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MASONERÍA

Conclusiones.1 . Intentar sacar conclusiones sobre la Masonería en el País Vasco tal vez sea todavía prematuro. No obstante su discurrir por estas tierras casi siempre fue efímero o muy asediado por el clima tan integrista de la zona, si exceptuamos la región del Bajo del Adour, dentro de la trayectoria histórica tan distinta del Estado francés.

2. De todas formas queda de manifiesto que la existencia de logias masónicas en el País Vasco durante la época bonapartista resulta excesivamente ligada a la presencia de las tropas francesas en San Sebastián o Vitoria. Su influjo, además, en las dos ciudades debió de ser muy escaso, ya que en la de Vitoria no figuraba ni un solo miembro del País Vasco, y en la de San Sebastián el único que existía tuvo que ser expulsado.

3. En la época fernandina y del II Imperio francés su vida tanto a un lado como al otro del Bidasoa presenta una característica común: la de la languidez y el torpor, época de desierto se llama para la Masonería francesa y, por tanto, para toda la zona vasca de esta parte. Mientras tanto la actividad obsesiva de Fernando VII fue tan hábilmente explotada por no pocos de sus políticos e informadores, que traspasó el nivel personal del monarca y de su camarilla, para trasladarse a todo el nivel y espacio nacional. Por tanto, en la práctica, tan sólo con los años de la revolución «Gloriosa» (1868), volverá a cobrar fuerza entre nosotros.

4. Hecho incuestionable que se desprende de la lectura de muchos de sus cuadros lógicos es el escaso número de miembros francmasones vascos. Tanto que en algunas ocasiones, propicias para su desarrollo como la Restauración alfonsina, uno de los talleres más representativos, la logia «Providencia n.° 270» de San Sebastián, lo advertirá en su Memoria del 1891 . Propósito, sin duda, de los componentes de todas las logias vascas en todas las épocas, será la captación de hermanos oriundos del País Vasco, con resultados más bien mediocres, al menos para el final del siglo XIX y principios del XX.

5. Conviene también destacar que los masones enclavados en el Estado español jamás estuvieron exentos de disensiones internas, a causa de las rivalidades personales y cuestiones domésticas, la mayoría de ellas crematísticas. Es decir, las penurias económicas de estas logias son ya proverbiales, a excepción de la «Caridad n.° 200 ó 273» de Bilbao. Si en alguna ocasión éstas funcionaron con mayor desahogo económico se debió casi con exclusividad al desprendimiento y generosidad de alguno de sus miembros.

6. Otro matiz, ya endémico entre los francmasones vascos, subrayado con reiteración en sus planchas de finales del siglo XIX y de los primeros treinta y seis años del XX, es el peligro del «jesuitismo de levita», mucho peor-dicho por ellos- que el «jesuitismo de coronilla». Por tanto, el carácter anticlerical de estas logias adquiriría cotas elevadas en todos los tiempos, por lo demás nada original si se considera el resto del pensamiento de las otras logias de la península.

7. Sobresale, entre todas las iniciativas de la Masonería vasca, la valoración de lo internacional sobre lo nacional, sobre todo durante la II.ª República. Con la creación y subsiguiente organización de una logia internacional franco-española -quizás única en su género llamada «Espartaco» se daba cumplida respuesta a una de sus más originales aspiraciones. Que semejante iniciativa no fue simple utopía nos lo demuestra el hecho de alcanzar el considerable número de 72 miembros.

8. Si a nuestro parecer, la Masonería en el País Vasco constituye un pequeño apartado de escasa influencia al menos para Guipúzcoa, Alava y Navarra, no parece lo mismo para los Bajos Pirineos ni quizás para Vizcaya, donde llega a obtener un lugar interesante dentro de la historia general de la Masonería y de la misma región. Convenía sin embargo recuperar una trayectoria sintética, aun en plan de maniobras, y rescatar así nuestra intrahistoria masónica, en términos de Unamuno, para completar lo más posible el marco completo de los estudios vascos contemporáneos.