Lurraldeak

Lapurdi. Historia

Pero el verdadero peligro venía del Norte en el que las tropas de Carlos VII de Francia atacan, en 1438, Burdeos y Bayona, que no consiguen tomar. La alarma fue considerable: tanto el castillo de San Juan de Pie de Puerto como el resto de las fortalezas de ultrapuertos son también puestos en estado de alerta. En 1443, Gastón de Foix había sido designado por el rey francés lugarteniente general de Gascuña. En la campaña de 1449 cae Zuberoa. Tras la caída de Guiche que defendieron denodadamente los nativos encabezados por el baile de Laburdi Ogerot de Samper y una pequeña flota bayonesa que remontó el río, en 1450 cae Laburdi, salvo Bayona. El cronista contemporáneo, Leseur, nos deja este relato:

"(la tropa) entró en el país llamado Laburdi, atravesó todo el país hasta San Juan de Luz, sin que los lugareños le obstaculizaran, ni se atreviera hombre alguno a asomarse a los caminos ni en los lugares; todos habían huido, se habían escondido en los bosques y fuera de las vías en las que suponían iban a pasar nuestras gentes. Nuestras gentes pudieron apropiarse a discreción de sus bienes y ganado ya que ninguna acción armada podía impedírselo. Y nuestros soldados ganaron así más de 300 cabezas de ganado mayor como bueyes, vacas, caballos y yeguas, y más de 600 cabezas de ganado menor, y otros bienes en tal cantidad que fue una maravilla..."

El 18 de marzo de 1450 los laburdinos firmaron en el castillo bajonavarro de los Belzunce en Ayherre una convención reglamentando la entrada en la corona francesa mediante la conservación y el respeto por ésta de los fueros de Laburdi. El solar de los Samper fue incendiado refugiándose Ogerot en Pouillon donde murió. Bayona consiguió resistir todavía hasta 1451. El 30 de junio cae Burdeos y Dax se somete, presentándose las tropas francesas ante Bayona que se rendirá el 15 de agosto. Tras realizar sus propias capitulaciones con los vencidos, el 21 de agosto penetran los franceses en la villa, última en caer de toda la Gascuña. La corona francesa va a encontrarse así directamente confrontada con la castellana lo cual va a proporcionar perjuicios y sufrimientos a los nativos vascos de ambas orillas del Bidasoa. Las grandes ventajas de las que disfrutaba Bayona dentro de la corona inglesa desaparecen: incluso su fuero municipal va a ser recortado y perderá el derecho a designar a sus propios ejecutivos municipales hasta la Revolución de 1789. El cargo de baile volvió a vincularse a la familia Samper por enlace, en el siglo XVI, de la misma con los Chicon, barones de Arbona. En el sitio de Guiche también murió Juan de Urtubia.

Luis XI de Francia vino a visitar sus nuevos dominios en 1463 alojándose en el castillo de Urtubia de Urruña. Desde éste pudo ponerse en contacto directamente con la nobleza local para ejercer una política de atracción a la corona francesa. Varios fueron los nobles que entraron posteriormente a su servicio, entre los cuales Juan de Monreal, altonavarro casado con una Urtubia, y Juan señor de Ezpeleta (Espelette). Elevó a esta última casa al grado de baronía que abarcaba Espelette, Gorostoro (Souraide) y Amorotz, cometiendo con ello un flagrante contrafuero. La protesta del Biltzar consiguió que, por lo menos, pudieran seguir acudiendo sus diputados al mismo y el derecho de apelación al tribunal del bailía.

Sin hablar diversos estatutos o reglamentos, el país de Lapurdi tuvo sus fueros y costumbres escritas desde 1341 (Foedera, II (4), 115), reinado de Eduardo III, rey de Inglaterra. Los de 1514 fueron revisados en l513 bajo el episcopado de Bernard de Lahet, obispo de Bayona. A cuyo efecto, Mondot de Lamarthone, primer presidente del parlamento de Burdeos, se trasladó el 29 de octubre de 1513 a Bayona en donde convocó en asamblea general al obispo y al cabildo de Bayona, al alcalde, concejales, etc., de dicha ciudad. Las viejas leyes y costumbres de Bayona fueron definitivamente revisadas y redactadas en la misma asamblea. Lapurdi fue representado por Luis de Urtubia, Juan de Muneral señor de Sault, Etcheverry, Juan de Hirigoyen, Gaston de Garro, Pedro de Lahet, Juan de Sorhatel, Juan de Haitze, Martín de Uhalde, Juan de Ezpeleta, Menant de Arraing, etc.

La asamblea designó diez comisarios para revisar el viejo fuero de Lapurdi, ayudados por algunos abogados y otras personas entendidas. Su trabajo, terminado el 10 de mayo de 1514, fue registrado en el parlamento de Burdeos el 9 de junio del mismo año y reconocido por los estatutos Lapurdinos como ley del país. Según consignaba por escrito su texto en el título XX los habitantes de Lapurdi, por encontrarse a la extremidad del reino, y limítrofe dicho país con reinos y países extranjeros, podían llevar para su defensa personal y la del país armas en cualquier tiempo por privilegio expreso del rey y cartas patentes que se han "esdirées" a causa de las guerras (art. I). Los habitantes de dicho país de Lapurdi podían llevar y hacer pasar por la villa y ciudad de Bayona, y por el río y agua de la misma, toda clase de provisiones y víveres para ellos mismos, pagando al rey los derechos debidos, y esto sin ninguna contradicción, impedimento ni otro conocimiento (art. II).

Igualmente podían llevar y pasar sus sidras por dicha ciudad de Bayona, por agua o por tierra, hacia Burdeos u otra parte, mercantilmente para venderlas sin alojarlas en Bayona y significándolo y haciéndoselo saber al alcalde o a su teniente (art. III). Los vecinos de cada parroquia de Lapurdi podían reunirse y tratar de sus necesidades comunes y las de su parroquia, cada vez que fuera necesario, y podían hacer y ordenar entre ellos estatutos y ordenanzas particulares para conservar y guardar sus bosques de pastos y pastos, y eso según la ley vulgarmente llamada ley de San Benito, y también para tratar de sus negocios en provecho común de ellos y de dicha parroquia (art. IV). El fuero codificaba el derecho consuetudinario concerniente a muy diversas materias: administración de la justicia, bienes comunales, daños causados por animales, ventas y otras enajenaciones, retracto de los bienes troncales y retención de bienes y mercancías, arrendamientos, molineros, guardas del ganado, derecho matrimonial, tutela y administración de los menores y sus bienes, testamentos, sucesiones de los fallecidos sin testar, prescripciones, ejecuciones de sentencias, destierros, materias posesorias, compromisos, fianzas y garantías y derecho penal. Sus disposiciones estuvieron vigentes hasta la Revolución de 1789 y es de destacar que concernía tanto a la mayoría hidalga del país como a la fracción que no lo era.

Durante los siglos XVI y XVII las monarquías absolutas de Francia y España luchan denodadamente por la hegemonía europea, razón por la que Laburdi, como las restantes tierras vascas fronterizas, va a ver convertirse su solar en escenario de guerras internacionales ajenas a sus intereses específicos. Incluso la guerra de reconquista de Navarra va a ser objeto de clasificación en el tablero europeo sirviendo a Francisco I de excusa para atacar a su rival Carlos V. El centralismo y la conversión en bastión militar redujo a Bayona de importante centro comercial a un municipio semidecadente. Las guerras de religión y los complots urdidos por la diplomacia de Felipe II van a crear un clima patriotero y desconfiado cuya víctima principal es el pueblo vasco de ambos lados de la frontera. La costa vasca estará en continuo estado de alerta. En setiembre de 1523 Bayona es asediada por la flota española durante varios días. En 1542 le toca el turno a San Juan de Luz. En 1636 Laburdi es invadido y las tropas del ejército español con sus milicias vascas permanecen en suelo laburdino durante dos años.

Varios señores laburdinos, entre los cuales Bertrand de Ezpeleta, muy vinculado a la monarquía navarra, toman partido a favor de la corona española, siendo desposeídos por el parlamento de Burdeos de sus bienes. La Paz de los Pirineos de 1659 pone fin durante 15 años a la actividad bélica con la boda de Luis XIV de Francia y María Teresa, hija de Felipe IV de España, ceremonia que tuvo lugar en San Juan de Luz bendiciendo la unión el obispo de Bayona Juan de Olze. Para poder garantizar la seguridad recíproca los vascos de ambas riberas del Bidasoa concertaron tratados de buena correspondencia (1536, 1653, etc.) cada vez que estallaba una de estas innumerables guerras. Había una continuada correspondencia entre el consulado de Bilbao y los bailes y jurados de San Juan de Luz y Ciburu, como se dice en otra parte, igual que con el concejo de la villa. La provincia de Labort representó en 1662 a Bilbao la siguiente queja contra los derechos que se cargaban en su plaza:

"Los diputados de la provincia de Laburdi representan á VS. cómo los naturales de ella y en particular los bayles y jurados de las villas de San Juan de Luz y Ciburu se an quexado al Sindico General de la dha Provincia diziendo que despues algunos años á esta parte le hazen pagar en el distrito de VS. ciertos derechos y nuevas imposiciones en las partes que negociavan en virtud de el tratado de buena correspondencia concedido por ambas Magestades en el año de mil seiscientos y cinquenta y tres, y despues aviendose felizmente concluido la paz general le parecia cesaran los derechos nuebos pues ay un capitulo expresso que da á entender que los derechos de ambos Reynos seran reducidos al mesmo estado que antes de la publicación de las guerras, y no obstante eso y en perjuicio de lo que contiene el capítulo se pagan los dhos derechos que hazen la materia de nuestras quexas á VS. Y consisten en lo siguiente: Primero, antes de la publicación de la guerra el derecho de el pesso real era de seis mrs por cada quintal de pescado y al presente se ha subido á diez mrs. Segundo, antes de la misma publicación pagaban diez y seis reales por cada gabarra ó arruquero en donde descargaban el pescado en lugar que despues an echo subir á treinta y seis reales. Tercero, quexanse de que en muchos años le an echo pagar un real por cada quintal de pescado y quatro reales por cada barrica de grassa, y que al presente también se paga medio real por cada quintal y dos reales por cada barrica, y esto para la construcción de un muelle que se haze en la villa de Bilbao y para otras obras, aunque parece que cada lugar a de sobrellevar sus gastos y no comprender á los estrangeros en mas que en los derechos ordinarios. El señor Embaxador de Francia que asiste en la Corte del Rey Catholico a escrito al Sindico General de la dha Provincia si acaso que huviese alguna infracion en lo que toca al comercio que le diese avisso para acudir al remedio, diziendole mas que Su Magestad Catholica no entiende se alteren de ningun modo los puntos de las capitulaciones. Pero no a parecido bien á la dha Provincia de embiar estas quexas al dho señor Embaxador juzgando era obligacion suya de informar antes de hazerlo á VS. en razon de la antigua amistad y estima que haza de ella. Y se espera en su grandeza de V. S. pues absolutamente depende de ella la satisfacion y justicia que se la pide reduciendo todos los derechos a la forma antigua= Pedro de Azcarreta, diputado de la Provincia de Labort. Juanes Dihar, diputado de la Provincia de Labort"

(Arch. del Cons. de Bilbao. Acompaña á esta representación una carta de favor, redactada en francés, firmada de los bayle y jurados de San Juan de Luz y Ciburu, de Haraneder, Juan de Lasson, Dolabaratz, y St-Paul).

En 1666 (agosto) repitió Laburdi sus excitaciones de concierto. Aparece, notada la correspondencia epistolar durante la centuria XVII, que fue mantenida en favor de la recíproca contratación, guardándose entrambos pueblos la amistad que antiguamente y celando en todo tiempo por sostener el mutuo grangeo de comercio en la condición pasada. A señalar particularmente los muchos lances de corso y presas y vejaciones de comercio en que Bilbao acudió en apoyo de labortanos y bayoneses, para en evasión de justicia, y la fidelidad como aquéllos retuvieron aquí la estapla del bacalao y grasas de Terranova que sus navíos trajinaban, fondo principal del comercio de la Villa. Este asiento de la negociación del bacalao y grasas en Bilbao tenía en emulación creciente a la ciudad de San Sebastián, codiciosa de allegarse dicho trato (Guiard: H.ª del Consulado de Bilbao, t.I, 450-451 ). En 1674 la Guerra de Devolución enfrenta otra vez a las dos monarquías razón por la que Vauban fortifica Bayona minuciosamente. Las guerras francoespañolas subsistirán hasta el pacto de familia de 1761 que abriría un período de paz hasta la Revolución de 1789.

Como en el resto del país, la práctica de las artes mágicas fue especialmente reprimida en los siglos XVI y XVII. Zuberoa (Corte de Licharre, 1599), Laburdi y después Navarra conocen uno de los peores momentos de terror colectivo de su historia. El desarrollo del drama en el país es simultáneo, pero la chispa prende antes en el Norte. El personaje clave es Tristán de Urtubia, señor del castillo de su nombre, cercano a Urrugne, y de la casa de Alzate en Vera de Bidasoa, a caballo, como se ve, entre ambas provincias. Urtubia, nieto de la célebre María de Urtubia, que había casado con el señor de Alzate en vida del primer marido (v. Urtubia), tuvo frecuentes roces con las autoridades municipales de San Juan de Luz por el uso del puente sobre el Nivelle y el del puerto.

Estas rivalidades tomaron carácter de banderías al agruparse, por una parte, los ediles y, por otra, Urtubia con su parentela y algunas familias influyentes como la del armador Chibau. A mediados de 1605 los jurados de la villa y el síndico municipal apresan a varios vecinos simpatizantes o parientes de Urtubia y piden al parlamento de Burdeos que envíe una comisión para investigar sobre el caso. Esta desestima la acusación de brujería que pende sobre varios inculpados, en especial sobre María de Goyeche, pariente de Chibau. De las 17 detenidas, 5, entre las cuales está María, son puestas en libertad bajo fianza y las restantes transportadas a Burdeos. En venganza, los hombres de Urtubia apalean a Margarita Dehareder y a Catalina de la Masse, las dos videntes utilizadas para acusar a las supuestas brujas. La reacción se desencadena al proclamar éstas en la iglesia que sus verdugos les habían hecho beber una pócima mágica. Unos días después, el 24 de junio de 1607, una docena de hombres enmascarados irrumpen a caballo en la plaza de San Juan hiriendo a los vecinos a su paso.

Al día siguiente se desencadena una batalla campal, así como el día de Santiago. Los ediles se quejan a Burdeos. 18 meses después, Urtubia pasa a la ofensiva. Instigado por él, el señor de Amou pide al rey de Francia y Navarra, Enrique, que le envíe comisarios para "limpiar" de brujas Laburdi. Este les envía, en mayo de 1609, a Pierre de Lancre, consejero en el parlamento de Burdeos, y al presidente Espaignet, consejero del rey. Enrique les da plenos poderes para que actúen "como si las sentencias hubieran sido dictadas por nuestras cortes soberanas", ordenando a los alcaldes, prebostes, jueces y autoridades de Laburdi que se pongan incondicionalmente a las órdenes de ambos magistrados "bajo pena de rebelión". En la Relación... de l610 hecha por orden del obispo de Pamplona queda Urtubia como el principal causante de la terrible purga efectuada por P. de Lancre. Dice el obispo que el señor de Urtubia, "cuios palacios son dos leguas de las cinco villas en el Reyno de Francia", obligó a algunas viejas a las que apresó a confesar una lista de las brujas del lugar, lista que presentó luego al parlamento de Burdeos, que, como se sabe, destacó en Lancre. Laburdi tenía entonces 30.000 h. aproximadamente. Estos dos personajes -sobre todo el primero ya que Espaignet se retirará pronto recorrieron la provincia durante 4 meses condenando a morir en la hoguera alrededor de 60 personas.

En el célebre y reeditado en 1982 Tableau de I'inconstance des mauvais anges et des démons, Lancre describe con una flema imperturbable las más descabelladas acciones atribuidas a los supuestos brujos y el cúmulo de atrocidades cometidas por él en nombre de la ortodoxia. Según Lancre, en este rinconcito vasco había más brujos que en todo el reino de Francia; 2.000 de ellos -asegura- acuden todas las noches al akelarre. Sólo en Hendaya, una asamblea general de brujos había congregado a 12.000 de ellos. Cuenta que a él mismo le intentaron atacar tres brujas cuando se hallaba en el castillo del señor de Amou... Las gentes del país le inspiraron un inexplicable odio, más inexplicable aún cuando constatamos que el magistrado bordelés era nieto de Bernardo de Rostegui, de Juxue [aldea bajonavarra], cuyo hijo había cambiado de apellido por un curioso sentido de la elegancia. Oriundo del país, Lancre desprecia a sus compatriotas, a los que califica de salvajes, rudos, volubles, viciosos, paganos, etc. A las mujeres laburdinas por su libertad, falta de pudor, acicalamiento en el vestir, a todos en general, por osar llamarse "señoras y señores de tal casa cuando tales casas, en realidad, no son otra cosa que pocilgas". Entre las pruebas más "fidedignas" que se tuvieron en cuenta en los procesos del Lab., la más extendida fue la de las "marcas en la piel".

Lancre estableció una lista de más de 3.000 personas que tenían manchas en la piel, pero al parecer sólo algunas muchachas declarantes podían verlas, ya que el propio Lancre no vio ninguna. Para desenmascarar a los culpables, Lancre se servía en especial de una joven vidente, la Morguy, "maravillosamente hábil para descubrir a los brujos por la marca que el demonio estampaba en su cuerpo", como, por ejemplo, una pata de sapo marcada en el ojo izquierdo, zonas insensibles del cuerpo, etc. No hubo ninguna familia sin algún sospechoso. Sacerdotes incluso, afectados también por la credulidad de su época, fueron condenados y quemados, como ocurrió en Ciboure con los curas Migalena y Bocal y en Ascain con Arguibel. Una mujer de Halsou declaró que se celebraban akelarres en la parroquia, cuyo vicario, junto con otros curas, tomaban animada parte en el baile general. A raíz de este hecho, numerosos clérigos huyeron de Laburdi, algunos de los cuales fueron salvados del fuego por el obispo de Bayona, Echauz. Sus parroquianos habían iniciado el éxodo desde las primeras actuaciones de Lancre; caravana tras caravana atravesaban el Bidasoa o los montes todos aquellos que temían verse implicados, con sus niños y sus animales:

"A nuestra llegada, ellos huian en caravanas, por mar y tierra, llenando hora tras hora la Baja y Alta Navarra y la frontera española. Unos simulaban peregrinaciones a Montserrat y Santiago, otros, viajes a Terranova y diversas partes; cundió en tal grado la alarma en Navarra y España, que habiendo llegado a la frontera los inquisidores, nos escribieron tuviéramos a bien enviarles el nombre, edad y otras señas de los brujos fugitivos, a fin de que ellos pudieran remitírnoslos, cosa que ejecutarían -según frase suya- con la mejor voluntad. Les contestamos con otra mejor aún, que los retuviesen cuidadosamente, impidiéndoles regresar, pues nos preocupaba más deshacernos de ellos que recobrarlos. Se trataba de un mal mueble, del que no es preciso hacer inventario".

No sabían que un nuevo calvario comenzaba para ellos, desde el momento en que hubieron de presentarse a los funcionarios de la Inquisición española. El día 12 de enero de 1609, antes de la venida de Lancre, la Inquisición de Logroño recibía ya la denuncia de diversas concentraciones de brujos y brujas acaecidas en Zugarramurdi.

Los reinados de Luis XIII y el de Luis XIV van a caracterizarse por una progresiva imposición de la burocracia real y un recorte sustancial de las libertades tradicionalmente ejercidas por los vascos de Iparralde. En 1623 el duque de Epernon, gobernador general de la Guyena, impone una reglamentación al Biltzar suprimiendo el porte de armas y otras prerrogativas. Años más tarde, la monarquía pone en venta las tierras realengas y no queda más remedio a los laburdinos que adquirirlas por 17.500 libras en 1641. Ese año Bayona se rebela contra el estanco de la sal, como ocurriera años antes en Vizcaya. Los fermiers, comisarios aduaneros de la monarquía, comienzan a ser colocados en Laburdi en 1650 produciéndose tales enfrentamientos que ocasionan la llegada de tropas y el establecimiento de guarniciones con carácter permanente en especial en Bayona. Fueron especialmente importantes los desórdenes de 1658. En 1653, Luis XV, descontento con los Samper, decide nombrar baile a un Urtubia, con la tajante oposición del síndico Chourio. El señor d'Arcangues, procurador del rey en el bailío de Laburdi, quejándose del síndico Chourio, convoca el biltzar y le manda nombrar un sucesor. Chourio protesta con la mayor energía.

Mantiene que los oficiales del rey no pueden ni convocar el biltzar, ni someterle propuestas. Afirma que sólo el síndico posee este derecho. El procurador quiere hacer caso omiso. Entonces Chourio se subleva. Arma a unos partidarios que saquean la casa del señor d'Arcangues. Luego se desparraman por el país y cometen excesos por todas partes. Es la guerra de los sabelxurís y sabelgorris. La muerte inopinada de Chourio en 1659, en plena guerra civil y de bandos, pone fin a estos desórdenes. Sus partidarios se desperdigan, la tranquilidad es restablecida, y el Biltzar impone al país una contribución de 139.500 libras para indemnizar a los que habían padecido pérdidas durante los desórdenes. En 1660 las atribuciones del Biltzar fueron restringidas. Nueve años después un edicto de enrolamiento obligatorio de marinos suscitó diversas revueltas. Algunos años más tarde, los síndicos de Laburdi fueron amenazados con su supresión pura y simple, y ello en favor de los oficiales reales. Jean de Hiriart, que sucedió al señor d'Arcangues como procurador del rey en la bailía de Ustaritz, solicitó y obtuvo por medio de dinero un real despacho, fechado el 26 de abril de 1696, que con el fin de reemplazar la función elegible de síndico general, creaba un cargo nuevo y confería al susodicho Hiriart el título y las atribuciones de procurador-síndico del país de Laburdi.

El nuevo procurador recibió su cargo el 31 de octubre de 1696 y pretendió ejercer este cargo en contra de Jean d'Artaguiette, síndico designado por el Biltzar. De ahí la protesta vehemente del Biltzar y el inicio de un pleito ante los tribunales, por el síndico electivo, y por orden del propio Biltzar. Este tipo de procesos no era poco frecuente bajo el antiguo régimen. No se podía reclamar la nulidad del cargo creado por el rey, puesto que esta creación era una prerrogativa de su poder absoluto. Sin embargo se atacaba al nuevo titular, argumentando que había obtenido esta creación sorpresivamente, a espaldas de los interesados, bajo violación de las libertades seculares del país, y en perjuicio del bienestar público. Generalmente, este tipo de asuntos finalizaban con el pago de una indemnización. Es lo que ocurrió en el proceso contra Jean de Hiriart.

En el mes de junio de 1697, una orden del Consejo de Estado ofrecía el cargo de síndico al país de Laburdi, con la condición de pagar 4.500 libras al titular nombrado por el rey. Es decir, que a través del pago de esta suma, los laburdinos eran en el futuro dueños del cargo de síndico y libres para escoger su titular. Esta orden fue ejecutada sin demora. El 6 de octubre de 1697, la suma de 4.500 libras fue entregada a Hiriart ante el señor Dubourg, notario de Bayona, y en nombre de los habitantes y de las comunidades de Laburdi. A cambio, entregó al síndico d'Artaguiette los credenciales que había obtenido del rey y el acta de recibimiento del cargo creado a su favor. Los síndicos siguieron, pues, siendo lo que eran antes; representantes del país elegidos por el Biltzar.

Laburdi tenía en 1635 alrededor de 4.500 marinos. A la disminución del auge de la pesca ballenera en el s. XVII correspondió el florecimiento de las pesquerías bacaladeras. A comienzos del siglo un ballenero laburdino perdido descubrió las islas Spitzberg donde consiguió abundante pesca hasta tal punto que San Juan de Luz se organizó, desde 1613, para ejercer esta industria. Pero ingleses y holandeses comienzan por esas fechas a perturbar el monopolio vasco del aceite de ballena. Se atribuye a F. Sopite, de Ziburu, la invención de un método de fundir la grasa a bordo que tuvo gran difusión, lo cual aminoró el perjuicio de verse expulsados de las pesquerías que los laburdinos, como el resto de vascos costeros, habían establecido en Islandia, Groenlandia y Terranova.

Para mediados del siglo XVIII la pesca de la ballena y del bacalao se vio que había disminuido decisivamente, en especial debido a la Guerra de Sucesión y a la de Siete Años.Una industria subsidiaria que tardó en desaparecer fue la piratería y el corso en la que Laburdi alcanzó fama internacional dando ocasión a que se le haya dado una etimología popular a su nombre (lapur-di: lugar de ladrones). El tratado de Utrech en 1713 y el de París de 1763 pusieron fin al comercio exterior salvo con las Antillas y Santo Domingo. A la actividad comercial legal sustituyó durante estos dos siglos un floreciente corso que prosiguió, incluso, después de la Revolución. Citemos los nombres del bayonés Joannes de Suhigaraychipi "Coursic", los donibandarras Chibau, Etchepare o Haraneder o el célebre hendayés Pellot.

En la situación de extremo endeudamiento en que se hallaban tanto el Biltzar como las parroquias interiores y costeras, la epizootia de 1774 fue una verdadera ruina para Lapurdi. Este y el país de Dax fueron el foco de la enfermedad. La casi totalidad del ganado vacuno pereció; más de 3.000 cabezas en el país de Dax. Hubiera sido muy fácil impedir el desarrollo de la enfermedad en sus comienzos, cercándola en Lapurdi, que fue donde empezó. El mariscal Richelieu se encontraba en esos momentos en la región, sin embargo no tomó ninguna medida precautoria. Se gastaron grandes cantidades de dinero sin conseguir acabar con el mal. La epizootia surgió en Lapurdi hacia el mes de mayo de 1774. La cifra adelantada por Guibert de 3.000 animales muertos sólo en el país de Dax, es prácticamente inverificable por falta de estadísticas completas y fiables, pero se da por seguro que las pérdidas fueron enormes.

Marinos laburdinos en la Guerra de Independencia Americana. Fue en 1903 cuando una comisión nombrada por el ministro de asuntos exteriores francés recibió el encargo de redactar la lista nominal de los "combatientes franceses que participaron entre 1778 y 1783, en la Guerra de Independencia Americana", basándose en los documentos conservados en los archivos nacionales y en los archivos del ministerio de la guerra. Se pueden leer los nombres de los marinos de esta región, y los de los inscritos en los acuartelamientos de Bayona y San Juan de Luz. El navío "Le Languedoc" enarbolaba la insignia del vicealmirante conde d'Estaing, y desempeñaba su mando el capitán de navío M. de Boulanvilliers. El señor de Borda era uno de los siete tenientes, el señor de La Fitte era uno de los seis guardias de pabellón y de la marina. Entre los suboficiales del cuerpo de auxiliares leemos los nombres de Jacques Duvetre et Benoit Cazaux, ambos de Bayona; el de Pierre Mauléon, de Biarritz; Joannis Etchebelard de San Juan de Luz. Los suboficiales del cuerpo de auxiliares de pilotaje, Guillaume Moracin, Jean Halsuet, Jean Goyetche, Joannis Detcheverry, los cuatro de Bayona; los suboficiales de cañonería, Bertrand Laloubère, de Bayona, y Pierre Celery, de Biarritz. En el acuartelamiento de Bayona, de los 90 marineros embarcados, aparecen los siguientes nombres de marineros propiamente de Bayona: Jean d'Arphastan, Philippe Brun, Dominique Laporte, Dominique Cazenave, Jean Saint Martin, Jean Courtade, Pierre Pascal, Jean Cazebat, Etienne Baubert, Jean Minvielle, Philippe Dubois. Los demás procedían de Las Landas, de Tarnos, de Dax, Peyrehorade, Pontonx, Saubusse, Mont de Marsan, Saint Martin, Mugron. Del acuartelamiento de San Juan de Luz embarcaron l06 marinos, la mayor parte de San Juan de Luz y de Ciboure, y algunos de Biarritz, de Urrugne, de Bidart, de Guétary, de Ahetze, de Ascain, Ainhoa y Sare.

En el navío "Le Zélé", cuyo alférez se llamaba Montcalm, y en el que, durante toda la campaña estuvieron más de quinientos marineros, muy pocos venían de nuestra región. Uno de ellos llevaba un nombre que no hemos olvidado, Jean Dalbarade. Citemos entre sus compañeros de entrecubierta: Joannis Darchiague, de Guétary; Jean Harostéguy, de Biarritz; Joannis Carlos, Cristoal Cazales, Joannis Detcheverry, los tres de Sara; Dominique Doussinague, de Bidart, y Martin Duhart, Pierre Hiribarne, de Urt, y Pierre Moulian, de Guiche. Al mando de "Le Fantasque" estaba el capitán de navío M. de Suffren. Uno de los suboficiales, Jean Mourguy, es de Ciboure. El segundo piloto, Tristan Larronde, y el ayudante del piloto, Harriet, son de San Juan de Luz. En el acuartelamiento de este puerto se han alistado once marineros. De entre ellos, cinco nunca volvieron a su hogar. Martin Elissalde de Urrugne, Pierre Prabe y Joannis Detcheverry de Sara, Jean Ducassou de Saint Laurent, murieron a bordo en 1779, y Dominique Detchegaray, repatriado, murió en el hospital de Brest en 1780. A bordo del "Le Magnifique", la tripulación es casi en su totalidad bretona. Un timonel sin embargo, Jean Poeys, es de Bayona, así como el marinero Jean Cattin.

En el "Le Tonnant" casi todos los marineros fueron enrolados en los puertos del Mediterráneo. Encontramos a bordo, sin embargo, un grupo de girondinos, once vascos de Ciboure, uno de San Juan de Luz, uno de Biarritz, uno de Biriatou, uno de Hendaya, uno de Guéthary, uno de Urrugne, dos de Ascain, uno de ellos Joannis Darté muerto en alta mar el 10 de noviembre de 1779. A bordo del "Le Protecteur" sólo un teniente de navío, llamado Joannis, era de nuestra región. Igualmente Michel Gestard es el único vasco en la tripulación del "Le Fier". Era de San Juan de Luz. La tripulación era bretona. Once marineros de Bayona se enrolan en el "L'Artésien". "Le Guerrier", estaba al mando del capitán de navío M. de Bougainville. La tripulación es en su mayoría de la Provenza, pero se señala la presencia de cinco marineros nativos de Ciboure, uno de ellos, Gabriel Durrola, muere en la mar el 17 de abril de 1778, tres son de Bidart, entre los que uno, Joannis Mollevés, muere a bordo el 9 de diciembre de 1779; finalmente dos de Biarritz, Jean L'Isle y Dominique Clavery. A bordo del "L'Amphion", entre bretones, Michel Bercanbiau de Bayona. "Le Marseillais" lleva muy bien su nombre.

Sin embargo aparecen a bordo dieciséis marinos vascos, cinco de los cuales no volvieron a su pueblo: Pierre Dibar de Ascain, muerto en la mar el 18 de septiembre de 1779; Peillo Larregain de Ascain, muerto en combate el 9 de agosto de 1778; Dominique Lartigue igualmente de Ascain, fallecido en la mar el 4 de septiembre de 1779; Laurent Dihoursoubéhére de Urrugne, fallecido en la mar el 31 de octubre de 1779; Jean Ansoborlo de Urrugne, muerto en combate el 13 de agosto de 1778. Diecisiete hombres, de los acuartelamientos de Bayona y de San Juan de Luz, embarcaron a bordo de "Le César". Dominique Bidart murió en la mar el 28 de agosto de 1779. Michel Lafargue, de Bidart, fue herido levemente en la cara durante un combate el 6 de julio de 1779. Etienne Duverger, de Saint Martin de Seignanx, fue herido en un brazo. Y he aquí un navío del que nadie ignora su nombre: "Le Vengeur". En 1794 finalizó su existencia en el transcurso de una batalla que glorificó a la Primera República. Una docena de marineros de San Juan de Luz y de Bayona estaban a bordo. Uno de los bayoneses era Pierre Lubize, pariente sin duda alguna del capitán de navío Simon Lubize, cuyo nieto Pierre Michel Martin, llamado Lubize, fue en tiempos del Romanticismo, autor de teatro de gran renombre, precursor y colaborador del vodevilista Eugène Labiche.

El navío "L'Annibal" tuvo como jefe de escuadra al caballero de La Motte-Picquet y albergó a doce de nuestros compatriotas entre los ochocientos hombres que se enrolaron en el barco durante tres años, de 1779 a 1781. El navío "La Prudence" solo embarcó a un bayonés, Jean Savanty. Uno sólo también a bordo del "Le Concorde", André Pélusse, herido durante un combate el 22 de agosto de 1778. A bordo de "La Chimère", Etienne d'Arrains, de Urrugne, era segundo piloto; Martin Detcheverry, ayudante de piloto; Martin Argoy, de San Juan de Luz, murió a bordo el 15 de marzo de 1780, Jean Comagère, de Urrugne, el 3 de septiembre de 1779; Martin Darragoagne, de Ascain, muere igualmente el 26 de febrero de 1780, así como Joannis Darroquy, de Sara, el 17 de noviembre de 1779. Este navío embarcó en Charlewston, entre otros prisioneros de guerra liberados, a Jean Dubourg de Bayona. Un solo bayonés se encuentra a bordo del "L'Alcmène", y en el "L'Etourdie", dos marineros de San Juan de Luz, Claude Deliés y Chavatto Gouttechez, mientras que el timonel Jean Combez, de Bayona, navega a bordo de "L'Aimable". Ocho embarcados en San Juan de Luz sirven a bordo de "L'Andromaque", Joanny Darrups, Joanny Dargain, otros tres Joanny, Detchevers, Haband, Lecumberry, Martin Fagonde, Pierre Garat, Pierre Fagalde. A bordo de "La Blanche", un bayonés, Pierre Nebourg. El marqués de Vaudreuil estaba al mando del navío "Le Fendant". Du Petit-Thouars es alférez de navío y durante la campaña pasaron por él unos mil hombres. Se podría decir que era un navío maldito; murieron muchos hombres, en combate, a causa de las heridas y por enfermedad.

Murieron bastantes más que en otros navíos. Entre ellos, Bernand Redonnet de Bayona, Chabat Ascarat, Bettiry Arismendy, Joannis Camino, Pierre Bortarry, Baptiste Ibarrat, Martin Detchepare, Pierre Detchegoyen, Jacques Detcheverry, de San Juan de Luz. Pierre Borda se precisa que sufrió quemaduras "considerables" durante el combate del 6 de julio de 1779 y fue desembarcado en Granada, en las Antillas, el 8 de julio. Otros cuatro marineros de San Juan de Luz murieron de enfermedad y de fiebres: Dominique Detchepare, Christoal Haussiarts, Martin Michelena y Marthurin Guillette. Vayamos ahora a la escuadra del almirante conde de Grasse, marqués de Tilly. Enarboló su insignia a bordo del navío "Ville de París" que perdió durante los combates ocho oficiales. Entre los suboficiales encontramos a los bayoneses Jean Pryo, Bertrand Fouquet, Pierre Coronel y a los de San Juan de Luz, Jean Herpin y Jean Pierre Le Boucard. Otros doce marineros de Bayona y de San Juan de Luz estuvieron a bordo, Dominique Dufour, de Bayona, resultó lisiado durante un combate el 12 de abril de 1782. A bordo del "Diadème" dos marineros de Bayona y uno de San Juan de Luz, y en el "L'Engageante" un bayonés, Arnaud Sabatier. De los tres marineros de San Juan de Luz embarcados a bordo de "La Concorde", Jean Mauduit murió el 18 de enero de 1782. Pierre Luc, grumete de Bayona, volvió a casa con los otros dos. Dos hermanos, Martin y Beatrix Salha, de San Juan de Luz, estuvieron a bordo del "Le Magnanime" en compañía de otros dos bayoneses, Pierre Lané y Martin Despouder, cuando este navío enroló durante la campaña a más de trescientos cincuenta marineros (Ref. Jeanpierre, 1983).

Desde 1752, los habitantes de Bayona, los de los puertos vascos y los de Lapurdi fueron conscientes de la gravedad de las dificultades económicas que pesaban sobre su región. El descenso de la actividad en el sector de equipamiento y aprovisionamiento de buques en Bayona y San Juan de Luz era el índice revelador de esta crisis: hasta 1725 estos puertos habían equipado entre 40 y 50 navíos para América del Norte, y hacia 1750 esta cifra desciende a 20 ó 30. El número de equipamientos medios por razón social pasó de 28 en 1715 a 13 en 1753. Este balance negativo no era excepcional por otra parte; la mayor parte de los puertos franceses del Atlántico interesados en la pesca de altura tuvieron los mismos problemas. (Sobre el declive de la pesca europea en América del Norte ver: H. A. Innis, The cod fisheries: the history of an International Economy. Toronto, 1954). La inestabilidad general del comercio marítimo ya no está por demostrar (ver Historia de Burdeos, Burdeos en el siglo XVIII bajo la dir. de Fr. G. Pariset, c. IV, lib. II; o también L. Meignen, "El comercio exterior de Francia a finales del Antiguo Régimen: déficit aparente, prosperidad real pero débil", Revista de Historia del Derecho, 1978, n.°4). Aunque entre 1717 y 1720 había habido una reacción, ésta no prosperó. Al estar orientados a mercados exteriores, Bayona y los puertos vascos se habían resentido duramente con esta crisis. El rápido crecimiento de la pesca local en Terranova y en las colonias anglo-americanas contribuyó mucho a esta evolución y privó a Bayona de sus mercados tradicionales en los países ibéricos.

Los intentos de organizar un vasto circuito comercial entre la costa vasca, la Luisiana, las Antillas y Quebec fracasó por completo. A los factores externos de depresión hay que añadir factores locales; las técnicas comerciales y los modos de financiación no eran muy alentadores. La muy abundante circulación monetaria, la escasez de las letras de cambio, la escasez todavía mayor de los descuentos bancarios no favorecían las iniciativas innovadoras del negocio Lapurdino. A estas carencias técnicas se sumaban las de la economía regional: Béarn mantenía mediocres relaciones con los pueblos atlánticos y el hundimiento de su viticultura no contribuyó precisamente a desarrollarlas. Las provincias vascas por su parte no suministraban ningún producto de alta calidad capaz de incentivar los intercambios. La ausencia de coordinación entre los sectores de la vida económica era finalmente la señal de un precario equilibrio. Al sentimiento de un declive económico se sumó un descontento político en Lapurdi y Bayona abonado por los abusos del poder y los progresos de la "Ferme Générale" cuyas exigencias habían sustituido al hasta entonces único reglamento legal del comercio bayonés: El Fuero (Ver: J.H. Darre. El Fuero de Bayona, Bull S.S.L.A. Bayona, 1976, n.°132. Las rentas del fuero iban a parar esencialmente al duque de Grammont).

Las proezas de Bernard de Audijos habían dejado algún recuerdo en el medio rural e incluso en Bayona, el fuero y las libertades urbanas movilizaban todavía a la población. Las quejas de 1752 se referían a estas libertades burladas: en 1753 se repitieron de nuevo y se atribuyeron las dificultades económicas a las vejaciones de los "fermiers généraux". El debate volvió a recrudecerse en 1761 cuando Bayona propuso situar su comercio con el extranjero fuera del control de la burocracia. Sin embargo en esta fecha la opinión de la provincia distaba mucho de ser unánime. El "despertar de los ánimos" se produjo cuando en 1773 la contribución de los tabacos de Bayona fue adjudicada a la "Ferme". Y por primera vez surge la cuestión de la franquía del puerto de Bayona. En 1774 se publica un informe favorable a esta medida y una asamblea general de bayoneses la aprueba el 26 de enero. Un año más tarde, el 19 de julio de 1775, una nueva asamblea contradice radicalmente la anterior. Durante siete años, adversarios y partidarios de la franquía no cesaron de enfrentarse animados por las indecisiones del poder real. A finales de 1777 se propuso, mediante varias memorias, la extensión de la franquía a Lapurdi. A1 año siguiente los partidarios de la franquía ganaron en Bayona, San Juan de Luz y Lapurdi; el 28 de enero una asamblea general confirmó este éxito.

Las Cartas Patentes reales no se publicaron, sin embargo, hasta julio de 1784 tras múltiples presiones: Bayona y la parte occidental de Lapurdi fueron declarados francos sirviendo el ejemplo de Dunkerque de argumento a los bayoneses. (Las regiones fronterizas se preocuparon con frecuencia de la cuestión de las franquías. Para poder establecer comparaciones consultar: M. Bottin, Puerto franco y zona franca>: las franquías aduaneras de Niza. Investigaciones Regionales, 1971, n.° 1 ). En el momento en que se acordó, la franquía fue discutida por la "Ferme" y, al ser mal interpretada, desencadenó grandes disturbios populares en Lapurdi (Ref. C. Desplat, Crise et projets economiques à Bayonne et en Labourd à la fin du XVIII siècle, BSB, 1981, 263-277).

A lo largo de todo el siglo XVII y XVIII el intento de introducir nuevos impuestos sobre el tabaco y la sal provocó frecuentes revueltas protagonizadas por mujeres. El mes de junio de 1731, los encargados de la brigada de Louhossoa decomisan cuatro mulas cargadas con vino y aceite proveniente de España y que pertenecían a un tal Petry Etchebaster, de Mendionde. El síndico de Laburdi interviene en el asunto y el director del puerto de Bayona (director de aduanas) anula el decomiso en virtud del fallo del consejo del 10 de febrero de 1688 que eximía de todos los impuestos los vinos, trigo y otros productos provenientes de España para ser consumidos en el país. Un poco más tarde, en 1735, el síndico de Laburdi interviene también en un proceso ante la corte des Aydes de Burdeos, entre los recaudadores y dos carreteros españoles, Antonio Detchverry y Pedro Sancitena, en relación con un decomiso de tabacos efectuado en el territorio de Ainhoa, aun y cuando los derechos fueron abonados en la oficina competente. El síndico interviene una vez más por orden del Biltzar, en 1771 y 1773, en relación con decomisos de características similares en contra de habitantes de Bardos, d' Urt y de Hasparren.

De todas formas y a pesar de la vigilancia del Biltzar y la actuación del síndico, las gentes de Laburdi desconfiaban constantemente de las actividades de los recaudadores. Conocían las influencias que éstos tenían ante el gobierno. Tenían miedo de que, por medio de intrigas, despojaran al país de sus privilegios y le impusieran el riguroso monopolio de la sal. Estos temores estaban justificados por el desarrollo excesivo de los salazones y de las conservas para la marina. En 1757, el consejo de la ciudad de Bayona se dirigía al ministro diciendo que los armadores compraban tales cantidades de carne para salar que los habitantes corrían el peligro de no tener para ellos mismos. Pedía por ello medidas represivas (Arch. de Bayonne, BB 80, pp. 307). Seguramente los recaudadores generales conocían la situación y se aprovechaban de ella. En Laburdi no se desconocía lo que suponía el régimen de la gabela en otras partes y se estaba al tanto de las multas, penas de cárcel, etc. La gabela era a sus ojos un horror y muy a menudo esta siniestra palabra era suficiente para desencadenar desórdenes aislados y tempestades temporales. Esto ocurrió en la parroquia de Ainhoa el 5 de julio de 1724. Hubo desórdenes a causa de las recaudaciones y a raíz de un equívoco.

Los desórdenes desaparecieron rápido y no tuvieron repercusión en el resto del país. El 3 de octubre de 1784: la noticia de que la gabela va a ser establecida en Laburdi circula en Hasparren, noticia que no tenía fundamento. Sin embargo se afirmaba que el propio M. de Neville, intendente de Guyena, venía a asegurar la percepción del nuevo impuesto. Esta noticia terrorífica corre como un reguero de pólvora; se da la alarma no sólo en Hasparren sino también en los lugares vecinos. El toque de alarma de las campanas suena con violencia. Por todas partes llegan bandas de mujeres armadas con espetones, horcas, precedidas por tres o cuatro que hacen sonar furiosamente los tambores. Estos grupos se vuelven a formar los siguientes días. Informado de estos hechos, el intendente llega tres días más tarde, el seis de octubre. Acompañado por el marqués de Caupenne, teniente del rey en Bayona, traía consigo 150 granaderos y 5 brigadas de la mariscalía. Este despliegue de fuerzas exasperó a los manifestantes. Los señores de Neville y de Caupenne se adelantaron a caballo y se detuvieron delante del cementerio donde la banda sediciosa se encontraba apretujada. Quieren parlamentar, oír palabras de reconciliación y de paz. Pero en el tumulto es imposible hacerse oír.

El toque de alarma no paraba de sonar y cubría las voces. Había más de dos mil mujeres que gritaban todas a la vez, furiosas, listas para hacer cualquier cosa, amenazando violentamente al intendente, al marqués de Caupenne, a los recaudadores y a todos los agentes de la recaudación. El señor de Neville, el señor de Caupenne y sus oficiales entran en una casa cercana y se preguntan qué es lo que van a hacer. ¿Podrían lanzar a las tropas en contra de estas mujeres? ¿Esta medida violenta no acarrearía consecuencias nefastas? Todo esto se evitó gracias a la intervención del cura de la parroquia, Haramboure. Pero cuando se restableció la calma, los habitantes de Hasparren se dieron cuenta de los castigos a los que se habían expuesto. Sus temores se acentuaron cuando se enteraron que varios de entre ellos habían sido encarcelados al ir a Bayona a sus asuntos. Se enteraron igualmente que el intendente había solicitado medidas severas en contra de las parroquias que se levantaron. En efecto, la agitación se propagó a otros lugares, sobre todo a las localidades situadas entre la Nive y el Adur. En estos lugares las mujeres también se levantaron armadas en contra de los agentes del fisco. Igualmente se decía que muchos hombres se vestían de mujer al darse cuenta que a éstas se les trataba con más deferencia. Neville inundó el país de tropas; hizo venir a un regimiento de caballería, un regimiento del Languedoc y un regimiento suizo, el de Courten.

Este último fue desperdigado por las parroquias sublevadas: Mendiondo, Guerreciette y Louhossoa hospedaron dos compañías cada una, del 11 de noviembre al 13 de diciembre. Macaye alojó primero a tres, y luego sólo a dos, a partir del 23 de noviembre. El intendente pidió más tropas aún. Proponía a la corte un verdadero plan de ataque como si se tratara de combatir una invasión extranjera. El señor de Calonne, ministro de finanzas y controlador general, le contestó que las medidas le parecían excesivamente violentas y que le aconsejaba que desistiese. Un nuevo esfuerzo del cura Haramboure libró a Hasparren de los temidos castigos. Se presentó ante el intendente, calmó su irritación, imploró su clemencia para una población más confusa que culpable. Consiguió apagar su ira y obtuvo el perdón para su pueblo. Sin embargo, Neville no pudo olvidar el toque de alarma ensordecedor que le cortó la palabra y le impuso el silencio. Exigió que las campanas de la iglesia fuesen bajadas y el campanario demolido. Así fue y sólo pudo ser reconstruido en 1817 (Ref. Yturbide, P.: Une emeute des Femmes d'Hasparren en 1784, RIEV, 1908, pp. 193-202).

En contraposición a la bien perfilada estratificación social que encontramos en Navarra y en su Sexta Merindad, Lapurdi va a conocer una mucho mayor homogeneidad social, debido no sólo al papel debelador de la Armandat sino también a la acción antiseñorial de la monarquía inglesa.

El advenimiento de la nueva dominación, la de los reyes franceses, no alterará en su esencia, pese a sus concesiones a la feudalidad, un sistema en el que la mayoría de la población es franca y depende directamente del rey. Esta clase es la que envía sus diputados al Biltzar, no está obligada al pago de la "talla" individual sino al cupo asignado por parroquias, disfruta de la mayoría de las prerrogativas consuetudinarias que fijará por escrito el fuero de 1514 y, es, además, poseedora de una casa familiar llamada casa franca.

Algo por encima de esta mayoría se encuentra la clase de los infanzones que, con un pie en ella y otro en la franja noble, disfruta de algunas de las prerrogativas de la nobleza tales como la no obligación de pagar la "talla" individual y la de poder tener labradores censuarios a su cargo. Sus casas se distinguían de las de los meros francos ya sea por medio de detalles arquitectónicos, ya por medio de blasones o inscripciones.

En lo alto de la pirámide veremos, en fin, a los gentilhombres propiamente tales, libres de tributación individual o colectiva y posesores de bellos palacetes denominados jauregia. Estos fueron los señores naturales que, habiendo disfrutado del poder señorial, fueron poco a poco viendo limitadas sus prerrogativas y sus derechos hasta verse, incluso, excluidos del Biltzar aunque ello no quiera decir que no detentaran los derechos económicos y reverenciales propios de su rango.

Equiparable al poder señorial fue el eclesiástico cuyo máximo exponente fue la abadía de Lahonce y el monasterio de Roncesvalles (Bonloc).

Lista de las familias nobles de Laburdi que figuran
en los roles de la nobleza laburdina de 1771 a 1776
UrtubiaVizconde de MacayaLahet
GarroSaint-Martin-VillefranqueBelay-Anglet
ArcanguesSaint-Esteben-SaultRoll-Saudan
HaitseMacaye-JolimontHayet
SalhaAguerre (Hasparren)Lassalle (Urcuit)
HirigoyenLarralde Van OsteronOspital
GaillardieSaint-Martin (Larressore)Soubelette
NavaillesDujac-VergesAmou
ColomotsAguerre (Mouguerre)Arquie
LissagueSaint-Martin-LacarreSorhouet-Harriet
MiremontSorhouet-FaldraconEspelette
HarenederDupre de LagrauletSainte-Marie
LureSaint-Cricq-LalieBelay-Biarritz

En fin, la última de las categorías sociales es la de los fivatiers cuyo nombre deriva, siguiendo a Corominas, del occitano antiguo fevatier, derivado, a su vez de f(i)eu que procedía del fráncico féhu "ganado", "posesión", "propiedad". Para Veyrin, nuestros "fivatiers" eran colonos establecidos en parcelas de una posesión noble a las que habían roturado y por las cuales, en virtud de un contrato privado que no implicaba ninguna servidumbre, pagaban un censo. El poseedor de una casa "fivatière" gozaba plenamente de su lote que podía, incluso, vender o ceder; sin embargo, al no ser propietarios propiamente dichos, no tenían acceso a las funciones y deliberaciones públicas. Los derechos de los señores -entre los cuales la baja justicia- sobre los "fivatiers" fueron puestos en tela de juicio en el siglo XVII y sobre todo en el XVIII. Ya en 1635, los nobles Lapurdinos elevaban una queja al rey porque los colonos se negaban a prestar sus servicios sin la presentación previa de los títulos que acreditaran los derechos nobles. Estos títulos habían desaparecido en su mayoría durante las guerras entre España y Francia. Algunas veces los conflictos desembocaron en rebelión armada, como es el caso del castillo de Espelette destruido en 1637 por los colonos; otras, la gran mayoría, se solventaban de común acuerdo y se adoptaban soluciones de compromiso. Sin embargo, a mediados del siglo XVIII, la actitud de los señores se endureció preparando así el ambiente propicio a la Revolución. En Lapurdi este estado social se había diluido de tal forma que los Cuadernos de Quejas sólo mencionan a los fivatiers de la abadía de Lahonce.

A finales del siglo XVIII, pues, la situación económica y social de la monarquía francesa era muy comprometida. Esta necesitaba de mucho mayores recursos financieros para poder hacer frente a sus cuantiosos gastos que el que le proporcionaba la recaudación del tributo pagado por el Tercer Estado, único no exento de impuestos. Por otra parte, el Tercer Estado no podía soportar seguir siendo el único contribuyente y mucho menos seguir viéndose postergado social y políticamente como lo estaba. En 1789 la corona echa mano de un recurso desesperado: la convocatoria de unos estados generales que no se reunían desde mediados del siglo XVII. El 1 de enero parten las convocatorias a todas las senescalías del reino para celebrar una asamblea estamental de las antiguas provincias de Francia, en París, el 27 de abril de 1789. Se les pide que redacten sus Cuadernos de Quejas y Dolencias respectivos a fin de que el rey conozca el estado de ánimo de sus súbditos.

Dejando de lado Bayona, dotada de un estatuto aparte y de su franquía comercial, en Laburdi existe un malestar mucho más enraizado debido a la política fiscalizadora de las fermes y al efecto divisionario de la franquía. El 2 de marzo se reúnen los representantes de Bayona para redactar su Cuaderno. Sin embargo el biltzar lo hace el 8 para protestar de que se le convoque conjuntamente con esta villa ya que "Laburdi forma por sí sola un verdadero Estado, con su Constitución, sus asambleas, su tribunal, sus milicias, etc." y que "los intereses de Laburdi se hallan en oposición con los de sus vecinos de Bayona". El rey autorizará la demanda de poder disponer de representación propia. Entre los días 19 y 24 se reunieron en Ustaritz los 124 representantes de las parroquias y estamentos laburdinos para elegir a sus diputados: Luis Xabier de Saint-Esteben, párroco de Ziburu, por el clero; Nicolás de Haraneder, vizconde de Macaye y Nicolás de Arcangues, por la nobleza, y los hermanos Domingo y José Garat por el Estado Llano.

Según recoge Dravasa, en Laburdi se escribieron, entre el 25 de marzo y el 25 de abril de 1789, tres Cuadernos de Quejas. El del clero contiene 65 artículos, el de la nobleza 54 y 67 el del Tercer Estado. El tono general de estos cuadernos gira alrededor del deseo de mantener el statu quo en Laburdi, prueba de que, por lo visto, las instituciones existentes eran del agrado de los laburdinos y de que no aspiraban a cambiarlas. Veamos sin embargo, dejando a un lado esta impresión de conjunto, cuáles son más concretamente las dominantes de estos cuadernos. El cuaderno del clero pide que "se le mantenga tal y como lo ha sido hasta ahora, un ente no mezclado a ningún otro, sea cual fuere la mejora que se le anuncie con este respecto". El clero de Laburdi desea que se mantenga la. autonomía de la provincia, así como el respeto de su entidad. Esta exigencia de pureza vasca no impide que el clero se preocupe por determinadas realidades administrativas y económicas.

Es así que solicita el mantenimiento del Biltzar, con sus tradicionales atribuciones, y que se suprima, sin embargo, la franquicia otorgada por Real Decreto de mayo de 1784 al puerto de Bayona y a cierta parte de Laburdi, con el fin de reanimar la desfalleciente actividad económica de la provincia. La nobleza de Laburdi pide que se le deje participar en la vida política y administrativa del país: "Es un derecho que solicita de la justicia del rey, en quien confía plenamente". En el terreno económico desea la supresión de la franquicia, de la que afirma, "sólo sirve para alimentar... las vejaciones inauditas de los encargados de la "Ferme"... gentes indeseables, todos ellos vagos y la mayoría corrompidos y tarados". El Tercer Estado es más directo y categórico. Exige que Laburdi conserve su administración particular y privilegiada que le es propia. "Sus habitantes -dice el artículo 54- se dan por satisfechos bajo este régimen, temiendo cualquier cambio", y aludiendo claramente al Biltzar afirma que "ni su composición, ni su funcionamiento, ni por supuesto sus atribuciones deben padecer modificación alguna". Igualmente conservador y más reivindicativo, el Cuaderno de Saint-Pierre-d'Irube precisa:

"Los habitantes de Saint- Pierre-d'Irube se oponen a que los miembros del clero y de la nobleza acudan a las asambleas y deliberaciones de las comunidades (kapitalak), así como a las asambleas y deliberaciones generales de la provincia".

El testimonio de este cuaderno es muy significativo y es probable que no sea el único que expresa este deseo: el régimen anterior debe respetarse, esto es, la exclusión del clero y de la nobleza de la realidad política y administrativa de Laburdi, tanto al nivel local como provincial. En materia de impuestos el Tercer Estado se queja del fisco, pero mucho más por el comportamiento de sus agentes que por la cuota de los impuestos exigidos. En cuanto al terreno económico el Cuaderno del Tercer Estado pide: "que se concedan primas a las expediciones marítimas". Todos estos cuadernos tienen un tono muy ortodoxo y tranquilizador, sobre todo si se tiene en cuenta que los laburdinos se encomiendan, como lo dicen ellos, "a la inteligencia y al sentido común" de sus diputados. Los tres estamentos depositan su confianza en éstos y desean que su actuación logre el reconocimiento de la verdad, de la justicia y del bienestar general de la nación", que, por su lado, aprobará el mantenimiento de los privilegios tradicionales del país".

Desde el punto de vista de la nobleza, ello se resume en su participación en la administración de la provincia, y en cuanto al clero y al Tercer Estado, en la salvaguardia del statu quo. En materia financiera, si los tres estamentos son unánimes a la hora de quejarse de los encargados de la "Ferme", ninguno subraya la elevada tasa de los abonos financieros de Laburdi, dato en el que se hubiera hecho hincapié, si el sistema de contribuciones aplicado en la provincia hubiera sido abusivo y vejatorio. El carácter moderado y conservador de los diversos cuadernos de Laburdi resalta aún más si se comparan con todos los que, por ejemplo, ha examinado y analizado Champion. El clima de expectación creado por la apertura de los estados se manifiesta asimismo en un Cuaderno de Agravios de las Mujeres de San Juan de Luz y de Ziburu en el que se pone de manifiesto la existencia de una naciente conciencia feminista, solicitando estas mujeres que se cambie el sistema educativo sexista, se redacte una equitativa ley del divorcio y se escuche la opinión individual -no estamental- de las mujeres, protestando asimismo por la convocatoria efectuada únicamente a los representantes varones de la nación. Véase Feminlsmo.