Jaialdiak-Ekimenak

Tributo de las tres vacas

Realizada por Paul Kauffmann en 1906 para el Journal des Voyages:

"Así pues, el 13 de julio desde el amanecer, los senderos de los dos valles, habitualmente silenciosos, se pueblan, poco a poco, de numerosos peatones cargados de provisiones. Los alcaldes franceses de las comunas del valle de Baretous o sus representantes, vestidos con blusones y tocados con boina, ostentando la banda tricolor, se dirigen al collado de la Piedra de San Martín para esperar en ella a las autoridades españolas que deben de acudir a ella hacia las 9 de la mañana.

Acompañan a estos alcaldes tres labradores que llevan de la cuerda a las tres novillas del tributo, de la misma edad y pelaje. Les acompaña un cuarto personaje que sostiene en la mano una lanza con asta de madera a la que se ha fijado un gallardete blanco como símbolo de paz. Con ellos marchan también varios aduaneros franceses armados con un pacífico revólver, a veces, uno o dos gendarmes o un guardabosques, pero sin ningún mandato oficial. Cierto número de curiosos cuyos talegos rebosan de provisiones les sirven de cortejo. Sostienen en la mano la famosa makila, el bastón vasco que el vasco no abandona jamás.

En cuanto a los turistas, hombres o mujeres, éstos les siguen a distancia ya a pie o a lomos de mula. Algunos momentos después aparecen los españoles encabezados por el alcalde o alcalde del ayuntamiento de Isaba, representante del valle de Roncal. Acompañan a éste dos de sus colegas del valle, un labrador que sostiene una lanza adomada de un gallardete rojo, otro encargado de recibir el tributo y otros personajes entre los cuales 7 u 8 pastores españoles armados de carabinas y portando la indumenta pintoresca del valle navarro. Unos carabiñeros (aduaneros) encuadran la diputación armados con fusiles Mauser.

Las dos diputaciones intercambian entonces saludos corteses, luego el alcalde de Isaba viste un traje especial compuesto de una especie de capote sin mangas sobre el cual se adapta una balona blanca; se cubre la cabeza con un sombrero redondo navarro. Luego, empuña la vara de justicia, palillo de madera negra engastada en plata, que es la insignia de las funciones judiciales correspondientes al alcalde en España. Terminados estos preparativos, se coloca, rodeado de sus dos colegas vestidos con sus grandes capas, frente al mojón delimitador y sobre territorio español. A su derecha, se hallan los pastores españoles, y a la izquierda, más atrás, los carabineros con sus armas.

Frente a ellos, al otro lado del mojón y sobre territorio francés, se colocan los tres alcaldes delegados del valle de Baretous. Detrás de los dos grupos y enfrentados se colocan ambos portadores de lanzas. A la derecha de los franceses y de forma perpendicular, las tres novillas con sus guardianes. Por aquí y por allí, a su entojo sobre su territorio, los curiosos. Descubriendo su cabeza, el alcalde de Isaba pregunta entonces en lengua española a los delegados franceses si vienen, "conforme a los antiguos usos", a pagar el tributo de las tres vacas y jurar la paz. Estos responden afirmativamente en español. Hecha esta constatación, los lanceros avanzan y depositan sobre el mojón sus dos armas formando una cruz. El alcalde de Isaba toma la lanza española y, por encima del mojón, la clava en el suelo francés, luego la recoloca sobre el arma francesa y la devuelve a las manos del lancero español.

Sobre esta cruz, los delegados de los dos países extienden su mano derecha: la paz es jurada. Inmediatamente después, se procede a la entrega de las tres vaquillas que son inmediatamente examinadas por un veterinario español y luego colocadas en territorio español en manos de sus nuevos guardianes. Durante esta ceremonia, los pastores españoles no han dejado un solo instante de hacer hablar a la pólvora y los ecos rocosos repiten mediante un redoble continuo las sucesivas salvas que no cesan hasta el agotamiento de las municiones. El alcalde da a conocer a continuación que va a recibir las reclamaciones y quejas que los pastores de ambos valles tengan que formular. Las juzga sin apelación. Pero, debemos hacer consignar que, lo más a menudo, no se produce ninguna reclamación.

La ceremonia termina con la nominación de los guardas encargados de hacer respetar los límites entre los dos territorios. Esta nominación se lleva a cabo, tanto para los franceses como para los españoles, por el alcalde, que recibe su juramento, durante el cual el guarda, extendiendo la mano, baja la extremidad de la vara de justicia que sostiene el alcalde. En ese momento, este último proporciona a los delegados franceses un recibo de la entrega del tributo, y el notario hace firmar el acta auténtica que testifica el cumplimiento de la ceremonia según los antiguos usos. La ceremonia ha acabado pero no la fiesta que finaliza mediante un almuerzo ofrecido en territorio español a los delegados franceses. Esta comida es de lo más pintoresco: tiene lugar en el fondo de un collado rocoso y el menú consiste en un calderete de cordero preparado al aire libre en una enorme marmita de cobre en la que cada uno trincha su trozo y unta su pan. Cerca del lugar, medio cordero ensartado gira sobre las brasas y proporciona el segundo servicio. Los vinos españoles riegan este banquete que termina con cantos y danzas locales, momento en que españoles y franceses piensan poco en si el tributo que ha ocasionado la fiesta ha sido pagado siguiendo las antiguas expresiones "por las hierbas o por la sangre". Mediada la tarde, el collado se despuebla y vuelven el silencio y la calma etemos."