Pintoreak

Ortiz De Elgea Jáuregi, Carmelo

La década de los ochenta supone un nuevo encuentro, el enésimo, con el paisaje. Porque Ortiz de Elgea es y se siente, ante todo, pintor de paisajes. En toda su trayectoria, incluso en la no figurativa, ha mantenido la fidelidad al paisaje como género pictórico. Un paisaje real o imaginario, o reinterpretado, del que toma los elementos esenciales del mismo y que luego transforma según su propia experiencia y sentimientos, con absoluta libertad. Con una paleta muy rica en colorido, con pinceladas amplias y sueltas; a menudo con raspaduras enérgicas, muy impulsivas, donde la materia pictórica cobra dimensión por sí misma. Y con la materia, la infinita gama de posibilidades cromáticas. En suma; el paisaje como elemento constante de búsqueda y de identidad.

Proyecto vital que comienza a perfilar sus señas más inconfundibles a partir del año 1984 con una misma divisa y dos momentos estelares: "Del Paisaje al Paisaje. 1952-1984", repaso muy cumplido a través de casi sesenta cuadros a lo más selecto de su ejecutoria; muestra que se contemplará en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (septiembre) y en la sala San Prudencio, de la Caja Provincial de Álava, desde el 19 de octubre al 16 de noviembre.

El paisaje, pues, como elemento a transformar, como búsqueda plástica, con el color, define la actividad pictórica de Ortiz de Elgea: en una iniciativa constante, pero siempre renovada. En Galerías Apellániz, en un espacio casi contiguo al establecimiento tradicional de la calle vitoriana General Álava, pero ahora en el núm. 2, expondrá el pintor un lote de sus característicos paisajes expresionistas y/o fauves. Del 4 al 30 de mayo de 1987.

Son años, ya en plena madurez, en los que verbaliza los principios que instintivamente han dirigido su carrera profesional desde que era un niño: "Siempre me ha interesado eliminar lo superficial, ir a la esencia de las cosas"; "Si tengo un cuadro en la cabeza ya no necesito pintarlo"; "Me planto ante el lienzo sin una idea previa y sin boceto. Dejo que las pinturas me dominen. Nace un impulso que es el que me dicta lo que debo pintar"; "El impulso creativo es imprevisible"; "Pintar es para mí divertirme mucho y no hacer lo que ya he hecho"; "No voy siguiendo las modas, lo que hago es pintar", etc.

Ideas, pensamientos, reflexiones en voz alta que enlazan con otra de sus grandes virtudes: asimismo se trata de un pintor tremendamente laborioso. Cualidad que vuelve a confirmar en la sala Amárica de Vitoria (15 Febrero-20 Marzo, 1994) con la exposición "Pinturas 1992-1994". Colgó en aquella oportunidad un total de 42 óleos de gran formato elaborados en poco más de dos años. Sobresalieron, entre ellos, dos imponentes composiciones del casco viejo gasteiztarra con alusiones figurativas al Jerónimo penitente y a La Última Cena de Leonardo da Vinci: la plaza de la Burullería con la Casa-Torre de los Anda, y la llamada Puerta del Solar, de la iglesia de San Miguel, en su salida más occidental hacia la calle de la Correría.

El agresivo desmantelamiento industrial de Bilbao y el nuevo paisaje que se crea en el entorno de los muelles y las riberas del Nervión sirve de inspiración para idear la serie Bilbao entre 1993 y 1995. En Durango, en la antigua iglesia de San Agustín, actual Centro Cultural, desde el 20 de diciembre de 1995 hasta el 28 de enero de 1996, exhibirá dieciocho lienzos de gran tamaño sobre aquellos parajes industriales bilbaínos ya desaparecidos. Ciclo pictórico que volverá a exponer ese mismo año en la Casa de Cultura de Cruces (Baracaldo). Del 12 de abril al 4 de mayo.

Las distintas salas del Centro Cultural Montehermoso de la capital alavesa, incluido el antiguo Depósito de Aguas (Espacio Oihanederra), albergarán la selección más notable de obras de toda su carrera artística: en total, 153 pinturas. Exposición antológica que, del 22 de enero al 28 de febrero de 1999, ofrecerá al visitante todas las etapas y todos los perfiles estilísticos de Ortiz de Elgea: como uno de los grandes intérpretes de la pintura contemporánea alavesa.

El afán que trasluce por la pintura de paisaje, se refuerza y enriquece continuamente al conocer la geografía de otros lugares. Así, del 8 de febrero al 17 de marzo de 2001, exhibirá en la galería Báculo de Madrid una veintena larga de cuadros agrupados bajo el título de "Viajes". Sus estancias en Egipto o Suiza, o en los parajes volcánicos de Almería, por citar algunos puntos, revertirán en su actividad plástica, como las panorámicas de las grandes ciudades norteamericanas que plasma en 2002-2003. Sin olvidar, por supuesto, los rincones de su tierra vasca.

Así cuadros como Mi padre en el paisaje, Contraluz (Korres, Álava), La cantera, Niebla en el pantano, La Rioja, Paisaje volcánico, Marisma, Treviño, África, Paisaje de Yesa, Paisaje chino, Y al fondo la gran ciudad, La ciudad sobre el hielo, Chicago desde la ventana, Paisaje asturiano o lienzos de la serie Bilbao, hasta completar los setenta, nutrirán el repertorio de la exposición individual que vuelve a celebrar en Madrid, en el Centro Cultural de la Villa, entre el 3 y el 30 de septiembre de 2003.

Una muestra que reúne obras pintadas desde el año 1980. Visiones paisajísticas, recuerdos de mundos presentes, ausentes o imaginarios, próximos o lejanos, juegos de luces y sombras, análisis de formas y figuras, el magicismo de los timbres cromáticos, las preocupaciones perspectívicas, entre otros recursos, patentizan como trasfondo el mejor modelo de aprendizaje conque siempre ha contado Ortiz de Elgea: su inspiración en la naturaleza. Y en sus gentes.

Repertorio fidelísimo -paisaje y figura humana- que está presente en la donación de ocho cuadros y una escultura que efectúa el vitoriano al Museo de Bellas Artes de Bilbao en 2005. Lo hará como testimonio de gratitud al apoyo que siempre le ha brindado esta pinacoteca desde los mismos albores de su carrera, agradecimiento que extiende por igual a toda Bizkaia.

El lote donado, expuesto en el propio museo (4 octubre, 2005-8 enero, 2006), recoge óleos de distintas épocas agrupados alrededor de tres escenarios: paisajes de Álava (Las tentaciones del paseante (1967), La danza (1970), Contraluz (Korres), (1983) y Otoño en el río, (1987); el segundo de los encuadres paisajísticos es un motivo de la capital vizcaína, Bilbao I, en puridad, el primer cuadro que pinta sobre las ruinas industriales de la Villa, correspondiendo el tercer escenario a "Viajes", el descubrimiento de nuevos y exóticos parajes. A este bloque pertenecen El ladrón de momias (1983-97), Momia de santo (1992) y La faluca (1997). La pieza escultórica obedecerá al título Torso entre paisajes (1996).