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Pamplona / Iruña. Historia

La Edad Media pamplonesa comienza prácticamente con la llegada de los pueblos germánicos, procedentes de las Galias, al Pirineo de Roncesvalles (407). Aquí fueron detenidos momentáneamente por dos jóvenes patricios, Dídymo y Vereniano, parientes del emperador Honorio. Ante el peligro, la guarnición pamplonesa pidió auxilio al Emperador. El patricio Salustiano llegó a principios del 408 con la respuesta. Las discordias internas supusieron el derrumbamiento de la resistencia y la muerte de los dos caudillos. Las dificultades que el paso de los germanos supuso en las relaciones administrativas con Roma, el aislamiento y la inestabilidad política, crearon una situación de inseguridad y ruptura con todo lo anterior, dándose un predominio de lo autóctono en la vida política y cultural. Es una de las características más acusadas del período, al decir de historiadores como Lacarra y de etnógrafos como Caro Baroja. Forzados por la necesidad vital de mantener su tierra y bienes, durante este período "los vascones consolidaron su independencia política y se organizaron para defenderla", en palabras de Goñi Gaztambide.

La imagen que las fuentes históricas presentan de Vasconia durante la Alta Edad Media es la de un país en constante actitud defensiva frente a los pueblos del Norte y del Sur, un pueblo indómito, que no duda en realizar incursiones a veces sangrientas. "Su territorio jamás fue sometido, al menos de una manera total y estable" (Goñi Gaztambide). No es el caso de Pamplona, presa codiciada de monarcas y pueblos que intentaron sojuzgar al pueblo vascón, en la que el dominio de los visigodos de Toledo tuvo cierta estabilidad. Antes de que Iruña conociera el nacimiento del Burgo de San Cernín y de la Población de San Nicolás, aparece configurada como una teocracia. Obispo y cabildo canonical de Santa María son los dueños y señores. La coexistencia de tres comunidades municipales, diferenciadas por régimen municipal y foral, economía, rango social, cultura y lengua, no fue pacífica; conoció momentos fuertes, como la guerra de la Navarrería (1276), que supuso la desaparición temporal de este núcleo. Como fruto de repetidos intentos, el señorío pasó de la Iglesia a la Corona (1319). El período terminó con la conquista de Pamplona y de Navarra por los ejércitos de Fernando el Católico (1512).

La primera etapa pamplonesa medieval abarca tres siglos (V-VII). Se caracterizan por las presiones sufridas desde el Norte continental (407-572) y después desde el Sur peninsular (572-711). Su característica más palmaria es la inseguridad política. Los pueblos germánicos atravesaron los puertos del Pirineo de Orreaga, destruyeron ciudades como Pamplona, Andelos y Olite, y "villas" rurales como la de Liédena (409). Posteriormente se repitieron las incursiones de bagaudas hacia las tierras llanas (441, 443); no hay constancia de que sus acciones afectaran directamente a Pamplona. Los suevos de Requiario saquearon "las dos Vasconias" (449) y fueron derrotados más tarde por Teodorico II, rey visigodo de Tolosa (457). Partiendo de aquí, Eurico "conquistó Pamplona y Zaragoza y toda la Marca Superior", según San Isidoro de Sevilla (472).

Establecidos los visigodos en la Península, teniendo en Toledo su capital, durante el siglo VI las ofensivas contra los vascones siguen llegando del Norte, donde se instalaron los francos, haciendo desaparecer el reino de Tolosa tras la batalla de Vouillé (507). San Isidoro menciona una expedición franca sobre Pamplona el año 53l, que a su regreso fue derrotada en el Pirineo, y Gregorio de Tours refiere otra incursión posterior. Los francos de Clotario I, descendiendo hacia el valle del Ebro y Zaragoza conquistaron Pamplona dejando en ella guarnición militar (541). Las "Chronicorum Caesaraugustanorum reliquiae" refieren que "este año los reyes de los francos, en número de cinco, entrando en Hispania por Pamplona, vinieron a Zaragoza. Después de asediarla durante cuarenta y nueve días, devastaron casi toda la provincia tarraconense". La conquista no parece haber tenido carácter estable.

En su empeño por dominar toda la Península, Leovigildo (569-586) realizó una campaña para someter a los vascones; conquistó la plaza cántabra de Amaya (574), ocupó parte de Vasconia y "fundó la ciudad de Victoriacum" (581), que debe ser identificada con Vitoriano, pueblecito alavés del municipio de Zuya próximo a Vizcaya. A partir de las décadas finales del s. VI se intensificaron los intentos de los reyes de Toledo por dominar a los vascones, objetivo que parece haber logrado Recaredo (586-601), al menos por lo que respecta a la capital de la diócesis, en la que descubrimos a "Liliolus, Pampilonensis ecclesie episcopus", asistiendo y firmando las actas del Concilio III de Toledo (589), reunido para proclamar la unidad religiosa peninsular. La presencia de un obispo en una asamblea celebrada en la capital del reino godo parece evidenciar una conquista y presencia política estable; veinte años después otro sucesor en la mitra, Juan, fue uno de los veintiséis obispos de las provincias hispanas que suscribió el decreto de Gundemaro sobre la sede metropolitana de Toledo (610).

Por entonces debió acaecer nueva sublevación de los vascones. Aunque Gundemaro arrasó su territorio en una expedición de castigo (611), mantuvieron su actitud independiente y hostil, incluso en Pamplona, en la que desaparecen los prelados o al menos dejan de asistir a los Concilios celebrados en Toledo entre los años 633 y 677. Al iniciar su reinado Suintila (621-631), los vascones de tierras de Pamplona descendieron por la Tarraconense. Vencidos por el rey godo y despojados del botín, tuvieron que regresar a sus montañas, previa entrega de rehenes y tributos. Estimando insuficientes estas medidas para garantizar la paz, instaló en Pamplona una fuerte guarnición y fortificó la ciudad de Oligitum (Olite), como antemural frente a las montañas donde habitaban los indómitos vascones y como baluarte protector de las tierras llanas meridionales. La presencia de una guarnición militar en Iruña durante este reinado está certificada por un cementerio visigodo descubierto en la Ciudad. En el citado "De laude Pampilone", recogido en el "Códice de Roda" y escrito en un lenguaje ampuloso e hiperbólico por un monje de la iglesia local, Pamplona es, según él, una ciudad envidiable y siempre victoriosa, tiene un suburbio llano y está rodeada de montes y de "gentes bárbaras y enemigas", a las que es preciso hacer la guerra sin compasión.

Al margen del estilo literario, el texto descubre una ciudad convertida en bastión político, militar y religioso frente a los enemigos vascones. Dios que la escogió -afirma el autor- "dotó en su misericordia de innumerables reliquias de mártires a su iglesia, la guarda ilesa por las oraciones de los eclesiásticos, en medio de un pueblo bárbaro y hostil". Las reliquias de mártires veneradas en la catedral vigilan la ciudad. Si los hombres duermen, las piedras mismas despiertan a los guardianes en las vigilias de los mártires. "Es un lugar siempre victorioso, tesoro de virtudes. No sirve a los herejes; resiste contra los Vascones". Goñi Gaztambide acepta, no sin dificultad, la cronología propuesta por el profesor Díaz Díaz, según el cual el canto habría sido escrito durante el siglo VIII, concretamente el 778, por un clérigo franco de la expedición de Carlomagno, antes de que éste destruyera la ciudad y sus murallas.

Otros, sin embargo, adelantan la fecha de redacción un siglo, atribuyéndolo a un monje de la iglesia visigoda local. Suintila fue suplantado por Sisenando, apoyado por los francos que entraron en la Península por Pamplona y le proclamaron rey en Zaragoza (631). A partir de este momento y durante casi medio siglo carecemos de noticias sobre obispos de Pamplona, que no asisten a los Concilios de Toledo, como se ha dicho. Chindasvinto asoció al gobierno a su hijo Recesvinto, contra el que se sublevó Froya, circunstancia política que aprovecharon los vascones para entrar por la Tarraconense hasta Zaragoza, arrasándolo todo a sangre y fuego. Tajón, obispo de la Ciudad, cuenta que "el feroz pueblo de los vascones, sacado de los montes Pirineos, devastó las tierras de Iberia, derramó la sangre de muchos cristianos", degollando a unos, haciendo prisioneros a otros y llevando rico botín, ensañándose singularmente contra los templos, los altares y los clérigos (653).

En esta conducta feroz contra personas e instituciones religiosas se ha querido ver una reacción popular contra el poder político-religioso ejercido desde la sede episcopal de Iruña. Wamba (672-680) mantuvo la lucha implacable contra los norteños sublevados. En rápida campaña de castigo de una semana, arrasó el territorio a sangre y fuego, saqueó los campos, incendió las casas, abatió las fortalezas y forzó el rendimiento de los "feroces vascones", según refiere San Julián de Toledo. Tras la drástica acción punitiva de Wamba y la conquista y dominio del territorio, siguió la reanudación de la serie de obispos aliados del vencedor. El diácono Wincomalo representó al obispo Atilano en el Concilio XIII de Toledo (683), y al XVI, bajo Egica (693), acudió el mismo diácono, esta vez representando a Marciano, último prelado godo de la serie, convertido por las leyendas en San Marcial, martirizado por los sarracenos y venerado en Leyre. Durante la primavera del año 711, recién llegado al trono, don Rodrigo tuvo que acudir al Norte para dominar a un pueblo nuevamente sublevado. Cuando Tarik atravesó con sus tropas el estrecho, el rey estaba ausente, "combatiendo en tierras pamplonesas contra los vascones", según testimonio unánime de cronistas como Achbar Madchmua y Al-Makkari. Al conocer la noticia, bajó a la Bética, entabló batalla y perdió la vida. Comenzaba nueva etapa histórica en la Península.

Es indudable que durante los siglos VII y VIII las gentes vasconas lucharon denodadamente por mantener su libertad frente a intentos conquistadores o dominadores francos o visigodos. El "domuit Vascones" que el Hispalense repite en su "Historia Gotorum" al biografiar las gestas de cada rey, nunca llegó a ser dominio efectivo y estable, al menos en la zona montañosa. Distinto debió ser en la Ribera e incluso en la ciudad de Pamplona, bien fortificada con murallas, guarnecida con reliquias, gobernada por obispos asistentes a los Concilios de Toledo, y protegida por las oraciones de una comunidad monástica que exhorta a luchar sin descanso contra los bárbaros vascones enemigos.

Derrotado y muerto don Rodrigo, las tropas invasoras de Tariq recorrieron la Península y llegaron al valle del Ebro el año 714. Era conde de la Marca Superior un tal Casius. Capituló con los advenedizos, abrazó el Islam y se hizo cliente del Califa de Damasco, ciudad que visitó personalmente. Casius o Kasi se convirtió en fundador y cabeza de una dinastía, los "Banu Kasi", entre cuyos miembros destacan Fortún ben Kasi, Musa ben Fortún y Musa ben Musa. Estos caudillos musulmanes, de ascendencia vascona, convirtieron la Ribera en una región de la Marca Superior del emirato de Córdoba, que mantuvo cierta autonomía, frente o junto a la tierra de los vascones, el futuro reino de Pamplona. Los príncipes de ambas ramas estuvieron unidos por lazos familiares, políticos y económicos durante los siglos VIII y IX. Desde el valle del Ebro Musa ben Nusayr se internó por territorio vascón (714); "topó una tribu desnuda como las bestias" (Ben Habib). Los vascones le recibieron "en manadas", como a vencedores de un enemigo común, los godos. En su internada debieron llegar hasta el corazón de las montañas. "Penetró bastante lejos", asegura lacónicamente Ibn Idhari.

Pamplona capituló, como lo venían haciendo otras poblaciones de la Península. Aunque desconocemos el texto del capitulado, su contenido no debía diferir sustancialmente de otros estipulados entonces. Los musulmanes se comprometían a respetar la realidad política, social, económica y religiosa de la población, en este caso de los pamploneses, a cambio de ciertas gabelas como el amán, signo de sumisión. La capitulación, estudiada por Codera (Madrid, 1891), fue realizada antes del año 718, en que falleció uno de los dos testigos, Henach al-Sunani ben Abdala. El pacto garantizaba la libertad política y religiosa de los pamploneses. Los relatos sobre martirios de santos por los moros y de ocultamiento de reliquias e imágenes religiosas, sobre todo marianas de los siglos XII y XIII, con el fin de preservarlas del furor iconoclasta de los sarracenos invasores, que tanto proliferaron durante el siglo XVII, pertenecen al mundo de la leyenda. Con su presencia quedó interrumpida la serie de obispos, de los que no volveremos a tener noticias durante más de un siglo.

Dispuesto a proseguir su expansión por Europa, Abd al-Rahman al Gafequi estableció su cuartel general en Pamplona, donde se concentraron multitud de guerreros procedentes de todo Al-Andalus. Atravesaron el Pirineo, derrotaron junto a Burdeos a los vascones del conde Eudón, y prosiguieron hasta enfrentarse con Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732), en la que fue muerto el caudillo musulmán, emprendiendo sus gentes el regreso hacia la Península (Lévi-Provenzal: Histoire, I). La derrota del emir marcó el inicio de una serie de sublevaciones en tierras pamplonesas. Intentó sofocarlas el nuevo emir Abd al-Maliq, que perdió muchos guerreros aunque logró volver ileso (733). Al año siguiente el emir Uqba conquistó militarmente la Ciudad e instaló una guarnición; debió ser numerosa; Ibn Idhari asegura que pobló Pamplona con musulmanes. Es la primera noticia cierta de ocupación militar de la plaza por los musulmanes. Conquista y sumisión fueron efímeras. En la Crónica de Alfonso III figura Pamplona formando parte de la lista de aquellos lugares que, como Alava, Vizcaya, Alaone, Orduña, Deyo y Bertueza, "consta que fueron siempre poseídos por sus actuales moradores", y esto, hablando de los días de Alfonso I de Asturias (739-757). Aprovechando las discordias civiles en Al Andalus, se produjo en el Norte una nueva sublevación; el emir Yusuf envió un destacamento "contra los vascones de Pamplona que habían sacudido el yugo musulmán" (755).

(778). Veinte años después, se advierten actitudes de rechazo contra el omeya Abd al-Rahman I en la Marca Superior. Thalaba ben Ubayd, enviado a Zaragoza para someterla, fue apresado y enviado a Paderborn en calidad de prisionero. La expedición, presidida por Suleiman Ibn al-Arabí, tuvo como misión ofrecer a Carlomagno la entrega de algunas ciudades al Sur del Pirineo occidental, a cambio de su protección. Satisfecho por la oferta, el rey franco movilizó un gran ejército que, en dos columnas, llegó a las puertas de Zaragoza, una desde Narbona y la otra, mandada por el rey, por la vía de Aquitania y Pamplona. Refiere la "Historia Seminense" que, al llegar Carlomagno, "los pamploneses lo recibieron con alegría, por hallarse asediados por el furor de los moros". La versión de los "Anales regios" de los francos difiere: Carlos "atacó a Pamplona, plaza fuerte de los navarros, y la sometió a su soberanía".

Llegados a Zaragoza por el mes de abril, AlHusayn se negó a entregar la plaza. Ordenado el asedio, se prolongó hasta el mes de agosto, en que fue levantado al recibirse la noticia de la sublevación de los sajones. Emprendió el regreso, llevando consigo rehenes, entre ellos Ibn al-Arabí, que fue liberado en un ataque por sopresa, llevado probablemente a cabo antes de llegar a la capital de los navarros. Al pasar por Iruña ordenó destruir la ciudad y sus murallas. El inmenso ejército continuó su marcha, encabezado por Carlomagno. La tradición europea y navarra ha sido unánime al señalar el itinerario seguido desde Roncesvalles, puesto en duda o negado en tiempos recientes. Según Moret y las versiones tradicionales desde los más primitivos anales y cantares de gesta, dobló el paso de Ibañeta, se adentró "por lo que llaman Quebrada de los Vascones", es decir, los estrechos desfiladeros de Luzaide, el "Vallis Karoli", caminando muy alargado y encajonado entre los riscos. Los vascones atacaron, sembrando la muerte en la retaguardia (15 de agosto de 778). La noticia corrió por toda Europa; los cantares de gesta inmortalizarán al arzobispo Turpín, a los doce Pares de Francia y singularmente a Roldán y Oliver.

La experiencia de una alianza entre Aristas y Banu Kasi ponía en peligro el dominio cordobés en el valle del Ebro. Abd al-Rahman I emprendió una campaña que culminó durante el verano del 781. Entró por Calahorra, ganó Viguera, cruzó el Ebro y se adentró por territorio vascón. Aquí destruyó la ciudad de Pamplona y penetró hacia el Oriente; conquistó el castillo de Jimeno el Fuerte, llegó hasta los dominios de Ibn Belascot o Belaskotenes (zona más oriental de la Navarra Media), y le obligó a entregar rehenes y pagar el amán. Según Lévi-Provençal y otros historiadores, Pamplona quedó entonces sujeta al emirato por unos años. Los caudillos vascones, cristiano y musulmán, reforzaron alianzas, sellándolas con vínculos matrimoniales, como era costumbre.

La viuda de Eneko Jiménez, madre de Eneko Arista y de Fortún, se unió a Musa ben Fortún. Hijo del matrimonio será el genial Musa ben Musa, hermano del primer rey pamplonés. Mientras nacía esta unión, Carlomagno creaba al norte del Pirineo el reino de Aquitania para operar contra los vascones. Colocada Pamplona entre dos fuerzas opuestas, hubo entre sus vecinos división de opciones entre la alianza con los musulmanes y con los francos. Los coaligados confiaron el gobierno de la ciudad a Mutarrif, hijo de Musa ben Fortún y hermano de Musa ben Musa y de Eneko Arista. Pero "los habitantes de Pamplona sorprendieron a Mutarrif ibn Musa y lo asesinaron" (799). Ludovico Pío había celebrado el año anterior en Toulouse una dieta para tratar asuntos de la frontera. Tras el asesinato, fue puesto al frente de Pamplona Belasco, un adicto a la causa franca del rey de Aquitania. La coalición continuó. Al-Hakam conquistó Tudela y la dejó al mando de Yusuf ben Amrus (802), que fue apresado y conducido al castillo de la Peña Kais, probablemente el gaztelu de Garaño, en la val de Ollo, de donde tratará de liberarlo su padre.

mpeñado en reforzar sus posiciones al sur del Pirineo, Ludovico Pío pasó por Dax, llegó a Iruña y se detuvo aquí "el tiempo que creyó conveniente, ordenando cuanto convenía al bien público y privado". Emprendió el regreso, dejando al frente de la Ciudad a Belasco. Para evitar emboscadas como la del 778 en el Pirineo, llevó consigo como rehenes a mujeres y niños de Pamplona. Un nuevo ataque del emir contra los aliados pamploneses no logró el éxito apetecido (816). Eneko y Musa ben Musa reforzaron su compromiso de amistad, entregándole aquél por esposa a su primogénita Assona. Resultado de su compromiso fue la expulsión del profranco Belasco, que motivó el envío de nueva expedición, esta vez mandada por los condes Eblo y Aznar. El ejército conquistó Iruña y, al regresar por los puertos de Roncesvalles, Eneko y Musa cayeron sobre él e hicieron prisioneros a los condes. Eblo fue conducido a Córdoba y Aznar fue puesto en libertad por ser consanguíneo de los vencedores (824).

Las continuas presiones ejercidas sobre los vascones desde el norte y desde el sur, forzaron la unión de los príncipes cristianos y musulmanes, que tuvieron como consecuencia inmediata una serie de victorias militares y la creación del reino de Pamplona, en el extremo suroccidental del Pirineo, bajo la espada de Eneko Enekones "Arista", llamado "Vannako al Bascunis" (Eneko el Bascón) por Ibn Haiya. Abd al-Rahman II repitió sus aceifas victoriosas por tierras de Pamplona, obligando a los Arista y Banu Kasi a capitular la paz con él (843). Unos años más tarde pactarán también con Carlos el Calvo, rey de los francos y aquitanos (850) y con el rey de Asturias. La llegada de los vikingos a Pamplona siguiendo la vía fluvial (859) hubiera sido un episodio anecdótico de no haber sido por la prisión del rey García. Recobrada la libertad tras el pago de un fuerte rescate, pactó con Ordoño de Asturias, rompiendo con los parientes Banu-Kasi.

Durante la segunda mitad de la centuria perduró la inseguridad, incrementada por las sucesivas campañas llevadas a cabo por Muhammad I (872, 874, 882). El 905 se produjo un cambio dinástico de consecuencias transcendentales para el reino. Sancho Garcés I (905-925) abandona una política defensiva y se lanza a la conquista de tierras a los Banu-Kasi: Deio y su tierra (907), los pueblos de la comarca de Los Arcos a Viana, villas de ambas márgenes del Ebro y del Arga. Abd al-Rahmán III, primer califa cordobés, penetró por Calahorra y Cárcar en Deierri, derrotando a los ejércitos de los reyes cristianos en la batalla de Valdejunquera (Mués) el 26 de julio del 920. Sancho contraatacó, recuperó algunas plazas y conquistó Viguera (923). Siguió la "Campaña de Pamplona" (924), organizada por el Califa. Por Cárcar, Peralta, Tafalla, Carcastillo, Gallipienzo, llegó a Pamplona; saquearon y destruyeron sistemáticamente casas e iglesia catedral, continuaron por la Cuenca y la Val de Echauri, regresando por el curso del Arga.

Sancho Garcés falleció al año siguiente. Durante el siglo X quedaron interrumpidas las campañas conquistadoras de los reyes pamploneses, cuyo territorio sufrió incursiones esporádicas de los ejércitos cordobeses. García el Tembloroso solicitó la piedad de Almanzor, que llegó a Iruña (998), prometiendo mantener la paz. Las noticias sobre la ciudad son escuetas, reducidas prácticamente a conquistas militares, destrucciones, y a la presencia silenciosa de la comunidad monástica en la catedral, y de los obispos vinculados a ella. Don Galindo (922-938) "in regimine monachurum in Pampilona" (924) se intituló "episcopus in Pampilona et in Deio et in castro Sancti Stephani" (928). La serie de "Pampilonenses episcopi" apenas se interrumpe, aunque continúa el silencio documental sobre la evolución de la población.

El documento por el que Sancho el Mayor confirmó los bienes en favor de Santa María de Pamplona, considerado por Paul Kehr "la carta magna de la iglesia del obispo" (1023), y otros documentos regios, revelan que la Iglesia, el obispo y la comunidad monástica poseían la misma villa de Pamplona por donación del rey Sancho llamado Abarca, abuelo del Mayor. Sancho Garcés II añadió los derechos reales que la Corona percibía en la Ciudad, además del Castillo de San Esteban de Deio (986). Lamentando Sancho el Mayor la destrucción sufrida por la catedral y el despojo de sus bienes, realizó al parecer una investigación y ordenó devolverle cuanto le había pertenecido, a lo que añadió una larga lista de iglesias y monasterios distribuidos por todo el reino. La generosa donación y confirmación, considerada como la "restauración de la iglesia de Pamplona", confirma una situación de dominio teocrático sobre la ciudad.

No todo le pertenecía; Sancho el Mayor dio al monasterio de San Salvador de Leire la iglesia de Santa Cecilia con sus tierras y rentas (1038). Las noticias sobre la ciudad permiten dibujar sus rasgos fundamentales. Debemos al profesor Goñi Gaztambide una síntesis de la realidad ciudadana coetánea. Pamplona, única ciudad del reino, se reducía al barrio de la Navarrería, dedicado exclusivamente al cultivo de la tierra. Según el geógrafo musulmán Al Hymyari, "se encuentra en medio de altas montañas y valles profundos, está poco favorecida por la naturaleza. Sus habitantes son pobres, no comen según sus deseos y se entregan al bandolerismo. La mayor parte hablan el vasco, lo que les hace incomprensibles. Sus caballos tienen cascos muy duros, dada la aspereza de su región". En Iruña solamente había una iglesia parroquial, la catedral, dedicada a la Virgen y servida por canónigos regulares. Ejercía la jurisdicción espiritual y temporal sobre la ciudad y su territorio. El señorío civil se extendía al castillo de San Esteban de Deio. Los caminos de Santiago comenzaban a trasvasar peregrinos de toda Europa hacia Galicia.

La ciudad de Pamplona, la diócesis y el reino atravesaban una situación de crisis. Reyes, nobles y pueblo fueron acrecentando el patrimonio de Santa María, la "iglesia cabeza de la provincia donde radica la sede episcopal y a la que acuden los reyes y los príncipes, y todos los pueblos, buscando de rodillas la gracia de aquella Santísima Señora". Asesinado el rey Sancho en Peñalén (1076), los monarcas de Castilla y Aragón se repartieron el territorio. Sancho I Ramírez de Aragón reinará en Pamplona y en buena parte del reino, y Alfonso VI se quedará con la Rioja, Alava, Guipúzcoa, el Duranguesado y Vizcaya. El aragonés expulsó de la sede pamplonesa al obispo Blasco y puso en su lugar al infante García, su hermano, antes obispo de Jaca (1076). La situación empeoró al confiar el obispado a la condesa Sancha, hermana del rey y del obispo: "in sede episcopali iruniensis ecclesie cometissa domna Sancia in commandatione" (1082).

Roma no podía consentir tales irregularidades en tiempos de reforma gregoriana. Envió como legado al cardenal Ricardo y luego a Frotardo, abad de San Ponce de Tomeras, amigo del rey, con plenos poderes para reformar la diócesis. Desde las décadas finales del XI, la Iruña de los canónigos servidores de Santa María en la catedral, y de los labradores y artesanos hijos de la tierra, va a experimentar una transformación radical en su configuración urbana, económica, social y cultural, que marcará el futuro histórico ciudadano.

(1083-1115). El legado pontificio Frotardo y el rey Sancho Ramírez convinieron en confiar la sede episcopal pamplonesa a don Pedro de Andouque o de Rodez, que había sido monje de Conques y en el momento de su elección lo era de Saint-Ponce de Tomeras (1083). Debía transformar la deplorable situación de aislamiento en que se encontraban la iglesia y los diocesanos. El método arbitrado para renovar la organización eclesiástica y la vida religiosa consistió en traer a Navarra monjes y pobladores extranjeros, procedentes del norte del Pirineo, a los que rey y obispo concederán iglesias, tierras y amplias libertades y exenciones. Durante su pontificado practicó sistemáticamente una política antinavarrista, en opinión de su biógrafo Goñi Gaztambide.

El mismo año de su elección confió la tenencia del castillo de San Esteban de Deio a monjes franceses, y debió conceder tierras en el llano de lazain, en Pamplona, a gentes ultramontanas llegadas con él, creando lo que será el Burgo de San Cernin. Recién consagrado obispo en 1084, dio la iglesia de Artajona, con sus rentas, a los canónigos de la catedral de San Cernin de Toulouse, y emprendió la reforma del cabildo catedralicio, dándole la regla de San Agustín. Obispo y cabildo fueron piezas claves en la historia de la Pamplona medieval, por tener el señorío sobre la ciudad y sus habitantes, amén de cuantiosos bienes y franquicias. Pedro de Roda comenzó poniendo las bases económicas para sustento de los canónigos:

"Yo Pedro, obispo de los pamploneses, he dado a los canónigos regulares de dicha sede, presentes y futuros, la iglesia de Santa María, libre, con todas sus pertenencias y diezmos, con sus bienes raíces y cuanto le pertenece o pertenecerá en el futuro. Añadí también para comida de los canónigos el arcedianato que rodea la ciudad de Pamplona, más los molinos de arriba y de abajo para construir la claustra y las casas",

y las rentas de algunas iglesias en la diócesis para vestido de los capitulares. A partir de este momento, el cabildo se convirtió en señor de la ciudad. La dotación garantizaba la subsistencia de los eclesiásticos encargados del culto en la catedral, que en 1140 eran veintiséis. El prelado creó diversos cargos, como prior, camarero, enfermero, limosnero u hospitalero, sacrista o tesorero. Por su importancia para el futuro ciudadano destacamos el cargo de Arcediano de la mesa o de la tabla, encargado de suministrar la comida y raciones a sus compañeros; canongía pingüe, percibía las rentas del arcedianato de la Cuenca de Pamplona y de las iglesias de los valles de Esteribar y Erro, desde Huarte hasta Burguete. En tierras de su jurisdicción se alzó la Población de San Nicolás. En 1100 comenzó la construcción del nuevo templo catedralicio. En él trabajó un renombrado mazonero, "Esteban, maestro de la obra de Santiago" de Compostela; fue recompensado con algunas donaciones por estos años. La catedral románica fue terminada y consagrada por un sucesor en la sede, Sancho de Larrosa, en 1127.

Desde el punto de vista urbanístico, y por las consecuencias sociales, jurídicas y culturales que tendrá para la historia de Pamplona, la empresa más importante llevada a cabo bajo el pontificado del monje-prelado fue la creación de dos núcleos francos frente a la antigua Ciudad de los navarros. Desde el siglo IX en que se divulgó la noticia sobre la presencia del cuerpo del apóstol Santiago en Compostela, comenzó un movimiento de gentes de toda Europa hacia Galicia. Godescalco, obispo de Le Puy fue el primero de quien tenemos noticia (950); siguieron Cesáreo, abad de Santa Cecilia de Montserrat (959), Raimundo II, conde de Rouergue, asesinado en el camino hacia Santiago (961), y Hugo de Vermandois, arzobispo de Reims (961).

Para estas fechas visitaban la tumba del Apóstol peregrinos de todos los países, aumentando la afluencia durante la siguiente centuria. Una de las consecuencias del fenómeno religioso de las peregrinaciones fue el nacimiento y desarrollo de pueblas y de instituciones hospitalarias a lo largo de las rutas, que renovaron e impulsaron la economía, el arte y la cultura. Sancho Ramírez, rey de Aragón y de Navarra, había promovido el asentamiento de pobladores extranjeros en Jaca, otorgándoles franquicias y libertades mediante un fuero especial que les libraba de toda sumisión señorial. La medida cambió radicalmente la fisonomía de la población, convertida en una ciudad dinámica de mercaderes y artesanos, y acogedora para los peregrinos europeos. El núcleo inicial creció, expandiéndose por el Burgo Nuevo o "Burnao". Repitió la experiencia en Navarra y surgieron o se desarrollaron poblaciones como Estella junto a Lizarra, Sangüesa la Nueva, Puente la Reina cabe Murugarren o "Villa Vetula", Monreal en Elo, y otras más.

Dada la especial personalidad jurídica de Pamplona, cuyo tenían el obispo y el cabildo de Santa María, el Rey no podía promover directamente un proyecto repoblador. Lo impulsó el recién llegado obispo Pedro de Andouque. Con ello Pamplona cambiará su faz. Junto a la vieja ciudad de la Navarrería, nombre que aparece ahora para definir la calidad étnico-social de la población autóctona, surgen dos nuevos núcleos en territorio pamplonés: El Burgo y la Población. Son tres conjuntos urbanos totalmente independientes y diferenciados por el origen étnico de sus vecinos, por las normas jurídicas o fueros que rigen su conducta, por las autoridades concejiles y eclesiásticas. Cada núcleo reforzó su singularidad mediante murallas y torres.

La vieja Iruña mantuvo su personalidad urbana y social, circundada por murallas. Siguiendo la tradición romana sobre el emplazamiento del templo y foro, en la parte alta, estaba la nueva catedral románica, con su cementerio y dependencias claustrales. En sus inmediaciones se ubicaron las viviendas del obispo, arcedianos y canónigos, y el Hospital de San Miguel, origen de un pequeño Burgo de vida corta. Por oriente se extendía el barrio judío. Al sur la iglesia de Santa Cecilia, propiedad del monasterio de San Salvador de Leire. Predominaba el vecindario de origen "navarro", calificativo cuyo contenido semántico debe ser interpretado según el Fuero de Estella que lo hace sinónimo de "villano", "rústico" y, consecuentemente, vascohablante. De ahí el topónimo con que desde ahora será personalizada la Ciudad: Nabarr-iria, Nabarrería.

Sobre la calidad del vecindario informaron los monjes de Leire al denunciar el trato desfavorable que recibían del obispo: "En la ciudad de Iruñea nos quita injustamente la tierra que tenemos delante de nuestra iglesia de Santa Cecilia, donde ha hecho edificar muchas casas, poblándolas con sus mezquinos". El dato revela que la repoblación de la ciudad episcopal no se reducía a los Burgos; afectaba igualmente a la Ciudad. Pero frente a la calidad franca de los burgueses, los nuevos habitantes de la vieja Pamplona fueron siervos, "rústicos", "mezquinos". La Navarrería será, por definición semántica y componente social, "la Ciudad de los Navarros", siervos de Santa María, sujetos al señorío del cabildo de la catedral, que ejercía la jurisdicción temporal y espiritual. Desde tiempos antiguos estuvo amurallada. Crónicas y anales aluden a su cerco, repetidas veces desmantelado y arrasado. Así debió suceder también con motivo de la destrucción de la Navarrería (1276). Del cerco antiguo quedan lienzos y torres en la Ronda de Barbazano.

Carlos el Calvo autorizó a los pobladores de la Navarrería que "possint claudere et firmare Ciuitatem muro lapideo" (1324). Carlos II el Malo mandó que "la uilla et Ciudat de la Nauarreria de Pamplona, qui era toda abierta, fues cerrada et fortificada, murada et de torres garnida" (1365). Se accedía a ella por varias puertas: las del Abrevador, al norte (final de la calle Carmen); del Chapitel, frente al Burgo y cerca de la Rúa de los Baños (Mañueta), de la Tejería, al final de la calle Tras el Castillo (actual Estafeta), y las del río y de la Fontana vieja, en la parte sureste de la Judería.

Tuvo personalidad dentro de la Navarrería; llegó a constituir un pequeño burgo. Su origen hay que buscarlo en una alberguería u hospital dependiente de la catedral, para cuidado de peregrinos pobres, atendido por un limosnero y hospitalero, cargo existente por los años 1024. Pedro de Roda lo dotó generosamente en 1084; tenía rebaño propio y percibía un tronco por cada carga de leña que entraba en la Ciudad, más la mitad del derecho de molturación en las ruedas de Mairumilio. Por los años 1125 conoció nuevo emplazamiento frente a la fachada de la catedral. Miguel, criado desde niño en la seo, le dio unas casas para convertirlas en hospital, donde viviría el canónigo encargado de su cuidado. En sus inmediaciones residieron los servidores del centro, dando lugar al barrio y burgo, cuya jurisdicción dependerá del canónigo hospitalero.

Comenzó a formarse frente a la Navarrería durante los primeros tiempos del episcopado de don Pedro de Roda, y en su primer año de estancia en la ciudad, antes de que el prelado confiara los bienes de la catedral al cabildo y adjudicara al arcediano de la mesa las tierras del entorno. Aquí radica una de las diferencias con la Población de San Nicolás, cuyos vecinos tributaban un censo al arcediano de la tabla. Los primeros pobladores debieron llegar con el obispo, instalándose fuera de las murallas de la Navarrerría, por tierras del llano de lazain, en una meseta relativamente llana, mirando hacia Barañain, abruptamente cortada sobre el río Arga por un flanco, y por dos barrancos paralelos, que hoy siguen marcando la "Cuesta de Santo Domingo" y la "Bajada del Portal Nuevo". Un amplio espacio, que durante mucho tiempo será origen de conflictos y luchas intestinas, lo separaba de la Navarrería.

La personalidad del Burgo vino dada por el origen ultramontano de los habitantes, sus actividades económicas, sus fueros y privilegios. Dedicaron su iglesia parroquial a San Saturnino o San Cernin, obispo y mártir, titular de la catedral de Toulouse; con cuyo cabildo mantenía cordiales relaciones el antiguo monje de Tomeras, como lo demuestra la donación de la iglesia de Artajona (1084), la asistencia del prelado a la consagración de la catedral tolosana, junto con Urbano II (1096) y la colaboración para implantar la regla monástica en la seo de Pamplona. El primitivo templo del Santo, del que tomó nombre el Burgo, es mencionado por vez primera en 1107. Según Martinena Ruiz, la planta del Burgo parece revelar un plan preconcebido; de forma hexagonal, está cortada longitudinalmente por la calle Mayor, y ésta a su vez perpendicularmente por una belena (Calle Eslava). La simetría incluye las dos iglesias parroquiales de San Cernin y San Lorenzo, a un lado de la Rúa y próximas a cada portal. Estuvo rodeado por murallas; sus cuatro flancos miraban hacia la Navarrería (Este), la Población de San Nicolás (Sur), el Mercado de la Taconera (Oeste) y el monasterio de Santa Engracia y la Rotxapea (Norte). Por esta parte, asomada al talud sobre el río Arga, solamente había una muralla. El resto estaba defendido por un foso o "baladar", y por torres albarranas de planta rectangular, aunque no faltaba alguna circular ("Torre redonda").

El poema de Annelier sobre la guerra de la Navarrería las enumera por sus nombres; entre ellas estaban las de la Galea, frente a la Navarrería, y la bien venteada de la Rocha, que dio nombre al barrio sito a sus pies: "Rotxapea" o Jus la Rocha. Se accedía al Burgo por dos puertas principales, emplazadas en ambos extremos de la Rúa Mayor: el portal del Chapitel o de la Frutería, próximo a la torre de la Galea y a la parroquia de San Cernin, abierto al mercado o plaza de la Fruta hacia la Navarrería. En el otro extremo, el Portal de San Lorenzo, protegido por la torre-fortaleza de esta iglesia. La belena perpendicular a la Rúa (calle Eslava), terminaba por el norte en el Postigo de las Carnicerías, que permitía salir al río y a la Rotxapea. Estaba protegido por la Torre de la Rocha. En el lado opuesto, frente a la Población, debió existir otro portalete. A finales del siglo XIII habilitaron nuevo portal en la "Pobla nova del Mercat", en el extremo donde confluían las calles Zakudinda y Sanduandia. La personalidad del Burgo radicó en el origen de sus vecinos y en sus privilegios y actividades.

Procedentes del norte del Pirineo, de Cahors, según el Príncipe de Viana, y de otras regiones, una vez consolidado, Alfonso el Batallador otorgó en 1129 el fuero de Jaca "vobis totos francos que populaueritis in illo plano de Sancti Saturnini de Iruina". Les concedió la exclusiva de venta de pan y vino a los peregrinos jacobeos, la exención de pago de peaje y lezta en el reino, y espacio para celebrar mercado "in iilo plano de iila parte de Baragnien". El Batallador señaló un espacio neutro de separación, desde la Navarrería hasta el Burgo, donde nadie podrá construir: "quod non habeant nulla casa de Sancta Cecilia usque ad ista populatione". Tampoco podrían construir muralla, torre ni fortaleza frente al Burgo: "nulli homines de altera populatione non faciant murum, neque turrim neque fortalezam aliquam contra ista populatione". Por su situación jurídica y económica especial, los burgueses no admitirán navarros en su puebla, excepto para realizar faenas serviles.

Dedicados al comercio, al préstamo y cambio de dinero y oficios artesanales, organizaron tempranamente corporaciones gremiales. El Burgo quedó sometido a la jurisdicción episcopal, aunque con cierta vinculación o dependencia de la Corona, representada por un "almirante". En el documento de concesión del fuero de Jaca (1129), Alfonso el Batallador confirmó la donación del Burgo "a Dios y a Santa María y al obispo de esta sede"; este dominio será perpetuo e intransferible; el Burgo deberá permanecer siempre en poder del prelado, quien designará alcalde. En el municipio burgués, el almirante representaba al rey. La elección de alcalde se hacía por el sistema de designación de tres hombres buenos, a cargo de los vecinos; presentada la terna al obispo, éste nombraba a uno. El gobierno corrió a cargo de la "universitas" de los vecinos, representados por veinte "jurados". Los cargos eran anuales. Este núcleo no se llamará Ciudad ni villa, sino "Burgo", "Burgo de San Cernin", y "Burgo viejo" cuando nazca próximo el "Burgo nuevo".

(Crismón). In nomine domini nostri Ihesu Christi. Ego Adefonsus, Dei gratia rex, facio hanc cartam donationis et confirmationis uobis totos francos qui populaueritis in illo plano de Sancti Saturnini de lruina. Placuit mihi libenti animo, obtimo corde et spontaneam uoluntatem, el pro amore quod ibi populetis et fiketis, de bono corde dono el concedo quod habeatis tales fueros in totas uestras faciendas et in uestros iudicios quomodo fuerunt populatos illos populatores de Jaka. Et concedo uobis totos montes per pascere et taliare qui sunt meos et de Sancta Maria, de .I°. die quantum potuerint acalçare. Et similiter concedo uobis illos pratos per pascere. Et quod faciatis mercato in illo plano de illa parte de Baragnien. Et nullus homo non populet inter uos nec nauarro neque clerico, neque nullo infançone. Et nullo homine que populauerit cum uos, quod sic faciat quomodo feceritis unoquoque de uobis. Et quod nullus homo non uendat pane nec uino ad romeo nisi in ista populacione; et qui hoc fecerit, peitet LX. solidos ad illo episcopo. Et quod non habeat nulla casa de Sancta Cecilia usque ad illa populacione. El hoc totum donatiuum sicut superius est scriptum, quod habeatis et possideatis illum saluum el firmum et securum uos et filios uestros et omnis generacione uel posteritate uestra, salua mea fidelitate et de omni posteritate mea per secula cuncta, amen. Et qui hoc suprascriptum disrumperit, peitet mille solidos. Ista populacione de Irunia dono ad Deo el ad Sancta Maria et ad illo episcopo de illa sede. Signum Adefonsi (signo) regis.

Facta carta donationis era .M'.C'.LX'.Vll., in mense september, in Altafala. Regnante me Dei gratia rex in Castella, et Aragone siue in Pampilonia, in Superarbi et in Ripacurcia. Episcopus Stephanus in Hoscha. Episcopus Sancius in lrunia. Alius episcopus Sancius in Nagera. Episcopus Michahel in Tereçona Episcopus Petrus in Rotha. Comite Retro in Tutela. Uicecomes Gaston in Saragoça. Senior Lop Arceiç in Alagon et in Luna. Senior Ato Orella in Ricla et in Sangossa. Senior Frango Lopiç in Soria et in Sancti Stephani. Senior Lope Enequiç in Borobia el in Cellerico. Senior Ximino Enecons in Greta. Senior Caxal in Nagera et in Tharocka. Gassion in Belforatho. Oriol Garceiç in Castro et in Exeia. Petro Tizon in Stella et in Montcluso. Senior Enec Semenos in Calataiube el in predicta Altafala. Senior Castange in Biele. Senior Fortunio Lopiç in Aierbe. Senior Pere Petit in Boleia et in Loharre. Senior Sanç Johan in Hoska. Johan Galinç, in Labata et in Portusa. Lope Fortuinons in Albero. Senior Tiçon in Boile. Alto Arceiç in Barbastro el in Petraselce. Senior Lop Sanç in Belgit. Guatrant in Maria. Orti Ortiç in Morella. Ego Semeno scriptor sub iussione domini mei regis hanc cartam scripsi et de manu mea hoc signum (signo) feci.

Nos autem frater Michael, guardianus Pampilone, frater Enecus Rollandi, frater P[etrus] Sanci el frater Petrus de Solario uidimus originale istius exemplaris de uerbo ad uerbum, non uiciatum, non abditum, nec in aliqua sui parte corruptum. Et in testimonium huius rei el euidentiam pleniorem, ad preces et instantiam iuratomm et aliorum bonorum uirorum burgi Sancti Saturnini, ego predictus frater Michael sigillum conuentus fratrum Pampilone duxi presentibus apponendum, presentibus fratribus supradictis.

Ref. José María Lacarra y Ángel J. Martín Duque. Fueros de Navarra-I,Fueros derivados de Jaca, 2, Pamplona.

El éxito de la repoblación puede medirse por la afluencia de gentes que a principios del siglo XII habían desbordado el espacio previsto para el Burgo, extendiéndose por la llanura oriental contigua. La diferencia cronológica que separa la creación de ambos núcleos no debió ser muy grande, a pesar de lo que afirma un documento de 1346:

"Sabet que empues gran tiempo que el dicho Burgo fue poblado, en una pieça que era del Arcidiagno de la tabla de Sancta Maria de Pomplona, que se atenia con el bailladar de los muros del dicto Burgo, poblaron los de la Poblacion de Sant Nicolas de Pamplona, a cierto cens cada codo de sus casas pagar".

Como en Jaca, donde esta nueva puebla se llamará "Burnao", y en Estella, donde será "Borc nouel" o "Burunel", en Pamplona lo llamaban en 1110 "Burgo nuevo". La denominación, mantenida durante el siglo XII, revela una intención inicial de ser prolongación del Burgo Viejo. Sin embargo, las diferencias entre uno y otro fueron grandes y, como los núcleos francos crea dos desde finales del XII en Estella, Sangüesa y Monreal, terminará llamándose "Población". Alzada frente al valladar o muralla y foso del Burgo, del que lo separaba un espacio que será continua fuente de fricciones, la planta rectangular es copia de las bastidas norpirenaicas, que se repetirán durante el reinado de Alfonso el Batallador (1104-1134) en Sangüesa, Puente la Reina y Villava: una rúa mayor central (Calles San Nicolás y San Gregorio), orientada de noreste a suroeste, y una belena perpendicular (Calle San Miguel), en cuyo extremo se emplazó el templo dedicado a San Nicolás de Bari. Poblada por gentes ultrapirenáicas y navarras, formó un municipio, con almirante representante de la Corona, alcalde, jurados y universidad vecinal. Edificada en terreno adjudicado al Arcedianato de la tabla, correspondió a esta dignidad "dominium Noui Burgui cum redditibus suis et ecclesiam Sancti Nicolai cum oblationibus suis", según fue reconocido en 1177.

En reconocimiento del señorío, los propietarios de casas debían abonar al Arcediano un censo anual proporcional a la longitud de las fachadas. Estuvo fortificada mediante un cerco de planta rectangular, presidido por el templo-bastión de San Nicolás. Annelier menciona entre las torres las de María Delgada, en el extremo noroeste del recinto, cerca de la puerta del Mercado, la Torre redonda y la de los Triperos. Tenía acceso por los portales del Mercado y de la Salinería, en los extremos de la antigua calle de la Zapatería; el primero en el extremo suroccidental del recinto, también llamado de la Zapatería (hoy San Antón), de María Delgada, por su proximidad a esa torre, y "de la Traición" desde 1471; el de la Salinería en el extremo nororiental. Hubo una tercera puerta, la de la Tripería, a la salida de la actual calle Comedias. Las salidas de la belena perpendicular (hoy San Miguel) estuvieron también defendidas por sendos portales; el suroriental de San Nicolás, contiguo al templo-fortaleza del santo, comunicaba con la Taconera y de él salían los caminos hacia la Ribera. El fuero por el que se regían los vecinos del Burgo Nuevo de San Nicolás de Pamplona fue otorgado en 1184 por Sancho el Sabio a los pobladores de Villava.

Alfonso el Batallador legó el reino patrimonial de Pamplona a las órdenes militares. Los navarros no aceptaron la voluntad del monarca y, mientras los aragoneses reconocían a Ramiro II el Monje, prefirieron a García V Ramírez el Restaurador (1134-1150), que tuvo el apoyo del obispo de Pamplona y del cabildo de la catedral. El rey lo agradeció dando a Santa María de Iruña y al obispo Sancho las villas de Salinas (Yániz) y Zuazu y el castillo de Oro, más trescientos sueldos sobre el portazgo de Pamplona (agosto 1135). El ejemplo del monarca fue secundado por la nobleza del reino y las limosnas se sucedieron. Entre los bienes inmuebles pertenecientes a la catedral, Celestino II menciona: "toda la Ciudad de Pamplona, con todas sus iglesias y tierras, viñas, huertos, molinos y censos", declarando a la catedral libre de cualquier poder secular (1144). Rigiendo la diócesis don Lope de Artajona (1142-1159), murió el rey cuando cazaba en Lorca y le sucedió su hijo Sancho el Sabio.

Para remediar su precaria situación económica, el prelado le entregó la ingente suma de 1.250 áureos. Estalló al poco un enfrentamiento interno entre los arcedianos de la catedral, uno de cuyos elementos más destacados fue el inglés Roberto de Ketton. La guerra civil tuvo trágicas consecuencias. En 1156 "los hombres morían de hambre", afirma un documento de Artajona. Sancho el Sabio invadió territorio aragonés. El obispo Lope se entregó al conde Ramón como rehén para lograr la paz. El navarro entró "manu militari" en la Ciudad episcopal, ocupó murallas y torres, se apropió de los bienes de la mitra y desterró al obispo. Los Burgueses de San Cernin apoyaron económicamente al rey, quien pagó sus servicios confirmando los fueros "a todos los burgueses de Pamplona, presentes y futuros, por los muchos y buenos servicios que me habéis hecho, y por las muchas contrariedades soportadas" (1155, 1158). Al morir el obispo, cada facción navarra eligió sucesor; los partidarios del rey designaron al infante Sancho, hijo del monarca, y el bando contrario a un tal Pedro. El cisma duró cuatro años, hasta que en el concilio de Tours el Papa destituyó a los dos (1163), ocupando la sede posteriormente don Pedro de París, natural de Artajona (1167-1193).

Sancho el Sabio autorizó a su hijo el obispo y a los canónigos para que admitieran una comunidad judía; gozaría los mismos fueros que los hebreos estelleses (1164). Dispuesto Pedro de París a garantizar la paz, repartió generosamente rentas entre los canónigos, concediéndoles "el dominio de la villa de los Navarros (Navarrería) de Pamplona, con sus rentas, el dominio del Burgo Nuevo con sus rentas, y la iglesia de San Nicolás con sus oblaciones" (1177). No cita el Burgo viejo de San Cernin, que se mantiene al margen del dominio capitular. Tres años después, los poderosos burgueses acordaron mantener los fueros y privilegios otorgados por Alfonso el Batallador, singularmente la prohibición de avecindamiento de infanzones, clérigos y navarros, excepto los necesarios para el servicio, y los hijos de franco o franca, que no podrán equipararse al resto de vecinos ni ser testigos contra los burgueses, ni podrán ejercer el comercio, ni se les concederán casas en arriendo, ni tendrán mesas ni tiendas, ni ejercerán oficios de "cambistas, albergadores, tenderos, alfayates o sastres, merceros, pelaires, carniceros, silleros, albarderos, freneros, herreros, zapateros, asteros, peleteros, campaneros, caldereros ni tejedores".

Si un burgués quebrantaba el compromiso, sería castigado con expulsión del Burgo y destrucción de su casa. El obispo aprobó el estatuto (agosto de 1180). Pasado el primer momento de crecimiento demográfico de la Navarrería, siguió la crisis y la despoblación, si hemos de creer las palabras del rey al impulsar su repoblamiento en 1189: "Ut illam partem Pampilonensis ciuitatis que Nauarreria dicitur, et depopulata erat valde, facerent populari". Previamente, los navarros de Iruña y el obispo donaron al rey "mille aureos optimos et totum pratum quod dicitur Aceillalanda". Agradecido, el rey suprimió definitivamente la clavería; los bienes del patrimonio real pagarían diezmos a la seo, todos los vecinos de la Navarrería gozarían el fuero del Burgo de San Cernin, aunque cada año, el día de la Asunción de la Virgen, abonarían dos sueldos por cada 12 codos de fachada abierta a la calle. En este aspecto, el fuero es parecido al otorgado por el mismo rey a las poblaciones de San Salvador del Arenal y del Parral del Rey en Estella.

Revocando expresamente el privilegio concedido por Alfonso el Batallador al Burgo, y vulnerando sus intereses, Sancho el Sabio dio un paso de graves consecuencias. Dispuesto a conceder suelo edificable a los de la Navarrería, les dio el terreno que se extendía hasta la barbacana de San Cernin, todo ello "cum consilio et assensu predicti episcopi". Con motivo de esta repoblación debió cobrar personalidad y consolidarse como Burgo el barrio de San Miguel, siempre dentro de la Navarrería y corriendo su misma suerte.

Crismón. In nomine omnipotentis dei. Hec est carta quam omnes burgenses pampilone de burgo uetero Sancti Saturnini per mandatum et consilium domini Sancii regis nauarre et Petri pampilonensis episcopi imperpetuum ualituram fecerunt. Statuentes quidem quod omnia que rex Aldefonsus qui eos populauit pro foro eis dederat firmiter teneant et pro posse suo obseruent. Predictus enim rex Aldefonsus dedit eis et concessit pro foro quod nullus infanzom neque clericus neque nauarrus popularet inter prefatos burgenses. Super hoc concordati burgenses statuerunt inter se ut nauarros de se eicerent et eicerent eos exceptis illis quos placuit eis retinere pro uicinis et sunt scripti in carta quam burgenses supranominati tenent. Tamen nauarri isti que scripti sum in carta burgensium non recipientur pro testimoniis contra burgenses nec burgenses dabunt illos pro testimoniis contra aliquos extraneos. El sepenominati burgenses statuentes iurauerunt ut nunquam de cetero nauarros uicinos recipiant nisi sit filius franci uel france, nec acomodent eis domos nec locent nec tabulas neque tentoria nec doceant eos cambiare, albergatores esse, tentores, alfaiades, merceros, corrieros, carniceros, sellerios, bardonarios, frenarios, ferrarios, çapaterios, asterios, peletarios, campanerios, calderarios, textores. Set recipient eos inseruientes et fornarios et bregatores. Et nullum alium ministerium doceantur. Et si aliquis uicinus de prefato burgo Sancti Saturnini hoc sacramentum disrumperit, demos eius destruatur et a uilla et consorcio predictorum burgensium eiciatur. Signum (signo) regis. Et sunt testes istius suprascripti Lupus de ualterra maiordompnus regis. Sancius de Sogio alferiz per manum remiri de petrola Radulfus de Sancto egidio. Johanes de sangossa. Remundus de sancto egidio. Guilelmus belamel. Et ferrandus notarius qui hanc cartam scripsit. Facta carta mense augusti in pampilona, Era MaCCaXVIIIa. Ego petrus dei gracia pampilonensis episcopus supradicta hoc (signo) signo confirmo.

Ref. Mª Ángeles Irurita, El municipio de Pamplona en la Edad Media.

Sancho el Fuerte (1194-1234) comenzó su reinado coincidiendo con la elección del castellano García Ramírez como obispo de la diócesis (1194-1205). Celestino III trataba de coaligar a los reyes cristianos para una cruzada contra los almohades, con quienes había pactado el monarca navarro. El obispo don García le exhortó, en nombre del Pontífice, a romper su alianza con los enemigos de la Cristiandad y a confederarse con los cristianos (1196). Poco después, Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón se repartieron el reino navarro (1198); el castellano conquistó Miranda e Inzura, y el aragonés Aibar y Burgui. El obispo ayudó al rey dándole 70.000 sueldos, que se cobró inmediatamente la catedral por donación del palacio real de San Pedro de la Navarrería con sus dependencias, la finca de Acellalanda y el diezmo del peaje de Pamplona, además de exenciones y promesa de respetar los fueros del Burgo viejo, del nuevo y de la Navarrería.

Durante la primavera de 1199 el rey de Castila rompió las treguas, invadió el territorio navarro por Alava y puso sitio a Vitoria. Sancho el Fuerte corrió en busca de socorros a tierras almohades. Otras fuentes lo suponen manteniendo relaciones amorosas con la hija de un rey moro. Una embajada dirigida por el obispo don García, le visitó para exponerle la situación de los vecinos de Vitoria. Cuando regresó el monarca, pudo comprobar que el castellano había conquistado Alava y Guipúzcoa. Las primeras décadas del siglo XIII quedaron marcadas en Pamplona por la ingerencia creciente de la Corona en la administración de la Ciudad episcopal, produciendo constantes conflictos. La elección de Juan de Tarazona para obispo (1205), en la que debió influir el monarca, motivó las protestas de buena parte de los Canónigos, que le acusaron ante Roma de inmoralidad y otros excesos. Verificada una investigación, Inocencio III le despojó de la sede.

Sancho el Fuerte se sublevó; apeló ante el Papa y prohibió entre tanto nombrar nuevo prelado. Desobedecieron los canónigos; el rey los desterró y confiscó sus bienes. El obispo murió en Roma, a donde había ido para defenderse de los cargos. Pamplona quedó dividida en dos bandos, campeando la violencia y la inseguridad. Sancho el Fuerte penetró "manu militari" en la Navarrería y destruyó el hospital de San Miguel. Permitió a los del Burgo construir una nueva muralla, "el valladar", frente al cerco de San Nicolás, cuyos vecinos protestaron, alegando que el terreno "pertenece y pertenecía en propiedad, a San Nicolás y al Arcediano de la tabla de Santa María desde antes de ser fundada la Población". De regreso de la célebre batalla de las Navas de Tolosa (1212), don Sancho encontró gobernando la diócesis a Espárrago de la Barca. Rey y obispo procuraron resolver sus diferencias para lograr la paz, firmando un convenio (14 de abril de 1213) que debía tener vigencia durante veinte años.

Contra quienes mataran, hirieran o golpearan a otros, señalaron penas que llegarían a la muerte en hoguera para los incendiarios. Como los de la Navarrería y la Población comenzaran a reforzar sus defensas, el monarca ordenó "que los hombres de la Navarrería pamplonesa ni los de la Población de San Nicolás en modo alguno hagan cerrazones de muro, torres, barbacanas ni otra fortaleza contra el Burgo ni sus hombres" (1214). "Los Navarros de la Navarrería" desobedecieron y alzaron un torreón frente al Burgo; don Espárrago mandó derruirlo, prohibiendo en el futuro la construcción de fortificaciones frente a San Cernin, considerando que ir contra éstos era perjudicar los intereses del prelado y de Santa María (1215). Poco después era designado arzobispo de Tarragona.

Sucedió en la sede el francés Guillermo de Saintonge. Su breve pontificado se cerró con un sínodo que excomulgó al rey y lanzó entredicho contra todo el reino, al negarse don Sancho a devolver a la catedral los castillos de Huarte, Oro y Monjardín, usurpados a la Iglesia, junto con casas censales y otros muchos bienes reclamados por los canónigos. Muerto don Guillermo, el rey puso al frente de la diócesis a su propio hijo el infante don Ramiro de Navarra (1220-1228). Poco después tuvo lugar la destrucción de la Población. Coaligados los de la Navarrería con los de San Nicolás, atacaron a los del Burgo, quienes invadieron la Población, saquearon e incendiaron casas y mataron a vecinos. Afirma la "Crónica" del Príncipe de Viana que "los habitantes de la Población se retrajeron a la iglesia de Sant Nicolás, e los del Burgo quemaron la eglesia et mataron mucha gente que en ella estaba", sin respetar algunas hermosas doncellas. En los pilares de la iglesia restaurada pueden verse aún sillares calcinados.

Conocido el desastre, el arzobispo de Tarragona exigió a los del Burgo que repararan los daños; no hicieron caso. Sancho VII y su hijo el obispo ajustaron una concordia con todos los vecinos. Los de San Nicolás, Navarrería y San Miguel debían olvidar lo sucedido, sin exigir indemnizaciones. Los de San Cernin renunciarán a sus demandas sobre el fosal; "Homines de Populatione reedificent domos uas et eas possideant perpetuo pacifice et quiete"; pero los cimientos de piedra de las casas sitas frente al foso y valladar del Burgo no podrán pasar de tres codos de altura, debiendo ser el resto de los muros de madera, sin ventanas, troneras, orificios ni vertido de aguas al foso de San Cernin; no alzarán fortaleza frente al Burgo, debiendo ser derruidas las existentes; podrían alzar y armar libremente el resto de fortificaciones del perímetro exterior. El obispo cedió a su padre el rey los castillos contenciosos (28 de julio de 1222).

Una nueva disposición del monarca concedió que el discutido espacio sito entre la Navarrería y la barbacana del Burgo fuera común de los de San Cernin y San Nicolás (1226). Procuró Sancho el Fuerte que, al fallecer su hijo, la mitra recayera en hombre de su confianza, el pamplonés Pedro Remírez de Piédrola (1230-1238).

A los grandes monasterios benedictinos de Leire, Irache e Iranzu, y a la multitud de monasterios diseminados por el reino, se sumaron durante el siglo XII los templarios, la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén y los cistercienses. Ninguno de ellos fundó en Pamplona, feudo de la catedral. El siglo XIII fue el de los conventos de monjas y frailes mendicantes: clarisas, dominicos, franciscanos, agustinas. Durante la siguiente centuria se establecerán los carmelitas, agustinos y antonianos. Siguiendo una práctica general, durante el siglo XIII las fundaciones se hicieron en extramuros, más o menos cerca de los recintos amurallados, generalmente en ermitas rurales. A los motivos que frailes y monjas pudieran tener para no fundar dentro de las poblaciones, se añadía en Pamplona la circunstancia del dominio eclesiástico, que había de crear problemas con los franciscanos. Unicamente cuando desaparezca ese dominio y Pamplona pase a ser señorío de la Corona, los religiosos comenzarán a edificar sus conventos intramuros.

Los enfrentamientos entre Sancho el Fuerte con el Burgo, por una parte, y los canónigos con la Navarrería, San Miguel y la Población, por otra, no estuvieron motivados por los solares emplazados entre la Ciudad y el Burgo, ni por la posesión de unos castillos o unas rentas, circunstancias que sirvieron de pretexto para las hostilidades. Nacían de dos concepciones contrapuestas: dinamismo burgués y teocracia conservadora. Las tensiones crecieron al ocupar el trono los reyes de la Casa de Champaña. Teobaldo I juró guardar los fueros y costumbres del país (1234). Comenzó su reinado siguiendo la línea marcada por su tío el Fuerte; se alió con el obispo, cometió atropellos contra villas e infanzones, y protegió y confirmó sus fueros en Pamplona "a nostros amados et leyales borzes del Burgo de Sant Saturnino" (1237). El año anterior, la Ciudad de la Navarrería y la Población de San Nicolás se habían repartido a medias "els chapitels" o terreno de separación entre los dos núcleos.

Sabuda cosa sia a totz homnes, als qui son presentz et als qui son por uenir, que esta es carta de remenbrança de la composition que faziren los .XII'. de la cibtat de Pampalona et los .XII. de la poblacion de Sant Nicholau, sobre ço que auien clams los uns dels altres, dels chapitels que son entre las dos vilas; doncs conuen a saber que los XII'. de las dos vilas sobrescriutas se son adobatz amoralment et a volontat de las dos partidas, en tal manera que aquetz dos chapitels sobrescriutz' sien per mey comunals totz temps d'aquest dya en auant de las dos vilas sobreditas, asi que nenguna de las vilas non aya que demandar res en aquetz chapitels per si sens l'altra, nomnadament la cibtat et la poblacion. A mayor fermetat d'esta composicion et per que d'aqui en auant demanda ni contenta entre estas dos vilas non se puysca leuar sobre aquetz chapitels, faziren los XII. de las vilas sobreditas escriure esta carta per .A.B.C. partida, sayelada ab los seyels de las dos vilas. En testimoniança d'esta composition tot aquo fu fait in era .Ma.CCª.LXXª.IIIª., el mes de juill, el temps que furen dels XII. en la cibtat don Caritat, don Semen de Cucuillo, don Arnalt de Sancta Çezilia, don Pedro d'Esparça, don Gil Çabater, don Pedro de Mutiloa, don Jenego Ederra, don Orti d'Aldaua, don Semen Murde, don Johan Breton, don Miguel d'Artiga, et don Johan Bon çabater. Et en la poblacion don Pedro d'Echalatz, don Martín d'Undio, don Sancho d'Uchar, don Johan Bodin, don Orfi lo Saui, don Lop de Locoath, don Lop de Çuelque.
Ego Johannes Alegre scriptor, mandato. XII. predictarum villarum, scripsi cartam istam et hoc meum signum (signo) posui.

Ref. J. M.ª Lacarra y Ángel Martín Duque, Fueros de Navarra 1, Fueros derivados de Jaca, 2, Pamplona.

(1255). Dispuestas ambas autoridades civil y eclesiástica a solucionar las diferencias existentes sobre jurisdicción en la Ciudad, entablaron negociaciones y llegaron a un convenio en Estella (6 diciembre de 1255). En él concretaron distintos aspectos económicos y jurídicos sobre iglesias, clérigos, diezmos y primicias. Los bienes disputados en Pamplona fueron repartidos a partes iguales entre el trono y el altar; el palacio de San Pedro, construido por Sancho el Fuerte, sería devuelto a la Corona, que se reservó algunos derechos como el ejército y cabalgada. "En adelante Pamplona dejará de ser una ciudad exclusivamente episcopal", según afirma Goñi Gaztambide.

Reunidos en el castillo de Tiebas, obispo y rey comenzaron a poner en práctica lo concordado y nombraron de común acuerdo almirante, alcalde y baile para el Burgo de San Cernin; los elegidos juraron ejercer el cargo en nombre de ambos mandatarios. Pidieron al papa Alejandro IV la ratificación del tratado (1256) y en Larrasoaña ratificaron su reconciliación. Por desgracia, los canónigos denunciaron el concordato como perjudicial a los intereses de la Iglesia, y Alejandro IV lo anuló (1257). Se volvía a la situación jurídica anterior; prelado y canónigos seguían siendo dueños y señores absolutos de la Ciudad, sin parte alguna de la Corona.

Convencidos de que la paz solamente podía ser fruto de la unión, los vecinos de las cuatro poblaciones se reunieron, renunciaron a sus diferencias, se comprometieron a mantenerse unidos y en paz en un solo concejo, y juraron cumplirlo así, so pena de ser tratados como perjuros y traidores manifiestos (1266). Llegados al trono Enrique I, sucesor de Teobaldo II, encontró a Pamplona unida, regida por una sola corporación. En 1271 juró "a los veinte jurados e a todo el pueblo de toda la villa de Pamplona" mantenerles los fueros, deshacer los contrafueros, y respetar las ordenanzas y convenios firmados en 1266. Siguiendo costumbres del Burgo en casos de asesinato, los jurados encarcelaron al autor de una muerte. El prior, que no reconocía lo convenido en Estella, exigió su entrega al almirante del obispo. La desobediencia supuso la excomunión lanzada por el obispo Armingot contra todos los jurados, por usurpar la jurisdicción de la Iglesia. Nuevas negociaciones abocaron en un convenio por el que la jurisdicción sobre Iruña pasaba íntegramente a la Corona (1273).

(1276). Poco antes de fallecer el rey Enrique, en julio de 1274, el obispo, prior y cabildo ofrecieron al concejo de la Navarrería treinta mil sueldos, invitándole a romper la unión jurada con el Burgo y la Población. Los vecinos pidieron al rey la anulación del pacto; el rey la concedió y rompió el sello común que venían usando. Pamplona quedó escindida en dos bloques: La Catedral, con los vecinos de la Navarrería y San Miguel, frente al municipio de San Cernin y San Nicolás. Muerto don Enrique, heredó el trono su hija de dos años, doña Juana, bajo la tutela de su madre Blanca de Artois, hermana del rey S. Luis de Francia. Las Cortes nombraron gobernador del reino a Pedro Sánchez de Monteagudo, señor de Cascante. Castilla y Aragón resucitaron viejas aspiraciones sobre Navarra. Jaime I el Conquistador merecía el favor de las Cortes, frente al grupo partidario de un acercamiento a Castilla, en el que se contaban García Almoravid, señor de las Montañas, el obispo, los canónigos y los vecinos de la Navarrería. Alfonso X el Sabio concentró sus ejércitos en la frontera navarra, conquistó la villa de Mendavia y puso sitio a Viana. En vista de la situación, la Reina madre tomó a su hija y la llevó a la corte de Francia, poniéndola bajo la tutela de su primo Felipe III el Atrevido.