Lexikoa

LOS HEREJES DE DURANGO

Las fuentes I. Las noticias casi únicas que de este negocio tenemos -dice Menéndez Pelayo-, hállanse en la Crónica de D. Juan II. Lo cierto es que, fuera de ésta, no cita más autoridad que la de Mariana y una alusión del Dr. Montalvo en sus comentarios al Fuero Real. Así, la referencia de los herejes de Durango no alcanza a llenar dos páginas de los heterodoxos. En realidad, la información sobre el caso no es limitada. A los textos de la Crónica y de Mariana (libro XXI, cap. XVII), pueden añadirse otros menos útiles de Zurita y de Garibay, más un tercero importante, que ahora se aduce por primera vez, en la versión de la Cuarta Crónica General o traducción interpolada del toledano, publicada por el marqués de la Fuensanta del Valle a nombre de D. Gonzalo de la Hinojosa, obispo de Burgos. Esto por lo que hace a las fuentes narrativas impresas. Entre las inéditas, podemos añadir el texto que ofrecen algunos manuscritos registrados como Historia de los Reyes Católicos de Andrés Bernáldez, aunque dan lección muy diferente a la de las tres ediciones conocidas del cura de los Palacios. Estas variantes contienen las indicaciones más precisas que han llegado hasta nosotros sobre la doctrina de los herejes de Durango. Tenemos además, en parte inédita y en parte publicada, pero nunca analizada como se merece, otra información difícilmente clasificable en el cuadro de las fuentes históricas. Son dos notas, la una comunicada a Menéndez Pelayo por el dominico Fray Justo Cuervo en 1890 y publicada por el Dr. Bonolla San Martín en las adiciones de la segunda edición refundida de los heterodoxos; la otra facilitada en Vergara, en 1901, por el sacerdote durangués D. Cirilo de Aguirre a D. Carmelo Echegaray, cronista de las provincias vascongadas, que ha tenido la bondad de comunicárnosla. En alguna manera, bien imperfecta ciertamente, esta información puede compensar la pérdida irreparable de los documentos referentes a la herejía que se conservaban en la iglesia principal de Durango y perecieron quemados hace cosa de un siglo. Todavía disponemos de una fuente documental, notable, mal utilizada por el Dr. E. J. de Labayru en su Historia General del Señorío de Vizcaya (Tomo III, pp. 107 y ss., 1899). Se trata de dos documentos del archivo municipal de la Villa de Durango, legajo 6, el primero de 20 de agosto y el segundo de 2 de setiembre del mismo año de 1444, en cada uno de los cuales el escribano Juan Sánchez de Manero o Mañuro da testimonio de gestiones realizadas ante el cabildo abierto en la villa de Durango por el teniente del Prestamero Mayor de Vizcaya y de las Encartaciones Juan Ferrando de Mendoza. De la existencia del primero de este documento daba noticia a Menéndez Pelayo, en 1889, D. Samuel Baertel, según consta en las notas o adiciones puestas por D. Alfonso Bonilla a su edición de los Heterodoxos. D. Carmelo Echegaray vio este documento y envió a Menéndez Pelayo una copia que ha debido extraviarse. De esta copia que nos fue hecha por el Sr. Echegaray, tenemos traslado puntual facilitado por el ilustre cronista del Señorío de Vizcaya, quien no responde de su completa identidad con el original. El Sr. Echegaray desea realizar en el Archivo de Durango una investigación definitiva de los documentos referentes a la herejía. Ultimamente, 22 de marzo de 1925, nos comunica que un viaje realizado con este objeto ha sido infructuoso, porque a consecuencia de las obras que se están realizando en la Casa Consistorial, los papeles de su Archivo se encuentran amontonados, en forma que hace imposible la rebusca. Es de esperar que después de estas obras, la acertada clasificación del Archivo facilite el examen que nos interesa, y que entonces el Sr. Echegaray, con toda la autoridad de su saber, pueda decir la última palabra sobre el asunto. (Mientras estas cuartillas estaban en la imprenta, ha fallecido el insigne publicista y buen caballero.) (En homenaje a su memoria, conservamos estas líneas tal como se escribieron. Reciba la indicación que aquí se le hacia el erudito cronista del País Vasco que merezca la herencia espiritual de D. Carmelo Echegaray.) Las notas de Labayru presentan dudas e incongruencias que permiten suponer que tampoco utilizó directamente estos papeles, fuera de que en este caso los hubiera llevado a sus copiosos apéndices, ya que supo apreciar su importancia. Puesto que no podemos dar aquí la pieza exacta de estas piezas, nos limitaremos a utilizarlas en aquello en que ambas referencias coinciden, que es felizmente todo lo que importa para el caso. La esencia de lo que estos documentos nos dicen sobre los herejes de Durango se recogerán más adelante en la reconstitución de los hechos. Lo más notable que añaden a las otras fuentes conocidas viene a ser la indicación de las gestiones realizadas por las autoridades de Durango en 1444, antes de que el rey se mostrara parte en el asunto, y el nombre de fray Guillén, uno de los franciscanos promotores de la herejía que hasta ahora se viene atribuyendo exclusivamente a fray Alonso de Mella. Viniendo a la apreciación de las fuentes narrativas, observaremos que las informaciones más importantes sobre los herejes de Durango, en las tres únicas crónicas del siglo XV que hablan del asunto, plantean otros tantos problemas críticos no resueltos hasta ahora. Tales son la cuestión de la paternidad de las Crónicas de D. Juan II en la parte que se refiere a los asuntos de 1442, el problema del autor o copilador de la Cuarta Crónica General o traducción interpolada del Toledano, digo de la crónica de D. Rodrigo Ximénez de Rada, y el problema del pseudo Bernáldez, que aquí se plantea por primera vez. La primera, ha venido siendo la referencia clásica sobre el asunto de los herejes de Durango. Nada se puede añadir en punto al problema crítico planteado sobre su autor. (Véase, Ballester: Fuentes narrativas de la Historia de España durante la Edad Media, pp. 165 a 167). En ella vemos la apreciación cortesana, por decirlo así, de los sucesos, encaminada a ponderar la diligencia del rey en reprimirlos. Se menciona el parentesco de fray Alonso con el Obispo de Zamora, personaje bien conocido, y al decir que éste fue después Cardenal se fija el término "post quem", de la redacción. Se dan los nombres de los pesquisadores nombrados por el rey y se refiere a la prisión de una parte de los herejes y su castigo, atribuyendo el principio del levantamiento al año 1442. De un carácter muy diferente, la Crónica Cuarta General nos ofrece en un texto relativamente extenso un cuadro animado y pintoresco de la herejía de Durango, que ha pasado hasta ahora inadvertido. Esta Crónica está publicada en la colección de documentos inéditos para la Historia de España, tomos 105 y 106, como traducción de la de D. Rodrigo Ximénez de Rada, hecha por el obispo de Burgos D. Gonzalo de Hinojosa, continuada por éste hasta su tiempo y después por un anónimo hasta 1454. D. Ramón Menéndez Pidal ha demostrado bien que esta obra no tiene nada que ver con la abreviación del obispo de Burgos, proponiendo que quede como anónimo bajo el título de Cuarta Crónica General, ya que es evidentemente posterior a la Tercera publicada por Ocampo. En cuanto al texto, "el valor de esta compilación consiste que no todo es explicable por las Crónicas particulares". Bien se ve esto último en lo que se refiere a los herejes de Durango. Junto al relato frío, protocolario, del cronista cortesano, tan vivo y feliz en otras ocasiones, aquí se nos da un cuadro de color como sólo pudiera escribirlo quien viviera en el tiempo y lugar de los sucesos o muy cerca de ellos. Coloca el levantamiento entre la batalla de Olmedo y la muerte del Condestable, o sea, entre 1445 y 1452. Dice que lo provocaron con sus predicaciones unos frailes de San Francisco, confirmando con esta pluralidad las indicaciones de los documentos. Afirma que estos sermones iban contra el santo matrimonio, que las mujeres abandonaban a sus padres y maridos para seguir a los herejes, a quienes se entregaban públicamente, y que se daban a sí mismos nombres de santos y de santas. Al hablar de la intervención del rey, ignora los nombres de los pesquisidores, pero señala la intervención del obispo de Calahorra. Finalmente, precisa en más de cien el número de herejes, "omes, e mujeres e mozas", que fueron muertos en la hoguera. Los manuscritos antes aludidos de la Historia de los Reyes Católicos, mal atribuidos a Bernáldez, son tres, pertenecientes al Museo Británico, a la Biblioteca del Escorial y a la del Duque de Gor, en Granada, y contienen una relación de los hechos entre 1474 y 1488. Como será objeto de una publicación del Centro de Estudios Históricos, reservamos para aquella ocasión todo análisis, adelantando solamente que según datos vehementísimos es obra de Mosen Diego de Valera y continuación hasta ahora desconocida de su crónica abreviada. La referida a la herejía de Durango se encuentra en el capítulo sobre el establecimiento definitivo de la Inquisición, siendo por lo demás anodino. Hablaba de la doctrina de los herejes de Durango, de la que fue comendador fray Alonso de Mella, natural de Zamora y hermano del cardenal D. Juan de Mella. Los herejes creían no haber otra cosa sino nacer y morir, y alguno quisiera entender la Escritura de modo diferente a como lo entendieron los santos doctores de la iglesia. Algunos de ellos fueron quemados en tiempos del rey D. Juan II y hasta hoy -añade- dura en algunos la herejía de Durango. Los errores duraron con Enrique IV. Estas líneas (escritas aproximadamente entre 1486 y 1488) son el texto más antiguo de autor conocido sobre nuestros herejes de Durango. Pero, además, Mosen Diego de Valera no es un autor vulgar. Está por encima del oficioso cronista cortesano o del autor de las interpolaciones de la Cuarta Crónica General. Es un erudito, un político y un moralista y ha representado un papel muy distinguido en los días más azarosos de D. Juan II. Ha sido también paladín andariego y ha estado en Bohemia donde conoció el movimiento provocado por Juan Huss. Está muy al corriente de las cosas de Inglaterra como demuestra en su crónica, y debe saber de Wiclef. Es el español del siglo XV más abierto a las cosas de Europa, y no le mueve ni el elogio cortesano ni el miedo pueril a la herejía de un autor eclesiástico. El ha podido escribir la visión definitiva de los sucesos de Durango; reducido a los términos breves de un compendio, su referencia tan concisa ofrece excepcional interés. El valor de esta información sube de punto en la conocida circunstancia de que uno de los pesquisidores enviados por el rey para informarse de los sucesos de Durango (según relato de la Crónica), D. Juan Alonso Cherino, Abad de Alcalá la Real, era hermano de Diego de Valera, hijos ambos del maestro Cherino, físico de Juan II y tradista de Medicina. (A. González Pelencia-Alonso Cherino, médico de Juan II. Boletín de la Biblioteca; Menénder Pelayo. Santander 1924, p. 42). La referencia de Valera se relaciona muy estrechamente, hasta el punto de copiarla, en parte, la de Jerónimo de Zurita en el capitulo 49, libro XX, de sus Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza 1610, tomo IV, p. 323). Esta circunstancia por lo pronto indica la estima en que tenía un historiador como Zurita, la obra del maestresala Juan II; ésta ha de ser tenida en cuenta para la cronología y desde luego para la reivindicación de Mosen Diego de Valera. Uno y otro texto se refieren en términos generales a las alteraciones religiosas del siglo XV y a sus causas, disienten entre sí en cuanto a estas últimas, pues si Valera atribuye las tendencias heterodoxas a "la pereza o floxedad, e poco cuidado por el rey D. Henrique tuvo en mirar al servicio de Dios y a bien de sus Reinos", trasluciendo una antipatía por el Impotente que harto se manifiesta en el Memorial de diversas hazañas (p. 42. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo 70), Zurita, más alejado del foco de aquellos sucesos, en la serenidad de una más adecuada perspectiva, piensa que aquellas alteraciones fueron consecuencia de "las turbaciones y movimientos de guerras que hubo en Castilla en tiempos de los Reyes D. Juan y D. Enrique, y el poco cuidado que tuvo, por las ordinarias disensiones de los Grandes, en proveer a lo que tocara a las cosas de la religión, que se ha de anteponer a todo, por el alzamiento de nuestra santa Fe Católica". A continuación, ambos repiten casi puntualmente que tales causas "dieron a los malos suelta licencia de vivir a su libre voluntad; de donde se siguió, que no solamente muchos de los convertidos nuevamente a nuestra santa Fe Católica, más algunos de los viejos cristianos se desviaban del verdadero camino de su salvación... los unos judaizando públicamente, los otros siguiendo opiniones erróneas". Valera añade la noticia sobre los herejes de Durango que hemos expuesto; Zurita, sigue diciendo que quienes profesaban opiniones falsas y heréticas, perseveraban en ellas "con pertinencia" y las enseñaban como doctrina verdadera; "aunque en tiempo del rey D. Juan de Castilla fueron algunos de ellos convencidos y castigados, duraron aquellos errores hasta el tiempo del Rey D. Enrique, así como la herejía que llamaron de Durango". Zurita no dice más sobre este asunto, defraudando nuestra esperanza en su información y objetividad