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ORENDAIN

La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es una modesta realización que presenta planta de cruz latina y cabecera poligonal, si bien no sería ese su carácter original, con torre campanario situada a los pies. La zona del ábside y el crucero corresponde al primer tercio del siglo XVI, realizándose las cornisas a finales del siglo XVII. Juan y Francisco de Carrera, junto con los hermanos Izaguirre, realizaron en los inicios del siglo XVIII labores de cantería, si bien en 1713 las bóvedas erigidas por Francisco se cayeron, de tal modo que se imponía una nueva etapa realizadora. Sin embargo, esa labor se demoraría enormemente, pues aún en 1763 el edificio contaba como cubierta con tablas de madera tan sólo. Así, en mayo de 1764 Martín de Carrera reconoció la construcción, que se hallaba en fase de ampliación en la zona de la torre, puertas, estribos, coro y parte de la nave. Iniciada ya la obra para entonces en tres ángulos de piedra de sillería hasta una altura de veinte pies, faltaban aun otros seis para terminar la cornisa e igualar esa zona con la anteriormente ejecutada. Una vez obtenida la licencia ese mismo año, el veinticuatro de julio la almoneda la remató el propio tracista a finales de agosto. De esta manera, se comprometió a efectuar las diferentes labores en el plazo de seis años, con los maestros canteros Diego de Aizpe Urrutia, Andrés de Goicoechea y Juan Bautista de Carrega. En 1771 se extraía la piedra toba para las bóvedas y en 1774 se ponía la cruz de hierro del campanario. Precisamente en 1771 reconocía lo ejecutado el maestro mayor del Obispado, Manuel de Larrondo. Puesto que el tracista había fallecido ya, era su hijo Manuel Martín el que se haría cargo de la obra. El tracista y artífice modificó la orientación del presbiterio, situándolo donde había de colocarse el coro. Los contrafuertes se disponen en el interior, creando de este modo en cada uno de esos tramos un espacio para colocar altares. Además, el coro se dispone sobre un arco algo apuntado, con tribunas a los lados, llevando sus contrafuertes medias columnas con capiteles y basas del siglo XVI adosadas. El presbiterio se separa de la nave mediante un arco triunfal, cerrándose la nave mediante bóvedas de arista. La portada se sitúa en el flanco de la entrada la sacristía. Es una realización modesta, toda vez que la fábrica no contaba con medios suficientes para una obra de mayor entidad, circunstancia que explica, lógicamente, el proyecto realizado por el insigne arquitecto, muy mediatizado por esa cuestión y, sobre todo, lo anteriormente erigido. La torre, por su parte, cuenta con un cuerpo cuadrado liso que llega hasta el cuerpo de la iglesia, coronándose con un cuerpo de campanas de planta octogonal, cerrándose por medio de una bóveda de media naranja, si bien actualmente se halla remata por un chapitel de carácter piramidal.

Provisto de un escalonamiento habitual al exterior, en su interior destaca la efigie de Cristo en la Cruz, realización de la primera mitad del siglo XVI situada en el colateral del lado de la epístola, realización arquitectónica de mediados del siglo XVII. Obra de acusado carácter expresivo, es una realización anónima de indudable calidad. Pese a las incorrecciones anatómicas de la imagen, pues las desproporciones resultan evidentes, el anónimo autor ensalza el sacrificio del Redentor, imponiéndose, tal y como hemos señalado, el expresivismo. Sería obra de algún maestro activo en la región. El retablo mayor es una realización barroca, de la segunda mitad del siglo XVII más concretamente, mueble de interesante concepción arquitectónica que preside una imagen de la titular del templo. Consta de banco, cuerpo único subdividido a su vez en dos tramos y ático. Son los soportes exteriores los que unifican el conjunto, ya que el cuerpo principal se halla subdividido en diferentes niveles por la imaginería aquí dispuesta. Pese a la originalidad que ello le otorga, lo cierto es que la deseada unificación espacial no se logra totalmente, pudiendo considerarse desde esa óptica una obra de transición entre los principios clasicistas y los propios del barroco decorativo. Ligeramente anteriores serían los retablos colaterales, que poseen una sencilla formulación, con cuerpo único y remate. Con todo, el recubrimiento pictórico de sus remates varía los presupuestos iniciales, bien pudiendo ser añadidos posteriores, si bien es éste un extremo difícil de dilucidar. Además, el hecho de que la efigie del Crucificado se sitúa en el colateral del lado de la epístola hace que el del otro lado presente una cartela carnosa sobre su titular, rompiendo en parte la simetría que caracteriza a este tipo de realizaciones.

La casa consistorial es un destacado exponente de la arquitectura neoclásica. Su diseño ha sido atribuido a Justo Antonio de Olaguíbel, importante arquitecto vitoriano, quien lo habría diseñado en 1787. La articulación de la fachada es ciertamente sobresaliente, con una triple arcada de acceso en la parte inferior, cuatro pilastras toscanas sosteniendo un frontón triangular que nos remite a las interpretaciones palladianas, la creación de dos alas mediante la distinta distribución de vanos y su remate adintelado en el que el arquitrabe del cuerpo central actúa como verdadera cornisa, aspectos todos ellos que conforman un equilibrado conjunto. La utilización de las pilastras sosteniendo el aludido remate contrarresta el sentido horizontal que de otro modo imperaría, hallándonos ante una evolución y clarificación de uno de los recursos ya apuntados por otros arquitectos. En definitiva, nos hallamos ante una de las realizaciones más acertadas del periodo mencionado en la provincia.

En el caserío Iramendi pervive un acceso en forma de arco apuntado, elemento gótico que nos habla de la antigüedad de esta construcción. Barberoetxe pertenece a la época barroca. El caserío Jauregi, así como el llamado Jaun Donosti son realizaciones igualmente reseñables, situándose en las proximidades del citado en último lugar la ermita de San Sebastián, modesta realización que se asemeja a un humilladero. De este modo, y con independencia del acceso y los vanos situados a sus lados, presenta un carácter extremadamente humilde, al tiempo que sus reducidas dimensiones no hacen sino acrecentar el carácter anteriormente señalado. El cementerio, pese a ser una construcción relativamente reciente, es un ámbito que conviene destacar, dado el mantenimiento de la tradición funeraria respecto al uso de estelas discoidales. Igualmente se destaca el Colegio de los Padres Escolapios, no tanto por las características de la construcción como por su relación con la configuración urbana de la localidad.

En los barrios de Egileor destacan, lógicamente, algunos caseríos, caso de los llamados Urkidi y Lizarribar, objeto de una profunda reforma el último de ellos, si bien pueden apreciarse aún en el mismo algunos arcos de medio punto tapiados. También conviene reseñar el caserío Konde.

Bibliografía:
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  • Ignacio CENDOYA ECHÁNIZ
    Profesor de la U.P.V.-Euskal Herriko Unibertsitatea