Lexikoa

MONEDA

Acuñaciones autóctonas de la Edad Antigua. La moneda, tal como la conocemos hoy en día, es un invento relativamente reciente y se remonta al siglo VII antes de nuestra Era. Los trueques e intercambios comerciales han existido desde que el hombre apareció en la tierra y posterior al intercambio directo de materias primas surgió la que podríamos llamar «protomoneda», como los anillos de cobre usados en el Egipto faraónico durante el III milenio antes de J.C. Las acuñaciones realizadas en territorio vascón se remontan al siglo segundo antes de nuestra Era. Para comprender mejor su razón de ser es preciso comentar previamente unos antecedentes históricos que comienzan en Asia Menor. Las excavaciones del templo de la diosa Artemisa en Efeso permiten datar las primeras monedas acuñadas hacia el 640 a.J.C. por el rey Creso de Lidia, datos coincidentes con las informaciones que nos proporciona Herodoto. La moneda se extiende rápidamente por Asia Menor y pasa a Grecia, donde ya a finales del siglo V todas las ciudades (a excepción de Esparta), compiten por la belleza y calidad de sus acuñaciones, cuya temática más común es la representación de diversos animales marinos y terrestres que reflejan el símbolo totémico de la ciudad o de su divinidad protectora. A este respecto y en relación con las figuras que encontraremos en las acuñaciones autóctonas, el delfín aparece en las colonias de Sicilia, primero a comienzos del s. VI en Zancle y sobre todo en Siracusa, donde figuras de delfines rodean la cabeza de la diosa Artemisa. En la Península los primeros vestigios se dan en Ampurias; se trata de pequeñas monedas (trihemióbolos y litras) unas veces anepígrafas y otras con las letras E y M, de imitación focense. A finales del siglo IV y principios del III comienzan las conocidas acuñaciones griegas en Rode y Ampurias. Estas últimas representan en las primeras emisiones un caballo parado, con una clara tipología cartaginesa que viene a indicar que esta moneda fue acuñada principalmente para el comercio con Cartago. En el 241 a.J.C. y al finalizar la primera guerra púnica cambia la tipología y el anverso que representaba a la diosa Perséfone, se transforma en Artemisa (divinidad representada por tres delfines a su alrededor) mientras que la primera lleva como elemento característico una espiga de trigo en su tocado. No menos drásticos son los cambios que sufre el reverso, donde el caballo parado (típicamente cartaginés) es sustituido por un pegaso, que luego se transformará en una figura inconfundible, donde la cabeza del animal se convierte en una persona sentada, interpretada por algunos autores como Crisaor. Estos dracmas son imitados posteriormente en las monedas indígenas que llevan caracteres ibéricos. En esta época, los generales romanos conseguían sustanciosos botines en plata a los que Tito Livio se refiere como «Argentum oscense», lo cual ha creado una confusión en numerosos historiadores al ser interpretado como los denarios ibéricos de Bolscan (contemporáneos de las acuñaciones autóctonas) tan frecuentes. Esta referencia errónea del historiador romano puede ser debida a un anacronismo o por el parecido entre los alfabetos ibérico y osco. A finales del siglo III a.J.C., en la península circulaban dracmas amporitanos y de imitación ibéricos así como la moneda hispano-cartaginesa y de los emporios fenicios de Cádiz e Ibiza. Es en este momento cuando en algunas zonas de influencia cartaginesa aparecen las primeras emisiones en bronce y a partir del 218 en que los romanos desembarcan en Ampurias, comienzan las acuñaciones autóctonas en la Península y si bien se conservan los tipos donde la figura más frecuente es el denominado jinete ibérico (que tiene su modelo en las monedas de Hieron II de Siracusa) y Ampurias comienza sus emisiones ibéricas en bronce manteniendo la figura del pegaso, lo que queda claro es que estas emisiones están motivadas por la penetración militar y económica de los romanos desde el Ebro hacia la meseta. La política romana desde el siglo II hasta la caída de Numancia es la de permitir, y probablemente fomentar, los sistemas monetarios autóctonos, desarrollados en principio por sus enemigos, los cartagineses, en la península ibérica. A partir de la Susetania y como principal centro emisor Bolscan (Huesca), las cecas van surgiendo en la zona vascona, con mayor abundancia en el sur, en la zona del Ebro. Es en el último cuarto del siglo I a.J.C. cuando se alcanza el auge de las acuñaciones autóctonas con numerosas cecas, muchas de ellas aún sin localizar. En territorio vascón podemos citar, con las debidas reservas, las siguientes: Alaun, Arsacoson, Arsaos, Bascunes, Belaiscom, Bentian, Caiskata, Cueliocos, Louitiscos, Ocalaom, Oilaunes, Olcairun, Ontices, Teitiacos, Turiaso, Uaracos y Unambaate. No existen en esta época fronteras definidas y menos aún información precisa y así podemos pensar en zonas de influencia mutua de los vascones con sus vecinos suesetanos del este, celtíberos del sudoeste y con el grupo del valle del Jalón. Podemos señalar también cómo, en Ptolomeo y Estrabón, Bolscan, Calacoricos e Iaca aparecen entre los vascones. La primera ciudad adquiere importancia al ser la capital del Imperio de Sertorio, mientras que Calacoricos acuña moneda entre el 82 y 72 a.J.C., también en época de influencia sertoriana. Por último, laca, según Heiss derivaría de la palabra vasca «Ica» que significa «en pico», lo cual haría referencia a la situación de la ciudad al pie de las montañas más altas del Pirineo. Resulta difícil en principio establecer el momento en que estas monedas son acuñadas y los escasos hallazgos de «tesoros» tienen una gran importancia a la hora de establecer una cronología de las emisiones. En efecto, el ocultamiento de monedas se produce en épocas de inseguridad que habitualmente coinciden con los momentos conflictivos de la historia. Las cuatro épocas críticas serían: 1.° Las guerras celtibéricas entre el 153 y 133 a.C. 2.° El levantamiento indígena del 98-94 a.C. 3.° Las guerras sertorianas entre el 80 y el 72 a.C. 4.° La guerra entre Pompeyo y César. Además de los hallazgos, el estudio de los pesos y de la tipología suministran información; en general, las emisiones más antiguas son las de mayor calidad y, progresivamente, el arte va degenerando, sobre todo en las cecas que mantienen emisiones durante bastante tiempo. Con respecto a las acuñaciones autóctonas, las primeras emisiones son los denarios y ases acuñados en Arsaos entre el 178 y 150 a.C. Posteriormente y en la segunda mitad del siglo II se producen los denarios y ases de Ba(r)scunes y Bolscan que alcanzan su máximo apogeo y distribución en los albores del siglo I a.C.; también en esta época comienzan las acuñaciones de ases de Caiscata. Ya entre el 100 y el 60 a.C. se sitúan las monedas de plata de Turiaso y Bentian, mientras siguen con fuerza las emisiones de Ba(r)scunes y Bolscan y comienzan a fabricarse ases en Alaun, Damaniu, Calacoricos y Turiasu. En esta época y dentro de las guerras sertorianas se da la circunstancia de que mientras Bolscan, en zona Ilergete, es el centro de la actividad de Sertorio, Pompeyo instala en Vasconia su campamento principal en la primitiva Pompaelo (Pamplona), lugar donde estaba asentada la ceca de Ba(r)scunes. Por último entre el 60 y el 45 a.C. se encuentran las acuñaciones de denarios de estilo degenerado en Arsacoson, así como los ases de arte tosco de las cecas anteriores y otras como Bentian, Iaca y Arsacoson.