Udalak

OÑATI

Arte, II. Situado en uno de los arrabales de la localidad, el monasterio de la Santísima Trinidad de Bidaurreta es otra de las construcciones sobresalientes con las cuales cuenta esta privilegiada localidad. Juan López de Lazarraga, secretario del Consejo Real y Contador Mayor de los Reyes Católicos, llevó a cabo su fundación en 1510. En ese año tendría lugar el inicio de la construcción, motivo por el cual las primeras religiosas tuvieron que alojarse en un lugar cercano. Con anterioridad, el aludido personaje se dirigió a diferentes conventos españoles para recabar la mayor información posible para su fundación. El diseño de la iglesia se debió a Juan de Ruesga, maestro destacado en el panorama nacional, mientras que para la clausura se adoptó como modelo el convento de La Mejora de Olmedo, en Valladolid. Además, entre 1580 y 1585 se erigiría un nuevo dormitorio, siguiendo para ello la traza realizada por Juan de Errasti, que se conserva en el propio cenobio. El cantero Martín de Marulanda fue el encargado de erigirlo, mientras que de la carpintería se responsabilizaron Juan de Arriaga y Juan de Araoz. Por último, Martín de Carrera diseñó la nueva portería, realizándola en 1760. La casa torre de Olakua se encuentra en las proximidades del cenobio. Es un edificio de carácter medieval, en el cual pervive la entrada en forma de arco apuntado. Hasta la finalización del convento, aquí es donde se albergaron las religiosas.

La iglesia del convento posee planta de cruz latina con capillas entre contrafuertes y cabecera poligonal de tres paños. Como es habitual en el periodo, predomina la proporción dupla entre la mayor parte de sus elementos. En cuanto a la zona destinada a clausura, su contorno no reproduce la forma cuadrada, con medidas irregulares para sus tres crujías. En el interior sobresale el claustro, de grandes proporciones y severo en su formulación. Se ubica en la iglesia el antiguo retablo mayor, ejecutado entre 1531 y 1533 por el maestro local Juan Martínez de Olazarán. Provisto de banco, dos cuerpos y remate, la calidad de la escultura no es destacable. El actual retablo mayor es, por su parte, una realización de indudable entidad. Efectuado entre 1751 y 1753 por fray Jacinto de la Sierra, tracista de la obra, junto con fray Esteban López, el taller de los Sierra, en Medina de Rioseco, se encargaría de la escultura, si bien las imágenes de San José y San Juan Bautista se trajeron de Vitoria. Antonio Jiménez, pintor de esa última localidad, policromaría las imágenes grandes, encargándose José de Quintana de otras tareas. Con todo, la arquitectura del retablo no llegaría a dorarse. El conjunto es espectacular. Provisto de cuerpo único de tres calles y remate, destaca la presencia de un baldaquino iluminado a través de un transparente. La calidad es muy alta tanto en la disposición arquitectónica como en el complemento escultórico. José de Sierra parece adquirir protagonismo en esa última faceta, si bien tampoco puede descartarse la participación de Pedro de Sierra.

El retablo del Nazareno es una realización neoclásica ejecutada entre 1786 y 1789 y situada en el segundo tramo del evangelio. Alberga en la calle del evangelio un Cristo atado a la columna realizado en torno a 1580, imagen romanista de indudable interés. También el grupo de la Piedad se halla en el mismo mueble. Su autor fue Andrés de Irigoitia, quien la realizó en 1588. Su policromía se debió a Miguel de Olazarán. Preside ese singular mueble una imagen del Nazareno, efigie perteneciente al taller de los Sierra y realizada entre 1751 y 1753. El Ecce Homo es de idéntica procedencia. Además, en la clausura existe una imagen de San Juan Evangelista de hacia 1630, el grupo de la Oración en el Huerto de los Olivos, obra igualmente debida al taller de los Sierra. El retablo de la Soledad se sitúa en la segunda capilla del lado de la epístola. Se realizó en torno a 1785 y alberga una imagen de la Virgen de la Soledad procedente del taller anteriormente señalado. De fines del siglo XVIII es la Verónica que se guarda en la clausura. El retablo de San Francisco se sitúa en el tercer tramo del lado del evangelio, realización clasicista de hacia 1630. También el retablo de María Magdalena, situado en el primer tramo de la epístola, es un mueble clasicista, si bien algo más tardío, ya que una inscripción nos señala su finalización en 1666. Conviene señalar, además, la existencia de cuatro imágenes procedentes de Malinas, de las denominadas Poupupées, en la clausura. También se conservan numerosos lienzos en esa zona, destacando una serie de Sibilas datadas en la segunda mitad del siglo XVI y, sobre todo, un espléndido lienzo con la Aparición de la Virgen a San Francisco, firmado y fechado por José Antolinez en 1668.

El antiguo arrabal de Zubiate tiene como elemento más sobresaliente la casa torre de Urain, construcción de fines del XV o principios del XVI. En Zubikoa sobresale el otrora convento de Santa Ana, convirtiéndose su iglesia en casa de cultura, mientras que la clausura se destinó a fines educativos. Beaterio en origen, la primera ampliación del núcleo primitivo se produjo entre 1618 y 1622, encargándose de la mencionada ampliación Juan de Sagarzurieta, cantero vecino de la localidad. La iglesia se erigió entre 1649 y 1654, tarea encomendada a Martín de Balanzategui por Juan Bautista de Hernani y Domingo de Berganzo, quienes poseerían sendas capillas. Entre 1653 y 1655 Martín de Garatechea realizó la espadaña. Además, a partir de 1648 se produciría la conversión del pabellón realizado por Sagarzurieta. Martín de Balanzategui finalizaría ese trabajo para 1653. La planta baja de ese ala pasaba así a convertirse en una iglesia con planta de cruz latina dotada de pórtico. Puesto que los retablos se conservan, señalemos que el retablo mayor fue ejecutado entre 1660 y 1664. El responsable de su realización fue Juan de Sagües, ensamblador de Tolosa, quien seguiría la traza que se le había dado, sin que conozcamos el nombre de su autor. La imagen de Santa Isabel fue realizada por Domingo de Zatarain, mientras que las restantes se deben a su hermano Martín de Zatarain. Finalmente, el dorado del mueble se produce a partir de 1725, siendo José González el responsable de esa tarea. El retablo se compone de banco, cuerpo único de tres calles y remate semicircular. Obra de indudable interés en lo arquitectónico, la escultura es muy desigual, si bien hay imágenes de cierta entidad. Los retablos colaterales de la Purísima Concepción y del Ecce Homo se realizarían entre 1651 y 1654 poco más o menos. Provistos de banco, cuerpo único de tres calles y remate, la imaginería se conserva en otros lugares, mostrando una calidad muy desigual. Así, de gran calidad son los relieves de las calles laterales del colateral del Ecce Homo, mientras que el resto no posee tanto interés. En el convento actual, situado relativamente cerca del originario, se guardan dos lienzos del pintor flamenco del siglo XVII Pedro de Obrel que en su momento se hallaban situados en sendos retablos colaterales. Se trata de la Visión de San Antonio de Padua y el Angel de la Guarda, realizaciones ambas de cierta entidad.

La torre de Zumeltzegi fue erigida a fines del siglo XIII. En el siglo XIX fue convertida en caserío, si bien mantiene tanto su estructura como los elementos propios de su carácter defensivo. La ermita de San Martín y San Roque se erigiría en el siglo XVI, realizándose la espadaña en el siglo XVIII y el pórtico a principios del XX. Destaca su retablo, de carácter renacentista, obra de Felipe de Borgoña. Los retablos colaterales son también de esa época, si bien su calidad es inferior. La ermita de San Juan, por su parte, posee planta rectangular. Alberga un retablo ejecutado entre 1613 y 1622, obra clasicista en la que la imaginería mantiene aún evidente relación con los principios romanistas, mientras que los lienzos del remate son de discreta factura. Junto a ella se sitúa el humilladero del Ángel de la Guarda.

En el barrio de Zubillaga destaca la amplia ermita de San Pedro, realización del siglo XV que fue reformada a mediados del siglo XX. Además, se han resaltado los caseríos Elorregi y Zubillaga Azpikoa, casas solares que sobresalen por sus accesos y el mantenimiento de sus escudos. En Bolivar o Goribar se sitúa la ermita de San Isidro, realización del siglo XIX, destacando igualmente los caseríos Goribar Goiti y Ugartondo. En Torreauzo hallamos la ermita de San Pedro, del siglo XVI. Destacan también los caseríos Elazarra y Etxe Haundi, además de la casa Torrekua. En Antsolopetegi o barrio de la Magdalena sobresale la ermita de la Magdalena, realización de carácter barroco en la actualidad y que alberga un soberbio retablo rococó, conservándose igualmente la imagen original de la titular, realización de carácter gótico. En la sacristía hay un banco de altar con pinturas manieristas sobre tabla. En el anexo a la ermita se sitúa el altar de San Francisco de Borja, además de un par de lienzos barrocos. Entre las construcciones civiles, la más señalada es el caserío de Belauntzategi.

En Larraña sobresale la ermita de San Lorenzo, sencilla construcción que mantiene un acceso en forma de arco conopial, datándose la construcción en el siglo XVI. En Olabarrieta encontramos la ermita de San José, realización del siglo XVI reedificado en los siglos XVIII y XIX. Posee planta rectangular, ábside poligonal, coro a los pies y acceso lateral mediante arco de medio punto. En 1618 se decidió erigir su retablo, encargándose de su realización el escultor Andrés de Zubía. A pesar de ser una obra clasicista, perviven aún numerosos elementos manieristas. Dotado de banco, cuerpo único de tres calles y ático, preside el conjunto la imagen de San José y el Niño. La labor escultórica es de escasa entidad, imponiéndose por tanto la labor estructural. El caserío Artxubi posee en su fachada algunos elementos procedentes del escudo de los Reyes Católicos existente en el monasterio de Bidaurreta. Por otro lado, Billargoiti y Kortaberri son casas solares, manteniendo el primero su escudo y sobresaliendo el acceso del segundo.

El barrio de Lezesarri se define en torno a la ermita de San Esteban, datada en el siglo XV, si bien ha sido objeto de numerosas e importantes reformas a lo largo de los siglos. Mantiene el acceso en forma de arco apuntado. El caserío Altzibar Azpikoa conserva sus escudos circulares en la fachada. En Uribarri hallamos la ermita de San Andrés, con un acceso del siglo XVI y una sacristía perteneciente al siglo XIV. Se conserva, además, en su interior, una imagen gótica de la Virgen. En las proximidades se sitúa un humilladero. También se destacan los caseríos de Azkarraga Haundia y Goitikua.

En Araotz, la iglesia de San Miguel es una construcción de planta rectangular y cabecera plana. La fábrica original se habría erigido hacia el siglo XV, ampliándose con posterioridad el templo, en el siglo XVI en principio y en el siglo XVII después, momento éste al cual correspondería la zona de la cabecera. Con todo, mantiene el carácter gótico con sus tres naves escalonadas. Su retablo mayor fue ejecutado en 1727 por Pedro de Quintana y José de Urdaneta en su arquitectura, mientras que de la escultura se ocuparía Domingo Zumalde. Provisto de banco, cuerpo único y ático semicircular, pertenece al barroco decorativo. Tampoco en esta ocasión resulta destacable su complemento escultórico. De hacia las mismas fechas serían los colaterales, consiguiéndose de este modo un conjunto plenamente coherente, en el que, lógicamente, se impone la visión de conjunto. La gruta de San Elías posee una ermita en su entrada. Entre las construcciones de carácter civil, las más señaladas son los caseríos de Zubia, Araotz Urruti, Ugaran, Jausoro, Uriarte, Aizkorpe, Madiña y Agirre.

En Urruxola sobresale la iglesia de Nuestra Señora, edificio de nave única provisto de capilla bautismal, al tiempo que el pórtico comunica con el cementerio. Además, la portada principal es en forma de arco carpanel, circunstancia que hace que esta parte del templo se haya datado en el siglo XVI, mientras que el resto pertenecería al XVII. Posee una bóveda nervada de madera. Su retablo mayor es de principios del Neoclásico, manteniéndose sobre el sagrario una pequeña imagen del Niño Jesús de fones del XVI o principios del XVII, aunque de carácter popular. También los retablos colaterales son de ese periodo. Ya en Berezano, destacan la ermita de Santa Lucía, sencilla construcción del siglo XVI con planta rectangular y acceso mediante arco apuntado, y los caseríos Agirre, Agirrezubiaga y Kapaingoa.

Murgia es otro de los barrios con los que cuenta la localidad. Destaca aquí la ermita de la Ascensión, trasladada a su actual ubicación a principios del siglo XX. Además, cambiaría también de advocación, ya que anteriormente se dedicaba a San Andrés. Provisto de planta rectangular, destaca en su interior el retablo, realización del primer tercio del siglo XVI debida a Felipe de Borgoña y Andrés de Murguialday. La imagen titular se guarda en la sacristía, ocupando ahora su lugar un lienzo contemporáneo con la Resurrección. También aquí se impone el desarrollo arquitectónico, toda vez que la escultura es de poca calidad, circunstancia perceptible sobre todo en los relieves de las calles laterales.

En Arantzazu se sitúa el Santuario, complejo conventual de enorme importancia tanto espiritual como artística. Tras la aparición de la Virgen en 1469, el lugar adquiriría gran relieve, sucediéndose los asentamientos religiosos. Los franciscanos se asentaron definitivamente en 1514. Durante las Guerras Carlistas el cenobio fue incendiado, salvándose la cabeza de San Antonio ejecutada por Gregorio Fernández para uno de los retablos erigidos para el santuario. Como consecuencia de lo acaecido, en el siglo XX se acometerían una serie de obras de suma importancia en el panorama artístico de la zona. Así, la iglesia se erigió entre 1950 y 1955, según el proyecto realizado por Francisco Saez de Oiza y Luis Laorga. Posee planta de cruz latina, ya que es una construcción de pie forzado, pues se levanta sobre los cimientos de la antigua iglesia. Posee dos torres cuadradas con bloques de piedra en punta de diamante, en alusión al nombre del lugar. Además, cuenta con una torre exenta. Jorge Oteiza fue el autor de dos Apóstoles y la Piedad de la fachada, mientras que, en el interior, el retablo fue diseñado por Lucio Muñoz, ejecutándolo junto a Joaquín Ramo. También hay que destacar las puertas de la basílica, debidas a Eduardo Chillida, mientras que las pinturas de la cripta fueron realizadas por Nestor Barrenetxea. Como señalábamos, el conjunto goza de extraordinaria importancia.

Ignacio CENDOYA ECHÁNIZ
Profesor de la U.P.V.-Euskal Herriko Unibertsitatea