Politikariak eta Kargu publikoak

Muñagorri Otaegui, José Antonio (1991ko bertsioa)

Controvertida personalidad política guipuzcoana nacida en Berastegi el 2 de abril de 1794. Tanto su padre como su abuelo fueron escribanos en Berastegi; esa herencia familiar explica que siguiera la carrera de escribano. A los veinte años se casó con Joaquina de Labayen, nacida en Hernani. Pronto se convirtió en un hombre de negocios, abandonando su escribanía, para dedicarse a la explotación de las ferrerías de su entorno, Ameraun, Ollokiegi, Plazaola y Urto, pertenecientes a Berastegi, Elduain y Areso, así como la de Zumarrista en Erasun. Muñagorri no sólo se contentó con la explotación de las ferrerías. En el año 1832, interviene en las obras del camino real de Irurzun a Vitoria como contratista. La Guerra Carlista había paralizado todas las obras públicas. En semejante situación, su buen deseo, su recta intención, su amor al país, le inspiraron la idea de intentar una pacificación. Según él, la fórmula eran los Fueros. El escribano de Berastegi, en una proclama, dice que los vascos han sido engañados y seducidos por intrigantes que combaten por un príncipe cuyos derechos a la Corona de España son muy dudosos. Un amigo de Muñagorri -Villafuertes- escribía: «No interesa al país que reine Doña Isabel o Don Carlos. Hay una expresión que está en el espíritu de la población carlista: reine quien reine, lo que necesitamos es paz... en nada nos pertenece esta cuestión que no conduce para nosotros sino a la destrucción y ruina del país». Muñagorri puso manos a la obra de «Paz y Fueros». Tenía dos objetivos: uno básico y principal, la separación de la causa del pretendiente de los intereses propios del País Vasco, que eran el restablecimiento de los Fueros. Como consecuencia de esta separación, surge el segundo objetivo, la expulsión de Don Carlos del territorio vasco y con ello la conclusión de la guerra. A principios del año 1837, Muñagorri se pone en contacto con el conde de Guendulain para exponerle que la fórmula para poner fin a la guerra era el restablecimiento de los Fueros; antes de que nadie se enterase de su plan, quería exponerlo a la persona del Gobierno que él creía que tenía más talento para emprender y poner en acción su pensamiento; esta persona era el conde de Toreno, y acudía a Gendulain para que le proporcionara una entrevista con Toreno. El Gobierno liberal de Bardají Azara, en Madrid, aprobó la idea y el plan de Muñagorri, con la condición de mantener en secreto el apoyo gubernamental. El 18 de abril de 1838, Muñagorri, con un pequeño grupo de gentes, levantó en Berastegi la bandera de «Paz y Fueros» y lanzó una proclama: «Navarros y guipuzcoanos: Hace cinco años que la desolación y la muerte pesa sobre nuestra patria. La sangre vertida en nuestros campos es la sangre de nuestros hermanos, de esos valientes, que seducidos y engañados por intrigantes, combaten por un príncipe, cuyos derechos a la Corona de España son muy dudosos. ¿Qué pedís?, ¿por qué combatís?, ¿por quién?». «¡Paz y Fueros!, tal debe ser nuestro objeto. Si ambiciosos desean el trono, allá se las hayan». Y termina «¡A las armas! ¡Viva la indepedencia!, ¡Paz!, ¡Libertad!, ¡Obediencia a las nuevas autoridades!». Este pronunciamiento fracasó de momento y Muñagorri, con parte de su gente, pasó la frontera y estableció su campamento en Sara (Lab.). El gobierno y los liberales vascos moderados siguieron apoyando la bandera de Paz y Fueros, para la cual, el gobierno constituyó una junta, con residencia en Bayona, bajo la presidencia de Vicente González Arnao y de la que formaban parte Iñigo Ortés de Velasco, por Álava; Manuel José de Zavala y Acedo, por Guipúzcoa;Pascual Uhagón, por Vizcaya; y José M.ª de Vidarte, por Nafarroa. Muñagorri y su gente, en el campamento de Sara, languidecen. La Junta de Bayona y Muñagorri piensan que se debe ocupar algún punto en el territorio dominado por Don Carlos. Se barajan los nombres de Valcarlos y Getaria; al fin será Lastaola a orillas del Bidasoa, en las cercanías de Irún. De los contactos que la Junta de Bayona tenía con jefes carlistas, sobre todo con el teniente general Bruno de Villarreal. Sacaron la conclusión de que no se oponían a la idea de Paz y Fueros, sino que la dificultad la ven en el modo y medio para conseguirlo. En general, ya sea porque ven el deseo de paz del país, ya por el estado declinante de la causa de Don Carlos, ya por haber sido separados del mundo y confinados, se les ha visto accesibles a negociaciones entre carlistas y liberales. Sin embargo, la prevención es grande en la generalidad de los jefes. Para salvar esta prevención el camino son los Fueros. ¿Cómo plantear la cuestión foral? Según el Gobierno de Madrid, la cuestión de los Fueros la debe de resolver el propio Gobierno cuando el plan de Muñagorri se desenvuelva suficientemente, cuando se vea que se separa la causa de Don Carlos de la del País Vasco y que el plan pueda triunfar, ya sea con la bandera de Muñagorri, ya sea que los jefes carlistas se convengan con la que se les ofrece. Es ya un esbozo de lo que había de ser el Convenio de Vergara. La derogación del Decreto de 16 de septiembre de 1837, que suprime las diputaciones forales y las Juntas Generales; es una de las peticiones más constantes de la Junta de Bayona, que sostiene a Muñagorri. El Gobierno encuentra nuevos inconvenientes, que califica de graves, pues la derogación de dicho Decreto sería impugnada por la oposición y por los diputados constituyentes y aunque el Gobierno está seguro del triunfo podría causar algún mal a la Empresa de Muñagorri, con descubrimientos inoportunos y con declaraciones vagas podrían salir a la palestra los fueros de Aragón y Cataluña: El Gobierno es enemigo de que las potencias aliadas, Inglaterra y Francia, se inmiscuyan en la cuestión de los Fueros Vascos. La Junta de Bayona es de la misma opinión del Gobierno. Este se debía limitar únicamente a derogar el Decreto de 16 de septiembre de 1837, o por lo menos, a realizar algún acto que demostrara su buena y decidida voluntad a favor de los Fueros Vascos. Los planteamientos forales de Muñagorri y de los liberales vascos no eran compartidos por el Gobierno de Madrid. Este encuentra más cómodos y, sobre todo, más cercanos con su concepción jacobina del Estado-Nación, otros caminos que, en 1839 van a conducir al Convenio de Vergara. A una paz, pero con los Fueros radicalmente modificados, por ser la concesión de unas Cortes y dentro de la unidad constitucional de la Monarquía. Terminada la guerra, Muñagorri volvió a explotar la ferrería llamada Sumarrieta, en Erasun, donde el día 14 de octubre de 1841 fue asesinado por Ramón Elorrio. Escribe Antonio Labayen: «Elorrio era un sujeto de malos antecedentes, "txapelgorri" encallado por siete años de guerra, engreído por su ascenso a teniente. Un antiguo resentimiento hacia Muñagorri, un odio personal y afán de notoriedad le incitaron a presentarse acompañado de algunos pocos soldados en Zumarrista y sorprendiendo a Muñagorri lo mató alevosamente en el cercano alto de Pillotasoro. Una cruz incrustada en un árbol recuerda el luctuoso suceso».

Federico de ZAVALA