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MONEDA

Nueva política monetaria: Carlos II de Navarra «el malo». La numismática navarra tiene en Carlos II «el malo» su máximo exponente y uno de los hechos más relevantes es la acuñación de oro como patrón monetario, hecho que se había iniciado en Génova y Florencia un siglo antes (en 1252) como consecuencia, por una parte, de la apertura del Mar Negro a los italianos y también debido a las importaciones de este metal de Oriente a cambio de mercancías. Se ha aducido también como causa de la nueva difusión de este metal precioso el creciente poder de la burguesía frente a la nobleza y por supuesto la mayor relación comercial entre diferentes estados. En la Península, después de los visigodos que acuñaron sobre todo sueldos y trientes áureos, los musulmanes emitieron magníficos dinares y doblas que eran moneda común en los reinos cristianos; también la plata tuvo imitadores y en el siglo XIII fue muy frecuente por parte de los cristianos la acuñación de semidirhem almohades de forma cuadrada. Esta moneda denominada millarés respondía tanto al prestigio de la moneda musulmana en la época como a las exigencias comerciales. Volviendo a la utilización del oro en los primeros reinos cristianos, tanto Berenguer Ramón I (1018) como Ramón Berenguer I (1035-1076) condes de Barcelona, acuñaron Mancusos de oro a imitación de las monedas califales y con leyendas árabes; Sancho V Ramírez de Navarra acuñó en Aragón moneda de oro de tipología similar a la de sus dineros y por último destacar la primera moneda de oro acuñada en Castilla y que tendría bastante difusión: las doblas de Alfonso VIII con leyendas árabes de frases de contenido cristiano. También Fernando II de León (1157-1188) acuña morabentinos (maravedís) ya con escritura normal. Durante algún tiempo coexisten dos sistemas monetarios diferentes que son el maravedí de 3,899 g. de peso y la dobla con 4,6 g. , y es Alfonso X de Castilla y León (1252-1284) quien implanta el maravedí de plata. Bajo el turbulento reinado de Carlos II de Navarra se emiten numerosas monedas, en oro escudos, reales y florines, en plata gruesos, medios gruesos y sueldos y en vellón dobles blancas, blancas, dobles dineros, dineros y óbolos. El escudo de oro (96) con la figura del rey sentado es del tipo de los «Florenus ad cathedram» de Felipe IV de Francia (1285-1314), la figura del monarca sentado ya aparece en las monedas de oro de Felipe III de Francia (12701285) así como en las de los reyes de Mallorca Jaime II (1276-1311), Sancho (1311-1324) y Pedro I (1343-1387). En cuanto al real (97) donde aparece la figura real de pie, se basa en los tipos acuñados en Francia por Carlos IV (13221328). La tercera moneda de oro acuñada por el monarca navarro (al menos de las que hoy en día conocemos) es el florín. Esta moneda europea apareció en 1252 en Florencia y presenta en el anverso el busto de San Juan y en el reverso la flor de lis y en un principio equivalía a 240 dineros. Debido a la bondad de su ley y al mantenimiento de su peso el florín se convirtió rápidamente en la moneda internacional por excelencia y fue acuñada por Pedro IV de Aragón en Perpiñan, Zaragoza, Valencia, Barcelona y Tortosa. Hacia 1356 Carlos II acuña florines y en 1377 manda acuñar coronas de oro de 23 kilates que a los dos años son rebajadas a 22. El único ejemplar conocido, y que perteneció a la colección del conde de Ezpeleta, se encuentra en la actualidad en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid. Uno de los hallazgos más importantes de florines, compuesto por 117 monedas de oro y que fue adquirido en 1941 por el Museo Arqueológico Nacional, se halló en Pamplona, en un edificio mudéjar del s. XIV de la calle de la Merced. La mayor parte de las piezas, 93, son florines de Pedro III de Aragón (1335-1387). Mayor es la proliferación de monedas de plata llamadas gruesos (equivalentes al real) (99-102) de diferentes tipos, en un caso con la figura del monarca de frente, en el anverso, y otros con corona o cruz con leyenda. Aparecen por vez primera las cadenas del escudo de Navarra (101) y también el castillo tornés (102) con una clarísima influencia francesa inspirada en el famoso «gros tornés» acuñado por San Luis de Francia (1226-1270) llevando en muchos casos las flores de lis en el entorno (99, 106 y 107). Van produciéndose bajo el reinado de Carlos II numerosas acuñaciones de calidad cada vez más baja hasta llegar a los denominados dineros carlines de ínfima ley y que llegaron a quedar sin curso. Tal era la diversidad de monedas y la especulación, que las Cortes tuvieron que intervenir en varias ocasiones, acordando, por ejemplo, en 1350 que 12 dineros carlines blancos equivalían a 22 dineros negros. De vez en cuando era necesario volver a emitir moneda de calidad y así en 1384 se acuñan carlines prietos de buena ley. Estos continuos cambios producían pingües beneficios a la corona al mantenerse artificialmente dentro de Navarra la sobrevaloración de la moneda con respecto a otros reinos, pero en contrapartida deterioraron totalmente el prestigio de la moneda navarra. Durante el tiempo que Carlos II estuvo prisionero en París (1356-7) su hermano Felipe III de Longueville acuñó monedas de vellón (113) (blancas), similares a los gruesos emitidos después de 1349 por Felipe VI de Francia. Tal era la anarquía monetaria al finalizar el reinado de Carlos II que las Cortes de Navarra hicieron donativo a su hijo y sucesor Carlos III el Noble de la cantidad de 30.000 florines a cambio de que no emitiera nueva moneda, como así ocurrió.