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Paraguay

Contactos de Pedro de la Gasca y Domingo Martínez de Irala, Capitán General del Paraguay.

La Gasca había desembarcado en Túmbez (Perú) el 13 de junio de 1547. Para esto se había apoderado de la flota de Pizarro a la sazón en Panamá. Luego había vencido al joven Gonzalo Pizarro en Xaquixaguana, el 8 de abril de 1548. Lo había ejecutado allí mismo. Y mandaba descuartizar a su lugarteniente Carvajal, "el Demonio de los Andes". La Gasca, bien informado, de amplios recursos, al parecer, iba prevenido contra Domingo Martínez de Irala, Capitán General del Paraguay, con sede en Asunción. Irala se encontraba a orillas del Macasies, a 372 leguas de Asunción. "Después de que descansamos allí unos veinte días, llegó del Perú, de una ciudad llamada Lima, una carta del supremo lugarteniente de Su Cesárea Majestad o Presidente, que a la sazón era el licenciado de La Gasca. Este es quien mandó cortar la cabeza a Gonzalo Pizarro con otros hidalgos y villanos, enviando a galeras a otros. El tenor de la dicha carta era éste: que por orden de Su Cesárea Majestad nuestro capitán general Domingo Martínez de Irala no pasase con la gente, so pena de muerte, sino que se detuviese con los macasies -indios del mismo nombre- esperando nuevas órdenes.

U. Schmidel cronista-soldado formula una sorprendente aclaración: "Pero esto se debía a que el gobernador desconfiaba de que nosotros pudiésemos hacer una rebelión contra él y tal vez juntamos con aquéllos que estuvieron con Pizarro y se habían escapado huyendo. Si nos hubiésemos encontrado en los montes, sí lo hubiéramos hecho". La sagacidad de Irala salvó la situación, pues La Gasca e Irala hicieron un pacto. "Todo lo cual se hizo sin saberlo los soldados, porque si no, le hubiésemos atado los pies y las manos y mandado al Perú". El testimonio del soldado cronista descubre el móvil de aquellas terribles marchas más allá del Gran Chaco. Las comunidades indias del Paraguay, ante su presencia optaban por la resistencia o la momentánea sumisión, regalándoles coronas de plata y placas de oro que solían adornar sus frentes, indicándoles lejanas tierras donde podrían encontrar el codiciado oro. Esta táctica india era general. Pero no lograban que el invasor se alejara definitivamente.