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Lermanda

La víspera del jueves de Lardero, los niños y niñas pedían de puerta en puerta y comían y merendaban en distinta casa cada año. Los "porreros" postulaban el lunes de Carnaval por la noche, con ruido de almireces y música de guitarra y pandereta. Con lo que les daban comían y cenaban el martes e invitaban a las mozas, pero no se disfrazaban. La comida del martes solía ser en casa de un vecino cualquiera y, a continuación, bailaban en la romería, amenizada con músicos aficionados del pueblo. El martes de Carnaval por la tarde montaban también el "muñeco de Carnaval", menester que lo llevaban a cabo en el domicilio de algún mozo o en la vía pública. Sobre dos palos cruciformes, a este monigote de paja vestían pantalones, camisa y chaqueta. Tocado con sombrero y enmascarado, carecía de pies y manos. Después de la cena encendían una "remora" o fogata en la pradera de "Larrachueta", próxima al pueblo. Casi al mismo tiempo iniciaban el paseo del muñeco, exhibiéndolo a manera de estandarte. El "muñeco de Carnaval" iba acompañado de los "porreros" y de las mozas, que se movían, todos, dentro de una gran algarabía. El recorrido finalizaba en la mentada pradera de "Larrachueta", cerca de la "remora". En "Larrachueta" hincaban en tierra el palo del cual pendía el monigote, y entre todos le prendían fuego con leña de la fogata. En los últimos carnavales de Lermanda -hace unos sesenta y cinco años-, al "muñeco de Carnaval" se le llamaba Don Felipe, nombre del cura del pueblo. D. Felipe era de fuerte complexión, apreciado por la comunidad. Tenía a su servicio una muchacha dispuesta siempre a colaborar en las carnestolendas de la aldea, cediendo los pantalones y la camisa del cura para vestir al muñeco. De ahí que, por medio de las prendas de vestir, fuese conocido el monigote con el nombre del cura (Ref. Juan Garmendia Larrañaga: Carnaval en Álava, p. 74-76, San Sebastián 1982).