Santutegiak

San Miguel de Aralar

El templo de Aralar es de apariencia sencilla y durante mucho tiempo se ignoró su remota antigüedad. Apenas posee grandes pretensiones artísticas y fue restaurado por el profesor de la Universidad de Navarra F. Iñiguez Almech entre 1969 y 1973. La planta es esencialmente basilical de tres naves cubiertas de bóvedas de medio cañón apoyadas en pilares que acaban en ábsides semicirculares por la parte interior y poligonal por fuera la principal. La nave central está coronada por una cúpula no visible al exterior, actualmente por un cimborrio nuevo. No existe decoración ni en los capiteles ni en los contrafuertes. Exteriormente es una sencilla iglesia románica del siglo XII (consagrada en 1074), sin adornos y construida en piedra de escasa calidad; apenas presenta el testero tres ventanitas ciegas sin ornamentación. La verdadera originalidad de este templo es la de albergar en su interior una pequeña capilla prerrománica del siglo IX. El profesor Iñíguez Almech describe así sus características en su Arte Medieval navarro (CAN, 1971 I, 80-86: "La planta inicial es idéntica y sigue las mismas etapas precisando la nave única y ábside ultrasemicircular por el interior y poligonal externamente, con el dato raro de un replanteo previo semioctogonal por ambas haces, acaso no construido, que nos acercaría mucho a las iglesias centradas (ya fuesen o no del todo exentas) de Aquisgrán y la rotonda primitiva de la catedral de Hildesheim; Saint-Riquier (o Centula), reconstruida entre 790-799, la iglesia de N.ª Señora, una de las tres del conjunto monástico; cripta de Flavigny, circular primero (864), poligonal poco después; en resumen, a las iglesias llamadas por J. Hubert de rotonda oriental. El cotejo de los despiezos de muros en San Miguel, las iglesias catalanas y las francas, acaban de afianzar las fechas coetáneas para todas. Se trata de un sillarejo pequeño y bien cortado con frentes de gran tendencia por los cuadrados, hilada seguida, sillares en los ángulos y tendeles de ladrillo (de piedras delgadas, en San Miguel) de vez en cuando; de acuerdo con lo romano tardío, normal en Cataluña y Francia por los siglos III al V (templo de Vich y muralla de Barcelona) y empleado nuevamente por los carolingios: Norte-Dame-de-la-Basse- Oeuvre, en Beauvais (949-998); Saint-Pierre, de Metz (poco posterior al 783), Saint-Cristophe, de Suévres, etc. En España las tres de Tarrasa, San Pedro, San Miguel y Santa María; San Vicente de Ampurias, etc. San Miguel de Aralar lleva idéntico aparejo en toda la parte baja del ábside central, flanqueado poco después por los dos menores, que se adosan mal y traban sus piezas peor, como todo añadido, pero se diferencian poco en despiezos. Los dos son circulares externa e interiormente, como los agregados en el siglo X al ábside único de Pedret (consignado en el acta de consagración de San Lorenzo, de Brocá, del año 983, en Barcelona), aunque sean allí ultrasemicirculares; porque no se parecen tan sólo en lo apuntado, sino en el desnivel de los departamentos laterales respecto de la nave central, bien de manifiesto cuando las dos iglesias pasaron de la primera y única nave a las tres actuales, así como los empalmes de los muros Norte y Sur entre sacristías primitivas y los de prolongación de las naves. Los peldaños precisos para salvar los desniveles están indicados en la planta de San Miguel. Destruida en el siglo X (¿por las "aceifas" musulmanas?) se impuso la reconstrucción de las partes altas absidales y de las bóvedas, claramente diferenciadas por su diverso aparejo y distinta piedra (caliza casi negra primaria y durísima la del principio; arenisca terciaria blanda y coloreada, la nueva), con las tres ventanas de la capilla mayor en herradura, sólo visibles por el rejuntado del tradós en los arquitos, pues otra reforma románica del siglo XI cortó los arranques, convirtiéndolos en semicirculares peraltados. Las dos saeteras de los ábsides laterales desaparecieron en una moderna reforma; por suerte no se destruyeron por completo y se han podido rehacer. En el interior, luego de la limpieza de los espantosos enlucidos, quedó descubierto el ábside románico, restos inapreciables de las pinturas del mismo estilo y partes difíciles de adivinar de la bóveda gallonada del siglo X, modificada elevando los arranques, la embocadura y el espinazo, así como rapando las aristas; sólo con luz rasante puede advertirse lo conservado. Esta reforma fue impuesta por un incendio, que pudimos apreciar en los ahumados del interior de los muros, como siempre de mampostería, visibles al resanar las grietas. Ante la capilla mayor hubo una cúpula sobre cuatro arcos fajones; con lo cual queda completa por esta parte la disposición carolingia, reconstruida en el siglo X, reparada en el XI y con otra variante del XII, descrita cuando veamos el románico, que levantó más los ábsides laterales, acaso también el central, les agregó nueva cornisa de canes y reconstruyó la cúpula sobre trompas. A los pies de la nave única existió un porche y encima la capilla de San Miguel, rematando definitivamente ya el patrón carolingio. Está reconstruida en el precioso románico del siglo XII (consagrada en 1143) sólo con un piso y como una capilla del todo aislada dentro de la otra grande, que tenía completas las tres naves cuando se construyó (...) Como datos de forma existe una ventana, cortada por la decoración de dicha centuria, y por tanto, de otra capilla que hubo allí antes. El doble piso está bastante definido, asimismo, por un pilar circular adosado a la edícula, bien visible en la planta y único de todo el templo en esta forma, justificado si allí hubo una escalera de caracol, de acceso a la capilla en alto, encima del porche. En tal caso la comunicación de porche y escalera se haría por el rincón derecho, a la entrada; y allí está, en efecto, el solado viejo de argamasa típico de los siglos IX y X y sólo en aquel sitio; todo el resto de los muros apoya en la roca. En fin, tenemos la iglesia de nave única y porche: la comunicación, innecesaria caso de no existir la capilla en alto; el cilindro de la escalera conservado en el pilar circular, porque antes, la iglesia de tres naves del siglo XI debió apoyar encima, pues la capilla no estaba derribada, como nos afirma la ventana existente; y la leyenda justificadora de todo. Sin ella, sin la elocuencia del intenso culto situado en aquel preciso lugar, culto protegido especialmente por . todos los reyes de Navarra, no existirla nada: ni la iglesia del siglo IX, ni las sucesivas reconstrucciones de los X, XI y XII, cada una de las cuales certifica y fecha la de antes. Fuera del templo, en lo que ahora es nártex, quedan restos no reconocidos de una torre-palacio, con aparejo quizá del siglo X y puerta, que tuvo arco en herradura. La característica imagen de San Miguel es un estuche plateado que mide 68 cm. de altura y fue confeccionado en el siglo XVIII. Un problema curioso plantea el "Lignum Crucis", la reliquia venerada en Aralar, que se halla en la cabeza de la imagen del Arcángel, hecha también de madera forrada de plata. Esta imagen lo representa de modo estilizado: un cuerpo cubierto de ropajes, con dos alas simétricas extendidas, los brazos en alto, llevando sobre la cabeza la Cruz. La imagen interior de madera se dice que es del siglo XVI. Pero corresponde a un arquetipo popular en Navarra muy antiguo, como lo atestiguan las imágenes pétreas de San Miguel de Villatuerta, de un capitel de Berrioplano y otra en dos piezas de Aralar mismo. Es, pues, éste un Arcángel Crucífero, muy distinto al guerrero en trance de vencer al dragón, que aparece en gran cantidad de retablos medievales y también al que se representa en otros como juez de los muertos. Pero este santuario, pobre de edificación, guarda una de las mayores maravillas del país: el famoso frontal de cobre dorado y esmaltado, colocado encima de un pobre altar, en el ábside de la nave central. Mide 2 m. de long. por 1 ,14 m. de alto y es de comienzos del siglo XIII. Según letrero adicional perteneció a la catedral de Pamplona y fue colocado en este lugar en el año 1765. Luis María de Lojendio, en su cuidadoso trabajo "Navarre romane", lo describe así: "Obra famosa de la esmaltería europea que se encuentra en el santuario de San Miguel. Se le llama por lo general "retablo" pero parece que se trata más exactamente de un frontal que fue reorganizado en el siglo XVIII con incorporación de algunos elementos, también de esmalte, que podían proceder de un trabajo distinto. El frontal propiamente dicho está formado por un gran óvalo central con la figura de la Virgen con el Niño en sus rodillas. Se sienta sobre un arco iris y todo el borde del óvalo está festoneado por una decoración del mismo tipo. El fondo de la placa, trabajada en técnica de champlevé, está cubierto por filigrana vermiculada. En las cuatro enjutas del óvalo, los signos del tetramorfos con primorosas estilizaciones. A los lados de la Virgen, en dos órdenes o pisos, hay tres figuras por cada lado, que ocupan unos arcos de medio punto, con columnas cuyos fustes están cincelados con rameados de talla vegetal. Las seis figuras de la parte alta son apóstoles, y en la inferior las tres de la derecha representan una Anunciación figurando en cada uno de los arcos el ángel, la Virgen y San José. Al lado izquierdo los tres Reyes Magos. Este, que parece ser el frontal original, está ahora rematado por un aditamento cuya parte central, más alta, ocupan cuatro plaquetas con figuras que parecen también apóstoles aunque no son de la misma colección y tamaño que los anteriores, y diez y ocho preciosos medallones de esmalte. Completan los adornos bastantes cabujones de piedras duras y diversos tamaños. La calidad de este trabajo es realmente extraordinaria. Dominan en los esmaltes los colores azules, los verdosos, los amarillos, que no están extendidos en tintas planas, sino también con veladuras y tonos intermedios. Todas las cabezas están cinceladas en relieve. Las de la Virgen y el Niño, sonrientes, son primorosas. Las demás, bastante individualizadas, responden a tres o cuatro modelos fundamentales. Interesantísimos y bellísimos los vestidos que visten los personajes, siempre diferentes entre sí. Todo muy estilizado con detalles finísimos de línea y color". Según siglo Huici, en Pamplona había un platero -Manuel de Beramendi- que es muy probable que llevara a cabo la restauración efectuada en 1765. El Dr. Arigita, uno de los primeros historiadores de Aralar, cree ver en este frontal un retablo bizantino del siglo VI, interpretación que ha sido impugnada con posterioridad.

Ainhoa AROZAMENA AYALA