Pintoreak

Ortiz De Elgea Jáuregi, Carmelo

La revalorización de su firma artística continúa creciendo. Así, los últimos diez días de marzo de 1971, la sala Luis de Ajuria, de Vitoria, acoge otra muestra monográfica, circunstancia que aprovecha Crisanto de Lasterra para adquirir un par de cuadros más del pintor con destino al Museo de Bellas Artes de Bilbao. Antes de concluir el año su obra se exhibe en la sala Torre Luzea de Zarautz, así como en los nuevos locales de la galería Huts, de San Sebastián (20 octubre-13 noviembre). También asiste a la Muestra Indiscriminada de Arte Vasco de Baracaldo: será a finales de 1971 y durante los primeros meses de 1972.

Ya en 1972 (21 febrero/10 marzo) remite parte de su producción a la sala Mikeldi, de Bilbao; a los "Encuentros de Pamplona" (26 junio- 3 julio); a las Salas Municipales de Cultura, de Durango (agosto-septiembre), colaborando durante el cuarto trimestre del año en sendas colectivas culturales en Tolosa y Azpeitia.

En 1973 participa en el homenaje que los artistas vascos tributan al pintor canario Manuel Millares, fallecido el año anterior. Fue en la galería Arizta de Bilbao. También asiste en Ataun al homenaje que la cultura vasca dispensa al veterano prehistoriador y etnógrafo José Miguel de Barandiarán. Participará en dos colectivas más; en Zumárraga y Tolosa.

A partir de 1974, nuevas necesidades espaciales y geométrico-formales introducen a Carmelo Ortiz de Elgea, otra vez, en el campo de la abstracción. Han terminado por el momento sus experiencias figurativas, al menos hasta finales de la década. Concluido este período neofigurativo, que duró aproximadamente un lustro, desde 1967 hasta 1972-73, el artista vitoriano decide reorientar sus impulsos hacia el ámbito de la abstracción. No era, pues, la primera vez que el pintor desembocaba en el mundo "informal".

El cambio de registro que experimenta ahora su obra se acusa con notable propiedad en la doble exposición que celebra simultáneamente en Bilbao durante los meses de enero y febrero de 1974: en el Museo de Bellas Artes, al alimón con el escultor Vicente Larrea, y en la galería Lúzaro. Las referencias figurativas de antaño han desaparecido, y con ellas los seres y las escenografías que inundaban la superficie de aquellos cuadros. La figuración humana es sustituida por un conjunto de formas y elementos muy simplificados en su estructura, que nos remiten más al trazo de una pincelada, a la armonía de unos colores o a la sutileza de unos fondos que a una geografía fácilmente reconocible por el espectador.

Así, la renovada orientación estética de Ortiz de Elgea comienza pronto a explayarse. Ahí están sus exposiciones individuales en Vitoria: en la sala Luis de Ajuria (11-20 febrero, 1974) y en la galería Eder Arte, en noviembre de 1974. Con la muestra itinerante "Un escultor y cuatro pintores alaveses", participó con sus compañeros Josetxu Aguirre, Juan Mieg, Santos Iñurrieta y José Luis Álvarez Vélez en el Museo San Telmo, de San Sebastián, en septiembre de 1974, y en los pabellones de la Ciudadela de Pamplona, en noviembre de ese mismo año.

Después de una extensa actividad expositiva por las principales capitales y villas del País Vasco, vuelve a exponer en una galería madrileña. Fue en Kreisler Dos, en noviembre/diciembre de 1975. La primera y hasta entonces única comparecencia en la capital de España, en la galería "Círculo 2", en abril de 1965, quedaba bastante lejos en el tiempo. Ahora, diez años después, aparece arropado por un espléndido catálogo en el que Santiago Amón, Javier Serrano y Javier Viar, como antaño hiciera Moreno Galván, glosan un capítulo más de su personal evolución.

En esta segunda presentación en Madrid, Ortiz de Elgea exhibe elocuentes variaciones con respecto a la obra del último año y medio. Las telas pierden definitivamente el contorno formal figurativo, engendrándose un nuevo territorio de complejas amplitudes; en realidad, estructuras espaciales formuladas desde una configuración mental, cubista para los críticos Amón y Viar. Así pues, los ámbitos de reminiscencia orgánica terminan siendo suplantados por una inquietud constructiva, geométrica, "abstracto-cubistizante", que es la que determina en estos instantes su discurso plástico.

Queda constatado este cambio de rumbo en las muestras individuales celebradas en la galería B, de San Sebastián, en marzo de 1976; en la galería Valera, de Bilbao, octubre de aquel año, así como en la sala Luis de Ajuria, en noviembre de 1977. Esta etapa viene a coincidir con su estancia, como artista becado, en el Instituto de Arte y Humanidades de la Fundación Faustino Orbegozo Eizaguirre.

Gracias a las actividades que despliega la fundación bilbaína por estas fechas (1978-1980), una selección de cuadros de Ortiz de Elgea recorre, con la de otros artistas vascos, importantes localidades de Euskal Herria: Bilbao, Vitoria, Bergara, Hondarribia, Irún, Gernika, Zarautz, Zumárraga..., con salidas a Madrid, al Palacio de Velázquez en el Parque del Retiro, y Barcelona, a la sede de la Fundación Joan Miró.