Mendiak

SAN CRISTÓBAL

Monte navarro, junto a Pamplona, de 892 m. de altitud. Acceso desde Artika. En su cima se encuentra un fuerte, construido en el s. XIX.
Habiéndose consumado la conquista de Navarra por los ejércitos de Fernando el Católico, un ejército franco-navarro al mando del rey Juan de Albret y de La Palice intentó reconquistar el reino y sitió Pamplona. Pero no lograron tomarla y optaron por retirarse a Francia. El 1.° de diciembre de 1512 el ejército franconavarro, ya de retirada, llegó al monte San Cristóbal. Inesperadamente La Palice dio orden de volver a Pamplona y retó a los castellanos a una batalla campal. Y como éstos se negaron La Palice ordenó la retirada definitiva. El primer proyecto de edificar un fortín data de la guerra de la Convención, iniciándose la construcción del fuerte en 1878 y terminando en 1910. Sirvió el fuerte de prisión durante la guerra civil de 1936-1939. El hacinamiento de presos fue siniestro por las condiciones de vida a que se les sometía incluido el hambre. Se lanzó el infundio, por los comentaristas de la gran fuga de 1938, que en la prisión se comían chuletas de los cadáveres procedentes de muertos por tuberculosis y otras enfermedades. La huida masiva del 22 de mayo esconde a personajes siniestros que la provocaron dejando desguarnecida la guardia para después dar caza a los hombres desparramados por los campos y montes en su huida hacia Francia. El proyecto de fuga se incubó, naturalmente, entre los penados y de modo permanente. Nadie más intervino. El libro del falangista preso A. Alcázar de Velasco no es veraz. El salió para denunciar la fuga a las autoridades militares. Se habrían fugado más de los 796 que da la nota oficial; 1.085 entre fugados y muertos en el fuerte. Además como comenta Jimeno Jurio no hubo enfrentamiento ni combate. Hubo caza de los hombres a cargo de soldados requetés, falangistas y paisanos. Las batidas no acabaron en unas horas, ni al atardecer del domingo, 22 de mayo. Los muertos y heridos fueron numerosos y la fuga un trágico fracaso. La caza duró no unas horas sino hasta entrado junio con un atroz saldo de presos y muertos. A mediados de agosto aún fue descubierto un pobre fugado, que había permanecido en un rincón de Ezkabarte malviviendo, y alimentándose con granos secos, de noche y sumido en el terror. Un cuidadoso trabajo elaborado por Félix Sierra Hoyos utilizando los expedientes de los consejos de guerra y los relatos de los fugados permite ya establecer datos fidedignos: a) 568 fugados fueron capturados vivos y acusados de «que aprovechando la revuelta se limitaron a evadirse». b) 17 fugados, capturados vivos, fueron acusados de ser «los promotores de la sublevación». c) 185 fugados murieron «al resistir la acción de las fuerzas de recuperación». d) Constan 22 fugados muertos «cuyos cadáveres no han sido totalmente identificados». e) 3 fugados consiguieron transpasar la frontera. f) 290 presos, no fugados, murieron en el fuerte. En cuanto al lugar de procedencia de los fugados y/o muertos, Sierra Hoyos los contabiliza así: Alava: 21; Albacete, 1; Alicante: 4; Almería: 4; Asturias: 14; Avila: 10; Badajoz: 17; Baleares: 1; Barcelona: 9; Burgos: 40; Cáceres: 20; Cádiz: 9; Canarias: 1; Castellón: 4; Ciudad Real: 20; Córdoba: 7; La Coruña: 52; Cuenca: 14; Gerona: 1; Granada: 10; Guipúzcoa: 25; Huelva: 3; Huesca: 1; Jaén: 16; León: 96; Lérida: 2; Logroño: 7; Lugo: 15; Madrid: 45; Málaga: 11; Murcia: 12; Navarra: 22; Orense: 32; Palencia: 42; Pontevedra: 105; Salamanca: 57; Santander: 16; Segovia: 87; Sevilla: 6; Soria: l; Teruel: 2; Toledo: 13; Valencia: 9; Valladolid: 95; Vizcaya: 65; Zamora: 3; Zaragoza: 6; Extranjeros: 7; no identificados: 22; filiación desconocida: 3. Total: 1.085. Su análisis delata que la mayoría era obrera, especialmente del campo, y sus simpatías políticas de izquierda proletaria. Los supervivientes fueron juzgados y condenados a fuertes penas de reclusión y/o multas. Ref. Sierra Hoyos, Félix: La fuga de San Cristóbal. 1938, Pamiela, Pamplona, 1990, 234 pp.; Jimeno Jurio: «La gran fuga (gezur haundia), «Punto y Hora», n.° 89 y 90, 1978.