura muerte de su hijo Héctor Carlos fue un terrible golpe que no pudo superar, falleciendo apenas tras meses después, el 16-06-1912.

Una plaza de Montevideo lleva su nombre.

Alberto IRIGOYEN ARTETXE e Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA
Historiadores