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Vitoria-Gasteiz. Arte

El siglo XVIII vendrá acompañado del Neoclasicismo que aportará claridad y austeridad a las costumbres y a las artes al mismo tiempo que una visión de modernidad e ilustración. Nos topamos, en el terreno artístico, con el primero de los neoestilos y con la reinvención del mundo clásico y renacentista. La arquitectura es la más relacionada con el neoclasicismo vitoriano. La ciudad que apenas había cambiado desde la Edad Media, necesita ampliarse hacia el sur una vez demolidas sus murallas. Los Arquillos y la Plaza Nueva establecen el enlace entre la ciudad vieja preservada y la moderna ciudad que se inicia. Justo Antonio de Olaguíbel será el más importante de los artífices de la nueva Vitoria. En 1781 presenta los planos de la Plaza Nueva y, al mismo tiempo, interviene en los Arquillos y en el Convento de Santa Brígida.

La Plaza Nueva estuvo promocionada por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y las obras se prolongaron durante diez años. Deriva de las plazas mayores españolas y consiste en un cuadrado de 220 pies de lado. Tres de los frentes se reservan a viviendas particulares y el cuarto para la casa Consistorial. Exteriormente la uniformidad es total. Los planos fueron aprobados por Ventura Rodríguez, maestro de Olaguíbel en Madrid, y con él trabajó su padre Rafael Antonio. Esta plaza sirvió de modelo a las plazas de San Sebastián y Bilbao.

Aunque la idea inicial de los Arquillos fue de Justo Antonio de Olaguíbel, los primeros, o Arquillos del "Juicio", se debieron a la iniciativa de Don José de Segurola. Deben su nombre al empleo de una solución de arcos sobre los que se edifican las viviendas. Los Arquillos resuelven el problema del desnivel entre la colina y el llano. Los Arquillos del "Ala" o de San Miguel, se proyectan paralelos a la fachada posterior del Ayuntamiento. Con Olaguíbel, trabaja Eustaquio Díaz de Güemes, más el segundo que el primero, puesto que la idea de Olaguíbel pareció demasiado ambiciosa. En realidad son una continuación de los primeros aunque con unos rasgos de rusticidad un tanto impropios del neoclasicismo. La estética neoclásica pervive bien avanzado el siglo XIX y lo hace tanto más en la periferia.

Esto sucede con el Palacio de la Diputación Foral de Álava cuya autoría se debe a Martín Saracibar. Construído en dos veces, la primera de 1833, consta de un cuerpo central y dos laterales avanzados, con altura de una planta sobre semisótano. En 1858 se levanta una planta más y se añade al cuerpo central una escalinata y un pórtico tetrástilo de orden toscano.

En 1820, Silvestre Pérez arquitecto aragonés y uno de los más interesantes de la segunda generación de arquitectos neoclásicos españoles, construye el primer bloque de viviendas del ensanche sur de Vitoria, las casas de Echevarría en la calle Diputación y del Prado. Su altura de cinco plantas resulta sorprendente para la época.

En escultura, la forma humana es el centro de un universo de conceptos, modelos, virtudes y alegatos. Los deberes y el servicio de los ciudadanos a la comunidad rivalizan con las funciones de la Iglesia. Mauricio Valdivielso, perteneciente a una familia de imagineros conocidos como los "Santeros de Payueta", hace el relieve de las Ánimas en la capilla de Santiago de la Catedral Vieja. El contrato se firma en 1817. Por la misma fecha proyecta su retablo Benigno Moraza, representando a San Prudencio, Patrono de Álava, intercediendo ante la Virgen y el Niño por las ánimas del purgatorio. En 1854, Alejandro e Inocencio Valdivielso hacen la imagen de la Virgen Blanca para su capilla en la parroquia de San Miguel. Se inspiraron en la imagen gótica que está en el exterior del templo.

En la estatuaria civil Carlos Imbert hace los retratos en piedra y de cuerpo entero de Prudencio María de Verástegui y del General Álava para el exterior de la Diputación.

El Cementerio de Santa Isabel se inicia en este periodo. Es un conjunto magnífico donde se conjugan arquitectura, escultura y urbanismo. Ofrece al visitante interesado un variadísimo repertorio de reinvenciones procedentes de los más diversos periodos de la Historia del Arte. La pintura puede quedar representada dentro de su parquedad por el retrato de Don Mariano de Urquijo, de Antonio Carnicero. Este prohombre fue ministro, consejero de Estado y embajador en Holanda durante el reinado de Carlos III. Ministro también con José I, murió exiliado en París en 1817.