Udalak

OÑATI

La iglesia parroquial de San Miguel tiene como elemento más antiguo la actual nave del Rosario o de Sancti Spiritus, pues las primeras noticias conocidas sobre ella se remontan al año 1305. Por otro lado, las obras realizadas en su momento en el claustro permitieron encontrar capiteles románicos, lo cual hace que debamos suponer la existencia de un templo de ese periodo. En su estado actual posee tres naves, habiéndose erigido con posterioridad a la citada la central y la del lado del evangelio. Se supone que esa intervención tendría lugar a mediados del siglo XV. También se cree que en un principio habría un cobertizo junto al río, constituyéndose en cuarta nave cuando se erigió el claustro. De esta manera, la planta del edificio es irregular. Además, las tres naves mencionadas en principio cierran en sendos ábsides, poligonales la central y la de la epístola y plano el del lado de la capilla de la Piedad. El presbiterio se halla elevado con respecto a la nave central, circunstancia que se debe al enterramiento efectuado debajo del altar mayor en 1612. Hay que consignar también que el coro, situado a los pies y apoyado sobre bóvedas de crucería, ocupaba en origen tan sólo el espacio correspondiente a la nave central. El claustro fue sufragado por el obispo don Rodrigo Mercado de Zuazola, contratando en 1526 la obra Pedro de Lizarazu. El responsable de la traza sería probablemente Rodrigo Gil de Hontañón, aunque también existiría una consulta a Diego de Siloé. Realización de carácter gótico, las dos puertas que dan acceso a ese claustro se consideran como las primeras realizaciones arquitectónicas de carácter renacentista en la provincia. Son arcos de medio punto muy sencillos, enmarcados por medias columnillas estriadas y terminadas en un gracioso friso con cabezas de querubines, apreciándose el blasón del mecenas inserto en una medalla y situado en las enjutas del arco. La portada fue diseñada por Martín de Zaldúa en 1712. Además, Tomás de Auzmendi incorporó al diseño cinco esculturas y dos remates en los macizos de las pilastras. De la concreción se encargó Juan de Carrera, pero como el trabajo no estaba siendo del agrado de los patronos, el entallador de Viana Juan Bautista de Suso asumiría esa labor, realizando además un diseño en el que añadía mayor labor decorativa. Realización plenamente barroca, la planta une secciones cóncavas y rectas con el fin de otorgar mayor profundidad al acceso. La torre fue diseñada por Manuel Martín de Carrera en 1778. Se sitúa a los pies de la iglesia, consiguiendo de esta manera otro pórtico de entrada. Los órdenes aparecen superpuestos, anunciando la severidad del conjunto los principios neoclásicos.

La capilla de la Piedad se sitúa en el lado del evangelio. Es una capilla funeraria, toda vez que en ella sería enterrado Rodrigo Mercado de Zuazola. El retablo se ejecutaría hacia 1533-1536, con traza de Gaspar de Tordesillas, tomando parte en su concreción los entalladores Andrés de Mendiguren, Miguel de Iragorri, Juan de Olazarán y el imaginero Juan de Ayala II. Con la habitual disposición de casillero, es un organismo de enorme interés. El mausoleo se atribuye a Diego de Siloe, quien lo realizaría entre 1529 y 1532. Se trata de una obra cimera, de incuestionable calidad técnica y mensaje propio del periodo. De este modo, el cultivo de la virtud, el conocimiento de la fe y la defensa del dogma son cuestiones que atañen al finado, sin olvidar la esperanza en la resurrección, la devoción, la piedad y la sabiduría. La sepultura propiamente dicha, situada frente al mausoleo, es de sobria concepción, debiéndose su factura a Pierres Picart. Igualmente destacables son las rejas que cierran la capilla, constando en la de la entrada la fecha de 1535.

El retablo mayor fue realizado entre 1714 y 1717 por el propio Juan Bautista de Suso, responsable igualmente de la traza. Nos hallamos ante un retablo-fachada de dos cuerpos de tres calles y remate. Es una obra de grandes dimensiones. Los soportes poseen un papel importante en su desarrollo, ya que se hace uso de columnas salomónicas pareadas. Provisto de un acusado sentido ascendente, el desarrollo tiende a la forma piramidal. Otro aspecto relevante es que se conserva la traza otorgada por el maestro señalado en la propia parroquia. La policromía se retrasaría hasta el rococó, sin que se conozca a su autor. Tampoco se sabe el nombre del autor de la escultura, si bien su labor no es destacable. En la cripta situada bajo el altar mayor se sitúa la tumba de los Condes de Oñate, datada en el siglo XIV.

En la capilla del primer tramo de la nave del evangelio se sitúa el retablo lateral de fray Miguel de Aozaraza. Es un retablo de hacia principios del siglo XVIII que anteriormente contaba con un lienzo de la Virgen con Santo Domingo y San Simón. Actualmente lo preside un lienzo del segundo tercio del siglo XVIII que nos muestra al santo señalado, correcta realización claramente dependiente de un grabado. Entre el retablo mayor y la capilla del Rosario se sitúa un púlpito renacentista, realización de Martín de Iragorri, quien lo ejecutaría en 1563. El retablo de la capilla del Rosario es una realización plenamente rococó, obra de interés tanto en lo arquitectónico como en lo escultórico. También el retablo de San Pedro, situado en el primer contrafuerte del lado de la epístola, es de carácter rococó. El retablo de Santa Marina, apoyado en el primer pilastrón del claustro, es de carácter romanista, pudiendo datarse entre los años finales del siglo XVI y principios del XVII, si bien la primera opción parece más correcta. El retablo de San Juan Bautista se sitúa en el segundo de los pilastrones del lado de la epístola. Realizado en la primera mitad del siglo XVI, cabe suponer la participación de algún maestro local, dada la escasa entidad del desarrollo escultórico. El retablo de San Agustín, ubicado en el tercer pilar de la nave del Rosario, es de carácter romanista, sin que tampoco en este caso la calidad de la escultura resulte destacable. El retablo de San Antonio es de cronología rococó, el de la Dolorosa es barroco y en el claustro hay una efigie gótica de Cristo. En la sacristía hay varias imágenes, algunas de las cuales pertenecen al siglo XVI. Se conserva igualmente en esta iglesia una efigie de San José con el Niño realizada en torno a 1771 por José Salvador Carmona.

La universidad de Sancti Spiritus se sitúa prácticamente enfrente del edificio anteriormente comentado. En 1534 Rodrigo Mercado de Zuazola escribe al Concejo de la villa mostrando su deseo de fundar un colegio que sirviera para que los naturales del país tuvieran acceso al mundo de las letras. Tras la concesión de la bula otorgada por Paulo III en 1540, es Domingo de Guerra el cantero encargado de la construcción, sirviéndose de la calidad de Pierres Picart para la confección de la labor de talla en la portada. De todos modos, el resultado de su trabajo parecería pobre al cliente, razón por la cual Picart firma en 1545 un contrato en Valladolid con el obispo don Rodrigo para erigir cuatro pilastrones que darían mayor dignidad a la fachada principal del edificio. Algunos meses más tarde, ya en 1546, ambas partes redactan un nuevo documento, en el cual se precisan las condiciones y el precio de tal labor. En 1558 se examina todo el edificio, peritaje que corresponde a Juan de Lizarazu y Juan Ochoa de Arronategui. La planta del edificio es cuadrangular, con patio central, capilla en uno de los lados del vestíbulo y diferentes salas, distribuidas en dos pisos unidos por una escalera pétrea de carácter claustral. El modelo seguido para esta construcción sería el colegio de Santa Cruz de Valladolid. En cualquier caso, lo que en Valladolid había venido impuesto por su carácter tardogótico, con dos contrafuertes dotados de función tectónica que se recubren con decoración renacentista, aquí pasaría a ser algo meramente ornamental. El contenido temático de esas nuevas aportaciones figurativas se distribuye en pasajes mitológicos, entre los que destacan algunos trabajos de Hércules, virtudes teologales y cardinales, distintas santas y santas específicamente mártires. El claustro es la parte más avanzada del conjunto, con dos pisos en los cuales se disponen arquerías de medio punto. Los medallones representan a personajes famosos de la época. La capilla se sitúa junto a la entrada. Obra de carácter plenamente gótico, alberga un magnífico retablo, ejecutado entre 1545 y 1550 y asignado a Pierres Picart y sus colaboradores. En cuanto a su tipología, adopta forma de casillero con entrecalles. La calidad del conjunto es soberbia en todas sus facetas, imponiéndose el expresivismo del entallador francés, bajo cuya dirección se consigue un conjunto de acusada uniformidad. En el claustro hay actualmente dos monolitos enfrentados, "Lurra eta ilargi", obra realizada en 1995 por Jorge Oteiza y José Luis Pequeño.

En Kalezahar se sitúa la torre de Zumeltzegi, edificio de carácter medieval. La casa Askoritza es un palacio del siglo XVI muy reformado que, sin embargo, mantiene algunos vanos de carácter gótico. El edificio con el número 24 conserva un acceso de carácter gótico. Antigua casa de los Bergantzo, esta familia se asentó en la localidad en el siglo XV, momento al cual correspondería el elemento señalado. La casa Olakua ocupa el número 15 de la calle. Pese a mantener elementos propios de la obra original, correspondiente a los inicios del siglo XVI, fue en origen una construcción de dos viviendas. Aunque son numerosas las viviendas con elementos históricos, conviene destacar el palacio de los Sarria, que posee el número 60, con una serie de arcos de ladrillo en su fachada. La casa de los Alzaá, identificada con el número 64, ha sido muy reformada, si bien mantiene el escudo de armas en su fachada. En la plaza del 1 de Mayo destaca la casa Egañena, remodelada en el siglo XX, pero con elementos gótico-renacentistas, mientras que la casa Txaketua se erigió en el siglo XIX. En la calle de la Solead sobresalen la casa Galarza, de carácter barroco, y los números 1 y 9, ya del siglo XX, mientras que los números 27 y 29 son de carácter modernista y del llamado estilo neovasco respectivamente. En Aita Madina kalea encontramos la casa de Hernani, del siglo XVI, mientras que la iglesia de los Canónigos Regulares Lateranenses es una realización neogótica erigida en 1890. La plaza de Santa Marina posee como edificios más señalados los palacios de Madinabeitia y Barruena, de carácter barroco.

La plaza de los Fueros se habilitó a mediados del siglo XIX, debiéndose el proyecto a Mariano José de Lascurain. Sobresale en este ámbito la casa consistorial, una de las más destacadas de la provincia. El autor del proyecto fue Martín de Carrera, adjudicándose en 1763 la cantería a Francisco de Echánove y la carpintería a Francisco de Cortaberría y Miguel de Sarazíbar. La finalización del edificio se produciría en enero de 1780, encargándose de la sillería de la sala principal Manuel Martín de Carrera. La planta del edificio es rectangular y posee tres plantas, si bien en la crujía de la escalera hay cuatro. En la baja se dispone el habitual porche, con tres arcos en su frente y dos a las calles laterales en este caso. Relacionado en su concepción con el de Arrasate, también en este caso se finaliza la calle central de su fachada principal en un frontón triangular, ubicándose en ese lugar el escudo de armas realizado por Manuel de Olaran y Vicente Ramírez de Pecina. Como señalábamos anteriormente, es uno de los edificios más destacados de la segunda mitad del siglo. A ambos costados del edificio reseñado se sitúan las calles Zumalakarregi y Kaleberri. En la última destacan las casas Kirrin, Ocariz y Eugeniokua, del siglo XVI en origen, si bien han sufrido algunas reformas. En la primera sobresale el palacio Lazarraga, casa torre en origen, ampliada en el siglo XV y reformada en época barroca.

Ignacio CENDOYA ECHANIZ
Profesor de la U.P.V.-Euskal Herriko Unibertsitatea