Lexikoa

UNIFICACION

Primeras tentativas: siglos XVI-XVII. Al igual que en otros países de Europa occidental, el proceso de estandarización del euskera se inició en el s. XVI. Fue fundamentalmente la suma de dos factores lo que posibilitó dicho proceso. 1) El paulatino desmoronamiento del régimen feudal que venía avanzando ya desde varios siglos antes dio paso a la creación de los estados modernos a lo largo de esta centuria. El creciente interés por el estudio de la historia, la literatura y las lenguas nacionales --las famosas apologías de las lenguas nacionales son un producto típico de esta época-- sirvió precisamente de soporte para la creación de esos estados. No es, pues, fruto de la casualidad que el Renacimiento fuese un movimiento cultural coetáneo a la creación de los estados. Por otro lado, la misma burguesía que dirigía el proceso de cambio ignoraba por lo general el latín, siendo la lengua de su propio país su vehículo habitual --y, en ocasiones, exclusivo-- de comunicación. 2) La religión católica, hegemónica hasta entonces en Europa, vio surgir un nuevo competidor precisamente allí donde el incipiente capitalismo había sentado sus más sólidas bases. Ya desde sus inicios, la Reforma protestante optó de manera decidida por el uso de las lenguas propias de cada país, en tanto que la Iglesia católica se había valido exclusivamente del latín en todo el occidente europeo. Ambos factores hicieron que el latín perdiera parte de la hegemonía ejercida hasta entonces en beneficio de las que a partir de este s. XVI se denominarán lenguas `nacionales', denominación que sustituyó --y esta sustitución resulta ya de por sí bastante elocuente-- a la de lenguas `vulgares'. Una parte del País Vasco, la parte septentrional, se vio también inmersa en este proceso de cambio. Significados miembros de la sociedad vasca se convirtieron al protestantismo, entre ellos la propia reina de la Baja Navarra, Joana d'Albret. No ha de olvidarse, además, que la Baja Navarra mantuvo su soberanía hasta 1620, año en el que se produjo su anexión a la Corona francesa. No es por tanto de extrañar que la primera verdadera apología de la lengua vasca viera la luz precisamente en la Baja Navarra (B. Etxepare, Linguae Vasconum Primitiae, 1545), ni que el primer intento de unificación lingüística proviniera también de esa misma región, pues si bien su autor Joanes Leizarraga era originario de Lapurdi, ejerció el sacerdocio en la Baja Navarra y de la Baja Navarra recibió el encargo de traducir al euskara el Nuevo Testamento (1571). Pero a pesar de estas evidentes ligazones que Leizarraga mantenía con la Baja Navarra, a pesar también de que la lengua hablada en su localidad natal (Briscous) era una variedad bajo-navarra y a pesar de que el único libro en euskera escrito con anterioridad al de Leizarraga --el de Etxepare-- estuviese en esa misma variedad bajo-navarra, lo cierto es que Leizarraga se valió básicamente del labortano, si bien trató de acercarse en la medida de lo posible al bajo-navarro y al suletino. Creemos que la razón de esta decisión, en principio inesperada, puede deberse al auge económico que conoció la costa labortana en el período anterior al s. XVII. El modelo de Leizarraga, que pese a no contar con precursores resulta sorprendentemente elaborado, no tuvo, sin embargo, seguidores conocidos. Un pujante movimiento de escritores y literatos vascos, localizado en la costa labortana y que hizo su aparición en el s. XVII, vendría a cerrar definitivamente la vía abierta por aquél. El modelo lingüístico utilizado por este grupo de escritores encabezado por el célebre autor del Guero (1643) Pedro Axular, está basado en la variedad hablada en la costa labortana, el `kostatar', aunque muy elaborado y posiblemente con algunas incorporaciones de otras variedades dialectales. Paralelamente a lo que venía sucediendo en la zona septentrional de Euskal Herria, en las provincias meridionales observamos un total desinterés por el uso del euskara como lengua escrita y vehículo cultural. Las clases dirigentes del país, que ya desde comienzos del s. XIII mantenían estrechos vínculos --aunque en un nivel de manifiesta subordinación-- con Castilla, habían relegado el euskara a las funciones de lengua oral y adoptado el castellano para funciones más elevadas. El protestantismo no consiguió traspasar la frontera franco-española, por lo que unos pocos y humildes catecismos, en ocasiones traducidos del castellano por mandato expreso de los obispos más que por voluntad de los propios traductores, fueron el principal soporte de la «literatura» escrita en euskara durante los ss. XVI, XVII y buena parte del XVIII en la vertiente meridional de los Pirineos. El otro soporte lo fueron unas colecciones de refranes, que junto con el método para aprender euskara compuesto por el bilbaino Rafael Mikoleta en 1653, son prácticamente todo lo que dio de sí el Renacimiento en esa parte de Euskal Herria. Toda esta «literatura», así como aquella otra de transmisión oral que previsiblemente fue más rica y abundante, está escrita en la variedad local, tal cual, del propio autor, como expresamente lo declaran el navarro Beriain (1621), el guipuzcoano Otxoa de Arin (1713) e, incluso ya entrado el s. XIX, los vizcainos Fray Bartolomé Madariaga y Fray Pedro Astarloa (ambos en 1816).