Lexikoa

LOS HEREJES DE DURANGO

Las Fuentes III. Vale más que demos cuenta de las notas e informaciones modernas de las que adelantábamos al principio de este capítulo que, en cierta manera, compensan la pérdida de aquellos documentos. La primera, publicada, como queda dicho, en las adiciones a la segunda edición de los Heterodoxos, fue comunicada por dos sacerdotes amigos al dominico Fray Justo Cuervo, quien la transmitió a Menéndez Pelayo en carta de 18 de abril de 1890. La índole indirecta y falta de comprobación documental de la noticia que contiene, obliga a formular todo género de reservas antes de incorporar esta nota a nuestro inventario de Fuentes. Si lo hacemos, es por suponer que estos datos proceden más o menos indirectamente de los "autos de Fray Alonso", y en parte mayor o menor de la tradición popular. De cualquier manera se oponen fundamentalmente a lo que las otras fuentes nos dicen del caso, precisan algunos extremos y añaden noticias de un interés excepcional, que es lástima grande no vengan suficientemente documentadas. Empieza diciendo que el verdadero apellido de Fray Alonso era Mela y no Mella, tal vez ortografía latina. Ya hemos visto que en aquella forma lo escribe Mariana, de donde acaso proceda esta indicación, y que el pseudo Bernáldez lo escribe Malla. Todos lo demás escriben Mella, y así en la epigrafía de la capilla de San Ildefonso de Zamora, que es documento definitivo que aceptamos sin vacilar. Dice la nota del P. Cuervo que el padre de Alfonso fue embajador del rey de Castilla en uno de los estados de Italia, donde le nació uno de los hijos, el hereje o el cardenal o tal vez los dos. Ya hemos visto que uno y otro nacieron en Zamora. Si la referencia, en su origen, es que en Italia nació uno de los hermanos, seria el tercero, Fray Fernando, obispo de Lidda y administrador de la diócesis de Zamora, como nos dice Quadrado. Continúa la nota afirmando que el hereje Alfonso tomó el hábito de San Francisco en uno de los conventos de la provincia de Santander. Después de su apostasía vino a Durango, donde la familia de Mella tuvo un gran mayorazgo. Allí hizo prosélitos hasta el número de 500 o más, viviendo en la única casa que subsiste frente a la antigua parroquia de San Pedro Apóstol de Tavira. Los errores fundamentales del hereje eran la comunidad de bienes y la de mujeres, habiéndose propagado la secta por entre la gente baja: jornaleros, labradores e industriales, etc. La señal que Alfonso tenía para llamar a los sectarios era el sonido de la trompa que trajo de Santander, hecha famosa desde el tiempo de la herejía, por la cual se llama a Durango en son de burla "el pueblo de las trompas", en vascuence "Tromperri". Cuando Alfonso de Mella se creyó bastante fuerte, pensó en alzarse en armas, tomar a Durango y fundar un Estado donde se enseñasen y practicasen sus máximas. Cuatro de los sectarios, espantados ante el proyecto, le delataron a la autoridad local, y ésta dio parte a la Inquisición de Logroño. Advertimos que aquí existe una confusión y anacronismo. Aquella Inquisición no podía ser sino la episcopal y Durango pertenecía a la diócesis de Calahorra, cuyo obispo intervino efectivamente, como afirma la Cuarta Crónica General. La jurisdicción inquisitorial de Logroño empezó más tarde. Hecha la pesquisa de la Inquisición, muchos de los herejes se retractaron, pero unos trece contumaces fueron quemados en la Plaza de Santa María de Durango. Fray Alonso se fugó a Santander con siete mozas y pasó a Andalucía por mar, tocando en Africa, donde no se sabe cuánto tiempo estuvo. En Andalucía siguió propagando sus doctrinas entre los moros, hasta que por ello fue sentenciado a muerte. Terminado el proceso formado por la Inquisición, el Tribunal siguió establecido en la villa por temor de que la herejía que se había propagado por los pueblos y caseríos inmediatos, como Mañaria, Izurza, Abadiano, Bérriz, volviese a tomar cuerpo. Aquí debe aludirse a la misión de Alfonso Martínez de Arandia, cura de Santa María de Durango y "juez diputado para examinar los dichos herejes", de que nos habla el documento de 1444. La pieza del proceso se conservó hasta la guerra de la Independencia en la iglesia de Santa María, bajo la peana de San Pedro Mártir de Verona, inquisidor, que estaba donde hoy Santa Lucía. Durante la guerra de la Independencia, las dos autoridades, no se sabe por qué temores, acordaron quemar el expediente inquisitorial, como se hizo públicamente. Hasta aquí la información del P. Justo Cuervo. El carácter preciso de algunas de sus noticias, como la casa de Fray Alfonso, número de prosélitos, de delatores, de herejes quemados y de muchachas que huyeron con Fray Alfonso y lugar en que se guardaban los documentos, es lo que induce a pensar que proceda en par te indeterminable, de los autos quemados en la guerra de la Independencia, como aquí se dice, o en 1828 como indica Llorente y remite Labayru, las discrepancias respecto a todos los datos anteriores son pocas e insignificantes y están en lo que se presenta como dudoso. En todo los demás estos datos ofrecen una gran congruencia y verosimilitud. La gestión realizada por las autoridades de Durango va muy bien con lo que nos dicen los documentos, y las ideas y propósitos de Fray Alfonso no disuenan de lo conocido y justifican la enérgica intervención real. Don Carmelo de Echegaray nos comunica su opinión de que uno de los sacerdotes que facilitaron al P. Justo Cuervo las noticias que comentamos sería el presbítero durangués residente en Vergara D. Cirilo de Aguirre y Echaburu. El sabio cronista de las provincias vascongadas funda su opinión en la circunstancia de que los PP. Dominicos tienen en el mismo edificio que ocupó a su tiempo el famoso Real Seminario Patriótico, que tanto suena en la historia política y literaria de la España del siglo XIX. Parece que en este colegio residió algún tiempo el P. Cuervo, y entonces pudo conocer a D. Cirilo de Aguirre, interesado por el asunto de los herejes, el cual entregó al Sr. Echegaray, en 1901, una información semejante a la que acabamos de analizar, que dice como sigue: "El heresiarca Alfonso de Mella, hijo legítimo de la ilustre familia de los Mellas, nació en Durango en la casa troncal de la mayorazguía, situada en el centro de Barrencalle. Siendo éste niño fue su padre a Italia con su familia a desempeñar el alto empleo que el rey de Castilla le confirió en las posesiones que nuestra nación allí tenía, donde permaneció bastantes años. Se sospecha que de allí vino Alfonso contaminado de los errores de los Fratricellos". "Siendo joven abrazó el estado religioso de la orden de San Francisco en la provincia de Santander, cerca de Laredo. Hecho presbítero, vino a Durango a realizar sus perversas ideas, hospedándose, no en la casa de su familia, y sí en el pobre mesón que había frente a la campa de Tavira, donde enseñó primero a los aldeanos y después a los de la villa, sus dos errores fundamentales, es decir: comunidad de bienes y de mujeres. ratificando sus enseñanzas con amancebarse con dos mozas". "Tan luego como la autoridad observó algo de lo que pasaba, persiguió las juntas nocturnas que dentro de la villa Alfonso practicaba, aunque sin resultado; porque burlaba estas diligencias de aquélla, por medio del telégrafo acústico de las trompas, que traídas de Santander, distribuyó entre sus adeptos, colocados en los ángulos de las calles. Este suceso dio origen a ser llamado Durango el pueblo de las trompas, "Tromperri". "Crecido el número de sus sectarios, les manifestó la conveniencia de dar un golpe de Estado por las armas, hacerse señor del Duranguesado, y extender sus dominios. Uno de sus prosélitos, horrorizado de la sangre que se iba a derramar, delató ante la autoridad todos los secretos y criminales maquinaciones del heresiarca, la que a su vez, notificó cuanto ocurría al Tribunal de la Inquisición, que en la ciudad de Logroño residía. Este se puso en camino para Durango sin demora, escoltado de un ejército de cuatro mil hombres". "Enterado Alfonso, vio la imposibilidad de sostenerse, y antes de ser apresado, huyó, acompañado de sus dos malas hembras, a Laredo, donde embarcó para Africa. Fue a Sevilla, ocupada todavía por los moros, donde comenzó a pregonar sus doctrinas. Pero tan luego que lo supo el rey, ordenó que lo metieran en la cárcel, de donde lo sacó en breve, para que sirviera de horrible diversión en un espectáculo público a la luz del día, siendo jugado a las cañas, dándole muerte digna de tal vida". "El Tribunal detuvo en Durango a los seducidos por el desgraciado Alfonso, quienes como hombres sencillos, todos abjuraron los errores, menos trece aldeanos, quienes afirmaron pertinaces que Alfonso era hombre bueno, y buenas sus doctrinas, las que seguirían hasta la muerte. Se les dijo que la ley prescribía sentencia de muerte en hoguera para tales empedernidos, y respondieron que antes morirían que abjurar de sus errores. Fueron, pues, quemados vivos los trece un domingo, a las doce de la mañana, acabada la misa mayor, en el centro de la pequeña Plaza de Santa María de Durango". "La sentencia de la condenación de Alfonso y sus secuaces, dictada por el Tribunal de la Inquisición, con todos los documentos concernientes al expediente fue depositada por disposición del Tribunal, en el altar de las Animas de la iglesia de Santa María, detrás de la estatua de San Pedro de Verona con excomunión ipso facto incurrenda a quien lo tocara. Permanecieron en dicho lugar estos documentos históricos durante siglos, no sólo sin ser tocados, si que también mirado el nicho que los contenía como en un lugar de horror y execración, hasta que acercándose la invasión francesa, al principio del siglo XIX, un beneficiado de la parroquia advirtió a las autoridades locales el peligro en que se hallaban sus vidas, si aquellos documentos no se destruían antes de la llegada de los franceses, por la afinidad de sus ideas con la de los condenados. Tomada en consideración la observación, fueron sacados de la iglesia aquellos documentos, llevados a la tertulia de una botica, leídos, burlados, mofados y aun despreciados por algunos pocos individuos de sotana y levita, y quemados públicamente a la luz del día en la mitad de la plaza de Santa María en el mismo lugar en que lo fueron los trece pertinaces... Es de creer que en el archivo de Logroño esté protocolizado dicho expediente". "Mucho debió escandalizar a los pueblos comarcanos la herejía de Alfonso, porque a través de los siglos, todavía echan en cara a Durango su mal hijo, los aldeanos transeúntes, pasando por la villa tocando la trompa. Cuando Menéndez Pelayo escribió la historia de los herejes españoles pidió a Durango noticias de Alfonso, pero se las dieron limitadas por no ofender a los descendientes del heresiarca". Así dice (salvo los paréntesis) la nota de D. Cirilo de Aguirre que el ilustre cronista de Guernica ha tenido la condescendencia de comunicarnos. Su importancia es evidente y ahorra toda ponderación. Desde luego la relación con la nota de Cuervo es incontestable, y no habiendo sido ésta publicada sino en 1917 y datando aquélla de 1901, no cabe sea una contrafigura o arreglo. De donde resulta demostrada la tesis de D. Carmelo de Echegaray de que el propio sacerdote Aguirre, autor de la nota hasta ahora inédita, tuvo parte principal en la información de la impresa. Lo que gana terreno sobre esto es la información, digo opinión, ya adelantada de que éstas proceden del expediente inquisitorial quemado, a través de una tradición de varias generaciones. Los datos sobre la suerte de aquellos documentos no pueden ser más preciosos y circunscritos. La vacilación en algunos extremos, como el número de los delatores y el de las mozas que huyeron con Fray Alfonso, indica las deformaciones de una tradición oral. La falta de cronología hace desechar la posibilidad de que estas notas fueran tomadas a la vista de los documentos por algunos de aquellos burladores de sotana y levita. Finalmente, los anacronismos y errores históricos de esta información acreditan simplicidad y buena fe y eliminan la idea de una invención erudita.